"Contra el olvido. Una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba, 1889-1948", coordinado por Teresa Aranguren y Sandra Barrilaro, con la participación de Pedro Martínez Montávez, Johnny Mansour y Bichara Khader, ha sido publicado en inglés por la editorial HaymarketBooks

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Edición en inglés de "Contra el olvido. Una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba".
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"Contra el olvido. Una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba", de Teresa Aranguren y Sandra Barrilaro, con participación de Pedro Martínez Montávez, Bichara Khader y Johnny Mansour.

PEDRO MARTÍNEZ MONTÁVEZ, IN MEMORIAM

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Foto inédita de la participación de Pedro Martínez Montávez (1933-2023) acompañado por Clara Janés, Adonis y Waleed Saleh en una de las presentaciones de los libros de Adonis publicados por nuestra editorial.

Alejados de escritos ditirámbicos, que el profesor Montávez no hubiera apreciado, y del silencio, reproducimos aquí en reconocimiento a la coherencia con que vivió sus convicciones el Prólogo que tuvo la generosidad de escribir para Contra el olvido. Una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba (1889-1948), el libro coordinado por Teresa Aranguren y Sandra Barrilaro sobre Palestina antes de su desastrosa partición y el comienzo de la expulsión de sus habitantes no judíos. Anteriormente habíamos publicado su traducción, en colaboración con Rosa Isabel Martínez Lillo, de Canciones de Mihyar el de Damasco, de Adonis, autor que acabaría convirtiéndose, con seis libros publicados, en una referencia clave de nuestra editorial. Quedó inconcluso el proyecto de reeditar su antología El poema es Filistín. Palestina en la poesía árabe actual (1980), agotado desde hacía años.

La historia de la cuestión palestina está plagada de olvidos, engaños, falsedades, hipocresías y tergiversaciones, llena de sobresaltos, paradojas, contradicciones y sorpresas, aparte los continuos dramas y tragedias que la sacuden. Esto ha contribuido largo tiempo, y en muchísimos aspectos y dimensiones, a que haya sido más bien una especie de «anti-historia», una imitación burlesca de la misma, una pseudohistoria que no se parecía casi en nada a lo ocurrido en realidad, una historia casi fraudulenta. Tal situación se prolongó durante décadas, y ha costado enormes esfuerzos empezar a salir de ella: así empezó a ocurrir hace poco más de medio siglo. Antes de seguir adelante, me voy a permitir una aclaración y un inciso: he utilizado al comienzo de este texto el término «plagada» con toda intención y en su primer y propio significado, porque lo que ocurría al historiar la cuestión palestina era, y constituía justamente eso, una auténtica plaga, una desgracia pública, una calamidad, manteniendo también con ello, y en máximo grado, su connotación etimológica original de «llaga».
Quizá ese hecho resultaba en España aún más inexplicable que en otros países, y para ejemplificarlo así voy a recurrir a lo que me cae más cerca y conozco más directamente, a mi propia experiencia personal. Yo cursé en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, durante la primera mitad de la década de los cincuenta del siglo pasado, dos especialidades, licenciándome en la sección de Historia (1955) y en la de Filología Semítica (1956). Durante mis estudios, nadie —que yo recuerde— hizo la menor referencia a la cuestión palestina, y estoy aludiendo en concreto al propio profesorado competente. Obviamente, en el plan de estudios de la sección de Historia figuraban asignaturas que se ocupaban de la época contemporánea, y hasta en la de semíticas había una que se titulaba justamente así: Historia del islam contemporáneo. Pues bien, ninguna mención del tema palestino. El plan de estudios de esa misma sección recogía otra asignatura, de contenido genérico, denominada Historia del pueblo de Israel. No recuerdo si en ella alguien pudo hacer alguna referencia al singular acontecimiento que había tenido lugar el año 1948: la fundación del Estado de ese mismo nombre. En tierra palestina, como se sabe.
Todo eso ocurría en la primera y principal universidad española, en un país en el que se repetía la contumaz letanía de las «fraternales relaciones hispano-árabes», cuyo régimen alardeaba de prácticas «políticas proárabes», y cuyo gobierno tardaría aún muchos años en establecer relaciones diplomáticas con ese Estado de nuevo cuño fundado en 1948. Y todo esto que cuento no descubre, sin embargo, nada nuevo, sino que resulta uno de tantos datos corroborativos de algo que conocemos bien, y cuyos graves efectos y consecuencias sufrimos desde antiguo: en este país tan especial, en España, la política, la sociedad y la cultura no suelen seguir caminos convergentes. ¡Y cómo se nota y se echa de menos!
Yo empecé a oír hablar de Palestina y de palestinos durante mi estancia en Egipto entre comienzos de 1957 y mediados de 1962, a todo lo extenso y lo intenso de mi experiencia cairota. Fue también hacia 1958 o 1959 cuando Mercedes, mi mujer, y yo viajamos a tierras palestinas, que formaban parte por entonces del reino hachemí de Jordania. El hecho palestino fue una de las tantas novedades reveladoras que empezaron a abrírseme y que contribuyeron decisivamente a que mi propia vida, y no solo mi actividad profesional de arabista, fueran orientándose hacia dimensiones hasta entonces desconocidas por completo para mí y encaminándose por sendas que me resultaban hasta ese momento inaccesibles. Ahora, muchos años después, puedo y debo reconocer, con absoluta serenidad, objetividad y ponderación, que ha valido la pena que así ocurriera. Mi vinculación a la palestinidad, por consiguiente, empezó entonces, y no ha hecho sino crecer, desarrollarse y diversificarse hasta ahora, manteniéndose siempre, y reafirmándose, mi compromiso intelectual y humano con ese pueblo y con la defensa de sus justos derechos y aspiraciones.
No quiero seguir por este camino de evocación personal, pero tampoco renuncio a proporcionar otro dato testimonial pertinente, por lo que tiene también de enormemente significativo en relación con todo lo que hasta ahora he suscitado. Sería hacia el año 1967 cuando empecé a preparar, con la excelente colaboración de mi buen amigo el poeta palestino Mahmud Sobh, llegado a Madrid desde Damasco para ampliar estudios y doctorarse, una extensa antología de la novísima poesía palestina llamada «de resistencia». Acababa de aparecer el revelador libro de Gassán Kanafani, en lengua árabe, sobre el tema, y algún que otro trabajo sobre la materia de otros autores de la misma área lingüística. Ultimado nuestro original, emprendimos la ingrata tarea de buscar quien lo editara. El tema, como digo, constituía una novedad absoluta en el panorama literario occidental, y no solo en el español. Nuestra antología era el primer libro en lengua europea sobre la materia. Solo quiero añadir un dato: nos «perdieron» en varias editoriales —alguna de ellas conocida como de tendencia y vocación «progresistas»— el ejemplar que habíamos dejado. En conclusión: pudo publicarse, el año 1969, merced a la ayuda que nos prestó una institución creada por entonces, y mantenida por un mecenas de origen tunecino, que se llamaba Casa Hispano-Árabe. Tales cosas seguían pasando en este país tan «arabófilo»…

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Si he empezado como lo he hecho no ha sido solamente porque los hechos que he expuesto ejemplifican a la perfección el fenómeno que denunciaba: la deliberada decapitación —de «cortar la cabeza»— y el implacable desarraigo —de «arrancar de raíz»— que la cuestión palestina en concreto, y cualquier cosa que tuviera que ver con Palestina en general, han sufrido durante mucho, muchísimo tiempo. Intencionadamente, a propósito, la cuestión palestina carecía de orígenes, de antecedentes, de comienzos, o estos se tenían por tan nimios e insignificantes que se podía prescindir de ellos, porque parecían superfluos, no aclaraban ni contribuían a explicar lo que había ocurrido después. La historia de la cuestión palestina está llena de ultrajes a la verdad y de crímenes contra la memoria. Es decir, está llena —«plagada»— de delitos contra la humanidad.
He empezado como lo he hecho porque ello me permite subrayar y destacar uno de los valores principales del volumen que prologo, resaltar como realmente se merece una de sus características más sobresalientes. En tal sentido, este libro se enfrenta radicalmente, y con gallardía, contención y ecuanimidad, a tanta historiografía intencionadamente desvirtuadora y en gran parte falaz o sencillamente ignorante, que se ha ido acumulando sobre la materia. Este libro se centra precisamente en rescatar y poner de relieve muchos de los comienzos, de los orígenes, de los antecedentes de la cuestión palestina.
Su contenido corresponde al largo «tiempo anterior», al decisivo, al que suele mantenerse escondido e ignorado, como proscrito y desterrado; sí, justamente eso, «desterrado», porque se les quitó la tierra. Es todo el largo periodo transcurrido entre las últimas décadas del siglo xix y la mitad del siglo xx. Constituye la insólita y cruel paradoja del tiempo que no hubiera transcurrido, en conclusión, del «no-tiempo». ¿Hay algo más cruel e inhumano que negar el tiempo? Me permito aconsejarle y encarecerle a toda persona que lea este libro —o que lo contemple, porque es un escrito que también «entra por los ojos»— que, al leer y contemplar su contenido, esté siempre acompañado de esa idea subyacente fundamental: está recuperando un tiempo, un pasado que se quiso que no hubiera transcurrido, que no hubiera tenido lugar. Ello le proporcionará la explicación principal, y durante mucho tiempo escondida, de la dramática cuestión palestina, de la trágica e irredenta todavía historia contemporánea de este pueblo.
Este libro es esencialmente un extenso y muy cuantioso conjunto de imágenes, un excepcional álbum de fotos, cargado de un profundísimo y original —de «origen»— significado. Al ser una colección de imágenes, es también el testimonio, tan silencioso como evidente, de un imaginario. El lector puede comportarse como el espectador de un excepcional documental cinematográfico, de una sucesión de imágenes, de encuadres, de momentos, de situaciones, que le resultan tan atractivas como casi totalmente desconocidas, tan nuevas para él como inesperadas y sorprendentes. Precisamente por eso son, ante todo, reveladoras, es decir, le descubren algo que desconocía casi por completo, se lo «revelan».
Suele repetirse que una imagen vale más que mil palabras, una de tantas frases felices que explican mucho y proporcionan vías de conocimiento, pero que también, entendidas y aplicadas con abuso, desvirtúan parcialmente los hechos; es certera, sí, pero puede resultar asimismo exagerada y encubridora. Imágenes y palabras valen, por sí mismas, lo que valen, y no tienen por qué funcionar como recíprocamente excluyentes. Por consiguiente, si van juntas, y conjuntadas, mejor.
Una imagen es siempre, por sí misma, un objeto valioso, pero su valor aumenta si la contemplación no se reduce estrictamente al ejercicio físico de la mirada, es decir, cuando la actividad del «ver físico» se acompaña también con otros dos: el «ver mental» y el «ver sensitivo». Con esta triple mirada, con esta triple vía de penetración, el objeto contemplado adquiere toda su plenitud, su supremo valor y su significado entero. Me permito rogar, desde estas líneas, que a esta magnífica colección de fotos, de imágenes, se le dedique esa forma de visión, triple y una al tiempo: que ojos, mente y sentimiento se centren y se unifiquen en la mirada; que la mirada sea integral.
Tal ejercicio de penetración triple y trenzada nos llevará a evocar, por ejemplo, entre otras muchas cosas, que estos seres humanos que nos contemplan fijamente —más fijamente aún que nosotros a ellos— habitaban un país no extenso —poco más de 20000 km2— en donde vivían —sí, «vivían», en toda la acepción del concepto— alrededor de un millón de habitantes. No menciono estas cifras aproximadas con intención cuantitativa y comparatista, sino justamente con el propósito contrario: cualitativo y fundamental. Y nos preguntamos: ¿cómo esa población, más bien limitada en número y en espacio, resultaba tan sorprendentemente variada, diversa, rica y plural en sus manifestaciones, en sus comportamientos, en sus hábitos de vida, en su vestuario, en sus costumbres, en sus múltiples maneras de existir, de sufrir y de gozar? ¿Cómo Palestina podía ser, al tiempo, tan singular y tan plural, tan propia y tan diversa, tan genuina, con tantas genuinidades diferentes? ¿Había necesidad de romper todo esto, de cambiarlo, de destruirlo, para después reconstruirlo, una vez deformado, transformado, expulsado, sustituido? ¿No merecían estas gentes seguir viviendo —eso sí, «viviendo»— como estas imágenes demuestran que vivían? Esta es quizá la pregunta principal, la más dura e incisiva, que nos hacen esos ojos que nos miran fijamente, que no dejan de mirarnos, que seguirán mirándonos hasta cuando hayamos pasado todas las páginas de este libro.
La gran colección de fotos aquí reunida se realza con la inclusión de unos textos escritos por tres excelentes conocedores de la cuestión palestina, y que se distinguen además por su rigor intelectual y por su alta condición moral. Resultan además textos complementarios entre sí, pues cada uno de sus autores plantea y analiza el tema desde su propia experiencia personal y competencia profesional. Representan asimismo tres modalidades externamente diferenciadas —pero indisoluble y entrañablemente ligadas también— de vivir y sentir la palestinidad: Bichara Khader es un palestino «de fuera», en el exilio exterior, Johnny Mansour es un palestino «de dentro», y por ello en el exilio interior, y Teresa Aranguren es una española profundamente palestinizada en vida y obra. Con ella y con Bichara mantengo desde hace muchos años no solo una inquebrantable amistad, sino también una vinculación no menos larga e inquebrantable con Palestina y sus gentes. Para mí, redactar estas páginas me proporciona una nueva oportunidad de confirmarles mi amistad, mi solidaridad y mi admiración. Me ha permitido también descubrir la sensibilidad y la experiencia profesional de Sandra Barrilaro, que han sido fundamentales en la selección del material fotográfico.
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Con frecuencia, cuando escribo o hablo de Palestina, menciono lo que afirmó, hace ya unos cuantos años, uno de los más representativos escritores palestinos contemporáneos, Rashad Abu-Sháwir: «La cuestión palestina es más que un problema de fronteras (hudud), un problema de existencia (wuyud)». Ahí está la clave: no se trata de que el pueblo palestino existe, sino que existió, y que seguirá existiendo. Y esa existencia no exige solo una morada, un país, sino que exige también una patria, un Estado así llamado: Palestina. El sucio juego político no puede doblegar la limpia realidad de la existencia, ni puede seguir olvidándola, marginándola, escondiéndola. La existencia no es una máscara ni puede ser enmascarada. Negar la existencia es negar la vida: es decir, una especie de crimen. Que empezó a perpetrarse hace ya bastante más de un siglo, y sigue perpetrándose —de otras maneras, con otros disfraces— todavía. Un crimen que continúa sin juzgar y sin condena. Esto es lo que recuerdan y afirman estas fotos.

Pedro Martínez Montávez
Profesor Emérito de la Universidad Autónoma de Madrid

 

Teresa Aranguren y Santiago González Vallejo han publicado, la primera en infolibre y el segundo en el blog del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe, artículos sobre su vertiente humana: "Pedro Martínez Montávez, el valor de un maestro" y "Pedro Martínez Montávez, un amigo de cultivar conocimiento y solidaridad"

 


En el 90 cumpleaños de Adonis (2)

En el 90 cumpleaños de Adonis, presentamos los libros publicados por nuestra editorial y a sus traductores: Pedro Martínez Montávez y Rosa Isabel Martínez Lillo, de Canciones de Mihyar el de Damasco; Carmen Ruiz-Bravo Villasante, de Poesía y poética árabes; José Miguel Puerta Vílchez, de Sufismo y surrealismo; Federico Arbós, de Libro de las huidas y mudanzas por los climas del día y la noche, El Libro (I) y El Libro (II), estos dos últimos, en colaboración con la Escuela de Traductores de Toledo @Escueladetraduc

ANTONIO GAMONEDA FELICITA A ADONIS EN ESTE DÍA DE AÑO NUEVO DE 2021


71 años después de la Nakba (el Desastre) que expulsó al pueblo palestino de sus tierras

Con motivo de conmemorarse el 71 aniversario de la Nakba, Casa Árabe ha organizado un acto el próximo 14 de mayo:

"La Nakba continúa en Palestina: cómo lidiar con ella" en el que participará Johnny Mansour, coautor de Contra el olvido: una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba, 1889-1948, libro en el que también participan Teresa Aranguren, Sandra Barrilaro, Bichara Khader y está prologado por Pedro Martínez Montávez. Antes de la conferencia, a las 18:30 horas tendrá lugar la proyección del documental Gaza, de Carles Bover y Julio Pérez (El Retorno Producciones. 2018. 18 mins). Ganador del Goya al mejor Corto Documental en 2019.

Podéis encontrar toda la información del acto aquí

Al día siguiente, 15 de mayo, Teresa Aranguren y Sandra Barrilaro presentarán Contra el olvido en colaboración con el espacio Urbana 6 en Toledo y el viernes 17 de mayo lo harán en Toro, con la complicidad de la Asociación Cultural para la Promoción de la Cultura en la Comarca de Toro.

 


Presentación de Iraq bajo ocupación en la feria del libro de Sevilla 2009

El 22 de mayo, en colaboración con la librería Atrapasueños, la Plataforma de Solidaridad con Palestina y la CEOSI (Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq), se presentó el libro Iraq bajo ocupación: destrucción de la identidad y la memoria por Belén Cuadrado, Carlos Varea y Ahmed Sefiani.

El periodista y escritor Juan José Téllez, que, finalmente, no pudo estar presente, envió la comunicación que reproducimos a continuación.

Irak ya no existe. Esa es la principal conclusión que cabe extraer de la lectura de “Iraq Bajo Ocupación”, un libro colectivo editado por Carlos Varea, Paloma Valverde y Esther Sanz y con el que alcanza el noveno número la colección Encuentros de Ediciones del Oriente y el Mediterráneo. Bajo el subtítulo de “Destrucción de la identidad y la memoria”, la portada de la obra que hoy presentamos evoca como símbolo de la situación actual del país la silueta de aquella leona herida, asaeteada por flechas, que podemos contemplar en un célebre relieve asirio del siglo VII antes de Cristo.

En Irak, en la antigua mesopotamia que bascula entre los ríos Tigris y Eúfrates, alguien soñó que estuvo la cuna de la humanidad. Hoy, tras seis años de ocupación, se nos presenta un país devastado no sólo en las carnes abiertas de su población –un millón de muertos, cinco millones de desplazados—sino en sus señas de identidad, desde su vieja cultura en los yacimientos saqueados de Asur y de Nipur, o la cultura cotidiana de las bibliotecas y museos cuyas colecciones han acabado subastadas al mejor postor en los mercados negros del arte, o en la laicidad que, entre sus escasos aciertos, el partido Baaz imprimió a la administración iraquí que hoy se encuentra en manos de lo que aquí se denuncia como “una oligarquía mafiosa y teocrática” que gestiona la renta petrolífera al servicio de intereses foráneos.

Pedro Martínez Montávez, uno de los escritores que participan en esta obra, habla de ocupación y fragmentación sectaria del Maxreq en su conjunto, esto es, la región que aquí tendríamos que llamar Oriente Próximo y que solemos denominar como Oriente Medio porque le hacemos más caso al middle-east de sus colonizadores británicos que a la geografía propiamente dicha. Para su análisis, Martínez Montávez no sólo se remonta necesariamente a la llamada primera guerra del golfo sino a la historia de dicho confín, un espacio de dolor como la América Latina de Simón Bolívar, un territorio que como la América Latina de Eduardo Galeano, también nos muestra eternamente sus venas abiertas.

Martínez Montávez habla de taifismo, de fragmentación de esa identidad unitaria y apunta hacia la dirección a la que probablemente lleven futuros acontecimientos: “¿Hace falta añadir que precisamente Irán es otra pieza clave de la cuestión de iraq, desde un principio, y que seguirá siéndolo? Y no sólo de la cuestión de Iraq, sino de la cuestión global de toda la región, y por lo mismo es pieza clave también en el plan global estadounidense de reordenación neocolonial de toda la zona bajo su dominio”.

Tras la denuncia apasionada de Rosa Regás, que niega que haya justificación posible a la guerra en la que vergonzosamente participó España y a la ocupación que todavía perdura, Teresa Aranguren, a través de un texto titulado “La invasión de los bárbaros”, se centra en la matanza de Mahmudilla, a 12 de marzo de 2006 y en el que ella explica como lo más estremecedor de aquel suceso “no fue la orgía de sangre de unos soldados en el fragor del combate, ni una venganza, ni un acto de locura. Fue una manera de pasar la tarde. Tan sencillo como aplastar una hormiga”.

Así se expresaba de hecho uno de los actores de aquella tragedia, el soldado Steven Green, expulsado del ejército por conducta antisocial: “Vine aquí a matar iraquíes, es de lo que va esta guerra, ¿no?... Matar a esta gente ha sido como aplastar una hormiga”.

Tanto él como otros cuatro soldados jugaban a las cartas y bebían güisqui en una de las tiendas de su base militar y alguien dijo con desgana: “¿por qué no vamos a violar a la chica?”. Se trataba de Abir Qassim al-Janabi, una iraquí de 14 años que fue violada y asesinada junto a sus padres y la hermana pequeña, de cinco años.

“¿Por qué no vamos a violar a la chica?
Hay que prestar atención a esa frase –sugiere Teresa Aranguren--. Imaginar cómo fue dicha en torno a una mesa en la que un grupo de militares estadounidenses mataban su aburrimiento jugando a las cartas.
La barbarie de la ocupación se expresa en la naturalidad con que fue dicha esa frase.
¿Por qué no vamos a violar a la chica?
La chica era Iraq”.

En un análisis audaz que titula “Las reglas del caos”, Santiago Alba desmonta en este libro alguno de los lugares comunes más frecuentes en torno a la guerra, ocupación y resistencia en Iraq, desde el papel de las propias Naciones Unidas al de los medios de comunicación que han contribuido a enturbiar la visión de la ocupación, favoreciendo el espectáculo de una información carente de contexto en donde nos dejamos atrapar por los gags del terror y la tortura, haciendo caso omiso a otros aspectos sustanciales del conflicto, como los pingües beneficios que empresas occidentales están obteniendo bajo tanta barbarie: “Las muertes –afirma—ocurren en Iraq, el obscurecimiento político y moral en todo el mundo”.

Desde el estallido del “Maine” en la bahía de La Habana, que favoreció a finales del siglo XIX la guerra hispano-norteamericana, La Casa Blanca siempre ha buscado pretextos o coartadas para entrar en conflicto o cometer crímenes de Estado con la aquiescencia de la ciudadanía. En Irak ha vuelto a ocurrir. Una de las cortinas de humo para ocultar el interés estratégico fue el de la democratización de la tiranía de Sadam Hussein, que indudablemente lo era. Pero en un cúmulo de despropósitos, se llegó a vincular a dicho déspota con la estructura de Al Qaeda, cuando su partido Baaz no era bien visto por el integrismo por sus coqueteos laicistas.

La escritora y traductora Bahira Abdulatif, que fue profesora de la Universidad de Bagdad, nos recuerda que los últimos gobiernos iraquíes habían aliviado en gran medida el machismo tribal de dicho país, que tras la ocupación vuelve a asesinar mujeres por “el incumplimiento de las estrictas normas religiosas o tribales, que obligan a las mujeres a llevar velo o les impiden acudir a su puesto de trabajo o a la universidad”. Incluso se ha llegado ahora a lapidar a una joven, algo insólito en la historia moderna de Iraq.

“¿Qué es lo que ha cambiado? –se pregunta ella--: la ocupación. El invasor, sin legitimidad moral alguna, está imponiendo por la fuerza, a sangre y fuego, su criterio ‘superior’ y una versión de la ‘cultura y la democracia estadounidenses’ a un pueblo soberano que no lo merece, que no lo necesita y que no lo ha pedido”.

La invasión de Irak, por lo tanto, no se sostiene sólo en intereses comerciales, sino imperialistas. Se está cambiando una identidad colectiva y, para ello, es importante destruir su memoria. Así, en esta obra, Fernando Báez habla de “memoricidio” al denunciar la destrucción de archivos y bibliotecas, mientras Joaquín María Córdoba denuncia cómo se esquilma su patrimonio arqueológico y cultural, en un continúo proceso de destrucción de una conciencia nacional propia, no supeditada a la cultura del imperio.

Lo resume, perefectamente, Hana Abdul Ilah al-Bayati, en el epílogo que cierra este libro colectivo, en aras de un futuro soberano e integrador.

“En su guerra contra Irak –escribe—, Estados Unidos ha pretendido destruirlo como Estado y como nación. El resultado ha sido una clase entera diezmada, la clase media secularizada de Iraq, que había demostrado su capacidad para manejar sus recursos de manera independiente para beneficio colectivo. Estados Unidos ha asesinado a más de un millón de iraquíes al tiempo que ha obligado al exilio a muchos millones más. Estados Unidos se ha embarcado en lo que debe entenderse el genocidio de una civilización, así como en su propio suicidio moral. En nombre de la democracia, Estados Unidos llevó la destrucción al pueblo de Iraq a una escala incomensurable, pero además intentó borrar su identidad, su memoria, su cultura, sus instituciones, su tejido social, sus formas de administración, comercio y vida cotidiana. La fuerza, sin embargo, no se impone con facilidad. La brutalidad del poder y del imperialismo se han puesto al descubierto definitiva y sorprendentemente, al mismo tiempo que el proyecto del Nuevo Siglo Estadounidense (The New American Century) finalmente ha fracasado”. O, al menos, eso esperamos.

El libro también incluye un artículo de Carlos Varea, titulado “Muerte y éxodo, la ocupación y la violencia sectaria en Iraq (2003-2008)”, en el que asegura que “la ocupación de Iraq ha generado la mayor y más rápida crisis mundial de refugiados de las últimas décadas”. Pero mejor, mucho mejor, que nos lo cuente él mismo.

Juan José Téllez


Iraq bajo ocupación

Iraq bajo ocupación, Bahira Abdulatif

La destrucción de la identidad y la memoriaHoy se afirma que la violencia ha disminuido en Iraq y que, tras el triunfo de Barak Obama en EE.UU., es posible la retirada de las tropas extranjeras y la estabilización del país. La realidad es bien distinta: más allá del fin de la ocupación, el legado de la invasión de Iraq es aterrador.
Con cinco millones de desplazados internos y refugiados externos, Iraq sufre la mayor crisis mundial de la Historia reciente. Desde 2003 han muerto más de un millón de iraquíes. Un país extremadamente rico en recursos humanos y materiales se sitúa hoy entre los últimos del mundo en indicadores sociales y entre los primeros en corrupción, pobreza y violencia.
Recuperando una vieja lógica colonial, los ocupantes de Iraq han desmantelado el Estado y sus instituciones, han anulado la memoria histórica y cultural del país, han alentado el sectarismo y el confesionalismo y han favorecido el afianzamiento de corrientes regresivas destructoras de un tejido social antaño bien tramado y muy secularizado. La nueva legislación ha roto el marco jurídico unitario, suprimiendo el concepto de ciudadanía y sometiendo la ley a la religión: una oligarquía mafiosa y teocrática gestiona la renta petrolífera al servicio de intereses foráneos.

Las contribuciones de los autores a este libro colectivo componen un mosaico esclarecedor, el cual permite vislumbrar el terrible presente al que se enfrentan cada día los hombres y las mujeres de Iraq, comprender las claves del conflicto y su trascendencia regional e internacional y conocer las dimensiones concretas del daño causado al patrimonio cultural de la Humanidad en Iraq. Una obra para tomar conciencia de la destrucción premeditada y total de un país y de su sociedad.

Los autores: Bahira Abdulatif es escritora y traductora, y con anterioridad fue profesora en el Departamento de Español de la Universidad de Bagdad; Santiago Alba es escritor y ensayista; Teresa Aranguren es periodista y escritora, y en la actualidad es miembro del Consejo de Radiotelevisión Española; Fernando Báez es director de la Biblioteca Nacional de Venezuela; Hana al-Bayati es documentalista iraquí; Joaquín María Córdoba Zoilo es profesor de Historia de Oriente Antiguo de la Universidad Autónoma de Madrid y dirige excavaciones arqueológicas en Oriente Próximo y Asia Central; Pedro Martínez Montávez es arabista y catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid; Rosa Regàs es escritora; y Carlos Varea es profesor de Antropología en la Universidad Autónoma de Madrid.
Paloma Valverde y Esther Sanz, junto con Carlos Varea, han preparado la edición de este libro, editado con el apoyo de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq.