Alia Mamduh

Traducido del árabe por Ignacio Gutiérrez de Terán

Novela de corte autobiográfico que nos introduce en un barrio pobre de Bagdad durante la década de los años cuarenta a través de la mirada de Huda, una niña de nueve años.

 

 

 

 

16,00


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Con un estilo impresionista, que privilegia la descripción de lugares y personajes sobre la narración, la autora resucita ante nuestros ojos un mundo lánguido, lento, sensual y melancólico, con un gran tema de fondo: la injusticia en las relaciones entre los sexos. Tras los inolvidables La guardia, del griego Nikos Kavvadias, y El pasado simple, de Dris Chraibi, ediciones del oriente y del mediterráneo, con su discreción habitual, nos regala otra joya.

L. F., «Crecer siendo mujer en Bagdad», El País/Babelia, 1/7/2000

Naftalina nos relata –alternando la primera y la segunda persona– la infancia y preadolescencia de Huda, una niña nacida en Bagdad, criada dentro de un hogar de complicadas y tensas relaciones. En la casa viven, además de ella, su hermano pequeño, Ádel; su madre, gravemente enferma de tuberculosis y por ello apartada de casi toda la actividad diaria; la abuela paterna, verdadero puntal organizativo y afectivo de la casa, y la joven tía Farida, hermana del padre. Otras mujeres pasarán esporádicamente por allí: Bahiya, la joven hermanastra de la abuela, y Nayia, amiga de esta última. El padre, guardián en una prisión de la lejana ciudad de Karbalá, sólo les impondrá su brutal presencia (otro personaje más que añadir a la abundante nómina de padres despóticos que nos brinda la literatura árabe) de tarde en tarde, hasta casi desaparecer tras el repudio de la madre, la muerte de ésta y su nuevo matrimonio. Una casa de mujeres, por tanto, así percibida por la niña («A tu alrededor sólo hay mujeres»), punteada por un seguramente involuntario, pero para nosotros evidente aire lorquiano: secretos, susurros, sufrimiento, tensión sexual, deseo femenino de hombre, luego transformado en violencia contra él. Naftalina es un relato de interior en un doble sentido: por el protagonismo indudable de la casa y de las relaciones familiares, y también por la voz narrativa con que Mamduh (a través del personaje de Huda) presenta los sucesos. Una voz analítica, sosegada y poética que acompaña la clara sensorialidad que desprende la novela, y que no hago equivaler en ningún caso con sensualidad.

Nieves Paradela Alonso, «Así que esto es el hammam…», Revista de Libros, enero 2001

Esta es la historia de una rebelión y, al mismo tiempo, de una humillación. Quien se rebela es una niña activa y curiosa … La infancia de Huda está marcada por la violencia. No porque pertenezca a un medio familiar especialmente conflictivo, sino porque así funciona la cadena de agresión arbitraria que rige en las sociedades patriarcales. La ira del hombre se descarga primero en los niños, después en las mujeres … Huda crece en un mundo de mujeres. Las bolas de naftalina del título son para ella un símbolo del encierro de las mujeres de su entorno. Ni su abuela, ni su madre, ni su tía pueden salir de casa más que para ir al mercado, al hamán o a la mezquita. En todos sus actos dependen del hombre de la casa.

Cecilia Dreymüller, «Mujeres sin voz», abc Cultural, 6/1/2001

Información adicional
ISBN

978-84-87198-64-9

Páginas

256

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