La crítica ha dicho de poemas finales. Últimos poemas II (1962-1963)

Más Finales II

Antonio Colinas.

27 de febrero de 2009 - El Cultural

En España hemos tenido una difusión tardía de la obra del poeta turco Nazim Hikmet (1901-1963), aunque guardamos un particular y temprano recuerdo de la versión parcial que el poeta turco-sefardí Solimán Salom -asiduo en las tertulias madrileñas de los años 60- nos ofreció en uno de los selectos volúmenes de la primera etapa de la colección Adonais (Poetas turcos contemporáneos, 1959). Luego llegarían la antología publicada por Visor (1970) y Duro oficio del exilio (Batlló, 1976, preparada sobre la que había hecho el argentino Alfredo Varela). El libro que hoy comentamos es complementario del que Las Ediciones de Oriente había publicado en 2000 (Últimos poemas.I). Estos poemas finales fueron escritos prácticamente durante los dos últimos años de su vida y, bajo este punto de vista, poseen esa significación profunda que sólo puede transmitirnos un ser humano que hizo de la lucha y del testimonio político una razón de ser tan poderosa como su misma poesía.

Nacido en Salónica, en 1901, cuando esta ciudad se hallaba integrada en el Imperio Otomano, Nazim fue hijo de un alto funcionario turco allí destinado. Sus raíces creativas son inseparables de su activismo político, ligado a su pertenencia al partido comunista y, en concreto, a una febril actividad periodística a lo largo de los años 20 y 30, que le llevara a la persecución por parte de las autoridades de su país; primero a breves encarcelamientos y más tarde, en 1938, a 12 años de prisión. Una campaña emprendida por intelectuales de todo el mundo, encabezada por Tristan Tzara, logró su liberación. Vida y obra están, por tanto, traspasadas por la inquietud social, pero lo que el Tzara reconoció como la “resonancia afectiva” de la poesía de Hikmet es lo primordial en su obra: un humanismo directo, sin fronteras, que el poeta aborda desde un lenguaje fuerte y novedoso.

Son estos atormentados (y serenos) poemas finales como páginas de un Diario que el poeta arranca a los lugares que visita (Tallin, Tanganica, Berlín y Moscú). A veces, un solo símbolo -como el árbol del poema “árbol de Año Nuevo”, escrito en Estonia- le sirve para ponernos de relieve un macrocosmo que es consustancial a esta poesía última, y que está hecho a la vez de un lirismo y de un realismo desnudos, en los que “oscuras torres góticas y chimeneas de fábricas” contienden con los símbolos perennes. Son los símbolos que luego, en un poema escrito en Berlín, adquieren nuevos nombres, y que anulan la angustia de la “separación” de la “enferma” que está muriendo en la lejanía.

Como ya sucediera en otro gran poeta testimonial que nunca renunció al lirismo, Pablo Neruda, las miradas de Hikmet tienden a contemplar lo planetario más allá de lo local. Siempre es el realismo el que se revela en sentimientos y figuras comunales. Así, en los 10 poemas-carta que escribe en Dar es Salam, capital de Tanganica, hace una lectura de la realidad a través de la vida cotidiana; aunque en esa sucesión de imágenes, el hilo lírico sea más débil y es la realidad y la Historia la que retorne al poema para intensificarlo y sacudir al lector.

Como otro gran poeta turco del pasado siglo, Ilhar Berk, Hikmet contempló el mundo y los seres humanos con los ojos “bien abiertos y bien jóvenes”. Es esta mirada imperturbable la que observa y pasa la información al pensamiento y al sentimiento del poeta, que, a continuación, denuncian. Pero, al final de su vida son el amor y muerte las que cuentan para un humano; son como su testamento poético al trenzarse en el breve poema último como un resumen de una vida asediada por el dolor: “Me dijo por qué no vienes/ por qué no te quedas/ por qué no sonríes/ por qué no mueres/ He venido/ He quedado/ He sonreído/ He muerto”.

Gotas como racimos de uva

Jaime Siles.

22 de febrero de 2009 - ABCD las Letras - número 891

Lo que caracteriza la lírica del último Hikmet es que la órbita del poema no sigue otro trayecto que el que brota de su propia conciencia y al que una sentimentalidad nada romántica hace transcurrir también por el concreto mapa de su imaginación, haciendo que en sus versos se mezclen muchas cosas y que el intenso tejido que las une sea a la vez único y común -que consista en «echar un cubo al pozo» que su yo lleva dentro y en «sacar agua de él».

No todos sus poemas participan en y de este mismo espíritu: los menos líricos se sirven de determinadas divinidades de la mitología anatolia para, a través de ellas, articular un canto de defensa de la libertad. Son los más políticamente militantes, pero también los que de todo este conjunto despiertan menos interés, ya que sucumben a la fuerza inercial del tópico, y el resultado estético obtenido queda muy por debajo de su noble intención. No otro es el precio que el poema político a menudo se ve forzado a pagar.

Pero la poesía política de Nâzim Hikmet se distingue en que la circunstancia que origina el poema no somete a éste ni a un tematismo fácil ni a un esquema reductor, sino que hace del sujeto que lo expresa -y por tanto también de quien lo lee- una atenta conciencia vigilante, solidaria del dolor de los otros, que ve reflejado también en el propio yo. Hikmet da dimensión poética a la poesía política y logra que el poema supere las limitaciones de dicción que podrían convertirse en su lastre.

Una fotografía en la prensa. «Árbol de Año Nuevo» es un ejemplo de la compleja simultaneidad de lo íntimo, y «Revista militar», una muestra de escritura testimonial. Así lo indica la delicada maquinaria y la perfecta estructuración que lo informa, con la precisa anécdota de la que parte y el conciso desarrollo que su autor le da. Personalmente prefiero el primero de ellos al segundo, pero no puedo dejar de admirar la arquitectura y el tono epigramático de éste, que tiene su origen en una fotografía publicada en la Prensa y que se amplía hasta constituirse en palabra moral.

En Hikmet lo ideológico nunca llega a anular lo estético, que, en su obra, se alimenta de un correlato inteligible. De ahí sus símiles y sus comparaciones siempre claras.
Y es que -como dice uno de sus poemas más líricos y culturalistas- ha «bebido de todas las fuentes de Roma», y eso se nota no sólo en los referentes que utiliza, sino en su respeto a la religiosidad, patente en los versos titulados «Los rostros de nuestras mujeres». Pero su esperanza y su convencimiento son que la poesía sirva «a la causa de la libertad». Así lo expresa en «A los escritores de Asia y África», o en el que dedica a pedir el apoyo internacional a Antoine Gizenga.

Los últimos poemas de Hikmet parecen formarse a partir de dos claves: una de compromiso, y otra, de introspección. La primera genera los textos de carácter más inmediato y que podríamos llamar puntuales; la segunda, en cambio, produce textos que -como «Parece que amé»- se caracterizan por lo inesperado de su desarrollo y lo complejo de su textualidad. Pero, junto a estas dos grandes líneas, hay otras vertientes, en las que abunda el retrato de personas queridas e instantáneas líricas como ésta: «Enormes gotas de lluvia como un racimo de uvas».

Más que la metáfora moderna, Hikmet utiliza -como ya se ha dicho- el símil y la comparación. Lo que facilita el acceso del lector a un sistema referencial coincidente con -o reconocible por- su propio horizonte de expectativa. Pero estos poemas -hay que decirlo- no son en sí un libro ni constituyen tampoco una unidad: tienen -eso sí- la coherencia que la cosmovisión de su autor les otorga, pero sólo esa. Lo que no significa que carezcan de valor en sí: lo tienen como poemas, pero no llegan a configurar su mundo en libro.

Clima de confidencia. Abundan el apunte a vuelapluma, la nota de diario, el dibujo y el trazo, más que los poemas de extenso recorrido; y, sin embargo, hasta en los más breves, hay notabilísimos hallazgos como los que suponen el poema-reportaje y la calidad de su lírica amorosa. En ésta cobra especial relieve su clima de confidencia; en aquéllos, la capacidad del autor para unificar diferentes planos de la realidad y constituirlos en estados de conciencia.

Estos Poemas finales de Nâzim Hikmet completan la fase anterior recogida en Últimos poemas, publicados en el año 2000 también por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, pero tienen, además, otro interés: que Fernando García Burillo explica las relaciones de Hikmet con Hispanoamérica y España, sobre los testimonios de Neruda y Nicolás Guillén, las versiones al vasco, hechas por Gabriel Aresti, y los poemas intercambiados entre el poeta turco y Blas de Otero. Nuestro país fue para Hikmet una referencia: su poema «España», incluido aquí, lo demuestra.


Nâzim Hikmet: Poemas finales

 

 

 

Por fin en otoño verá la luz el segundo volumen de los últimos poemas del gran poeta turco en el que se recogen los que escribió en los dos últimos años de su vida:
Poemas finales (Últimos poemas: 1962-1963)

Incluimos a continuación una selección de algunos poemas, en traducción del turco de Fernando García Burillo y Çagla Soykan

 

***
Me he bañado en todas las fuentes de la ciudad de Roma
con los niños de la calle las monedas de cobre los turistas
y Lucrecia Borgia entre barcos y peces de piedra
me he bañado en todas las fuentes de la ciudad de Roma
he montado a la grupa de todos los caballos de la ciudad de Roma
caballos de mármol, caballos de bronce con los niños
de la calle y con Espartaco
en calesa con los turistas
he montado todos los caballos de la ciudad de Roma
He bebido de todas las fuentes de la ciudad de Roma en sus plazas en sus patios y en sus esquinas
unas tienen velas encendidas en sus aguas
las aguas de otras se vierten del sol
Acompañado de Dante, Gramsci, los obreros de Milán,
los artesanos judíos y los niños de la calle
he entrado en la basílica de San Pedro y en las botellas de coca-cola
he visto la películas de Antonioni
y también los cuadros del camarada Gutuzo
He bebido de todas las fuentes de la ciudad de Roma.

1962

***
enormes gotas de lluvia como un racimo de uvas en el día
de tu cumpleaños
me detuve ante ti sorprendido y empapado
eras un árbol con una copa de oro
en medio del mar
vengo hasta ti desde mis primeros sueños adolescentes
tu eres la fruta más dulce la palabra más inteligente la calle
más humana que esta ciudad me ha dado
eres mi viento soleado
mi mujer sus cabellos son de un dorado trigueño azules
sus pestañas

Moscú, mayo de 1962

BAJO LA LLUVIA
Con pies diminutos y verdes caminaba la primavera bajo la lluvia
por el asfalto de Moscú
se había quedado atrapada entre ruedas motores telas pieles y piedras
aquella mañana mi cardiograma era pésimo
la esperada llegará un día a la hora menos esperada
vendrá sola sin la compañía de los que ya se fueron
el primer concierto de Chaikovski sonaba bajo la lluvia
subirás las escaleras sin mí
hay un clavel en el balcón del último piso
con pies diminutos y verdes caminaba la primavera bajo la lluvia
por el asfalto de Moscú
te has sentado frente a mí no puedes verme y sonríes a una lejana
tristeza que fuma
las primaveras te llevan lejos de mí a otros lugares
un día tal vez no vuelvas y te pierdas bajo la lluvia.

Moscú, 6 de mayo de 1962.

***
El sol y los gritos de los niños en los globos rojos amarillos y verdes
el cielo con sus luces azules
quién iba a decir que mi historia terminaría así
he entrado en la estación de las lluvias en la estación de las poesías tristes
esperas algo pero no de mí
las palabras se quedan entre nosotros sin poder alcanzarnos
en los globos rojos amarillos y verdes el sol y los gritos de los niños
cansados y desesperanzados contemplamos nuestras palabras

Moscú, 11 de mayo de 1962.

ESPAÑA
Hermano mío, Blas de Otero,
he escrito una poesía en respuesta a la tuya,
pero ahora te envío otra más digna de ti*

Algunos de nosotros ya tienen sesenta otros más otros hace mucho
que no son más que un puñado de huesos
España es nuestra juventud
España es una rosa de sangre abierta en nuestro pecho
España es nuestra amistad en la oscuridad de la muerte
España es nuestra amistad a la luz de la invencible esperanza
y los grandes olivos desgarrados y la tierra amarilla y la tierra roja
y agujereada
algunos de nosotros ya tienen sesenta otros más otros hace mucho
que no son más que un puñado de huesos
Madrid cayó en el 39
desde entonces hasta hoy por cuántas cosas agradables o tristes
ha pasado la humanidad
en el 39 cayó España
en el 62 de las minas de Asturias nos llega su voz colérica y cálida
la luz de nuestra esperanza no puede ser vencida en Bilbao
España fue nuestra juventud España es nuestra juventud
España es nuestro destino

Moscú, 20 de mayo de 1962

* Esta dedicatoria, que no aparece en las ediciones turcas, fue dada a conocer por la revista l'Europa letteraria (nº 17, octubre de 1962, p. 51-52), que publicó el poema bajo el título "Poesia-lettera per Blas de Otero", parafraseando las "Cartas y poemas a Nâzim Hikmet" del poeta vasco. El poema llegó a la revista por medio de Joyce Lussu, la traductora de los primeros libros de Hikmet al italiano, que trajo el manuscrito de Moscú, donde se había entrevistado con el poeta. Agradezco al profesor Giampiero Bellingeri, de la Universidad de Venecia, el envío de la fotocopia del poema, tal y como apareció en Europa letteraria, y a Sabina de la Cruz, que se molestara en confirmar, a través de la correspondencia entre Blas de Otero y Elena Clementelli, su traductora al italiano, la exactitud de la dedicatoria (N.T.).