El delito de ser "negro". Mil millones de negros en una cárcel identitaria, de Bassidiki Coulibaly, nuestra próxima novedad

En septiembre publicaremos este provocador libro del que iremos avanzando algunos extractos, como este sacado de la Introducción:

 

Los japoneses aprovecharon el Plan Marshall para recuperarse de las dos bombas atómicas que recibieron sobre sus cabezas. Pero ¿qué hay de «los negros» en tanto comunidad singular, estigmatizada y víctima de etnocidio y genocidio? ¿Cuántos son «los negros» que tienen por único credo los libros sagrados (el Corán, la Biblia) que han contribuido a legitimar y legalizar el genocidio y las denegaciones de humanidad padecidas? Son legión. ¿Cuántos son «los negros» que no tienen más fantasías que las de sus «antiguos» amos? Son legión. ¿Cuántos son los «negros grecolatinos» (Sartre) que, tras ser domesticados en la escuela del amo, solo saben obedecer a pies juntillas y mover el rabo como perritos falderos? Son legión. Con un mono de trabajo, un caftán folclórico, un traje de tres piezas o una levita de académico, «los negros» de turno siempre se han abierto paso a codazos para acceder al cuarto de servicio de «los señores».

Hace más de dos mil años, Sima Qiang (145-86 a. C.), el primer historiador chino, afirmaba con convencimiento que «aquellos que no olvidan el pasado son dueños del futuro». Cuando sabemos con qué maniático esmero los «vencedores» escriben la Historia, cuando sabemos con qué saña de sabuesos los «vencedores» controlan la Historia, cuando conocemos la escandalosa parcialidad con que se enseña la Historia a los niños (las obras del historiador Marc Ferro a este respecto son saludables), entiendes fácilmente el empeño de los «vencedores» por seguir siendo los amos. Pero «los negros», esos «vencidos» de la Historia que se quejan de ser los despreciados de la humanidad, que se lamentan de ser los grandes perdedores de la Historia, que se desconsuelan por no tener los medios para hacerse respetar, que se entregan de generación en generación a los «mimetismos nauseabundos» (Fanon) de sus amos orientales y occidentales, ¿tendrán en cuenta algún día las sabias palabras de Sima Qiang?