Beatriz Lecumberri entrevista en El País a Mosab Abu Toha
Mosab Abu Toha, poeta del sufrimiento de Gaza: “Cargo sobre mis hombros el peso de los escombros de mi casa y de mis libros convertidos en cenizas”
El escritor, que ha presentado en Madrid la traducción en español de su poemario, galardonado en Estados Unidos, lamenta la pasividad mundial ante la crisis humanitaria en la Franja, que hace que los palestinos estén perdiendo la esperanza
Beatriz Lecumberri
Madrid - 29 NOV 2024 - El País - Planeta futuro
Mosab Abu Toha (Gaza, 32 añ
Mosab Abu Toha (Gaza, 32 años) habla rápido, con la misma urgencia que escribe sus poemas, en los que atrapa detalles e imágenes que transportan al miedo, al hambre, a la pérdida y a la muerte que viven diariamente los palestinos de la Franja. Un gato comiendo entre los cadáveres putrefactos, la mochila escolar de un niño que carga lo que han podido salvar de la casa familiar antes de huir, el polvo de los escombros que lo invade todo, un funeral sin gente.
Su libro Cosas que tal vez halles ocultas en mi oído, (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2024) que ha presentado esta semana en Madrid y ha sido galardonado en Estados Unidos, recuerda a la antipoesía del chileno Nicanor Parra o a los versos de guerra de Miguel Hernández. “Mis ojos están programados para ver las cosas desde el punto de vista de un palestino de Gaza. No puedo escribir de otra cosa o de otra manera”, explica, en una entrevista con este diario en Casa Árabe, en Madrid.
Abu Toha, que creó en 2017 la biblioteca pública Edward Said, la primera en inglés en Gaza, fue arrestado y llevado a una prisión israelí durante tres días cuando intentaba salir de la Franja con su familia hace un año. Está convencido de que fue liberado gracias a sus contactos en universidades y publicaciones de Estados Unidos y hoy vive en el Estado de Nueva York. Allí se ha convertido en una especie de reportero en verso del sufrimiento de los palestinos de la Franja, recogido en buena parte en su segundo libro, “Forest of noise”, por ahora solo en inglés. “Yo sigo estando en Gaza. Me fui, pero parte de mí sigue allá”, asegura.
Coincidiendo con el Día Internacional de Solidaridad con el pueblo palestino, que se celebra este viernes, Abu Toha lamenta que el mundo esté olvidando a Gaza. “Cuando veo unos padres que entierran a su hijo, siento que yo podría estar en su lugar. Creo que sería bueno que las personas fuera de Gaza también vieran nuestra tragedia de esta manera, especialmente en los países occidentales”.
En sus versos, también queda lugar a veces para una esperanza que, según él, los gazatíes están perdiendo: “Pero llegará la primavera y ellos, los que nos bombardean, no encontrarán flores entre las bombas. Estaremos entre los árboles, la luz del sol nos bañará junto a los nidos de los gorriones. Ellos, los que nos bombardean, no tendrán sol, ni lugar donde descansar, ni piernas para correr”, dice uno de sus poemas más recientes.
Pregunta. ¿Nunca ha escrito versos que no hablen de Palestina?
Respuesta. Palestina es el único lugar que conozco de verdad.
P. ¿No podría escribir hoy una poesía sobre las calles o los parques de Madrid?
R. Mis ojos están programados para ver las cosas desde el punto de vista de un palestino de Gaza. No puedo escribir de otra cosa o de otra manera. Por ejemplo, si hago un poema sobre una casa que veo hoy en Madrid, no podré dejar de pensar en la casa que dejé en mi ciudad, en Beit Lahia.
P. ¿Qué es para usted la poesía hoy?
R. Una obligación, una urgencia... Escribo unos versos y los publico. Donde sea. En redes sociales, en páginas de centros académicos o de medios de comunicación. No espero. Mis poemas son también noticias de Gaza que no salen en los medios de comunicación.
P. ¿Cómo ha sido este año fuera de Palestina para usted y su familia?
R. No es fácil ser palestino y vivir en Estados Unidos. Salimos de Gaza gracias a mi hijo, que nació en EE UU y tiene pasaporte. Mi vida tuvo algo de valor por eso, no porque soy un ser humano con derechos. Aun así, fui secuestrado, porque no encuentro otra palabra mejor para definir lo que me pasó. Cuando intentábamos salir de Gaza, en noviembre de 2023, los soldados israelíes me arrestaron en un retén. Me esposaron, me taparon los ojos y me golpearon. Me robaron todo, hasta los pasaportes de toda la familia y la ropa. Fui liberado tres días después sin ninguna explicación, supongo que gracias a que mi esposa se había puesto en contacto con mis editores en Estados Unidos y ellos hicieron presión. Si no, hoy estaría probablemente muerto. Salimos de Gaza el 2 de diciembre de 2023. Pasamos seis meses en Egipto rehaciendo pasaportes y visados y fuimos a Estados Unidos, donde había un grupo de personas que nos recibió.
P. ¿Su manera de hacer poesía ha cambiado desde el 7 de octubre de 2023?
R. No creo que haya cambiado, pero sí estoy usando las palabras de manera diferente y creo que su peso es mayor. Hablo de la misma gente y del mismo opresor, Israel. Nuestro sufrimiento no empezó ese 7 de octubre, me enfada que haya gente que así lo crea. En 1948, mi abuelo tuvo que dejar su casa en Jaffa y murió en un campo de refugiados de Gaza. Era muy joven, ni siquiera le conocí. La ONU habla de nuestro derecho al retorno desde hace décadas, pero estamos en 2024 y nadie ha regresado, más bien al contrario. Las cosas sobre las que yo escribo llevan años pasando. Pero desde octubre de 2023 el nivel de muerte y destrucción es inimaginable.
P. ¿Las palabras se quedan cortas para describir lo que está pasando en Gaza?
R. Por eso escribo poesía. Porque redefine las palabras que estamos usando cada día cientos de veces: masacre, bombardeo e incluso genocidio. ¿Qué es un genocidio? ¿Qué es una masacre? Han perdido su significado y su profundidad, de tanto usarlas. Yo escribo un poema sobre la madre que ha perdido a su bebé o sobre un hijo que llora a su padre e intento describir la historia que hay detrás. Mis versos tienen emociones que las noticias no logran captar.
P. ¿Es difícil atrapar esas emociones cuando se está lejos de Gaza, como es su caso ahora?
R. Yo sigo estando en Gaza. Me fui, pero parte de mí sigue allá. Viví los primeros meses de esta guerra, fui herido en un bombardeo hace unos años. Llevo cicatrices en mi cuerpo y en mi corazón, cargo sobre mis hombros el peso de los escombros de mi casa y de mis libros convertidos en cenizas. Cuando veo unos padres que entierran a su hijo, siento que yo podría estar en su lugar, que ese niño es el hijo de todos nosotros. Sería bueno que las personas fuera de Gaza también vieran nuestra tragedia de esta manera, especialmente en los países occidentales. Se llama humanidad, empatía, solidaridad y no la están practicando.
P. ¿Qué palabra le viene al pensamiento para describir la situación actual de Gaza?
R. Gritos. Los gazatíes gritan porque tienen hambre y miedo, porque lo han perdido todo. Me produce mucho dolor decir esto, pero también están perdiendo la esperanza. Porque el mundo no hace nada para poner fin a este desastre.
P. ¿Qué ha perdido en este año?
R. Decenas de familiares, amigos, alumnos... A mi abuelo, que murió por falta de atención médica en Gaza y no pude besarle la frente antes de que fuera enterrado. También he perdido la vida que hubiera podido tener con mi familia y los momentos que podría haber pasado con mis amigos, yendo en bicicleta a la playa o recogiendo fresas, especialmente con Refaat Alareer, poeta y amigo fallecido en un bombardeo. Y creo que también hemos perdido el lenguaje del miedo.
P. ¿Qué significa eso?
R. Los gazatíes están dejando de expresarse porque llevan 14 meses hablando de lo mismo: bombardeos, muerte, hambre, miedo... Nada de lo que digan describe lo que sufren y además, el futuro puede ser aún peor. Entonces la gente calla y sigue adelante. Además, ven a su lado a otros que están sufriendo aún más y piensan que no tienen derecho a quejarse.
P. ¿Qué le queda de su casa en Beit Lahia?
R. Mi casa estaba al norte, desde mi ventana veía la frontera con Israel. Tuvimos que salir de ahí rápidamente. Cuando fui por última vez, en octubre de 2023, solo me llevé conmigo una copia de este libro que presento en Madrid, otro libro de oraciones y ropa. Dos semanas después fue bombardeada.
P. ¿Cuándo escribió su último poema?
R. La semana pasada. Es una poesía que habla de Gaza como un funeral gigante, pero sin gente y sin sillas, para que las personas que acuden a dar el pésame puedan sentarse, como hacemos los palestinos. Nadie va a ese funeral y en el ataúd solo hay pedazos de ropa, porque el cuerpo estaba pulverizado.
P. ¿Escribe en inglés o en árabe?
R. En las dos. Cuando escribo en inglés, lo hago para el mundo, como un refugiado, un palestino víctima de la ocupación israelí. Cuando escribo en árabe, soy solo un ser humano hablando de cosas más universales.
P. ¿Sigue creyendo que su futuro está en Gaza?
R. Espero, pero no sé si habrá un lugar al que volver. Israel no está dejando nada en pie. ¿Hasta cuando durará esto? No lo sé. Soy solo un poeta escribiendo sobre la pérdida y el dolor.
(artículo completo en El País)
Olga Rodríguez entrevista al autor de "Cosas que tal vez halles en mi oído. Poemas desde Gaza"
Ganador del American Book Award, la presión de editores internacionales logró su puesta en libertad tras su arresto en Gaza hace un año: “No hay ningún poema o idioma que pueda expresar el horror del genocidio contra mi pueblo”
Allí fue interrogado: “Me golpearon en la cara y en el estómago. Después me trasladaron a un centro en el desierto del Neguev, una cárcel donde mantienen secuestrados a cientos de palestinos”.
Tras horas de espera sin recibir información sobre el paradero de Mosab, su esposa decidió proseguir su trayecto hacia el sur de la Franja de Gaza, con los tres niños. Una vez refugiados en una escuela, ella contactó de forma inmediata con editores y amigos de Estados Unidos. De ese modo, el arresto de Mosab se convirtió en noticia en medios internacionales.
“Si no hubiera sido por eso, si yo no publicara en revistas literarias extranjeras, si no tuviera un libro de poesía premiado en EEUU, probablemente ahora estaría muerto o pudriéndome en alguna prisión israelí, torturado”, confiesa en conversación con elDiario.es en la Casa Árabe de Madrid, donde acaba de presentar la traducción al castellano de su primer libro, “Cosas que tal vez halles en mi oído. Poemas desde Gaza”.
Pregunta: ¿Cómo vivió el momento en el que las tropas israelíes le impidieron el paso y le separaron de su familia?
Respuesta: Supe que iba a ser víctima de un secuestro. Y digo secuestro porque de forma sistemática el Ejército israelí lleva años privando de libertad a gente palestina, sin presentar cargos ni celebrar juicio. Yo era un simple escritor, padre de familia, al que acusaban de ser de Hamás, como a tantos otros. Me interrogaron, me golpearon en la cara y en el estómago.
Si mi esposa no hubiera reaccionado de forma tan eficaz, si no se hubieran movilizado editores y organizaciones de escritores, quizá habría engrosado la cifra de muertos y desaparecidos en Gaza. Esa es la realidad. Tres días después me pusieron en libertad. Soy un privilegiado y puedo contarlo. Muchos otros, no.
¿Cómo es su vida ahora?
Pudimos salir de Gaza, muy pocos han podido hacerlo. Nos hemos instalado en EEUU. Pero nuestro vecinos y amigos siguen allí dentro, sin acceso a medicinas, alimentos, ropa.
Es muy doloroso saber que las matanzas continúan. Catorce meses después este horror sigue ocurriendo. No puedo pensar en otra cosa, me siento inútil porque no puedo proteger a nadie, ni a mis estudiantes, ni a mis vecinos. He perdido a 31 familiares en un año, todas las semanas me entero de una nueva muerte de algún vecino o amigo.
Era amigo de Refaat Alareeer, profesor de Literatura Inglesa y poeta...
Refaat fue asesinado por el Ejército israelí en diciembre del año pasado. Fue cofundador de We Are Not Numbers, un proyecto que nos animaba a escribir y a contactar con editores extranjeros. Todavía recuerdo cómo en el verano de 2023 habíamos ido a recoger fruta juntos. Me ofreció dar clases en su departamento. Nunca pudo ser.
¿Cómo vive en Estados Unidos siendo un palestino que ha podido huir de Gaza?
Vivir todo esto desde el país que facilita y apoya el genocidio es muy frustrante. Hace tan solo unos días el Gobierno de Washington volvió a vetar un alto el fuego en Naciones Unidas, es la cuarta vez que lo hace. La comunidad internacional occidental afirma que Israel tiene derecho a defenderse, pero ningún gobierno dice nada sobre el derecho del pueblo palestino a defenderse de la ocupación, de la invasión, de las matanzas.
Hay racismo contra los palestinos y un proceso de deshumanización normalizado. Es devastador ver cómo relatan muchos medios. Algunos siguen dando credibilidad a las mentiras sobre bebés israelíes decapitados y metidos en hornos, pero no cuentan los asesinatos de bebés palestinos. No existimos ante su mirada.
¿Qué deberían hacer las naciones occidentales para detener el genocidio en curso y garantizar los derechos de la gente palestina?
Bastaría con que países como EEUU dejaran de facilitar el genocidio, el apartheid, la ocupación. Algunos gobiernos dicen que están preocupados por las muertes de civiles, de niños. ¿Y? ¡Hagan algo! Cuando se trata de Israel no dicen que están preocupados, no. Cuando se trata de Israel actúan, visitan el país, envían armamento, vetan resoluciones, facilitan apoyo.
El mundo tiene que imponer un embargo de armas ya, suspender relaciones comerciales e inversiones, impulsar un boicot contra las universidades y las empresas que apoyan la ocupación israelí. La gente tiene que pedir a sus gobernantes acción, reacción inmediata, presión para que este genocidio se detenga.
¿Qué hizo Occidente cuando un informe de la ONU alertó, hace años, de que si nada cambiaba Gaza sería un lugar inhabitable en 2020? ¿Qué se hizo para evitar más matanzas contra la Franja, las masacres de 2008, de 2014, de 2021? ¿Qué se hizo para poner fin al bloqueo?
Usted cuelga cada día en sus redes sociales informaciones que le llegan desde Gaza. ¿Qué sabe de su familia y su gente más cercana?
Mi abuelo murió recientemente, a los 72 años, en un colchón, en una tienda de refugiados, porque su casa fue bombardeada. No tuvo acceso a las medicinas que necesitaba, no hay doctores ni ambulancias en esa zona. Muchísimos pacientes con cáncer han muerto por no tener acceso al mínimo tratamiento, lo mismo ocurre con la gente que necesita diálisis u otras medicinas.
¿Por qué tantos gobiernos miran hacia otro lado y siguen diciendo que para que Israel se defienda tiene que asesinar a decenas de miles de personas y dejar morir de inanición a decenas de miles más, entre ellas mi abuelo?
Mi prima Sama, una niña, murió en un ataque israelí hace un mes. Y así, todas las semanas.
De hecho usted anunció en sus redes sociales que Sama y sus padres estaban rodeados por el Ejército israelí, había disparos, alertó sobre ello
Y no pasó nada, al rato los mataron. Escribí: “Treinta personas están en esa casa, rodeadas de tanques y soldados, necesitan ser evacuadas”. Si salían, les disparaban. Veinte horas después, la casa fue bombardeada. Puedes pedirle al mundo entero que salve a una familia, que Israel irá y matará a esa familia.
¿Cómo creció y vivió en Gaza hasta su salida hace unos meses?
Más que vivir, diría que sobreviví. Vivir es poder hacer planes, ir a Cisjordania o a Amman [Jordania] a visitar familiares, recibir en tu casa amistades de fuera, viajar por tu propia tierra, algo que no pueden hacer los palestinos de Cisjordania.
Yo no viví mi infancia. La sobreviví, y fue muy corta. Tenía ocho años cuando vi un helicóptero israelí disparando contra el edificio de mis vecinos, a escasos metros de mí. Quedó reducido a escombros. Ocho años.
El 27 de diciembre de 2008 Israel mató a cuatrocientas personas en un solo día. Yo tenía quince años. Escribí un poema sobre ello, está incluido en el libro publicado en España. Se titula “Heridas”. Y cuando tenía 16 resulté herido, en el cuello. Me alcanzó un trozo de metralla de un disparo israelí.
Así que eso no fue una infancia. Tampoco la de mis hijos. Tuvieron que refugiarse en una escuela durante días, su casa fue destruida, vieron cómo apresaban a su padre. Y ahora no tienen posibilidad de regresar a su hogar, aunque solo sea para ver los escombros de lo que fue. Ahora Israel ocupa nuestra ciudad, Bet-Lahia.
¿Cómo se plantea su futuro?
No sabemos si algún día podremos volver. No sabemos si nuestros hijos podrán regresar y reconstruir nuestra casa. El mundo entero nos está fallando.
¿Se imagina que tras los ataques israelíes de 2008 contra Gaza, en los que murieron 1.300 palestinos, el mundo nos hubiera permitido -e incluso alentado a- matar durante catorce meses a civiles israelíes, a mujeres, a más de 17.000 niños israelíes [es la cifra de niños muertos en Gaza], a destruir universidades y a recibir armas occidentales para ello?
¿Qué consecuencias tendrá todo lo que está ocurriendo?
Estamos asistiendo a la imposición de la ley de la selva en el mundo. Esa es la consecuencia. ¿Qué tipo de país puede hacer todo sin ser castigado, sin que nadie le presione realmente para que se detenga?
Israel mató a siete miembros de la ONG internacional World Central Kitchen este año. No eran palestinos y aún así no pasó nada. El Ejército israelí mató a Hind Rajab, la niña que estaba en el coche con su hermana, en Gaza. Abrieron fuego en ella, la niña lo estaba relatando todo por teléfono, en conversación con la Media Luna Roja, está grabado.
Han pasado 300 días de aquel asesinato. EEUU, que envía balas, bombas y vehículos militares a Israel, dice que sigue investigando, mientras deja hacer. ¿Qué tipo de investigación dura 300 días? Tras el 7 de octubre de 2023 nadie dijo que había que esperar a conocer con detalle qué había ocurrido ese día.
Estados Unidos acaba de anunciar otro envío de armamento, mientras seguimos viendo cadáveres de niños entre los escombros. Todo esto es la ley de la selva.
En algunos de sus poemas habla de la Nakba, la expulsión de más de 700.000 palestinos entre 1947 y 1948, entre ellos sus abuelos
Hay similitudes entre aquello ye la actualidad. La diferencia es que en 1948 no había redes sociales ni teléfonos para que la gente pudiera grabarlo y verlo. Se repiten muchas cosas, aunque ahora la magnitud de la matanza es incomparable. Desde el propio Gobierno israelí algunos han llamado a esto Nakba 2.
Al igual que entonces, los soldados que asesinan o violan son bendecidos en su país, son héroes. Hasta se graban vídeos que cuelgan en sus redes, orgullosos.
Nacimos sin derechos. Y no es nuevo, lleva ocurriendo décadas. Hay ocho mil palestinos en cárceles israelíes, muchos sin cargos ni juicios. Israel puede ocupar ilegalmente nuestra tierra y hacernos rehenes en sus prisiones, sin cargos, sin juicio, pero nos afean cuando decimos que eso es un secuestro.
¿Cuál es su relación con la poesía, con las palabras, con la escritura, tras todo lo vivido?
¿Hay suficientes palabras para esto? No creo que haya ningún verso o idioma que pueda expresar el horror del genocidio que está sufriendo mi pueblo. Lo intento, sin más. Uso las palabras que tengo. Intento dibujar diferentes imágenes con las palabras.
¿Recuerda la primera vez que escribió un verso?
Fue en 2014. Intenté expresar la pérdida de tantos amigos, del futuro, del pasado, del presente. Lo hice en árabe y en inglés. Creo que una de las primeras cosas que escribí fue: “Todavía tengo sueños”.
¿Cuál es su idea de una Palestina libre?
Una tierra donde todos puedan vivir en libertad, independientemente de su religión, de su etnia, de su color, de su lengua. Un país donde todas las personas tengan derecho a existir, sean como sean. Que puedan practicar su religión, hablar su lengua, votar por sus representantes, tener aeropuertos y puertos, entrar y salir, visitar y regresar.
Un lugar que no sea ocupado ilegalmente, en el que no haya apartheid, discriminación, bloqueo, bombardeos. Llevamos mucho tiempo gritando y diciendo que esto es injusto e insoportable, pero nadie escuchaba.
(entrevista completa en diario.es)
Contemplar el abismo debajo de mí
El poeta Mosab Abu Toha, una de las voces más importantes de la literatura palestina de su generación, conversa con la escritora Fatima Bhutto en torno a la vida en Gaza y el papel de los poetas en tiempos de injusticia y violencia.
El autor de Cosas que tal vez halles ocultas en mi oído (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2022) conversa con la escritora paquistaní Fatima Bhutto en torno al sentido que puede tener la poesía en medio del horror.CCCB Barcelona 28 noviembre 2024 18.30 -20.00
#mosababutoha #cosasquetalvezhallesocultasenmioído #poemasdesdegaza #cccb #poesia #poesiapalestina #gaza #palestine #palestina
Presentación de "Cosas que tal vez halles ocultas en mi oído. Poemas desde Gaza", de Mosab Abu Toha, en el Ateneo La Maliciosa
Anudar poemas con pedazos de cristal, cemento,
barras de acero no es fácil
A veces me sangran las manos. Mis guantes se queman
UNA ROSA RESISTE
Nunca te sorprendas
si ves a una rosa que resiste
entre las ruinas de la casa:
Así es como sobrevivimos.
cada vez
#mosababutoha #jorgegimeno #beléngarcíanieto #nataliadicentaherrera #joselynmichellealmeida
"Palestina/48. Poemas del Interior" y "Cosas que tal vez halles ocultas en mi oído. Poemas desde Gaza" en los medios
La voz de un poeta
«La identidad, es lo que nosotros legamos, no lo que heredamos, es lo que inventamos, no lo que recordamos»
Mahmoud Darwish
«En Gaza, algunos no podemos morir completamente. Cada vez que cae una bomba, cada vez que la metralla golpea nuestras tumbas, cada vez que los escombros se amontonan sobre nuestras cabezas, despertamos de nuestra muerte provisional»
Mosab Abu Toha
El autor del libro que presento, Mosab Abu Toha (Gaza, 1992), es considerado como uno de los exponentes principales de la poesía palestina de su generación; además de poeta, es ensayista, periodista, fundador y director de la Biblioteca Edward Said de Gaza. El libro que presento es «Cosas que tal vez halles ocultas en mi oído», publicado por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. En él se presentan los poemas escritos durante los asedios que Gaza ha sufrido desde 2001 (2008, 2012, 2014, 2021) y los poemas que escribió durante una beca en Harvard y sus estudios en la universidad de Siracusa; esta, su primera obra, recibió varios premios de los más sonados del mundo literario. No está de más señalar que el título se refiere a su oído, que fue dañado gravemente, a sus dieciséis años, a resultas de un bombardeo israelí, de ahí que la dedicatoria del libro vaya dirigida a la otorrinolaringóloga que le atendió, y de ahí resalta la importancia de «los silencios de los muertos, la voz y el paisaje sonoro, las voces de sus seres queridos y el trino de los pájaros que hacen contrapunto a los cazas, los drones y las bombas que aniquilan y siembran la muerte» que destaca con sobrada razón Joselyn Michelle Almeida en la Presentación.
«En Gaza, no sabes de qué eres culpable. Es como vivir en una novela de Kafka» dice el escritor en una de las entradas del texto que abre el volumen: Palestina de la A a la Z. Si la panorámica abecedaria que ofrece es, obviamente en prosa, al igual que la entrevista final realizada por Ammiel Alcalay. Tout le reste c´est de la poésie. 52 poemas en los que las lágrimas, la muerte, el humo, las calles en ruinas, los cuerpos mutilados, la pobreza al por mayor, y el único certificado de ciudadanía es el que consta en el carnet de identidad. Versos desgranados en el corazón de las tinieblas, la electricidad cortada cada dos por tres, la muerte provocada de familiares, de niños de los que solamente se halla el biberón tras el bombardeo y los drones que sobrevuelan las ruinas y las solitarias casas que aún quedan en pie, y que en su boquetes dan fe de los impactos (la portada del libro da muestra de uno), como el de su propio despacho, la pared agrietada, el tic tac del reloj parado y los anaqueles con los libros que han volado al suelo. Y su padre, su abuelo, sus conocidos dejan ver su presencia en los sintientes versos que retratan la ciudad estrangulada y desnudada por sus saqueadores. Del mismo modo que quedan homenajeados sus seres queridos, elogia a su inspirador el poeta Mahmoud Darwish y los apoyos de Edward Said, Noam Chomsky, et allii , a los que hace pasear por las polvorientas calles de la tierra mutilada.
Las preguntas recurrentes de a dónde ir y si no será mejor morir, que hacerlo en vida… y la lluvia de bombas de clavos, lanzadas por los F-16, por los omnipresentes drones, y las continuas explosiones convirtiendo la tierra palestina en un infierno (Dante no los había mencionado), con la gente derretida de miedo, y
Corrimos a la radio, esa vieja caja sucia
que a menudo vomita
sangre y cuerpos despedazados en nuestros oídos,
hospitales llenos de heridas y quemaduras,
gemidos, un cadáver, y una niña que ha perdido una pierna
tirada sobre un catre
o sobre el suelo ensangrentado.
Y los muertos a miles. «Y más de dos millones de personas / temiendo por sus vidas», y los habitantes convertidos en anónimos números para la morgue.
Y una voz de abajo que «…me pide que deje de escribir poemas tan duros, / poemas con bombas y cadáveres, / casas destruidas y calles cubiertas de metralla, no sea que las palabras tropiecen y caigan en charcos sangrientos…» y el rojo de la sangre que todo lo invade hasta los propios cabellos del poeta que no clama a la desesperanza sino que toma la rosa como ejemplo de resistencia: «Nunca te sorprendas / si ves una rosa que resiste / entre las ruinas de la casa; / Así es como sobrevivimos.»…en algún luminoso verso presentaba una flor que brotaba de los restos de un misil, esperanza que igualmente transmite en la entrevista, en la que subraya, a pesar de los pesares, la belleza del mundo con sus mares, sus arenas, sus aguas, sus flores, sus frutos, las higueras… la esperanza de un pueblo y del futuro humano, y resuena, una vez más, la voz del poeta Mahmoud Darwish: «Tenemos en esta tierra lo que hace que la vida valga la pena»… y me resuena en la mente aquella admonición del solar Albert Camus cuando incidía que no eran tiempos apropiados para hablar de flores, o el dramaturgo alemán Bertolt Brecht que señalaba que eran malos tiempos para la lírica... más si cabe la poesía cuando esta es, como decía Gabriel Celaya, un arma cargada de futuro, y de presente… pero dejo de pisar el jardín.
Concluiré diciendo que diez páginas centrales ofrecen significativas fotos del desastre, con pies de foto llenos de lirismo, reflejando la última la esperanza de la que hablo: «a pesar de todo, las fresas no han dejado de madurar».
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