"NO SOY VUESTRO NEGRO" O EL INACABADO LIBRO DE JAMES BALDWIN "RECUERDA ESTA CASA"

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No soy vuestro negro, el guion de Raoul Peck sobre textos de "Recuerda esta casa", la obra inacabada de James Baldwin.

Medgar Evers murió el 12 de junio de 1963. Malcolm X murió el 21 de febrero de 1965. Y Martin Luther King, Jr., murió el 4 de abril de 1968. En el plazo de cinco años, los tres hombres fueron asesinados.

Eran negros, pero el color de su piel no fue su nexo de conexión. Lucharon en campos de batalla muy diferentes. Y de manera muy diferente. Pero, al final, a los tres los consideraron peligrosos y, por ende, desechables. Porque disipaban la bruma de la confusión racial.

Al igual que ellos, James Baldwin no se dejó cegar por el sistema. Conocía a estos hombres y los quería.

Baldwin tomó la determinación de exponer los complejos vínculos y las similitudes que existían entre Medgar, Malcolm y Martin. Decidió escribir sobre ellos. Iba a escribir su libro definitivo, Remember This House (Recuerda esta casa).

Descubrí estos tres hombres y sus asesinatos mucho después. No obstante, estos tres hechos, estos elementos de la historia, constituyen el punto de partida, la «prueba» si se quiere, de una reflexión personal íntima y profunda sobre mi propia mitología política y cultural, sobre mis experiencias personales de racismo y violencia intelectual.

En este punto exacto es cuando necesité de veras a James Baldwin. Baldwin sabía cómo deconstruir historias y restituirles su justo orden y contexto fundamentales. Me ayudó a conectar la historia de una nación liberada, Haití, con la historia moderna de los Estados Unidos de América y su doloroso y cruento legado esclavista. Pude conectar los puntos de unión.

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James Baldwin murió antes de completar la que consideraba sería su oba magna, "Remember This House", sobre cuyos textos Raoul Peck filmó "No soy vuestro negro".

Baldwin me dio una voz, me dio las palabras, me dio la retórica. En su funeral, Toni Morrison dijo: «Me diste una lengua que habitar, un regalo tan perfecto que parece invención mía». Baldwin dio nombre y forma a todo lo que yo sabía o había aprendido por instinto o experiencia. Ahora tenía toda la munición intelectual que necesitaba.

Sin duda, siguen azotándonos fuertes vientos. El tiempo presente de discordia, ignorancia y confusión es un castigador implacable. No soy tan ingenuo como para creer que el camino que nos espera es un camino de rosas o que los desafíos a nuestra cordura no serán despiadados. Mi compromiso es conseguir que esta película no quede enterrada o en los márgenes. Y este compromiso es un compromiso sin concesiones. No quiero ser, como decía James Baldwin, un «patriota excéntrico» o un «loco de remate».

Raoul Peck


Iñaki Urdanibia en KAOSENLARED

 

«La historia de los negros en América es la historia de América. No es una historia bonita»

 

Así, como reza el título, se titulaba el libro en el que trabajaba James Baldwin (Nueva York, 1924- Saint-Paul-de-Vence, Alpes marítimos, 1987) cuando la Parca le sorprendió, lo que supuso que el libro, que ya lo tenía apalabrado con su editor, quedase en estado de anotaciones, de borrador. Tal obra iba a basarse en tres luchadores de la igualdad racial en su país, que fueron asesinados entre 1963 y 1968: Medgar Evers, Malcom X y Martin Luther King. Los apuntes sueltos que dejó quien fuera portavoz ideológico de un importante sector de la intelectualidad negra y novelista de reconocido talento, fueron entregados por la hermana del escritor, Gloria Baldwin Karefa-Smart, al cineasta Raoul Peck, quien aprovechando dichos materiales y bastantes más, que recogían conferencias y entrevistas radiofónicas y televisivas, a lo que se han de añadir un número de fotografía variadas, realizó un documental, con la voz en off de Samuel L. Jackson, que resalta la figura del escritor. El resultado, con toda la información que contiene el documental, acaba de ser publicado por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo: «No soy vuestro negro» —una película de Raoul Peck a partir de textos de James Baldwin—. El libro resulta un significativo patchwork que da cumplida cuenta del trato que recibían, y reciben, los negros en el país de las barras y estrellas.

 

Tras unas sabrosas aclaraciones sobre su trabajo y el modo de realización de Raoul Peck y de la montadora de la pieza, Alexandra Strauss, entramos en una avalancha de palabras e imágenes del escritor, quien a su vez presta la palabra a diferentes testigos y protagonistas de la segregación que se da y sufrieron en los USA. El repaso en su brevedad es amplio y hondo ya que en él podemos leer las opiniones de Baldwin sobre los héroes norteamericanos, todos blancos, que han sido presentados como modelos en la pantalla y en los medios de comunicación, imágenes que han sido, en no pocas ocasiones, interiorizadas por los propios negros («viendo el mundo como lo ve John Wayne»), a pesar de que, por ejemplo, la matanza de indios fuera aplaudida, sin caer en la cuenta de que los indios eran en el presente los propios negros convertidos en sujetos de todas las sujeciones y maldades. Las imágenes u diálogos de diferentes películas asoman con fuerza ilustrativa dejando expuesta la situación: «es importante descubrir que el país donde has nacido, y al que le debes la vida y la identidad, no ha creado en todo su sistema de realidad ni un solo lugar para ti». Asistimos a diferentes debates y vemos en el uso de la palabra a Malcom X y a Martin Luther King, y conocemos los encuentros que Baldwin tuvo con ellos y también las circunstancias en que conoció el asesinato de ambos, y también el de Medgar Evers, luchador con quien el escritor mantenía una estrecha amistad, habiendo llegado a acompañarle en alguna campaña. Tampoco se nos hurta sus encuentros con Robert Kennedy, hermano del asesinado presidente y fiscal, y las posturas timoratas de este cuando, aun admitiendo el trato infame que los negros recibían, se conformaba con decir que las cosas iban a mejor… cuatrocientos años han pasado desde la llegada, forzada, de los negros al país, y todavía la situación es de una desigualdad brutal que se traduce en agresiones, prohibiciones, y segregaciones múltiples. El país no sabe qué hacer con su población negra, y la reduce a una manada de seres que no hacen más que bailar, reír y comer sandía; reduciendo su imagen a unos seres pasivos y mansos, que necesitan un blanco para guiar sus desbrujuladas vidas, cuando no se vende la imagen de un peligro potencial para la seguridad nacional (pueden ver el informe del FBI sobre Baldwin, fechado en 1966, en que se le señala como ser peligroso «del que cabe esperar actos hostiles a la defensa nacional y la seguridad pública de los Estados Unidos», por lo que se suma su Nombre al Índice de Seguridad).

 

James Baldwin desbroza el camino y va derribando algunas leyendas que se vierten sobre los negros: así el tamaño de sus órganos sexuales, a la vez que se les considera como seres carentes de atributos sexuales, y aquellos que como Sidney Poitier o Harry Belafonte son sex simbols, nadie se atreve a admitirlo; «a los negros se les ha robado todo en este país». Precisamente de estos dos se recogen sus palabras. El escritor también nos entrega un conjunto de disculpas de diferentes personalidades públicas, como Nixon o Trump, que hablan de los problemillas de la vida, que en los hechos resultan parole, parole, parole. Marca las diferencias entre los elogios, y cerrados aplausos, que recibe del uso de la fuerza si esta es practicada con las armas por israelíes, polacos o irlandeses, a los que se les considera como héroes, cambiando las tornas si algún negro dice lo mismo, al considerársele de inmediato como un criminal y escarmentándole por ello. No se priva de señalar la postura colaboracionista de los cristianos, señalando a su vez las dos iglesias existentes según el color de la piel. Denuncia igualmente las falacias del humanismo, de aplicación discriminatoria; señala los dos niveles de experiencia, encarnados por Gary Cooper y Doris Day, por una parte, y por Ray Charles por la otra. Y reivindica el derecho a estar amargado frente a quienes le acusan de ello, pues hay buenas razones para estarlo: «la primera de todas, esta ceguera o cobardía americana que nos permite fingir que en la vida no hay razones para amargarse», y confiesa sin ambages que no está dispuesto a cargar con esa historia de injusticia, en la que «Blanco es una metáfora del poder, una mera forma de describir el Chase Manhattan Bank».

 

Y un deseo, una esperanza de un futuro reconciliado: «Es algo terrible que un pueblo entero se rinda a la idea de que una novena parte de su población es inferior a él. Y hasta ese momento, hasta que llegue el momento en que, nosotros, los americanos, el pueblo americano, sea capaz de aceptar lo que yo tengo que aceptar, por ejemplo que mis ancestros son tanto blancos como negros, que en este continente que estamos intentando forjar una nueva identidad para la que nos necesitamos los unos a los otros, y que no soy un pupilo de América, no soy un objeto de caridad misionera, que soy una de las personas que construyó el país; hasta ese momento, apenas quedará esperanza alguna para el sueño americano, porque las personas a las que se les niega su participación en él, por su presencia misma, lo hundirán. Y si esto ocurre, será una hora muy grave para Occidente».

 

N.B.: El uso de la expresión “de color” para referirse a los negros, expresión que aparece en las páginas 37, 51 y 72 del libro, es un eufemismo edulcorado con pretensiones de no nombrar con claridad como si el hacerlo fuese brutal en exceso (términos que se emplean, consagrados por el uso y el abuso hasta en las siglas, véase la página 51)… lo que hace, por otra parte, que quienes no son negros no es que sean rostros pálidos, que decían los otros, sino incoloros, y la verdad…

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Gracias Iñaki, por tu interés en nuestro libro No soy vuestro negro.
Queremos, sin embargo, aclarar unos comentarios al final de tu artículo. Señalas tres páginas en las cuales se utiliza el término “de color” en vez de “negro” y lo achacas a que utilizamos “un eufemismo edulcorado con pretensiones de no nombrar con claridad como si hacerlo fuese brutal en exceso, etc…” Esto no es exacto. Una prueba es que lo has encontrado solo tres veces en un libro que dice “negro”, como en su propio título, infinidad de veces. Nos hemos ceñido exactamente al lenguaje de Baldwin. “Black” se empezó a utilizar en la época de los Black Panthers (a mediados de la década de 1960), no antes. Cuando Baldwin era pequeño esa palabra (p.37) ofendía a los propios norteamericanos negros que además de “colored” utilizaban “negro” (hoy término no solo en desuso, sino directamente despectivo). Lo mismo se aplica a la página 72 que se refiere a una película de 1934. Así que Baldwin utiliza la palabra que se utilizaba en la época en que ocurren las anécdotas. Por otra parte, bien se sabe que el lenguaje va cambiando y más en una comunidad que ha pasado de ser descrita por otros a autodefinirse. Ejemplo reciente: de Afroamerican se ha pasado a African American… y veremos por cuantos cambios más pasará. Hoy día “people of color” o “colored people”, se refiere a toda comunidad no blanca (o sea hispana, india, nativa, asiática…). Véase cualquier escrito de Angela Davis, Ishmael Reed, Debra Dickerson… En la página 51, que también señalas, solo dice una vez “negro”, nunca “de color”. En todo caso, agradecemos que nos hayas dado la oportunidad de aclarar esta cuestión, cosa que, con nota a pie de página, hemos aclarado ya en algún otro libro de esta colección.