Naftalina, de Alia Mamduh, elegida por la crítica árabe como una de las mejores cien novelas árabes de todos los tiempos

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Alia Mamduh: Naftalina entre las 100 mejores novelas árabes de todos los tiempos.

 

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Naftalina, de Alia Mamduh, elegida por la crítica árabe como una de las cien mejores novelas árabes de todos los tiempos.

 

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Alia Mamduh y sus dos novelas publicadas en español: "Naftalina" y "Al-Tanki"

JAVIER BIOSCA ENTREVISTA PARA ELDIARIO.ES A ALIA MAMDUH

Alia Mamduh, escritora iraquí: “Hay que condenar a Rusia, pero Occidente es el gran defensor del doble rasero”

“Cuando veo las imágenes de lo que pasa en Ucrania, me acuerdo de mi país. Eso lo hemos vivido nosotros: guerras, desplazamientos masivos y bombardeos indiscriminados”, dice la escritora, que presenta su novela 'Al Tanki: tras las huellas de una mujer iraquí'

Javier Biosca Azcoiti - elDiario.es - 14 de junio de 2022 22:30h

La escritora iraquí Alia Mamduh salió de su país en 1982, pero apenas escribe de otra cosa: “Solo me queda escribir de Irak”. A sus 78 años, se sienta en un hotel de Madrid horas antes de presentar su novela ‘Al Tanki: tras las huellas de una mujer iraquí’ y coge carrerilla para criticar la invasión estadounidense, el bloqueo político actual en su país y la censura que ha sufrido en prácticamente todo el mundo árabe con sus escritos contra la dictadura, el machismo y el patriarcado.

“Cuando veo las imágenes de lo que pasa en Ucrania, me acuerdo de mi país. Eso lo hemos vivido nosotros: guerras, desplazamientos masivos, bombardeos indiscriminados…”, dice la escritora. “Me identifico con esa gente ucraniana que está siendo arrasada y por tanto hay que condenar a Rusia, pero todos sabemos que Occidente, especialmente en Irak y en el mundo islámico, es el gran defensor del doble rasero y la hipocresía”, añade.

Salió de Irak en 1982. ¿Por qué?

No salí del país por cuestiones políticas, sino que fue una decisión personal, derivada de una serie de divergencias con quien era mi esposo entonces. Además, en ese momento el servicio militar era obligatorio, estábamos en plena guerra con Irán y a mi hijo único lo iban a llamar a filas. Yo no quería que fuese y cogimos al muchacho y nos fuimos a Francia. Allí estuvimos un pequeño periodo y después fuimos a Marruecos, donde trabajé como directora de un periódico saudí.

Solo volví a Irak en el 87 a un festival literario de una semana. Sigo llevando Irak dentro, su gente, sus problemas, sus olores... Pero el Irak de hoy no es el que yo conocí. Ese Irak ya no existe. Toda la gente que estaba allí ya no está: ha emigrado, han sido forzados al exilio o han muerto. El barrio que describo en la novela se ha convertido en ruinas. Lo único para lo que volvería a Irak es para denunciar el gran crimen cometido contra el país a raíz de la intervención estadounidense.

Irak es para mí como mi propia existencia. No me queda otra cosa que escribir sobre Irak. Si no, ¿de qué puedo escribir?

Después de lo vivido en su país en 2003, ¿qué opina de la reacción de EEUU y otros países de Europa a la invasión de Ucrania?

Todos sabemos que Occidente, especialmente en Irak y en el mundo islámico, es el gran defensor del doble rasero y la hipocresía y lo sufrimos notablemente con la lucha contra el llamado terrorismo internacional. Lo que está pasando en Ucrania, sin embargo, es algo distinto. Se trata de un conflicto entre dos países europeos en el que también hay una cuestión relacionada con la OTAN, los intereses geoestratégicos de Rusia y una serie de errores internacionales.

Cuando veo las imágenes de lo que pasa en Ucrania, me acuerdo de mi país. Eso lo hemos vivido nosotros: guerras, desplazamientos masivos, bombardeos indiscriminados… Me identifico con esa gente ucraniana que está siendo arrasada y por tanto hay que condenar a Rusia. Pero también hay que condenar a Occidente. Nosotros conocemos a Occidente y sabemos que dice una cosa y hace otra y que juega de manera sibilina. Había una serie de pactos con Rusia y se han incumplido. Ya está bien de que en Europa seáis los siervos de EEUU. Sois países fuertes y Washington tiene su propia política para Oriente Medio y para Europa, perjudicial para vosotros mismos.

Todas las guerras de América son fuera de su país y para conseguir una estabilidad interna trata de exportar esos conflictos. Europa es uno de los grandes derrotados del conflicto en Ucrania y desde un punto de vista de una persona que ha sufrido hace 20 años una invasión de Irak y que ha ido viendo todo el proceso de acoso y derribo en Oriente Medio, todo esto no le suena nada nuevo. La hegemonía estadounidense está en decadencia y hay una situación de podredumbre desde dentro que a la vez está originando que se exporten los conflictos y que se cree un estado de tensión con la finalidad de mantener el mayor tiempo posible este estado de dominación que no es real.

En realidad, lo que pasó en Irak fue una demostración de fuerza, pero no de dominio. Hoy EEUU todavía es capaz de entrar en clase, poner a los alumnos malos contra la pared y ordenar sanciones, quitarles o darles armamento… pero eso está desapareciendo. También lo vemos en el aspecto racial: el grupo blanco dominante cada vez lo es menos y hay una especie de reticencia a aceptar esta realidad.

Yo comprendo que la gente joven esté fascinada con EEUU y que no entienda que digamos que es la mala de la película. Las series, la música, hasta la ropa que llevamos... todo eso marca la forma en que los vemos. Nosotros, sin embargo, tenemos otra visión. Diferenciamos entre el pueblo americano, al que tenemos un gran respeto, y la política exterior de EEUU, que es un cáncer, en concreto en Oriente Medio. Los europeos deberían darse cuenta de que EEUU casi nunca ha dicho la verdad sobre sus proyectos y sus intenciones. Yo vivo en Francia, me siento europea y me produce un enorme pesar ver cómo los europeos una y otra vez siguen cayendo en los mismos errores con respecto a EEUU.

¿Qué supuso la invasión para usted y para su país?

La ocupación de Irak no es solo de los americanos, sino de muchos otros como iraníes, milicias y actores regionales e internacionales. Los americanos eran los que mandaban y a pesar de que salieron en 2011, dejaron sus consejeros y asesores y son los que controlan el país entre bastidores.

Uno de los protagonistas en la novela Al Tanki se llama Mujtar, que pasa todo el tiempo borracho para olvidar el desastre, pero dice una frase que refleja muy bien el carácter de esta persona y de muchos iraquíes: ‘Mi único objetivo en esta vida es seguir vivo porque continuar con vida supone un desafío a EEUU’.

¿Ha sufrido censura en Irak y otros países árabes?

En prácticamente todos los países árabes. Hay dos novelas [no están traducidas al español], 'La garçonne' y ‘El deseo’, que están prohibidas. La primera se publicó en el año 2000 y es sobre una mujer andrógina que sufre persecución, tanto por razones políticas como por su orientación sexual. Es un alegato contra el partido Baaz y el Gobierno de Sadam Husein. La protagonista se enamora de un comunista, la encarcelan y la torturan.

En ‘El deseo’, un hombre iraquí de 50 años, opositor político y perteneciente a la rama comunista antibaazista, se levanta por la mañana y de pronto descubre que le ha desaparecido el pene [en árabe la palabra pene comparte raíz con 'recordar']. Entonces le quitan la capacidad no solo de ser, sino también de recordar de modo fidedigno su pasado. Empieza a hacer una serie de elucubraciones sobre su vida sexual y política, como si tratara de 'reacondicionar' su existencia a partir de recuerdos fragmentados. Es una suerte de alegoría sobre cómo el individuo iraquí ha perdido la capacidad de hacer un análisis autocrítico de sí mismo y su país. También es una crítica al poder patriarcal y al poder omnímodo de ese varón que se cree el dueño de la realidad.

Cuando va al médico da una serie de circunloquios para no enfocar el problema real, como si fuera incapaz de reconocer la naturaleza de su infortunio. Hay una escena en la que el protagonista dice: ‘Imagínense ustedes que todos los varones con poder y capacidad de mando se despiertan y se dan cuenta de que ninguno tiene pene y que cuando miran al cielo los ven todos flotando como si fuesen misiles. Estoy seguro que las guerras se acabarían’.

El único país árabe en el que se publicó fue Líbano, pero incluso allí resulta difícil encontrarlas, pues los libreros no las tienen a la vista por si acaso.

Por estos dos libros me han acusado de pornográfica, zafia, grosera y burda. Me gustaría ser todavía más zafia, grosera y burda para llegar a este nivel de zafiedad máximo que ha alcanzado este mundo. De todas formas, sé que este libro se reproduce clandestinamente en muchos países árabes.

Yo estoy al final de mis días, me dirijo hacia mi propia desaparición y me importan muy poco las críticas que me puedan hacer; y menos aún por el contenido sexual de mis obras. Me da igual si hay gente que se molesta por lo que aparece en esta o aquella novela.

¿Por qué es tan difícil formar Gobierno en Irak siete meses después de las elecciones?

Porque hay una disputa entre Irán y EEUU en tierra iraquí. Es el resultado de una situación creada en la que el país afectado no tiene soberanía propia. EEUU dirige todo entre bambalinas e Irán es el otro poder efectivo. Sobre el papel, gracias al sistema de cuotas confesional creado por los estadounidenses y la influencia de sus líderes y milicias, es la comunidad chií la que mayor dominio ejerce. Sin embargo, hay dos grandes bloques dentro de la comunidad chií. Uno es arabista y nacionalista y el otro es más partidario de una relación de alianza firme con Irán. Ese es el problema.

Como los actores políticos internos de Irak dependen en gran medida de potencias regionales e internacionales, nos encontramos en esta situación. Carecemos de líderes con un margen razonable de autonomía. Por ello, son incapaces de ponerse de acuerdo para formar Gobierno, porque ni los estadounidenses ni los iraníes están de acuerdo con las alternativas barajadas.

EEUU no es que dejase un Estado o un sistema institucional deficiente, es que se cargó las estructuras del país y lo que nos encontramos ahora es su consecuencia. Tenemos una corrupción política institucionalizada. El problema está en nosotros, en nuestras élites y dirigentes, que se han convertido en una especie de asociados de estos intereses externos.

¿Ha superado Irak el sectarismo entre suníes y chiíes?

En Irak hay un sistema de cuotas confesionales que impuso EEUU. Ahora, la religión y la pertenencia confesional se han convertido en un negocio. Cuantos más miembros tienes en tu comunidad, más influencia tienes. Nos hemos metido en un círculo vicioso y este enfrentamiento conviene más a las élites de la comunidad mayoritaria, que es la chií.

¿Ese sectarismo existía antes de 2003?

Puede que lo hubiese, pero era muy ligero. Yo nunca supe si era sunní o chií. En mi familia teníamos abuelos sunníes y chiíes. Nunca supe quién era qué ni en qué se diferenciaban unos de otros. Tampoco me interesaba ni importaba mucho. De hecho, no descubrí que tenía parte sunní y chií hasta que me casé, pero a lomos de los tanques de EEUU se trajeron un Gobierno completo e intentaron crear una nueva realidad que es lo que ha convertido Irak en un cadáver que apesta. Cualquier persona que se acerque notará ese olor.

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La iraquí Alia Mamduh busca a una artista desaparecida en su nueva novela, por Lydia Hernández Téllez

Madrid, 3 jun (EFE).-

Alia Mamduh salió de Irak hace décadas con intención de encontrar una belleza que anhelaba y que no encontraba en su país natal. «Hay cosas muy feas -la hipocresía, las mentiras- que no solo me han obligado a marcharme de mi país, sino que me obligaron a escribir», confiesa en una entrevista con EFE.

Esas mismas razones hicieron que, muchos años antes, otra mujer se marchase de Bagdad: Afaf Ayyub Al, artista polifacética a la que Mamduh dedica su última novela, «Al-Tanki, tras las huellas de una mujer iraquí», que esta semana se presentó en la Casa Árabe de Madrid.

«Afaf era una mujer real», explica la escritora en la entrevista. «Quizá soy la primera autora árabe que ha elegido un personaje real», añade.

Afaf salió de Irak en 1979 para exiliarse en París y desde entonces permanece desaparecida. La novela gira alrededor de la búsqueda de esta pintora, escritora, arquitecta, cantante y deportista por parte de su familia más cercana.

«Todos los personajes que aparecen a lo largo de la novela están preguntando al doctor Carl Valino para descubrir dónde se ha ido Afaf, pero en realidad se están buscando a ellos mismos, porque todos están perdidos. Son siete personajes y cada uno tiene una desgracia personal», adelanta la autora.

Confiesa que, en esta nueva narración, la búsqueda de Afaf esconde algo más: «Todas las personas están buscando algo, puede ser una simple ilusión, un sueño. Incluso sabiendo eso, están contentos de perseguir esa ilusión, porque nos mantiene vivos», afirma.

UN LIBRO «COMPLICADO DE LEER»

La escritora, actualmente afincada en París, es reconocida por jugar y experimentar con el lenguaje árabe, lo que le permite «huir de la realidad en la que estamos. El mundo que nos rodea nos obliga a buscar algo para escapar», explica.

Eso ha llevado a que su libro se considere como complicado o difícil de leer, tal y como aventura la reciente publicada traducción en español. Y Mamduh está de acuerdo con esa apreciación.

«El libro es difícil de leer si lo comparamos con lo que hay ahora. Los lectores a nivel mundial prefieren los libros fáciles, pero yo he elegido hacer uno que sea difícil, que no esté al alcance de todos», señala.

Fue esa especial complejidad la que la llevó a ser finalista del Premio Internacional Booker en árabe de 2020, siendo la única mujer entre cinco hombres que aspiraba al premio: «Por muchas consideraciones el primer premio lo ganó un argelino, pero conseguí llegar hasta la última fase», recalca.

«LA SITUACIÓN DE IRAK AHORA ESTÁ PEOR»

La historia de «Al-Tanki, tras las huellas de una mujer iraquí» empieza en 1922, según la autora, una época «en la que los misioneros americanos entraron a Irak”, lo que a su juicio demuestra que los americanos «siempre vieron Irak como una tierra a ocupar».

La autora considera que ahora, un siglo después, la situación en su tierra natal es todavía peor y está marcada por la hipocresía social que «se encuentra en la clase política, en los partidos, en todos los líderes del mundo».

«Antes al menos las mujeres podían bañarse en bañador, ahora no pueden hacerlo, ni siquiera les puedes ver la cara», apunta Mamduh a modo de ejemplo.

La exiliada iraquí recoge la violencia contra las mujeres en su novela «Naftalina», reeditada junto a su nueva publicación, en la que recupera la historia de su madre en una mezcla de realidad y ficción.

«Yo casi no conocí a mi madre, falleció cuando tenía tres años, pero he conseguido que viva en esta novela», indica.

«Naftalina» describe la violencia que sufría la madre de Mamduh por parte de su marido.

«Cuando mi padre volvió de Karbala informó a mi madre de que se había vuelto a casar. Aun con esa noticia, mi madre le recibía en casa, le quitaba los zapatos, le lavaba los pies… esa situación la viven algunas mujeres iraquíes todavía y es el culmen de la violencia de género y del maltrato a la mujer», relata la escritora.

Mamduh encuentra en la literatura árabe «un movimiento de mujeres rebeldes que hablan del amor, el sexo, la relación con el hombre. Las mujeres tienen una visión distinta a la de los hombres en estas cosas y espero que los traductores, los especialistas y las editoriales presten atención a las novelas escritas por mujeres árabes». EFE


Al-Tanki. Tras las huellas de una mujer iraquí

Coincidiendo con la llegada de la primavera de este 2022, publicamos el último libro de Alia Mamduh, así presentado por su traductor Ignacio Gutiérrez de Terán:

No es una novela fácil de leer ni, menos aún, de traducir este al-Tanki. Tras las huellas de una mujer iraquí de Alia Mamduh. La escritora iraquí afincada en Francia desde hace décadas lleva tiempo experimentando con el idioma árabe, tratando de generar un modo peculiar de expresar su experiencia vital como mujer árabe exiliada que vuelve una y otra vez, paradójicamente, a su país natal. Escribiendo sobre la violencia, las dictaduras y las invasiones que la obligaron a marcharse; sobre la marginación que siguen sufriendo las mujeres en las ciudades y pueblos de Iraq a la sombra del poder omnímodo ejercido por el hombre, el padre, el hermano mayor o el gran líder militar, civil y religioso; o sobre la represión de las libertades básicas, empezando por la de expresión y terminando por la sexual. Todo ello aflora desde la primera página de este pormenorizado relato en torno a una familia iraquí y la calle donde se desenvuelven sus miembros, a despecho de un Bagdad que decae, lánguidamente. Mamduh imprime al texto un destacado marbete ácido y nostálgico a la vez, habitual en novelas anteriores como Naftalina, publicada por ediciones del oriente y del mediterráneo en 2000. En esta ocasión la acidez adquiere un grado de complejidad apreciable porque a un calculado ejercicio de sutileza añade una distorsión lingüística sustentada en un juego capcioso de significados, insinuaciones e imágenes rotas que pueden llevar a confundirnos, en especial si desconocemos la historia reciente de Iraq y la experiencia trágica de millones de iraquíes forzados a dejar su tierra.
Decimos que no resulta sencilla la lectura de esta novela porque su autora se ampara en las frases a medio construir, la intercalación de narradores y voces pretéritas y presentes, la confusión deliberada de las perspectivas de los personajes, la abstracción entreverada de falso realismo o la evocación de una realidad que, en Iraq, desde hace décadas, se ha convertido en rehén de un bucle inextricable. «En nuestro país, en el que el relato casi siempre queda a medias», afirma uno de los narradores colectivos de esta alegoría sobre la locura individual y nacional. Sí, la historia, la trama, de Al-Tanki se interrumpe continuamente a sí misma porque Iraq ha dejado de ser Iraq —si es que alguna vez lo fue— desde hace demasiado tiempo. Por ello, los personajes que pueblan la novela se sienten desubicados y terminan abjurando del «virus de la patria o del lugar que te acoge». Se trata de un extrañamiento que afecta tanto a los que permanecieron allí como los que se desperdigaron por medio mundo gracias a la dictadura del Baath, la invasión criminal de Estados Unidos y, antes, al embargo inmisericorde impuesto en los noventa del siglo pasado. Para mayor desgracia, Iraq debe lidiar hoy con el extremismo religioso, que está diezmando a las minorías y a los sectores laicos de las comunidades mayoritarias. «Un país de petróleos y meados» apunta otro relator más adelante, aquejado de una enuresis provocada por las convenciones sociales impuestas por los cánones patriarcales, el contexto de violencia social y el remate de la ocupación militar. La orina irrefrenable de la que habla el hermano de la supuesta protagonista del libro es la imagen de la impotencia iraquí ante su cruel destino. La frustración, también, de ver cómo la humillación originada por las guerras y las invasiones se ha trocado en abulia.
El argumento de Al-Tanki no es el de una mujer que ansía sustraerse del estrecho cerco marcado por una ciudad, sociedad y familia que se dirigen, sin remisión, a la dispersión; tampoco tiene que ver con la búsqueda de un horizonte nuevo y distinto donde desarrollar sus dotes de artista o experimentar, al fin, el amor, la pasión, el deseo. Bueno, digamos, mejor, que no tiene que ver en primera instancia con todo ello. Desde la primera línea, la novela avanza cavilosa, reconvertida en una alegoría de la historia moderna de Iraq. La familia de Afaf, tras años de silencio y aparente olvido, trata de averiguar qué le pasó allá, en París. Para ello, arman esta sinfonía desconcertante en la que cada recuento termina condenado al fracaso. ¿Qué le ocurrió a Afaf en Occidente, qué nos ha ocurrido a los iraquíes en Oriente? Suponen que murió, la mataron o se suicidó, aventuran un episodio de locura, una enajenación o una desaparición inexplicable. Como si se hubiera abducido a sí misma, tal vez. «¿Quién es el culpable de lo que le pasó a Afaf?»; un modo peculiar de inquirirse acerca de la autoría del crimen que los iraquíes vienen sufriendo desde hace mucho tiempo. «¿Somos nosotros, ustedes?». Lo terrible es que cada aportación corrobora la impresión de que nadie tiene una explicación para lo que le ha pasado a esta nación milenaria. De hecho, ni siquiera saben si se ha cometido un crimen que exija iniciar una investigación. Como con los asesinatos, los secuestros, los éxodos, la corrupción generalizada o la limpieza religiosa en barrios y aldeas, tan habituales, tan consuetudinarios.
Oh, no, eso sí que no: el crimen ha tenido lugar, pero nos cuesta mucho llegar a conclusiones porque, en esencia, ignoramos cuáles son los fundamentos de un crimen en toda regla. Y cuando atisbamos una pista, un indicio, lo enfocamos con una luz errónea. «La guerra, una cotidianidad, algo que la divinidad nos ha asignado a los iraquíes como rasgo distintivo». Por todas estas razones, Afaf ansía salir de su país para andar a rienda suelta, caminando, trotando incluso. Los zapatos, la cubierta ya lo avanza, desempeñan una función primordial en este libro, un símbolo más de que el calzado oprime y restringe el ardor de unos pies que se afanan desesperadamente por entablar contacto con el asfalto y los adoquines de las calles. Tampoco tiene visos de llegar muy lejos porque, como la protagonista termina comprobando, el exilio, como la patria, también te desgasta los zapatos. Muchísimo.
Podríamos señalar, a modo de colofón, que Afaf representa la fe del Iraq inmemorial en sí mismo. Las ganas de superar las adversidades y anunciar algo nuevo sin renegar de los valores edificantes de su acervo oriental. Por eso, Afaf canta las tonadas árabes tradicionales, los ecos de las orquestas clásicas, y añora la belleza de las construcciones armoniosas y enigmáticas del Bagdad antiguo. En cierto modo, Al-Tanki sirve de homenaje a la pléyade de arquitectos, escultores, pintores, urbanistas u orfebres iraquíes contemporáneos que fueron absorbidos por la vorágine de la destrucción o el destierro. El fin de ese edén arquitectónico al que se refiere la obra, «El Cubo», sintetiza el cruel destino de una de las generaciones más brillantes y fructíferas de todo Oriente Medio. Podríamos señalar más cosas y seguir alargando este remedo de conclusión, pero ¿para qué? Preferimos sentarnos en un café —cuánto les gusta a los árabes en general y a los iraquíes en particular hablarnos desde un café cuando recalan en París— y recordar los versos del gran poeta Issa Hassan al Yasiri, compatriota de Mamduh exiliado en Canadá, asiduo al tasakku´ o deambular insomne por la ciudad:

Treinta y seis palomas zurean bajo el techado del café
de Oliver Larry y dan saltitos
sobre una acera blanca de Montreal.
Se posan en los hombros de los clientes
que beben vino, comen crepes
y ríen con la frescura
de quien no ha conocido grandes tribulaciones.
Yo sigo sentado, abandonado a la soledad del aire
y la sombra del árbol provecto que gime, cada noche,
junto a mi ventana.