Olga Rodríguez entrevista al autor de "Cosas que tal vez halles en mi oído. Poemas desde Gaza"

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Olga Rodríguez entrevista al poeta Mosab Abu Toha, autor de "Cosas que tal vez halles ocultas en mi oído. Poemas desde Gaza".

Ganador del American Book Award, la presión de editores internacionales logró su puesta en libertad tras su arresto en Gaza hace un año: “No hay ningún poema o idioma que pueda expresar el horror del genocidio contra mi pueblo”
Allí fue interrogado: “Me golpearon en la cara y en el estómago. Después me trasladaron a un centro en el desierto del Neguev, una cárcel donde mantienen secuestrados a cientos de palestinos”.
Tras horas de espera sin recibir información sobre el paradero de Mosab, su esposa decidió proseguir su trayecto hacia el sur de la Franja de Gaza, con los tres niños. Una vez refugiados en una escuela, ella contactó de forma inmediata con editores y amigos de Estados Unidos. De ese modo, el arresto de Mosab se convirtió en noticia en medios internacionales.
“Si no hubiera sido por eso, si yo no publicara en revistas literarias extranjeras, si no tuviera un libro de poesía premiado en EEUU, probablemente ahora estaría muerto o pudriéndome en alguna prisión israelí, torturado”, confiesa en conversación con elDiario.es en la Casa Árabe de Madrid, donde acaba de presentar la traducción al castellano de su primer libro, “Cosas que tal vez halles en mi oído. Poemas desde Gaza”.

Pregunta: ¿Cómo vivió el momento en el que las tropas israelíes le impidieron el paso y le separaron de su familia?

Respuesta: Supe que iba a ser víctima de un secuestro. Y digo secuestro porque de forma sistemática el Ejército israelí lleva años privando de libertad a gente palestina, sin presentar cargos ni celebrar juicio. Yo era un simple escritor, padre de familia, al que acusaban de ser de Hamás, como a tantos otros. Me interrogaron, me golpearon en la cara y en el estómago.

Si mi esposa no hubiera reaccionado de forma tan eficaz, si no se hubieran movilizado editores y organizaciones de escritores, quizá habría engrosado la cifra de muertos y desaparecidos en Gaza. Esa es la realidad. Tres días después me pusieron en libertad. Soy un privilegiado y puedo contarlo. Muchos otros, no.

¿Cómo es su vida ahora?

Pudimos salir de Gaza, muy pocos han podido hacerlo. Nos hemos instalado en EEUU. Pero nuestro vecinos y amigos siguen allí dentro, sin acceso a medicinas, alimentos, ropa.

Es muy doloroso saber que las matanzas continúan. Catorce meses después este horror sigue ocurriendo. No puedo pensar en otra cosa, me siento inútil porque no puedo proteger a nadie, ni a mis estudiantes, ni a mis vecinos. He perdido a 31 familiares en un año, todas las semanas me entero de una nueva muerte de algún vecino o amigo.

Era amigo de Refaat Alareeer, profesor de Literatura Inglesa y poeta...

Refaat fue asesinado por el Ejército israelí en diciembre del año pasado. Fue cofundador de We Are Not Numbers, un proyecto que nos animaba a escribir y a contactar con editores extranjeros. Todavía recuerdo cómo en el verano de 2023 habíamos ido a recoger fruta juntos. Me ofreció dar clases en su departamento. Nunca pudo ser.

¿Cómo vive en Estados Unidos siendo un palestino que ha podido huir de Gaza?

Vivir todo esto desde el país que facilita y apoya el genocidio es muy frustrante. Hace tan solo unos días el Gobierno de Washington volvió a vetar un alto el fuego en Naciones Unidas, es la cuarta vez que lo hace. La comunidad internacional occidental afirma que Israel tiene derecho a defenderse, pero ningún gobierno dice nada sobre el derecho del pueblo palestino a defenderse de la ocupación, de la invasión, de las matanzas.

Hay racismo contra los palestinos y un proceso de deshumanización normalizado. Es devastador ver cómo relatan muchos medios. Algunos siguen dando credibilidad a las mentiras sobre bebés israelíes decapitados y metidos en hornos, pero no cuentan los asesinatos de bebés palestinos. No existimos ante su mirada.

¿Qué deberían hacer las naciones occidentales para detener el genocidio en curso y garantizar los derechos de la gente palestina?

Bastaría con que países como EEUU dejaran de facilitar el genocidio, el apartheid, la ocupación. Algunos gobiernos dicen que están preocupados por las muertes de civiles, de niños. ¿Y? ¡Hagan algo! Cuando se trata de Israel no dicen que están preocupados, no. Cuando se trata de Israel actúan, visitan el país, envían armamento, vetan resoluciones, facilitan apoyo.

El mundo tiene que imponer un embargo de armas ya, suspender relaciones comerciales e inversiones, impulsar un boicot contra las universidades y las empresas que apoyan la ocupación israelí. La gente tiene que pedir a sus gobernantes acción, reacción inmediata, presión para que este genocidio se detenga.

¿Qué hizo Occidente cuando un informe de la ONU alertó, hace años, de que si nada cambiaba Gaza sería un lugar inhabitable en 2020? ¿Qué se hizo para evitar más matanzas contra la Franja, las masacres de 2008, de 2014, de 2021? ¿Qué se hizo para poner fin al bloqueo?

Usted cuelga cada día en sus redes sociales informaciones que le llegan desde Gaza. ¿Qué sabe de su familia y su gente más cercana?

Mi abuelo murió recientemente, a los 72 años, en un colchón, en una tienda de refugiados, porque su casa fue bombardeada. No tuvo acceso a las medicinas que necesitaba, no hay doctores ni ambulancias en esa zona. Muchísimos pacientes con cáncer han muerto por no tener acceso al mínimo tratamiento, lo mismo ocurre con la gente que necesita diálisis u otras medicinas.

¿Por qué tantos gobiernos miran hacia otro lado y siguen diciendo que para que Israel se defienda tiene que asesinar a decenas de miles de personas y dejar morir de inanición a decenas de miles más, entre ellas mi abuelo?

Mi prima Sama, una niña, murió en un ataque israelí hace un mes. Y así, todas las semanas.

De hecho usted anunció en sus redes sociales que Sama y sus padres estaban rodeados por el Ejército israelí, había disparos, alertó sobre ello

Y no pasó nada, al rato los mataron. Escribí: “Treinta personas están en esa casa, rodeadas de tanques y soldados, necesitan ser evacuadas”. Si salían, les disparaban. Veinte horas después, la casa fue bombardeada. Puedes pedirle al mundo entero que salve a una familia, que Israel irá y matará a esa familia.

¿Cómo creció y vivió en Gaza hasta su salida hace unos meses?

Más que vivir, diría que sobreviví. Vivir es poder hacer planes, ir a Cisjordania o a Amman [Jordania] a visitar familiares, recibir en tu casa amistades de fuera, viajar por tu propia tierra, algo que no pueden hacer los palestinos de Cisjordania.

Yo no viví mi infancia. La sobreviví, y fue muy corta. Tenía ocho años cuando vi un helicóptero israelí disparando contra el edificio de mis vecinos, a escasos metros de mí. Quedó reducido a escombros. Ocho años.

El 27 de diciembre de 2008 Israel mató a cuatrocientas personas en un solo día. Yo tenía quince años. Escribí un poema sobre ello, está incluido en el libro publicado en España. Se titula “Heridas”. Y cuando tenía 16 resulté herido, en el cuello. Me alcanzó un trozo de metralla de un disparo israelí.

Así que eso no fue una infancia. Tampoco la de mis hijos. Tuvieron que refugiarse en una escuela durante días, su casa fue destruida, vieron cómo apresaban a su padre. Y ahora no tienen posibilidad de regresar a su hogar, aunque solo sea para ver los escombros de lo que fue. Ahora Israel ocupa nuestra ciudad, Bet-Lahia.

¿Cómo se plantea su futuro?

No sabemos si algún día podremos volver. No sabemos si nuestros hijos podrán regresar y reconstruir nuestra casa. El mundo entero nos está fallando.

¿Se imagina que tras los ataques israelíes de 2008 contra Gaza, en los que murieron 1.300 palestinos, el mundo nos hubiera permitido -e incluso alentado a- matar durante catorce meses a civiles israelíes, a mujeres, a más de 17.000 niños israelíes [es la cifra de niños muertos en Gaza], a destruir universidades y a recibir armas occidentales para ello?

¿Qué consecuencias tendrá todo lo que está ocurriendo?

Estamos asistiendo a la imposición de la ley de la selva en el mundo. Esa es la consecuencia. ¿Qué tipo de país puede hacer todo sin ser castigado, sin que nadie le presione realmente para que se detenga?

Israel mató a siete miembros de la ONG internacional World Central Kitchen este año. No eran palestinos y aún así no pasó nada. El Ejército israelí mató a Hind Rajab, la niña que estaba en el coche con su hermana, en Gaza. Abrieron fuego en ella, la niña lo estaba relatando todo por teléfono, en conversación con la Media Luna Roja, está grabado.

Han pasado 300 días de aquel asesinato. EEUU, que envía balas, bombas y vehículos militares a Israel, dice que sigue investigando, mientras deja hacer. ¿Qué tipo de investigación dura 300 días? Tras el 7 de octubre de 2023 nadie dijo que había que esperar a conocer con detalle qué había ocurrido ese día.

Estados Unidos acaba de anunciar otro envío de armamento, mientras seguimos viendo cadáveres de niños entre los escombros. Todo esto es la ley de la selva.

En algunos de sus poemas habla de la Nakba, la expulsión de más de 700.000 palestinos entre 1947 y 1948, entre ellos sus abuelos

Hay similitudes entre aquello ye la actualidad. La diferencia es que en 1948 no había redes sociales ni teléfonos para que la gente pudiera grabarlo y verlo. Se repiten muchas cosas, aunque ahora la magnitud de la matanza es incomparable. Desde el propio Gobierno israelí algunos han llamado a esto Nakba 2.

Al igual que entonces, los soldados que asesinan o violan son bendecidos en su país, son héroes. Hasta se graban vídeos que cuelgan en sus redes, orgullosos.

Nacimos sin derechos. Y no es nuevo, lleva ocurriendo décadas. Hay ocho mil palestinos en cárceles israelíes, muchos sin cargos ni juicios. Israel puede ocupar ilegalmente nuestra tierra y hacernos rehenes en sus prisiones, sin cargos, sin juicio, pero nos afean cuando decimos que eso es un secuestro.

¿Cuál es su relación con la poesía, con las palabras, con la escritura, tras todo lo vivido?

¿Hay suficientes palabras para esto? No creo que haya ningún verso o idioma que pueda expresar el horror del genocidio que está sufriendo mi pueblo. Lo intento, sin más. Uso las palabras que tengo. Intento dibujar diferentes imágenes con las palabras.

¿Recuerda la primera vez que escribió un verso?

Fue en 2014. Intenté expresar la pérdida de tantos amigos, del futuro, del pasado, del presente. Lo hice en árabe y en inglés. Creo que una de las primeras cosas que escribí fue: “Todavía tengo sueños”.

¿Cuál es su idea de una Palestina libre?

Una tierra donde todos puedan vivir en libertad, independientemente de su religión, de su etnia, de su color, de su lengua. Un país donde todas las personas tengan derecho a existir, sean como sean. Que puedan practicar su religión, hablar su lengua, votar por sus representantes, tener aeropuertos y puertos, entrar y salir, visitar y regresar.

Un lugar que no sea ocupado ilegalmente, en el que no haya apartheid, discriminación, bloqueo, bombardeos. Llevamos mucho tiempo gritando y diciendo que esto es injusto e insoportable, pero nadie escuchaba.

 

(entrevista completa en diario.es)


¡PALESTINA LIBRE E INDEPENDIENTE!

 

PALESTINA-LIBRE-E-INDEPENDIENTE

La operación militar de Hamás de la resistencia palestina ha provocado la habitual oleada de declaraciones. Casi todos los gobiernos occidentales se han apresurado a «declarar su solidaridad con Israel por la cobarde agresión terrorista» (bloque estadounidense, es decir, UE y Commonwealth) o, por el contrario, a «expresar su apoyo al pueblo palestino por su iniciativa de resistir al invasor» (países árabes, islámicos, la mayor parte del Sur global).

Cabe reseñar que la actitud mecánica de tomar partido y apoyar lo que sea necesario, con insoportable talante «solucionista», sobre todo en países tan acostumbrados a dar lecciones, como los europeos, es precisamente lo que ha sostenido durante décadas esta interminable carnicería. Se trata de una actitud descaradamente irresponsable y cobarde.

Desde sus orígenes, el estado de las relaciones entre el sionismo y luego el Estado israelí y los palestinos en los territorios ocupados es de tal desequilibrio de fuerzas que el conflicto no puede definirse como un enfrentamiento, sino sólo como una dominación estructural de naturaleza colonial salpicada de episodios insurgentes. Una opresión puramente ejemplar, sin límites ni reparos, en un crescendo de abusos y atropellos. Con un retraso de 75 años, hoy se termina admitiendo que la situación es propia del apartheid.

Más allá de la espiral del lenguaje bipolar de las instituciones políticas y los medios de comunicación occidentales, se nos pide que condenemos el terrorismo, pero no que intentemos comprender sus causas. El Estado de Israel, como desahogo de los sentimientos de culpa de las potencias europeas, como supuesta reparación por la Shoah y como expresión de colonialismo occidental, plantea cuestiones mucho más profundas de las que las etiquetas del terrorismo y la guerra en Oriente Medio puedan indicar.

La única perspectiva de resolución de este conflicto es la justicia. No todo se resuelve con uno o dos estados. Lo racional y moral sería un solo estado donde todos vivieran con los mismos derechos. Otra opción, hoy igual de difícil de materializar sería la coexistencia de dos Estados soberanos. Aun con esto no se resuelve el llamado conflicto, queda la cuestión de los refugiados y la discriminación contra la minoría palestina en Israel. 

Debemos oponernos a la tendencia ya crónica al olvido y a la mentira de las clases dirigentes europeas, que tienen tanto el interés como la credibilidad potencial para mediar en este conflicto y desde hace décadas se han replegado en el servilismo a las instrucciones de Estados Unidos, que no tienen ni el interés ni la credibilidad para alimentar una paz duradera en Oriente Próximo.

Este NO a la invasión israelí de Gaza es el mismo NO a la guerra de Ucrania, a las guerras de Kosovo, Sudan, Nagorno Karabakh, Siria y muchos lugares más en llamas. Salir del tercermundismo humanitario, salir de la Alianza Atlántica, decir NO a la guerra, a todas las guerras, a la arrogancia y las mentiras, al colonialismo occidental.

 

Luz Gómez es catedrática de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid. Es autora de varios ensayos y traductora de Mahmud Darwish al español. De sus numerosas traducciones del poeta palestino, En presencia de la ausencia (Pretextos, 2012), obtuvo el Premio Nacional de Traducción 2011. A su cargo ha estado la edición de BDS por Palestina (ediciones del oriente y del mediterráneo, 2014) Es editora y traductora de El poeta troyano. Conversaciones sobre poesía (ediciones del oriente y del mediterráneo 2023).

Olga Rodríguez es periodista, investigadora y escritora especializada en información internacional, Oriente Medio y Derechos Humanos. Ha desarrollado su carrera en la Cadena Ser, Cuatro, CNN y en el diario.es, medio del que es cofundadora. Ha cubierto los conflictos más importantes de las últimas dos décadas en Oriente Medio y el norte de África. Es integrante de la Asociación de Periodistas de Madrid y de la Junta directiva de la UNRWA España (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos).

Isaías Barreñada es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid. Sus áreas de investigación son la relaciones internacionales en los países árabes, la política exterior española y europea, Palestina-Israel y el Sahara Occidental. Autor de numerosos artículos y ensayos. Su último libro, con José Abu Tarbush es PalestinaDe los acuerdos de Oslo al apartheid (Catarata, 2023).

Ignacio Castro Rey, es filósofo, crítico de cine y arte, gestor cultural y profesor. Además de múltiples artículos y conferencias, ha publicado diversos libros. El último de ellos se llama Lluvia Oblicua (Ed. Pretextos 2020) seguido de Mil días en la montaña (Roxe de Sebes) (Ed. FronteraD, 2019) y Ética y desorden (Pretextos, 2017). Anteriormente ha publicado también, entre otros, Votos de riqueza (Madrid, 2007), Roxe de Sebes (A Coruña, 2011) y La depresión informativa del sujeto (Buenos Aires, 2011). 

Breve bibliografía sobre el tema: https://www.enclavedelibros.com/categoria/palestina-biblio_W69

 


El artista palestino que dibujó un niño para dibujar la humanidad

Un libro reúne centenares de dibujos del artista palestino Nayi al-Ali, asesinado en Londres en 1987 y creador de Handala, un niño de 10 años símbolo de la resistencia palestina.

 

Olga Rodríguez

El célebre autor de cómics Joe Sacco dice de Nayi Al-Ali que "sigue siendo un héroe en el mundo árabe, en particular para los palestinos, que pronuncian su nombre con la misma ternura con la que mencionan a sus grandes poetas". Ahora el libro Palestina. Arte y resistencia en Nayi Al-Ali, publicado en España por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, recoge sus viñetas más célebres, sus pensamientos y su historia, interrumpida violentamente por su asesinato en 1987.

"Me enfrentaba a ejércitos con caricaturas y dibujos de flores, esperanza y balas", dijo Nayi Al-Ali en una ocasión sobre su trabajo como dibujante. Nacido en la aldea palestina de Ash-Shayara en 1936 y expulsado de ella por la ocupación israelí cuando aún era un niño, Al-Ali supo bien lo que significa ser un refugiado de por vida.

 

Creció en un campo de refugiados en Líbano, donde pintaba en muros y paredes, hasta que el escritor Ghassan Kanafani, figura de renombre en el campo literario y en el activismo político, lo descubrió en una visita al campo para dar una conferencia. Desde entonces Al-Ali dibujó para diferentes periódicos árabes, pasó por varios países y terminó instalándose en Londres, donde alcanzó celebridad sin abandonar nunca su voluntad de visibilizar las injusticias a través de sus dibujos.

Posiblemente no hay nadie en Oriente Próximo que no sepa quién es Al-Ali y que no conozca su creación más célebre, Handala, un niño de 10 años representado casi siempre de espaldas, observando lo que ocurre en la viñeta, invitando a los lectores a mirar, a no permanecer indiferentes. Handala es hoy en día una figura tatuada en miles de pieles de jóvenes árabes, grafiti en muros y paredes, dibujo en libros y pósteres, manteniendo viva la memoria de su autor, asesinado en Londres en 1987.

"Nayi Al-Ali representa el sentimiento de dolor, impotencia e injusticia que creo que todo palestino lleva en su interior, el sentimiento de que el mundo les ha abandonado, de que no les escucha", relata a elDiario.es la periodista Teresa Aranguren, experta en Palestina, quien ha escrito un capítulo del libro Palestina. Arte y resistencia en Nayi Al-Ali.

Al-Ali es conocido en el mundo árabe por sus viñetas ácidas y por su crítica no solo a la ocupación israelí, sino también a los jeques del petróleo aliados de Washington, a los regímenes árabes, los poderes económicos, la burguesía palestina y la corrupción de algunos dirigentes palestinos, incluidos funcionarios de la Organización para la Liberación de Palestina.

"Fue capaz de dibujar el sentimiento de dolor del pueblo palestino, a veces también de ira, de rabia e indignación", explica Aranguren. "Con los años su niño Handala se convirtió, sin que su creador lo buscara, en un símbolo de la resistencia. No hay apenas nadie en el mundo árabe que no sepa quién es ese niño que todo lo ve".

"Handala mira el inagotable sufrimiento, sobre todo de las personas refugiadas palestinas. Hay que recordar que su autor fue un refugiado desde que tuvo que exiliarse de su tierra, expulsado de su propia aldea", rememora Aranguren.

El mismo Al-Ali contó que creó a Handala en la época en la que vivía en Kuwait como una defensa contra aquella sociedad consumista en la que vivía, y lo definió como "un niño que no es guapo, con el pelo como un erizo, a sabiendas de que el erizo usa sus púas como arma. No es un niño gordo, mimado y acomodado. Es uno de esos niños descalzos del campamento, que me protege de los excesos y de los errores".

En alguna ocasión explicó que había elegido a un niño porque la infancia es el símbolo de la sinceridad, de la inocencia y la verdad: "Es la conciencia que no está dispuesta a ceder. No pierde nada porque es pobre, trabajador y desposeído". El nombre de Handala procede de handal, una planta trepadora con propiedades purgantes que crece en el desierto. Ese niño de diez años, tan solo un poco más pequeño que su autor cuando tuvo que exiliarse, es su alter ego y representa la resiliencia, la conciencia de la verdad, la innegociable dignidad de un pueblo que sufre la ocupación y la discriminación. Al-Ali siempre decía que Handala solo crecería cuando regresase a su tierra.

El dibujante palestino se definía a sí mismo como un "realista alineado con los pobres". Su tierra y su pueblo estuvieron en el centro de sus viñetas, pero con sus denuncias pretendía visibilizar todas las injusticias del planeta. Tuvo la voluntad de ser azote de las clases dirigentes y voz de las personas oprimidas. Para ello denunció la ocupación, el sectarismo religioso, la corrupción, los abusos contra los derechos humanos y el expolio de los recursos naturales. La revista Time dijo de él que "dibuja con huesos humanos", y el diario japonés Asahi lo definió como un artista que "dibuja con ácido sulfúrico".

Sufrió no solo la expulsión de su tierra y la destrucción de la aldea en la que nació -que ya no existe, fue derribada el 1 de mayo de 1948 por fuerzas de la Haganah, milicia sionista y embrión del ejército israelí- sino también la pérdida de personas muy queridas, como su propio mentor y descubridor, el escritor Kanafani, quien murió en 1972 en un atentado con coche bomba perpetrado y reivindicado por los servicios secretos israelíes. En el ataque también murió la sobrina de Kanafani, con 17 años.

El mismo Al-Ali tenía demasiados enemigos "para un artista armado tan solo con un lápiz y un cuaderno". "Nunca fue hombre de partido y, aunque simpatizaba con el Frente de Liberación de Palestina, el grupo marxista y panarabista fundado por el médico cristiano George Habash en 1967, nunca se sometió a disciplina alguna de partido. Quería simplemente expresar el dolor, la amargura, la valentía, el desamparo de los suyos. Y su inquebrantable fortaleza", señala Aranguren.

El 22 de julio de 1987, en Londres, un hombre se le acercó por detrás y le disparó a bocajarro en la cabeza. Ocurrió a las puertas del diario Al-Qabas International, en el que trabajaba. Tras casi cinco semanas en coma, murió el 29 de agosto de ese año en un hospital de la capital británica. La policía inglesa arrestó a Ismail Sowan, quien confesó que había estado trabajando tanto para la OLP como para el servicio de espionaje israelí Mossad. Fue acusado de posesión de armas y explosivos pero no de asesinato, porque no se encontraron pruebas contra él.

Un segundo sospechoso arrestado por Scotland Yard también confesó ser un agente doble. En 2017, 30 años después del asesinato, la policía de Reino Unido reabrió la investigación y desveló que Al-Ali había recibido varias amenazas de muerte en los años que precedieron a su asesinato. [...]

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