Presentación de Iraq bajo la ocupación en la feria del libro de Sevilla

El 22 de mayo, en colaboración con la librería Atrapasueños, la Plataforma de Solidaridad con Palestina y la CEOSI (Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq), se presentó el libro Iraq bajo ocupación: destrucción de la identidad y la memoria por Belén Cuadrado, Carlos Varea y Ahmed Sefiani.

El periodista y escritor Juan José Téllez, que, finalmente, no pudo estar presente, envió la comunicación que reproducimos a continuacióIrak ya no existe. Esa es la principal conclusión que cabe extraer de la lectura de “Iraq Bajo Ocupación”, un libro colectivo editado por Carlos Varea, Paloma Valverde y Esther Sanz y con el que alcanza el noveno número la colección Encuentros de Ediciones del Oriente y el Mediterráneo. Bajo el subtítulo de “Destrucción de la identidad y la memoria”, la portada de la obra que hoy presentamos evoca como símbolo de la situación actual del país la silueta de aquella leona herida, asaeteada por flechas, que podemos contemplar en un célebre relieve asirio del siglo VII antes de Cristo.

En Irak, en la antigua mesopotamia que bascula entre los ríos Tigris y Eúfrates, alguien soñó que estuvo la cuna de la humanidad. Hoy, tras seis años de ocupación, se nos presenta un país devastado no sólo en las carnes abiertas de su población –un millón de muertos, cinco millones de desplazados—sino en sus señas de identidad, desde su vieja cultura en los yacimientos saqueados de Asur y de Nipur, o la cultura cotidiana de las bibliotecas y museos cuyas colecciones han acabado subastadas al mejor postor en los mercados negros del arte, o en la laicidad que, entre sus escasos aciertos, el partido Baaz imprimió a la administración iraquí que hoy se encuentra en manos de lo que aquí se denuncia como “una oligarquía mafiosa y teocrática” que gestiona la renta petrolífera al servicio de intereses foráneos.

Pedro Martínez Montávez, uno de los escritores que participan en esta obra, habla de ocupación y fragmentación sectaria del Maxreq en su conjunto, esto es, la región que aquí tendríamos que llamar Oriente Próximo y que solemos denominar como Oriente Medio porque le hacemos más caso al middle-east de sus colonizadores británicos que a la geografía propiamente dicha. Para su análisis, Martínez Montávez no sólo se remonta necesariamente a la llamada primera guerra del golfo sino a la historia de dicho confín, un espacio de dolor como la América Latina de Simón Bolívar, un territorio que como la América Latina de Eduardo Galeano, también nos muestra eternamente sus venas abiertas.

Martínez Montávez habla de taifismo, de fragmentación de esa identidad unitaria y apunta hacia la dirección a la que probablemente lleven futuros acontecimientos: “¿Hace falta añadir que precisamente Irán es otra pieza clave de la cuestión de iraq, desde un principio, y que seguirá siéndolo? Y no sólo de la cuestión de Iraq, sino de la cuestión global de toda la región, y por lo mismo es pieza clave también en el plan global estadounidense de reordenación neocolonial de toda la zona bajo su dominio”.

Tras la denuncia apasionada de Rosa Regás, que niega que haya justificación posible a la guerra en la que vergonzosamente participó España y a la ocupación que todavía perdura, Teresa Aranguren, a través de un texto titulado “La invasión de los bárbaros”, se centra en la matanza de Mahmudilla, a 12 de marzo de 2006 y en el que ella explica como lo más estremecedor de aquel suceso “no fue la orgía de sangre de unos soldados en el fragor del combate, ni una venganza, ni un acto de locura. Fue una manera de pasar la tarde. Tan sencillo como aplastar una hormiga”.

Así se expresaba de hecho uno de los actores de aquella tragedia, el soldado Steven Green, expulsado del ejército por conducta antisocial: “Vine aquí a matar iraquíes, es de lo que va esta guerra, ¿no?… Matar a esta gente ha sido como aplastar una hormiga”.

Tanto él como otros cuatro soldados jugaban a las cartas y bebían güisqui en una de las tiendas de su base militar y alguien dijo con desgana: “¿por qué no vamos a violar a la chica?”. Se trataba de Abir Qassim al-Janabi, una iraquí de 14 años que fue violada y asesinada junto a sus padres y la hermana pequeña, de cinco años.

“¿Por qué no vamos a violar a la chica?
Hay que prestar atención a esa frase –sugiere Teresa Aranguren–. Imaginar cómo fue dicha en torno a una mesa en la que un grupo de militares estadounidenses mataban su aburrimiento jugando a las cartas.
La barbarie de la ocupación se expresa en la naturalidad con que fue dicha esa frase.
¿Por qué no vamos a violar a la chica?
La chica era Iraq”.

En un análisis audaz que titula “Las reglas del caos”, Santiago Alba desmonta en este libro alguno de los lugares comunes más frecuentes en torno a la guerra, ocupación y resistencia en Iraq, desde el papel de las propias Naciones Unidas al de los medios de comunicación que han contribuido a enturbiar la visión de la ocupación, favoreciendo el espectáculo de una información carente de contexto en donde nos dejamos atrapar por los gags del terror y la tortura, haciendo caso omiso a otros aspectos sustanciales del conflicto, como los pingües beneficios que empresas occidentales están obteniendo bajo tanta barbarie: “Las muertes –afirma—ocurren en Iraq, el obscurecimiento político y moral en todo el mundo”.

Desde el estallido del “Maine” en la bahía de La Habana, que favoreció a finales del siglo XIX la guerra hispano-norteamericana, La Casa Blanca siempre ha buscado pretextos o coartadas para entrar en conflicto o cometer crímenes de Estado con la aquiescencia de la ciudadanía. En Irak ha vuelto a ocurrir. Una de las cortinas de humo para ocultar el interés estratégico fue el de la democratización de la tiranía de Sadam Hussein, que indudablemente lo era. Pero en un cúmulo de despropósitos, se llegó a vincular a dicho déspota con la estructura de Al Qaeda, cuando su partido Baaz no era bien visto por el integrismo por sus coqueteos laicistas.

La escritora y traductora Bahira Abdulatif, que fue profesora de la Universidad de Bagdad, nos recuerda que los últimos gobiernos iraquíes habían aliviado en gran medida el machismo tribal de dicho país, que tras la ocupación vuelve a asesinar mujeres por “el incumplimiento de las estrictas normas religiosas o tribales, que obligan a las mujeres a llevar velo o les impiden acudir a su puesto de trabajo o a la universidad”. Incluso se ha llegado ahora a lapidar a una joven, algo insólito en la historia moderna de Iraq.

“¿Qué es lo que ha cambiado? –se pregunta ella–: la ocupación. El invasor, sin legitimidad moral alguna, está imponiendo por la fuerza, a sangre y fuego, su criterio ‘superior’ y una versión de la ‘cultura y la democracia estadounidenses’ a un pueblo soberano que no lo merece, que no lo necesita y que no lo ha pedido”.

La invasión de Irak, por lo tanto, no se sostiene sólo en intereses comerciales, sino imperialistas. Se está cambiando una identidad colectiva y, para ello, es importante destruir su memoria. Así, en esta obra, Fernando Báez habla de “memoricidio” al denunciar la destrucción de archivos y bibliotecas, mientras Joaquín María Córdoba denuncia cómo se esquilma su patrimonio arqueológico y cultural, en un continúo proceso de destrucción de una conciencia nacional propia, no supeditada a la cultura del imperio.

Lo resume, perefectamente, Hana Abdul Ilah al-Bayati, en el epílogo que cierra este libro colectivo, en aras de un futuro soberano e integrador.

“En su guerra contra Irak –escribe—, Estados Unidos ha pretendido destruirlo como Estado y como nación. El resultado ha sido una clase entera diezmada, la clase media secularizada de Iraq, que había demostrado su capacidad para manejar sus recursos de manera independiente para beneficio colectivo. Estados Unidos ha asesinado a más de un millón de iraquíes al tiempo que ha obligado al exilio a muchos millones más. Estados Unidos se ha embarcado en lo que debe entenderse el genocidio de una civilización, así como en su propio suicidio moral. En nombre de la democracia, Estados Unidos llevó la destrucción al pueblo de Iraq a una escala incomensurable, pero además intentó borrar su identidad, su memoria, su cultura, sus instituciones, su tejido social, sus formas de administración, comercio y vida cotidiana. La fuerza, sin embargo, no se impone con facilidad. La brutalidad del poder y del imperialismo se han puesto al descubierto definitiva y sorprendentemente, al mismo tiempo que el proyecto del Nuevo Siglo Estadounidense (The New American Century) finalmente ha fracasado”. O, al menos, eso esperamos.

El libro también incluye un artículo de Carlos Varea, titulado “Muerte y éxodo, la ocupación y la violencia sectaria en Iraq (2003-2008)”, en el que asegura que “la ocupación de Iraq ha generado la mayor y más rápida crisis mundial de refugiados de las últimas décadas”. Pero mejor, mucho mejor, que nos lo cuente él mismo.

Juan José Téllez


Presentación de Iraq bajo ocupación en la feria del libro de Sevilla 2009

El 22 de mayo, en colaboración con la librería Atrapasueños, la Plataforma de Solidaridad con Palestina y la CEOSI (Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq), se presentó el libro Iraq bajo ocupación: destrucción de la identidad y la memoria por Belén Cuadrado, Carlos Varea y Ahmed Sefiani.

El periodista y escritor Juan José Téllez, que, finalmente, no pudo estar presente, envió la comunicación que reproducimos a continuación.

Irak ya no existe. Esa es la principal conclusión que cabe extraer de la lectura de “Iraq Bajo Ocupación”, un libro colectivo editado por Carlos Varea, Paloma Valverde y Esther Sanz y con el que alcanza el noveno número la colección Encuentros de Ediciones del Oriente y el Mediterráneo. Bajo el subtítulo de “Destrucción de la identidad y la memoria”, la portada de la obra que hoy presentamos evoca como símbolo de la situación actual del país la silueta de aquella leona herida, asaeteada por flechas, que podemos contemplar en un célebre relieve asirio del siglo VII antes de Cristo.

En Irak, en la antigua mesopotamia que bascula entre los ríos Tigris y Eúfrates, alguien soñó que estuvo la cuna de la humanidad. Hoy, tras seis años de ocupación, se nos presenta un país devastado no sólo en las carnes abiertas de su población –un millón de muertos, cinco millones de desplazados—sino en sus señas de identidad, desde su vieja cultura en los yacimientos saqueados de Asur y de Nipur, o la cultura cotidiana de las bibliotecas y museos cuyas colecciones han acabado subastadas al mejor postor en los mercados negros del arte, o en la laicidad que, entre sus escasos aciertos, el partido Baaz imprimió a la administración iraquí que hoy se encuentra en manos de lo que aquí se denuncia como “una oligarquía mafiosa y teocrática” que gestiona la renta petrolífera al servicio de intereses foráneos.

Pedro Martínez Montávez, uno de los escritores que participan en esta obra, habla de ocupación y fragmentación sectaria del Maxreq en su conjunto, esto es, la región que aquí tendríamos que llamar Oriente Próximo y que solemos denominar como Oriente Medio porque le hacemos más caso al middle-east de sus colonizadores británicos que a la geografía propiamente dicha. Para su análisis, Martínez Montávez no sólo se remonta necesariamente a la llamada primera guerra del golfo sino a la historia de dicho confín, un espacio de dolor como la América Latina de Simón Bolívar, un territorio que como la América Latina de Eduardo Galeano, también nos muestra eternamente sus venas abiertas.

Martínez Montávez habla de taifismo, de fragmentación de esa identidad unitaria y apunta hacia la dirección a la que probablemente lleven futuros acontecimientos: “¿Hace falta añadir que precisamente Irán es otra pieza clave de la cuestión de iraq, desde un principio, y que seguirá siéndolo? Y no sólo de la cuestión de Iraq, sino de la cuestión global de toda la región, y por lo mismo es pieza clave también en el plan global estadounidense de reordenación neocolonial de toda la zona bajo su dominio”.

Tras la denuncia apasionada de Rosa Regás, que niega que haya justificación posible a la guerra en la que vergonzosamente participó España y a la ocupación que todavía perdura, Teresa Aranguren, a través de un texto titulado “La invasión de los bárbaros”, se centra en la matanza de Mahmudilla, a 12 de marzo de 2006 y en el que ella explica como lo más estremecedor de aquel suceso “no fue la orgía de sangre de unos soldados en el fragor del combate, ni una venganza, ni un acto de locura. Fue una manera de pasar la tarde. Tan sencillo como aplastar una hormiga”.

Así se expresaba de hecho uno de los actores de aquella tragedia, el soldado Steven Green, expulsado del ejército por conducta antisocial: “Vine aquí a matar iraquíes, es de lo que va esta guerra, ¿no?... Matar a esta gente ha sido como aplastar una hormiga”.

Tanto él como otros cuatro soldados jugaban a las cartas y bebían güisqui en una de las tiendas de su base militar y alguien dijo con desgana: “¿por qué no vamos a violar a la chica?”. Se trataba de Abir Qassim al-Janabi, una iraquí de 14 años que fue violada y asesinada junto a sus padres y la hermana pequeña, de cinco años.

“¿Por qué no vamos a violar a la chica?
Hay que prestar atención a esa frase –sugiere Teresa Aranguren--. Imaginar cómo fue dicha en torno a una mesa en la que un grupo de militares estadounidenses mataban su aburrimiento jugando a las cartas.
La barbarie de la ocupación se expresa en la naturalidad con que fue dicha esa frase.
¿Por qué no vamos a violar a la chica?
La chica era Iraq”.

En un análisis audaz que titula “Las reglas del caos”, Santiago Alba desmonta en este libro alguno de los lugares comunes más frecuentes en torno a la guerra, ocupación y resistencia en Iraq, desde el papel de las propias Naciones Unidas al de los medios de comunicación que han contribuido a enturbiar la visión de la ocupación, favoreciendo el espectáculo de una información carente de contexto en donde nos dejamos atrapar por los gags del terror y la tortura, haciendo caso omiso a otros aspectos sustanciales del conflicto, como los pingües beneficios que empresas occidentales están obteniendo bajo tanta barbarie: “Las muertes –afirma—ocurren en Iraq, el obscurecimiento político y moral en todo el mundo”.

Desde el estallido del “Maine” en la bahía de La Habana, que favoreció a finales del siglo XIX la guerra hispano-norteamericana, La Casa Blanca siempre ha buscado pretextos o coartadas para entrar en conflicto o cometer crímenes de Estado con la aquiescencia de la ciudadanía. En Irak ha vuelto a ocurrir. Una de las cortinas de humo para ocultar el interés estratégico fue el de la democratización de la tiranía de Sadam Hussein, que indudablemente lo era. Pero en un cúmulo de despropósitos, se llegó a vincular a dicho déspota con la estructura de Al Qaeda, cuando su partido Baaz no era bien visto por el integrismo por sus coqueteos laicistas.

La escritora y traductora Bahira Abdulatif, que fue profesora de la Universidad de Bagdad, nos recuerda que los últimos gobiernos iraquíes habían aliviado en gran medida el machismo tribal de dicho país, que tras la ocupación vuelve a asesinar mujeres por “el incumplimiento de las estrictas normas religiosas o tribales, que obligan a las mujeres a llevar velo o les impiden acudir a su puesto de trabajo o a la universidad”. Incluso se ha llegado ahora a lapidar a una joven, algo insólito en la historia moderna de Iraq.

“¿Qué es lo que ha cambiado? –se pregunta ella--: la ocupación. El invasor, sin legitimidad moral alguna, está imponiendo por la fuerza, a sangre y fuego, su criterio ‘superior’ y una versión de la ‘cultura y la democracia estadounidenses’ a un pueblo soberano que no lo merece, que no lo necesita y que no lo ha pedido”.

La invasión de Irak, por lo tanto, no se sostiene sólo en intereses comerciales, sino imperialistas. Se está cambiando una identidad colectiva y, para ello, es importante destruir su memoria. Así, en esta obra, Fernando Báez habla de “memoricidio” al denunciar la destrucción de archivos y bibliotecas, mientras Joaquín María Córdoba denuncia cómo se esquilma su patrimonio arqueológico y cultural, en un continúo proceso de destrucción de una conciencia nacional propia, no supeditada a la cultura del imperio.

Lo resume, perefectamente, Hana Abdul Ilah al-Bayati, en el epílogo que cierra este libro colectivo, en aras de un futuro soberano e integrador.

“En su guerra contra Irak –escribe—, Estados Unidos ha pretendido destruirlo como Estado y como nación. El resultado ha sido una clase entera diezmada, la clase media secularizada de Iraq, que había demostrado su capacidad para manejar sus recursos de manera independiente para beneficio colectivo. Estados Unidos ha asesinado a más de un millón de iraquíes al tiempo que ha obligado al exilio a muchos millones más. Estados Unidos se ha embarcado en lo que debe entenderse el genocidio de una civilización, así como en su propio suicidio moral. En nombre de la democracia, Estados Unidos llevó la destrucción al pueblo de Iraq a una escala incomensurable, pero además intentó borrar su identidad, su memoria, su cultura, sus instituciones, su tejido social, sus formas de administración, comercio y vida cotidiana. La fuerza, sin embargo, no se impone con facilidad. La brutalidad del poder y del imperialismo se han puesto al descubierto definitiva y sorprendentemente, al mismo tiempo que el proyecto del Nuevo Siglo Estadounidense (The New American Century) finalmente ha fracasado”. O, al menos, eso esperamos.

El libro también incluye un artículo de Carlos Varea, titulado “Muerte y éxodo, la ocupación y la violencia sectaria en Iraq (2003-2008)”, en el que asegura que “la ocupación de Iraq ha generado la mayor y más rápida crisis mundial de refugiados de las últimas décadas”. Pero mejor, mucho mejor, que nos lo cuente él mismo.

Juan José Téllez


Sophie Caratini presenta Hijos de las nubes en Zaragoza

[HijosdelasNubes.jpg]
Sophie Caratini, autora de Hijos de las nubes, estará en Zaragoza desde el 15 al 19 de abril. El miércoles 15 por la tarde, acompañada de José Luis Acín Fanlo, Director del Centro del Libro de Aragón, presentará Hijos de las nubes en la librería Cálamo (Pza. San Francisco 4). La mañana del jueves 16 mantendrá un encuentro con chicas y chicos de Secundaria que, participantes en el programa de fomento de la lectura que desde hace años anima Ramón Acín, han leído su obra. El acto tendrá lugar en el marco en la Feria de la Educación Aragonesa que se celebra en esa ciudad del 16 al 20 de ab


La crítica ha dicho de poemas finales. Últimos poemas II (1962-1963)

Más Finales II

Antonio Colinas.

27 de febrero de 2009 - El Cultural

En España hemos tenido una difusión tardía de la obra del poeta turco Nazim Hikmet (1901-1963), aunque guardamos un particular y temprano recuerdo de la versión parcial que el poeta turco-sefardí Solimán Salom -asiduo en las tertulias madrileñas de los años 60- nos ofreció en uno de los selectos volúmenes de la primera etapa de la colección Adonais (Poetas turcos contemporáneos, 1959). Luego llegarían la antología publicada por Visor (1970) y Duro oficio del exilio (Batlló, 1976, preparada sobre la que había hecho el argentino Alfredo Varela). El libro que hoy comentamos es complementario del que Las Ediciones de Oriente había publicado en 2000 (Últimos poemas.I). Estos poemas finales fueron escritos prácticamente durante los dos últimos años de su vida y, bajo este punto de vista, poseen esa significación profunda que sólo puede transmitirnos un ser humano que hizo de la lucha y del testimonio político una razón de ser tan poderosa como su misma poesía.

Nacido en Salónica, en 1901, cuando esta ciudad se hallaba integrada en el Imperio Otomano, Nazim fue hijo de un alto funcionario turco allí destinado. Sus raíces creativas son inseparables de su activismo político, ligado a su pertenencia al partido comunista y, en concreto, a una febril actividad periodística a lo largo de los años 20 y 30, que le llevara a la persecución por parte de las autoridades de su país; primero a breves encarcelamientos y más tarde, en 1938, a 12 años de prisión. Una campaña emprendida por intelectuales de todo el mundo, encabezada por Tristan Tzara, logró su liberación. Vida y obra están, por tanto, traspasadas por la inquietud social, pero lo que el Tzara reconoció como la “resonancia afectiva” de la poesía de Hikmet es lo primordial en su obra: un humanismo directo, sin fronteras, que el poeta aborda desde un lenguaje fuerte y novedoso.

Son estos atormentados (y serenos) poemas finales como páginas de un Diario que el poeta arranca a los lugares que visita (Tallin, Tanganica, Berlín y Moscú). A veces, un solo símbolo -como el árbol del poema “árbol de Año Nuevo”, escrito en Estonia- le sirve para ponernos de relieve un macrocosmo que es consustancial a esta poesía última, y que está hecho a la vez de un lirismo y de un realismo desnudos, en los que “oscuras torres góticas y chimeneas de fábricas” contienden con los símbolos perennes. Son los símbolos que luego, en un poema escrito en Berlín, adquieren nuevos nombres, y que anulan la angustia de la “separación” de la “enferma” que está muriendo en la lejanía.

Como ya sucediera en otro gran poeta testimonial que nunca renunció al lirismo, Pablo Neruda, las miradas de Hikmet tienden a contemplar lo planetario más allá de lo local. Siempre es el realismo el que se revela en sentimientos y figuras comunales. Así, en los 10 poemas-carta que escribe en Dar es Salam, capital de Tanganica, hace una lectura de la realidad a través de la vida cotidiana; aunque en esa sucesión de imágenes, el hilo lírico sea más débil y es la realidad y la Historia la que retorne al poema para intensificarlo y sacudir al lector.

Como otro gran poeta turco del pasado siglo, Ilhar Berk, Hikmet contempló el mundo y los seres humanos con los ojos “bien abiertos y bien jóvenes”. Es esta mirada imperturbable la que observa y pasa la información al pensamiento y al sentimiento del poeta, que, a continuación, denuncian. Pero, al final de su vida son el amor y muerte las que cuentan para un humano; son como su testamento poético al trenzarse en el breve poema último como un resumen de una vida asediada por el dolor: “Me dijo por qué no vienes/ por qué no te quedas/ por qué no sonríes/ por qué no mueres/ He venido/ He quedado/ He sonreído/ He muerto”.

Gotas como racimos de uva

Jaime Siles.

22 de febrero de 2009 - ABCD las Letras - número 891

Lo que caracteriza la lírica del último Hikmet es que la órbita del poema no sigue otro trayecto que el que brota de su propia conciencia y al que una sentimentalidad nada romántica hace transcurrir también por el concreto mapa de su imaginación, haciendo que en sus versos se mezclen muchas cosas y que el intenso tejido que las une sea a la vez único y común -que consista en «echar un cubo al pozo» que su yo lleva dentro y en «sacar agua de él».

No todos sus poemas participan en y de este mismo espíritu: los menos líricos se sirven de determinadas divinidades de la mitología anatolia para, a través de ellas, articular un canto de defensa de la libertad. Son los más políticamente militantes, pero también los que de todo este conjunto despiertan menos interés, ya que sucumben a la fuerza inercial del tópico, y el resultado estético obtenido queda muy por debajo de su noble intención. No otro es el precio que el poema político a menudo se ve forzado a pagar.

Pero la poesía política de Nâzim Hikmet se distingue en que la circunstancia que origina el poema no somete a éste ni a un tematismo fácil ni a un esquema reductor, sino que hace del sujeto que lo expresa -y por tanto también de quien lo lee- una atenta conciencia vigilante, solidaria del dolor de los otros, que ve reflejado también en el propio yo. Hikmet da dimensión poética a la poesía política y logra que el poema supere las limitaciones de dicción que podrían convertirse en su lastre.

Una fotografía en la prensa. «Árbol de Año Nuevo» es un ejemplo de la compleja simultaneidad de lo íntimo, y «Revista militar», una muestra de escritura testimonial. Así lo indica la delicada maquinaria y la perfecta estructuración que lo informa, con la precisa anécdota de la que parte y el conciso desarrollo que su autor le da. Personalmente prefiero el primero de ellos al segundo, pero no puedo dejar de admirar la arquitectura y el tono epigramático de éste, que tiene su origen en una fotografía publicada en la Prensa y que se amplía hasta constituirse en palabra moral.

En Hikmet lo ideológico nunca llega a anular lo estético, que, en su obra, se alimenta de un correlato inteligible. De ahí sus símiles y sus comparaciones siempre claras.
Y es que -como dice uno de sus poemas más líricos y culturalistas- ha «bebido de todas las fuentes de Roma», y eso se nota no sólo en los referentes que utiliza, sino en su respeto a la religiosidad, patente en los versos titulados «Los rostros de nuestras mujeres». Pero su esperanza y su convencimiento son que la poesía sirva «a la causa de la libertad». Así lo expresa en «A los escritores de Asia y África», o en el que dedica a pedir el apoyo internacional a Antoine Gizenga.

Los últimos poemas de Hikmet parecen formarse a partir de dos claves: una de compromiso, y otra, de introspección. La primera genera los textos de carácter más inmediato y que podríamos llamar puntuales; la segunda, en cambio, produce textos que -como «Parece que amé»- se caracterizan por lo inesperado de su desarrollo y lo complejo de su textualidad. Pero, junto a estas dos grandes líneas, hay otras vertientes, en las que abunda el retrato de personas queridas e instantáneas líricas como ésta: «Enormes gotas de lluvia como un racimo de uvas».

Más que la metáfora moderna, Hikmet utiliza -como ya se ha dicho- el símil y la comparación. Lo que facilita el acceso del lector a un sistema referencial coincidente con -o reconocible por- su propio horizonte de expectativa. Pero estos poemas -hay que decirlo- no son en sí un libro ni constituyen tampoco una unidad: tienen -eso sí- la coherencia que la cosmovisión de su autor les otorga, pero sólo esa. Lo que no significa que carezcan de valor en sí: lo tienen como poemas, pero no llegan a configurar su mundo en libro.

Clima de confidencia. Abundan el apunte a vuelapluma, la nota de diario, el dibujo y el trazo, más que los poemas de extenso recorrido; y, sin embargo, hasta en los más breves, hay notabilísimos hallazgos como los que suponen el poema-reportaje y la calidad de su lírica amorosa. En ésta cobra especial relieve su clima de confidencia; en aquéllos, la capacidad del autor para unificar diferentes planos de la realidad y constituirlos en estados de conciencia.

Estos Poemas finales de Nâzim Hikmet completan la fase anterior recogida en Últimos poemas, publicados en el año 2000 también por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, pero tienen, además, otro interés: que Fernando García Burillo explica las relaciones de Hikmet con Hispanoamérica y España, sobre los testimonios de Neruda y Nicolás Guillén, las versiones al vasco, hechas por Gabriel Aresti, y los poemas intercambiados entre el poeta turco y Blas de Otero. Nuestro país fue para Hikmet una referencia: su poema «España», incluido aquí, lo demuestra.


Presentaciones en Barcelona, Madrid y Oviedo

 

PRÓXIMAS PRESENTACIONES

ABRIL 2009

Jueves 16
A las 19:00 h, la escritora Rosa Regàs estará en la librería La Central del Raval (C/Elisabets, 6, Barcelona) acompañada de Jaume Botey, profesor de la UAB y miembro de la PASI (Plataforma per l'Alliberament i la Soberania de l'Iraq), y de Imán Ahmed Jamás, ex directora del Observatorio de la Ocupación en Bagdad, periodista y escritora (autora de Crónicas de Iraq, publicado en 2007 por esta editorial) para presentar el libro colectivo Iraq bajo ocupación. Destrucción de la identidad y la memoria, de cuyo Prólogo, "No hay justificación posible", es autora.

MARZO 2009

Viernes 27
Iraq bajo ocupación. Destrucción de la identidad y la memoria. Bahira Abdulatif y Carlos Varea, dos de los autores de esta obra colectiva, participarán en Oviedo en la presentación del libro y debate en torno al sexto aniversario de la ocupación de Iraq. Inés Illán Calderón, profesora de Filología Clásica de la Universidad de Oviedo, los presentará en el Aula Magna del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo (C/ San Francisco s/n) a las 19:00 h.

El acto ha sido organizado por el Comité por la Causa Árabe y CEOSI, con la colaboración del Vicerrectorado de Extensión Universitaria, Cultura y Deporte de la Universidad de Oviedo.

Jueves 26
Clara Janés, poeta y directora de nuestra coleción de poesía, Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina filósofo y traductor e Inmaculada Jiménez Morell, editora, presentarán, a las 19.30 en la sala María Zambrano del Círculo de Bellas Artes de Madrid, Safo y sus discípulas.


Iraq bajo ocupación

Iraq bajo ocupación, Bahira Abdulatif

La destrucción de la identidad y la memoriaHoy se afirma que la violencia ha disminuido en Iraq y que, tras el triunfo de Barak Obama en EE.UU., es posible la retirada de las tropas extranjeras y la estabilización del país. La realidad es bien distinta: más allá del fin de la ocupación, el legado de la invasión de Iraq es aterrador.
Con cinco millones de desplazados internos y refugiados externos, Iraq sufre la mayor crisis mundial de la Historia reciente. Desde 2003 han muerto más de un millón de iraquíes. Un país extremadamente rico en recursos humanos y materiales se sitúa hoy entre los últimos del mundo en indicadores sociales y entre los primeros en corrupción, pobreza y violencia.
Recuperando una vieja lógica colonial, los ocupantes de Iraq han desmantelado el Estado y sus instituciones, han anulado la memoria histórica y cultural del país, han alentado el sectarismo y el confesionalismo y han favorecido el afianzamiento de corrientes regresivas destructoras de un tejido social antaño bien tramado y muy secularizado. La nueva legislación ha roto el marco jurídico unitario, suprimiendo el concepto de ciudadanía y sometiendo la ley a la religión: una oligarquía mafiosa y teocrática gestiona la renta petrolífera al servicio de intereses foráneos.

Las contribuciones de los autores a este libro colectivo componen un mosaico esclarecedor, el cual permite vislumbrar el terrible presente al que se enfrentan cada día los hombres y las mujeres de Iraq, comprender las claves del conflicto y su trascendencia regional e internacional y conocer las dimensiones concretas del daño causado al patrimonio cultural de la Humanidad en Iraq. Una obra para tomar conciencia de la destrucción premeditada y total de un país y de su sociedad.

Los autores: Bahira Abdulatif es escritora y traductora, y con anterioridad fue profesora en el Departamento de Español de la Universidad de Bagdad; Santiago Alba es escritor y ensayista; Teresa Aranguren es periodista y escritora, y en la actualidad es miembro del Consejo de Radiotelevisión Española; Fernando Báez es director de la Biblioteca Nacional de Venezuela; Hana al-Bayati es documentalista iraquí; Joaquín María Córdoba Zoilo es profesor de Historia de Oriente Antiguo de la Universidad Autónoma de Madrid y dirige excavaciones arqueológicas en Oriente Próximo y Asia Central; Pedro Martínez Montávez es arabista y catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid; Rosa Regàs es escritora; y Carlos Varea es profesor de Antropología en la Universidad Autónoma de Madrid.
Paloma Valverde y Esther Sanz, junto con Carlos Varea, han preparado la edición de este libro, editado con el apoyo de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq.


Mamadú va a morir, Gabriele del Grande

GABRIELE DEL GRANDE: MAMADÚ VA A MORIR

Gabriele del Grande
Mamadú va a morir
el exterminio de inmigrantes en el Mediterráneo

En enero publicaremos este libro en que el periodista italiano Gabriele del Grande denuncia la muerte masiva cada año de cientos de inmigrantes clandestinos en ese mar que antaño fue vínculo de unión entre ambas orillas y que hoy se ha convertido en infranqueable frontera para los africanos que sueñan con escapar de sus miserables condiciones de vida.

Gabriele del Grande nació en Lucca en 1982. Cursó Estudios Orientales en Bolonia y vive en Roma, donde colabora con la agencia de prensa Redattore Sociale. En 2006 creó la bitácora Fortress Europe, observatorio mediático sobre las víctimas de la emigración clandestina. También lleva las bitácoras Roma senza fissa dimora. Diario reportage, Biglietti di viaggio dalla Palestina, Da Casablanca con furore y La notte dei senza dimora (con audio), sobre los vagabundos de Roma.

En 2007 siguió la ruta de los emigrantes en Turquía, Grecia, Túnez, Marruecos, Sáhara Occidental Mauritania, Malí y Senegal, entrevistándose con las familias de los desaparecidos.

Fruto de esta experiencia es el libro que presentamos Mamadú va a morir.

Presentación

No nos hagamos ilusiones. Por muy variada que nos parezca la oferta de las agencias de viaje y por muy abigarrados y coloridos que se nos ofrezcan los mapas, en este mundo sólo se puede viajar en dos direcciones: o contra los otros o hacia ellos. Contra los otros, el así llamado Occidente no deja de organizar expediciones militares y cruceros de lujo, viajes de negocios y rallys espectaculares, operaciones de bolsa y visitas a las Pirámides. El viaje hacia los otros, por el contrario, es sistemáticamente impedido, desacreditado o despreciado.
Bajo el capitalismo globalizador, incompatible con plazas abiertas, asambleas y ágoras, solo hay dos «lugares» antropológicos de inscripción individual: el «pasillo», utopía ultraliberal de la circulación sin obstáculos, y el «muro», que revela su fracaso. En el Pasillo giran sin cesar las mercancías, las armas, la información, el dinero, los turistas. En el Muro se quedan enganchados una y otra vez los pobres, los «terroristas», los inmigrantes. Son estos dos «lugares», apenas porosos, espalda el uno del otro, los que construyen la sensibilidad y el comportamiento de los que están atrapados en ellos. En la experiencia del viaje —contra los otros o hacia ellos— es la dirección del desplazamiento y el medio de transporte, marcas de jerarquía global, los que determinan estructuralmente la autoestima del viajero y su percepción del otro y, por lo tanto, la recepción en destino. Contra los otros, vamos blandamente y reclamando gratitud y recibiendo aplausos; hacia los otros, se va a trompicones y pidiendo disculpas y recibiendo azotes. El turista entra en África como los acuerdos comerciales y las directivas europeas, desde el aire y desde lo alto, en avión o en crucero de lujo, y se comporta —y es tratado— como si procediese de su alma el valor de sus divisas. Al inmigrante se le obliga a entrar en Europa a ras de tierra y por agujeros, como las ratas y los insectos, y tiene que hacerse perdonar, con sumisión y bajos salarios, su irreductible condición animal (y la necesidad que tienen de él).
Bajo el capitalismo globalizador, solo hay ya dos posibles desplazamientos en el espacio, en direcciones opuestas y paralelas: el turismo y la emigración. Aún más: ya no hay ni razas ni sexos ni caracteres; ni españoles ni franceses ni senegaleses ni filipinos; sólo turistas e inmigrantes, relaciones entre turistas, relaciones entre inmigrantes y sordos intercambios desiguales entre turistas e inmigrantes. El turista es turista también en su país de origen porque allí también se limita a mirar y porque la presencia inmigrante, molesta y pruriginosa, lo eleva simbólicamente por encima de su clase y lo disuelve ilusoriamente en un grupo nacional revalorizado por el deseo del forastero. El inmigrante es también inmigrante en su propio país porque también allí es objeto de precauciones y sospechas y se ve ininterrumpidamente separado de los visitantes, sin más pasajes que la astucia o la mendicidad, por muros y policías que confirman la peligrosa exterioridad de los nativos.
Pero la diferencia entre los dos «lugares» —el Pasillo y el Muro— dibuja oposiciones subjetivas cuando menos sorprendentes.
Los turistas son llevados, acarreados, dirigidos y entretenidos; los inmigrantes —como recordaba John Berger— «son los más emprendedores de su generación».
Los turistas viajan encerrados en confortables lager, clientes de su propia prisión; los inmigrantes, hasta que se les encierra por existir, son libres.
Los turistas son consumidores livianos sin raíces, aventados por placeres superficiales de orden canibalístico (devorar viandas, souvenirs e imágenes); los inmigrantes viajan guiados por la nostalgia (el «doloroso deseo de regresar») y por eso, en medio de las dificultades, conservan sus costumbres y sus valores de origen. Llevan el alacrán de la realidad clavado en el cuerpo.
Los turistas visitan; los inmigrantes viajan. Los turistas están siempre llegando a sí mismos; los inmigrantes progresan y arriesgan. «Para ir de Palermo a Túnez» —resume de forma lacerante Gabriele del Grande— «bastan 47 euros, diez horas y un carnet de identidad; el viaje a la inversa puede costar 2000 euros, años de desierto y, a veces, la muerte». Los turistas son, pues, corderos; los inmigrantes, aventureros.
Los turistas, porque tienen papeles, no son «personas», sino puras personificaciones de un Estado soberano que avala su pasaporte y su moneda; los inmigrantes sin papeles (porque se han desecho de los de origen y no han recibido otros en destino), abandonados por su Estados infrasoberanos, cuerpos completamente a la intemperie, son individuos puros. Los turistas son abstracciones colectivas; los inmigrantes, concreciones individuales.
Los turistas, por eso mismo, son locales, nacionales, para-humanos; los inmigrantes son el hombre desnudo y total. La condición universal que Marx atribuía al proletariado la encarnan hoy, y por las mismas razones, los inmigrantes.
Los turistas, en fin, son un poco cómicos; los inmigrantes son épicos.
El viaje contra los otros —a través de las leyes migratorias y los periódicos, de los centros comerciales y la televisión— está tan asentado en nuestra experiencia que somos incapaces incluso de reconocer la incoherencia de nuestro rechazo. Una sociedad que cultiva los refinamientos de la compasión, que ha inventado el colonialismo y la literatura de viajes, que sigue recordando a Marco Polo, a Stanley y a Peary, que admira los relatos de superación y se deja fascinar por las pequeñas epopeyas de nuestros periódicos, ¿por qué no se emociona ante las peripecias de estos aventureros modernos —los únicos que quedan ya— capaces de recorrer varias veces el continente Áfricano, escapar de prisiones, sobrevivir al desierto, combatir el oleaje, para dar de comer a unos niños lejanos o casar a una hermana sin recursos? Una sociedad que juega en bolsa, que elogia el riesgo y la competitividad, que ensalza el individualismo y condena la intervención del Estado, ¿por qué no admira esta expresión máxima —trágica y heroica— de la «iniciativa privada» enfrentada a todos los obstáculos, sobrepuesta a todas las trabas, liberada de todo proteccionismo estatal? Una sociedad, en fin, que descubrió y dice defender los derechos humanos, que valora literaria y cinematográficamente a los rebeldes y los justicieros, que aprueba las «intervenciones humanitarias» en favor de la democracia, ¿por qué no se inclina con respeto ante estos miles de africanos que, arrostrando todos los peligros, jugándose y a veces perdiendo la vida, recorren distancias casi infinitas para entrar en Europa y reivindicar de hecho la Declaración de ddhh de la onu y la igualdad natural entre los seres humanos? Ocurre, como sabemos, todo lo contrario. Las virtudes de los inmigrantes se convierten paradójicamente en ventajas para nuestros mercados y puñales para ellos. Que sean emprendedores, obstinados y aventureros, que sientan nostalgia y tengan raíces garantiza la «selección natural» de nuestra mano de obra semi-esclava, asegura en los países de origen la reproducción de un ejército inmigrante de reserva mantenido por las remesas del exterior (sin gastos sociales para los Estados africanos dependientes y corruptos) y conjura el peligro de revoluciones y cambio políticos «desestabilizadores» en el Tercer Mundo. Que sean individuos puros y hombres desnudos los deja completamente desprotegidos y expuestos a toda clase de atropellos y violencias: precisamente porque son solo humanos carecen de todo derecho.
El resultado es éste: en una dirección hay 160 millones de inmigrantes en todo el mundo que han dejado sus países para levantar casas, recoger cosechas y cuidar ancianos, y nosotros los recibimos a palos. En dirección contraria, hay 600 millones de turistas —casi siempre los mismos— que todos los años van a fotografiar fotografías, reforzar dependencias neocoloniales y desbaratar recursos económicos y culturales y exigen y obtienen a cambio reconocimiento y protección. Los constructores se ahogan en el mar; los destructores van a los países de origen de las víctimas a celebrarlo.
Los turistas y los inmigrantes se cruzan en el camino —hacia arriba y hacia abajo— sin tocarse ni reconocerse jamás, como si viajasen en dos épocas paralelas o perteneciesen a especies diferentes.
Pero finalmente tienen que tropezar.
El 10 de agosto de 2007 tuvo lugar el encuentro fabuloso entre las especies. Una gran nave de lujo, el crucero Jules Verne, de 152 metros de eslora, de 15000 toneladas de desplazamiento y con 470 turistas españoles a bordo salvó a 12 náufragos que flotaban a la deriva después de que se hubiese hundido la frágil patera en la que viajaban. Al menos quince cadáveres fueron recogidos también y trasladados en helicóptero a Malta. Los supervivientes fueron atendidos en cubierta —separados, naturalmente, del pasaje— de graves problemas de hipotermia y deshidratación; algunos presentaban también severas quemaduras, y todos habían escurrido sus últimas fuerzas tratando de mantenerse a flote en medio de las olas. La reacción de los pasajeros fue dispar. Algunos se quejaron de la alteración del programa, de falta de información o de la interrupción de algunos servicios durante las horas que duró la operación de rescate. Otros, en cambio, aceptaron solidariamente el contratiempo y confesaron sentirse impresionados y conmovidos por el acontecimiento. En todo caso —y esto es lo inquietante y revelador— la noticia servida por los periódicos (a partir del despacho original de Europa Press) no era el drama de los inmigrantes sino precisamente la «solidaridad» y la «conmoción» de los turistas: la «aventura» inesperada que les había proporcionado la agencia, casi al final del viaje, y que había que añadir a la anécdota del taxista, a la del vendedor de alfombras y a la del ligón de la Medina. Las declaraciones de una pasajera reflejan muy bien el tono general de los testimonios y el foco de atención escogido por los periodistas, determinante a su vez de la percepción narcisista —viaje contra los otros— de la tragedia ajena: «Fue impactante (la visión de una de las mujeres rescatadas). Gritaba desesperada y lloraba como una Magdalena porque había perdido a su bebé de nueve meses en el agua. Ella lo vio hundirse, fue traumático». Algunas madres consideraban asimismo que la situación de excepción generada en el barco por la presencia de los náufragos podía ser «traumática» para sus hijos y que los «animadores» contratados por la agencia debían haberlos distraído con juegos y espectáculos —cuando quizá era una buena oportunidad para explicar algunas cosas sencillas y terribles a los niños. Ningún periodista, en cualquier caso, se interesó por los náufragos mismos, ni por sus nombres ni por sus peripecias ni por su destino ulterior. Solo a través de las declaraciones de un pasajero nos enteramos de que hablaban correctamente inglés y procedían de Eritrea; y la historia termina felizmente con el alivio de que las autoridades del país aceptasen trasladar a los supervivientes a Malta (cuyos centros de «acogida», verdaderos campos de concentración, han sido denunciados ante el parlamento europeo por las condiciones ignominiosas en las que se mantiene a los reclusos). También por la declaración de un pasajero, que atribuye a esa causa el «descontrol» en el barco, nos enteramos curiosamente de que, además del capitán, Vitali Medvedenko, la mayor parte de la tripulación —es decir, los verdaderos salvadores, ignorados por los medios de comunicación— son asimismo inmigrantes: ucranianos, rumanos, cubanos, contratados por la marca española Cruceros Visión bajo condiciones que tampoco a ningún periodista le parece interesante investigar. La noticia del drama angustioso de unos inmigrantes salvados de la muerte por otros inmigrantes se convierte así en la hazaña de unos turistas españoles solidarios que aceptan retrasar unas horas su programa de ocio organizado y a los que «conmociona» deliciosamente esta experiencia adicional; es decir, una humana y refrescante noticia veraniega que acepta como natural y casi ecológico el flujo de turistas e inmigrantes en direcciones opuestas y con medios injuriosamente desiguales y que reivindica como simpática y emocionante la rara intersección entre las dos corrientes paralelas.
Dos días antes, el 8 de agosto del 2007, siete pescadores tunecinos habían salvado a 44 emigrantes naufragados a 14 millas de la isla italiana de Lampedusa. Atendiendo a la petición de socorro del capitán Yenzeri, cuatro patrulleras italianas acudieron al encuentro del barco de pesca. Una vez en Lampedusa, los pescadores no fueron recibidos como héroes ni entrevistados por periodistas encandilados por la solidaridad de los tunecinos. Fueron detenidos, encarcelados durante 32 días —sin poder siquiera telefonear a sus familias— y están ahora a la espera de un juicio por «favorecimiento de la inmigración clandestina» que les puede costar entre 1 y 15 años de cárcel. Cumplieron con las leyes del mar y de la humanidad, que obligan a socorrer a los náufragos, y chocaron con las leyes de la ue, que prohíben la compasión. De esta noticia, que recoge precisamente Gabriele del Grande en uno de los informes mensuales de Fortaleza Europa (fortresseurope.blogspot.com), el observatorio que él mismo fundó en 2006, se pueden extraer dos conclusiones. La primera, en efecto, es que la división turista/inmigrante es tan estricta y funcional que, mientras que los turistas son siempre inocentes y a veces hasta solidarios, los solidarios africanos son siempre «inmigrantes» o —valga decir— sospechosos, lo que revela sin duda —y alimenta— el nuevo racismo estructural dominante en Europa. La segunda conclusión es de orden material y humanitario y la expone el propio del Grande en el citado informe:
En cualquier caso, el daño está hecho: en la mar ha corrido la voz. En más de una ocasión, náufragos supervivientes han denunciado la indiferencia de pesqueros y barcos mercantes frente a botes que se iban a pique. Ahora, por más que absuelvan a los 7 tunecinos, ¿quién se atreverá a socorrer a nadie si el precio son años de prisión o el secuestro de su barco? Es una cuestión de hondo calado, pues sin el auxilio de los pescadores el mar se cobrará muchas más víctimas.
¿A quién le importa? Si la compasión es un delito, la indiferencia es legal; y pronto, por este camino, la agresión será una hazaña.
Italia, vanguardia hoy de la decadencia fascistizante de Europa como otrora lo fuera de la emancipacion y la lucha, conserva sin embargo una tradición de riguroso periodismo comprometido que contrasta con la mansedumbre frívola de nuestros medios de comunicación. Así, en los últimos años, algunos libros imprescindibles han tratado de emprender ese viaje hacia los otros que el turismo mediático obstruye y desprecia por igual para abordar desde el otro lado la dura experiencia de la emigración: el estremecedor I fantasmi di Portopalo, de Giovanni Bellu, el brillante A sud di Lampedusa, de Stefano Liberti y este acusador Mamadou va a morir, que aquí presentamos y del que es autor el joven y valiente periodista italiano Gabriele del Grande. Lo que hace del Grande es lo contrario que los cronistas españoles de la «aventura» del Jules Verne: localiza muy bien el verdadero lugar de los acontecimientos y el verdadero acontecimiento. El lugar de los acontecimientos es la patera hundida y no el crucero de lujo; el verdadero acontecimiento es la muerte evitable de quince eritreos y no la impresión que ésta produce en 420 turistas traumáticamente separados durante unos minutos de sus martinis y sus cervezas. Para localizar el lugar de los acontecimientos y el verdadero acontecimiento basta un mínimo de decencia humana; para ocuparse de ellos hace falta un esfuerzo adicional que pocos periodistas están dispuestos a acometer y muy pocos periódicos —mitad por ideología, mitad por economía— a financiar. El viaje contra los otros y el turismo mediático se imponen también —y configuran fatalmente las conciencias— porque cuestan menos trabajo y menos dinero que la exploración de la realidad y el dolor que la acompaña.
Gabriele del Grande tiene el mínimo de decencia humana para localizar una noticia y el coraje profesional, cada vez más raro, para contarla. A lo que antes se llamaba sencillamente «periodismo» hoy lo llamamos «periodismo comprometido». Comprometido con su trabajo, comprometido con la decencia humana, del Grande sabe que el lugar de los acontecimientos no es una patera aislada cerca de Malta, sino todo el mar Mediterráneo y parte del Atlántico y África entera y todo el tercer Mundo y la Europa candada y arrogante y el capitalismo globlizador que determina una severa cartografía del sufrimiento humano. Y sabe que el verdadero acontecimiento no es la muerte de 15 eritreos y el encarcelamiento de 12 en los lager de Malta, sino la masacre de al menos 1581 seres humanos solo en el año 2007 y la reclusión, tortura y abandono de cientos de miles de ellos en campos de concentración y desiertos en Europa y en el norte de África: eso, pues, que sin ninguna exageración el teólogo Franz Hinkelammert ha definido como un «genocidio estructural».
¿Quiénes son, cómo se llaman, de dónde vienen, con qué medios, por qué motivos, cuánto tardan, cuánto les cuesta, cuánto ganan las empresas europeas expulsándolos de sus tierras, cuántos mueren, cuánto paga la Unión Europea para matarlos, cuánto cobran sus sicarios dictatoriales —Senegal, Mauritania, Marruecos, Túnez, Libia— por ayudarlos en el exterminio? Empeñado en encontrar respuestas a estas preguntas, del Grande siguió durante meses las cambiantes rutas migratorias —de Senegal a Turquía, del Sahara Occidental a Túnez— para escuchar a estos «aventureros» (el nombre que se dan a sí mismos) que no pueden redactar diarios de viaje ni publicar sus propios periódicos.
En la escena final de Capitanes intrépidos de Kipling, el alcalde de Gloucester lee frente al silencio emocionado de sus ciudadanos los nombres y edades de todos los pescadores muertos durante el año, agradecimiento de los vivos y supervivencia honorable de los náufragos. En lápidas e inscripciones se recuerdan los nombres de los muertos de la primera y segunda guerra mundial y en el museo del Holocausto se recoge la lista de las víctimas judías del nazismo. Todos los años se reproduce y se recuerda el elenco minucioso de los muertos el 11-s en las Torres Gemelas. Ninguna lista conserva, en cambio, el nombre de los cuerpos anónimos ahogados en el Mediterráneo y en el Atlántico o desaparecidos en el desierto del Sáhara mientras trataban de llegar a Europa. Algunos de ellos engrosan la serie potencialmente infinita de los número; de otros, ni nombre ni cifra ni cuerpo, solo queda la sospecha de su existencia y la sospecha de nuestra miseria.
Pero hay una lista que quizás sí podría hacerse. Una muy parecida a ésa, estremecedora y brutal, que el 11 de septiembre de 1973 la junta militar chilena leía por la radio tras el golpe de Estado de Pinochet: la de los ciudadanos a los que, a lo largo de los meses y años siguientes, la dictadura iba a matar. Podríamos nosotros recoger los nombres vivos y calientes que aparecen en las páginas del libro de Gabriele del Grande y colocarlos en fila e irlos llamando, uno por uno, al paredón:
Mamadú va a morir.
Romeo va a morir.
Marcel va a morir.
Babakar va a morir.
Paulin va a morir.
Michael va a morir.
Hamdi va a morir.
Y así sucesivamente.
«Los que van a morir te saludan», proclamaban los gladiadores esclavos antes de emprender el combate. Los que van a morir nos acusan. El libro de del Grande demuestra sin margen de error ni escapatoria retórica que hay «una guerra mundial contra los pobres» y que nosotros combatimos en ella.
Por eso, porque somos también pasajeros en este viaje contra los otros que viajan hacia nosotros, no quiero dejar de reproducir las palabras que escribió John Berger en un bellísimo y doloroso libro sobre la emigración publicado hace 35 años; es decir, cuando eran todavía los italianos, los españoles, los portugueses los que dejaban sus tierras para construir las casas de los suizos y los alemanes (cuando —como dice el título de un libro de Gian Antonio Stella— «los albaneses éramos nosotros»):
La justicia o injusticia de un sistema social sólo pueden juzgarse relacionándolas con el ser total del hombre: de otra forma lo único que puede decidirse sobre ese sistema es si resulta eficaz o no. El principio de la igualdad es un principio revolucionario no sólo porque desafía la existencia de jerarquías, sino porque afirma que todos los hombres son iguales en su plenitud. Y lo contrario es igualmente cierto: aceptar la desigualdad como natural es convertirse en un ser fragmentado, es no concebirse a uno mismo más que como la suma de un conjunto de conocimientos y necesidades.
Viajar hacia los otros o contra ellos es una decisión de la que no depende solo la vida de miles de africanos, asiáticos y latinoamericanos: de ella depende también nuestra propia dignidad de humanos civilizados; es decir, la supervivencia misma del planeta: de sus rosas, sus pájaros, sus leyes y sus hombres.
Santiago Alba Rico


Nâzim Hikmet: Poemas finales

 

 

 

Por fin en otoño verá la luz el segundo volumen de los últimos poemas del gran poeta turco en el que se recogen los que escribió en los dos últimos años de su vida:
Poemas finales (Últimos poemas: 1962-1963)

Incluimos a continuación una selección de algunos poemas, en traducción del turco de Fernando García Burillo y Çagla Soykan

 

***
Me he bañado en todas las fuentes de la ciudad de Roma
con los niños de la calle las monedas de cobre los turistas
y Lucrecia Borgia entre barcos y peces de piedra
me he bañado en todas las fuentes de la ciudad de Roma
he montado a la grupa de todos los caballos de la ciudad de Roma
caballos de mármol, caballos de bronce con los niños
de la calle y con Espartaco
en calesa con los turistas
he montado todos los caballos de la ciudad de Roma
He bebido de todas las fuentes de la ciudad de Roma en sus plazas en sus patios y en sus esquinas
unas tienen velas encendidas en sus aguas
las aguas de otras se vierten del sol
Acompañado de Dante, Gramsci, los obreros de Milán,
los artesanos judíos y los niños de la calle
he entrado en la basílica de San Pedro y en las botellas de coca-cola
he visto la películas de Antonioni
y también los cuadros del camarada Gutuzo
He bebido de todas las fuentes de la ciudad de Roma.

1962

***
enormes gotas de lluvia como un racimo de uvas en el día
de tu cumpleaños
me detuve ante ti sorprendido y empapado
eras un árbol con una copa de oro
en medio del mar
vengo hasta ti desde mis primeros sueños adolescentes
tu eres la fruta más dulce la palabra más inteligente la calle
más humana que esta ciudad me ha dado
eres mi viento soleado
mi mujer sus cabellos son de un dorado trigueño azules
sus pestañas

Moscú, mayo de 1962

BAJO LA LLUVIA
Con pies diminutos y verdes caminaba la primavera bajo la lluvia
por el asfalto de Moscú
se había quedado atrapada entre ruedas motores telas pieles y piedras
aquella mañana mi cardiograma era pésimo
la esperada llegará un día a la hora menos esperada
vendrá sola sin la compañía de los que ya se fueron
el primer concierto de Chaikovski sonaba bajo la lluvia
subirás las escaleras sin mí
hay un clavel en el balcón del último piso
con pies diminutos y verdes caminaba la primavera bajo la lluvia
por el asfalto de Moscú
te has sentado frente a mí no puedes verme y sonríes a una lejana
tristeza que fuma
las primaveras te llevan lejos de mí a otros lugares
un día tal vez no vuelvas y te pierdas bajo la lluvia.

Moscú, 6 de mayo de 1962.

***
El sol y los gritos de los niños en los globos rojos amarillos y verdes
el cielo con sus luces azules
quién iba a decir que mi historia terminaría así
he entrado en la estación de las lluvias en la estación de las poesías tristes
esperas algo pero no de mí
las palabras se quedan entre nosotros sin poder alcanzarnos
en los globos rojos amarillos y verdes el sol y los gritos de los niños
cansados y desesperanzados contemplamos nuestras palabras

Moscú, 11 de mayo de 1962.

ESPAÑA
Hermano mío, Blas de Otero,
he escrito una poesía en respuesta a la tuya,
pero ahora te envío otra más digna de ti*

Algunos de nosotros ya tienen sesenta otros más otros hace mucho
que no son más que un puñado de huesos
España es nuestra juventud
España es una rosa de sangre abierta en nuestro pecho
España es nuestra amistad en la oscuridad de la muerte
España es nuestra amistad a la luz de la invencible esperanza
y los grandes olivos desgarrados y la tierra amarilla y la tierra roja
y agujereada
algunos de nosotros ya tienen sesenta otros más otros hace mucho
que no son más que un puñado de huesos
Madrid cayó en el 39
desde entonces hasta hoy por cuántas cosas agradables o tristes
ha pasado la humanidad
en el 39 cayó España
en el 62 de las minas de Asturias nos llega su voz colérica y cálida
la luz de nuestra esperanza no puede ser vencida en Bilbao
España fue nuestra juventud España es nuestra juventud
España es nuestro destino

Moscú, 20 de mayo de 1962

* Esta dedicatoria, que no aparece en las ediciones turcas, fue dada a conocer por la revista l'Europa letteraria (nº 17, octubre de 1962, p. 51-52), que publicó el poema bajo el título "Poesia-lettera per Blas de Otero", parafraseando las "Cartas y poemas a Nâzim Hikmet" del poeta vasco. El poema llegó a la revista por medio de Joyce Lussu, la traductora de los primeros libros de Hikmet al italiano, que trajo el manuscrito de Moscú, donde se había entrevistado con el poeta. Agradezco al profesor Giampiero Bellingeri, de la Universidad de Venecia, el envío de la fotocopia del poema, tal y como apareció en Europa letteraria, y a Sabina de la Cruz, que se molestara en confirmar, a través de la correspondencia entre Blas de Otero y Elena Clementelli, su traductora al italiano, la exactitud de la dedicatoria (N.T.).


Adonis en Madrid

"El amor es el único motor de cambio"

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El poeta Adonis presenta el ensayo Sufismo y surrealismo

El Público

PAULA CORROTO - Madrid - 20/10/2008 21:41

Adonis (Siria, 1930) es el poeta del amor. De la pasión provista de un deseo carnal tan profundo que arroja al individuo en otra dimensión. Más cósmica, más universal. Su poesía es un canto al amor casi intelectual.

Ali Ahmad Said Esber –su verdadero nombre– es también hoy, según la crítica, el gran poeta de las letras árabes vivo. Más aún desde la muerte el pasado agosto de Mahmud Darwish, su antagonista poético. Sin embargo, él nunca ha estado demasiado de acuerdo con esa etiqueta. Laico, panarabista y universal, siempre ha abogado por la interculturalidad, por una poesía despojada de todo localismo. Fuera poemas de cortijo.

Precisamente, este jueves exaltó ambas características –el amor y la universalidad– durante la presentación en Madrid de su ensayo Sufismo y surrealismo (Ediciones del Oriente y el Mediterráneo), enmarcado en una jornada sobre el diálogo entre Europa y el Mediterráneo en la que también se presentó un nuevo número de la revista Quaderns de la Mediterrània.

“El sufismo –el misticismo de los musulmanes– siempre se ha asociado a la religión, pero va mucho más allá. Es un método de conocimiento y vida, por eso es también un surrealismo avant la lettre”, explicó el poeta. Y acto seguido relacionó esta corriente con su particular visión del amor: “El sufismo me interesa porque, para él, el amor es el núcleo fundamental del mundo, de ahí que la mujer sea tan importante en la mística. Es la que indica el camino para llegar a Dios”.

En esta época donde el integrismo islámico ha cobrado tanta fuerza en los países árabes, la voz de Adonis, un poeta tan contrario a la politización del arte –“Ya se ha demostrado que no puede cambiar la sociedad”, argumentó–, también tiene cabida. Según él, “es evidente que hay regímenes que están instrumentalizando la poesía para explicar la verdad que ellos quieren dar a conocer. Pero yo creo que esto es toda una falsedad, puesto que la poesía comprometida nunca ha hecho nada por la sociedad, ni siquiera por la poesía”

No al integrismo

Así, para Adonis, si existe una capacidad transfomadora en la composición poética, ésta reside en su potestad para crear el amor y la belleza. “Son los verdaderos motores de cambio de cualquier realidad. A través de ellos, se transforma la visión que uno tiene del otro”, adujo. Por eso sigue siendo necesaria y útil. Asimismo, esta visión entronca con la del misticismo, puesto que para el poeta, “éste no sólo establece un diálogo con el otro, sino una complementaridad: yo no puedo vivir sin el otro”. Las antípodas, a su vez, de todo tipo de integrismo.

Con su capacidad para el amor, la poesía se convierte, además, en el auténtico canon de la igualdad. “Mucho más allá de la tolerancia, ya que esta indica siempre una forma de poder: yo tolero que tú hables, por ejemplo. En el amor desaparece toda desigualdad”, señaló. Considerado un rupturista por sus composiciones cercanas a la forma de la prosa, Adonis admitió esta cualidad por una razón: “La gran poesía siempre es rupturista, porque va más allá de todos los géneros. En realidad, es el gran contenedor de géneros”.

Más artículos:

http://www.larazon.es/75664/noticia/Cultura_y_Espectáculos/«La_tolerancia___es_otra_forma____de_racismo,_la_poesía_va_más_allá»,_dice_Adonis


Poesía: Palestina rinden homenaje a Fadwa Tuqan

Los palestinos conmemoran el centenario de su gran poetisa, Fadwa Tuqan, una gran luchadora por su país y sus derechos como mujer.

Para muchos palestinos, Fadwa Tuqan es más que una poetisa: es el símbolo de la resistencia y el orgullo palestino. Ella es la encarnación de la fuerza espiritual de Palestina a pesar de las pérdidas que han sufrido.

Tuqan, nació en 1897 en Nablus, Cisjordania, vivió la Nakba (Catástrofe) de 1948, la guerra de 1967 y la primera Intifada de 1987. Su participación en la lucha nacional fortaleció su escritura, convirtiéndola en una de las poetisas más famosas de Palestina y del mundo árabe.

En uno de sus poemas más conocidos, "Anhelo", expresó su sensación de pérdida e ira en un estilo que el general israelí, Moshe Dayan, describió como capaz de crear 10 combatientes de la resistencia con un solo poema.

La famosa poetisa nació en una familia prominente pero tradicional, donde las costumbres palestinas le impidieron continuar su educación después del quinto grado. Entonces estudió en casa, junto con su hermano, el famoso poeta  Ibrahim Tuqan. Publicó su primer libro de poesía cinco años después de la muerte de su hermano en 1941 y lo llamó "Mi Hermano, Ibrahim", un homenaje al gran poeta y devoto hermano, quien mediante cartas había continuado enseñándole desde Beirut, donde trabajó como profesor.

Continuó publicando sus libros de poesía durante las siguientes dos décadas, en su estilo enérgico y cargado de emociones que reflejaba su propia experiencia de lo que los palestinos estaban pasando: pérdida, tristeza, soledad, ira, resistencia y orgullo palestino. En la década de 1960, se convirtió en una estudiante una vez más, estudió literatura inglesa en la Universidad de Oxford. Sus obras fueron traducidas al inglés en la década de 1980, obteniendo fama internacional y premios literarios como el Premio Al Owais de poesía de los Emiratos Árabes Unidos   en 1988-89. Publicó "Una autobiografía: un viaje montañoso" en 1990.

Tuqan murió el 12 de diciembre de 2003, durante el apogeo de la intifada de Al-Aqsa, mientras que Nablus, su ciudad natal, estaba sitiada. Su último poema, "Anhelo", citado anteriormente, fue escrito mientras estaba postrada en cama y con una profunda tristeza por su ciudad natal.

La autora al-Mutawakkil Taha, que ha publicado libros tanto sobre Ibrahim como de Fadwa, explicó a Al-Monitor que su vida era su trabajo y viceversa: "La vida de Fadwa se asemeja a la vida del pueblo palestino y la revolución palestina, en su capacidad para ponerse de pie una y otra vez para exigir los derechos de los palestinos".

Añadió que: "Ella vivía en una sociedad conservadora que prohibía a las jóvenes obtener una educación y participar plenamente en la vida, pero pudo educarse y aprender a través de sus propios esfuerzos, demostrando su excepcional capacidad para romper barreras sociales y políticas".

Entre marzo de 2017 y marzo de 2018, los ministerios de cultura y educación de Palestina, junto con diversos grupos culturales y literarios, organizaron y planificaron una serie de eventos para conmemorar el  centenario de Tuqan. Los eventos del Ministerio de Cultura alcanzaron su clímax en noviembre, ya que la poetisa nació antes de la Declaración Balfour en noviembre de 1917.

Al conmemorar el centésimo año del nacimiento de Tuqan, el ministerio espera llamar la atención sobre otros pensadores, escritores y poetas de su época, explicó Huda Hajju,  jefe del comité que conmemora el centenario. Describen el proyecto como "una forma de honrar a los pioneros palestinos de la cultura y la iluminación".

Hajju agregó que, "durante los próximos 15 años dedicaremos cada año a un poeta, escritor o pensador nacido hace más de 100 años que influyó en la vida cultural y literaria de Palestina"

La elección de Tuqan como la primera que se celebra se debe tanto a su fama como poetisa, como que el año 2017 coincide con la celebración del 100 aniversario de su cumpleaños. Añadió que Tuqan era una poetisa que desafió todos los obstáculos sociales y políticos que enfrentaba, demostrando que la poesía, la literatura y la cultura eran formas efectivas de resistencia.

Los ministerios de cultura y educación organizaron estos eventos en cooperación con organizaciones de la sociedad civil de diferentes municipalidades y gobernaciones y con centros literarios y culturales de varias ciudades, destacó Hajju.

El Ministerio de Educación ha organizado varios eventos para contar la historia de Tuqan a los estudiantes. El titular de actividades estudiantiles y portavoz del ministerio, Sadeq al-Khadour, indicó que el ministerio organizó una serie de eventos en cada uno de los establecimientos educacionales en noviembre. "Designamos el día de la poesía en cada escuela, dedicada a la poesía de Tuqan", explicó. "Se realizaron foros en cada escuela secundaria que incluían charlas de escritores y críticos que analizaban su vida, así como también viajes estudiantiles a la casa y el vecindario donde vivía y tour a los lugares mencionados en su poesía".

El ministerio también hizo grabar dos poemas de Tuqan en un CD junto con un libro infantil sobre su vida.

Taha recalcó que es importante arrojar luz sobre las vidas de escritores y poetas  como una forma de revivir la cultura palestina y resistir a los intentos de eliminarla o tergiversarla. La atención a los poetas de generaciones pasadas muestra que Palestina tiene raíces profundas y que las falsas afirmaciones de Israel no pueden aniquilar a esta gente y su cultura, comentó.

"Las generaciones jóvenes no conocen muchas de sus propias historias y parece que tienen poco conocimiento de las generaciones pasadas", dijo. "Estos esfuerzos son una forma de revivir la memoria colectiva palestina, para que los palestinos conozcan su herencia cultural, lo que les ayudará a permanecer y resistir a la ocupación y sus intentos de disolver la identidad y personalidad palestinas".

También reconoció la importancia de los esfuerzos del ministerio y otras instituciones para contar la historia de Tuqan, y subrayó que se necesitan más iniciativas de este tipo. "Necesitamos muchos mecanismos diferentes para elevar y mostrar la  creatividad y el patrimonio palestinos y llevar nuestros modelos creativos a la corriente principal", concluyó Taha.


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Sobre el autor: Aziza Nofal es periodista de Nablus. Vive y trabaja en Ramallah como reportera independiente para sitios web árabes y regionales. Se graduó en el año 2000 del departamento de medios y periodismo en la Universidad Nacional de Al-Najah y recibió su maestría en estudios israelíes en 2014 de la Universidad Al-Quds. Ahora trabaja en el campo del periodismo de investigación en Palestina y en cooperación con los Reporteros Árabes para el Periodismo de Investigación (ARIJ), una organización con sede en Amman, Jordania.

Fuente: Palestinians pay homage to poet Fadwa Tuqan

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Fuente: Aziza Nofal, Al Monitor / Traducción: Palestinalibre.org