Amor, sexualidad y matrimonio en el islam por tierras africanas

La Fundación Premio Convivencia de Ceuta invitó a nuestra editorial a participar en la Feria del Libro de aquella ciudad autónoma y presentar el libro de Waleed Saleh, Amor, sexualidad y matrimonio en el islam. Waleed estuvo acompañado por Rocío Valribera Acevedo, encargada del Archivo General de Ceuta e Inmaculada Jiménez Morell, representando a ediciones del oriente y del mediterráneo.

En Tetuán, coincidiendo con el congreso internacional "El diálogo de las culturas cristiana y musulmana en el marco de la Alianza de Civilizaciones" y con la Fête du Livre, Waleed Saleh presentó en el Instituto Cervantes de esa ciudad su libro. En esta ocasión compartieron mesa con el autor Luis Moratinos, director del Instituto, y Juan José Tamayo, teólogo, profesor de la Universidad Carlos III.

 


Apartheid contra el pueblo palestino

Con este informe, nos sumamos a la conmemoración del 62 aniversario de la NAKBA  de los palestinos (el desastre de 1948-49, que supuso la partición de su país y el éxodo de un elevado número de ellos).
APARTHEID CONTRA EL PUEBLO PALESTINO
Informe elaborado por
Luciana Coconi
Nota preliminar de
David Bondia
Presentación de
Raji Sourani
 El objetivo de este informe es dilucidar si la hipótesis de la que parte su autora, la existencia de apartheid contra el pueblo palestino, se confirma. Para ello, Luciana Coconi lleva a cabo un análisis exhaustivo de toda la normativa que sobre los derechos humanos ha ido generando el derecho internacional, contrastándola con la legislación que se aplica en Israel y los Territorios Palestinos Ocupados. El resultado pone de manifiesto, como señala David Bondia en su nota preliminar, «no solo la discriminación que sufre el pueblo palestino, sino también el plan de negación y respeto de su dignidad como seres humanos, lo cual tiene una catalogación jurídica concreta: crimen de apartheid».
«A pesar de las diferencias, se pueden encontrar muchas similitudes entre la realidad de la Palestina posterior a 1948 y la situación anterior a 1990 en Sudáfrica. Como la autora muestra claramente en este libro, la política oficial de Israel desde la Nakba ha sido profundamente discriminatoria, violando incluso las normas más elementales del derecho internacional sobre derechos humanos. En él se detalla minuciosamente la manera en que Israel ha institucionalizado un régimen de opresión, dominación y discriminación contra el pueblo palestino».

de la Presentación de Raji Sourani, director del Centro Palestino de Derechos Humanos de Gaza


PRIMAVERA 2010

La primavera nos llega de la mano de Amor, sexualidad y matrimonio en el islam, el último ensayo de Waleed Saleh. El autor nos acompañará en su presentación en la Carpa de la Feria del Libro de Sevilla el día 13 de mayo a las 19:30 h.
Waleed Saleh
AMOR, SEXUALIDAD Y MATRIMONIO
EN EL ISLAM

El obje tivo del libro es arrojar luz sobre un gran número de aspectos desconocidos -sexualidad, homosexualidad, ablación sexual femenina, matrimonio, hiyab, adulterio, divorcio...- de la cultura islámica, además de tratar de corregir opiniones erróneas y estereotipadas con respecto a ella, aportando datos e informaciones de primera mano sobre conceptos y prácticas arraigadas en algunas sociedades del mundo árabe y musulmán que están en cierta medida fuera del alcance de la mirada occidental. Temas que se consideran tabúes para la investigación, como por ejemplo los diferentes tipos de matrimonio secreto que se practican en un ambiente hermético y alejado de investigadores y medios de comunicación.

Waleed Saleh Alkhalifa nació en Iraq en 1951, en la ciudad fronteriza de Mandali, destruida y abandonada por sus habitantes durante la Guerra entre Irán e Iraq. Es licenciado en Filología Árabe por la Universidad de Bagdad. En 1978 se vio obligado a abandonar su país y se exilió primero a Marruecos y luego a España en 1984, donde se doctoró por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), en la que actualmente ejerce la docencia como profesor. Ha traducido al árabe a Gabriel García Márquez, así como obras de autores árabes al español. Es autor de varios libros de didáctica de la lengua árabe y de Siglo y medio de teatro árabe (2000), Cuentos tradicionales árabes (2003), Irak: invasión, ocupación y caos (2005, VV.AA.) y su más reciente El ala radical del Islam: el Islam político realidad y ficción (2007). Es colaborador habitual de los medios de comunicación  de España y del mundo árabe.

Ficha técnica: - Autor: Waleed Saleh Alkhalifa - Título: Amor, sexualidad y matrimonio en el islam - Coeditado con la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo - Colección: «el collar de la paloma», 8 - Nº páginas: 240 -  ISBN: 978-84-96327-75-7 - PVP: 17 euros


Acto de presentación en Madrid: "La cruzada de los niños"


En su intervención en la presentación de La Cruzada de los niños en la Residencia de Estudiantes de Madrid, Florina Ilis, nos desveló la génesis de su novela:

"Me hallaba en la estación de Cluj-Napoca a punto de subir al tren de Bucarest. Al lado, estaba preparado para salir otro tren especial para Novadari, un lugar de vacaciones a orillas del Mar Negro donde los escolares suelen ir de campamento. El bullicio del andén está descrito en las primeras páginas del libro. Al mirar entonces a los niños y los padres que los acompañaban, me pregunté qué pasaría si... Es así como comienzan los cuentos, ¿verdad? ¿que pasarÆa si estos niños provocaran jugando una pequeña guerra que, poco a poco, se convirtiera en una guerra de verdad de los niños del planeta contra los adultos? Durante el viaje a Bucarest –que dura una 7 horas–, empecé a imaginar escenas de ese juego de los niños, que, en primer lugar, se apoderan del tren, y, luego, las cosas se complican, porque el juego llega a convertirse en una verdadera Cruzada. Una vez finalizado el viaje, la idea de la novela se fue haciendo cada día más clara. Recordé después el controvertido evento histórico ocurrido en 1212 y conocido como la Cruzada de los niños y empecé a leer libros sobre ella. Hay en mi libro referencias inter-textuales a la simbología de esta historia  casi mitificada por la conciencia colectiva del tiempo. Por último, empecé a trabajar asiduamente en la novela, pero sin una continuidad rigurosa. Al tratarse de una imagen de la Rumanía contemporánea, tuve que observar todo lo que ocurría en el país, en el plano político y en el social. (...)
Construí una historia posible a la que presté la cara de la realidad, y así nació La Cruzada de los niños. En literatura, los mecanismos y los componentes de la realidad pueden desmontarse y reordenarse en variantes infinitas y totalmente funcionales. Lo único que se precisa es que funciones. Y La Cruzada de los niños ha funcionado.
Personalmente considero que un escritor auténtico tiene que tener la capacidad de conocer a sus personajes antes de describirlos, conocimiento que es posible si se conoce el mundo donde vive. Los personajes de La Cruzada de los niños vienen directamente de nuestro mundo, los encontramos diariamente en situaciones vitales, más o menos similares a las de la novela. No los inventé yo. Lo único que hice fue favorecerles su entrada en la escena de mi ficción. Una vez llegados ahí, empezaron a reaccionar según su manera de ser. No tuve ningún poder sobre ellos.
Por otra parte, creo que la realidad funciona como un plano fijo con coordenadas exactas, sobre cuya pantalla los escritores proyectan sus personajes y los acontecimientos descritos. La realidad del texto funciona al compás, casi imposible de describir, de unos procesos concomitantes e imprevisibles que ocurren y que determinan, a veces arbitraria y equívocamente, el hilo de la narración, tal como suele ocurrir en la vida. El deber del escritor es el de representar o sugerir, de la manera más natural, la evolución de ese complicado proceso."

En la mesa, Inmaculada Jiménez Morell (ediciones del oriente y del mediterráneo), Florina Ilis (la autora), Olivia Petrescu (Instituto Cultural Rumano de Madrid, ICR), Horia Barna (director del ICR) y Eugenia Popeanga (profesora de la Universidad Complutense de Madrid)

Por su parte, el traductor de la novela, Javier Marina –que no pudo estar presente- nos dejó por escrito qué lo movió a verterla al español. Recogemos aquí algunos fragmentos:

"(...) Tengo la impresión de que, como tantos otros traductores, lo que busco en un libro es, ora un sabor local imposible de encontrar en otras literaturas, ora una universalidad que lo torne relevante para lectores de cualquier parte del mundo. No abundan las obras que reúnen ambas condiciones, pero estamos, sin lugar a dudas, ante una de ellas.
El color local se lo debemos a la nómina de indelebles personajes que pueblan el libro y a situaciones que resultan de lo más familiares para cualquier conocedor de la realidad rumana. No en vano, el libro ha sido definido por algunos críticos como "un fresco de la Rumanía de nuestros días". Políticos corruptos, capos de las mafias bucarestinas, periodistas sensacionalistas sin escrúpulos, traficantes de menores, niños de la calle, gitanas hechiceras, funcionarios incompetentes, todos ellos conforman un paisanaje digno de cualquier telediario de la televisión rumana. No se trata, sin embargo, de un mero catálogo de arquetipos, la verosimilitud con que la autora delinea los personajes, sus comportamientos y las relaciones que los vinculan produce en ocasiones la sensación de hallarse en el tren, en la estación, en la ciudad, los escenarios principales de la narración. Es imposible obviar, así pues, la rumanidad del texto, un aliciente de peso para un público español que, desgraciadamente, es ajeno en gran parte a la realidad de un país históricamente tan cercano.
A esto hemos de unir que los temas fundamentales de la obra son atemporales y universales: el antagonismo inocencia/corrupción, la sustitución de la razón como método de conocimiento del mundo por lo sobrenatural o lo místico, el paso de la infancia a la edad adulta y el descubrimiento de la sexualidad, la violencia como recurso (in)justificado, la hipocresía predominante en las relaciones humanas, la omnipresencia de los medios de comunicación, la distorsión de la realidad a que nos someten y los motivos que los mueven a ello. He enumerado apenas un ramillete de los que considero sobresalientes, pero en las quinientas páginas de la obra caben muchos más, los invito a comprobarlo personalmente".


ESCRITOS CORSARIOS, Pier Paolo Pasolini

 

Para algunos, lo más valioso de la polifacética obra de Pasolini son sus artículos periodísticos. Valoración arriesgada si consideramos su estimable narrativa (Chicos del arroyo, Amado mío, Una vida violenta, Petróleo), su poesía, con títulos fundamentales como La mejor juventud, Las cenizas de Gramsci, Poesía en forma de rosa, Poesías olvidadas, La nueva juventud, sus piezas de teatro o su extensa filmografía (Accattone, Mamma Roma, La Ricotta, El Evangelio según San Mateo, Uccellacci e uccellini, Edipo rey, Teorema, Medea, El Decamerón, Los cuentos de Canterbury, Las mil y una noches, Saló o los ciento veinte días de Sodoma); sin embargo, sus dos antologías de artículos periodísticos, Cartas luteranas y Escritos corsarios, nos presentan a un escritor comprometido y polemista formidable, que no rehuía ningún tema, por espinoso que fuera, desde la crítica a sus compañeros de viaje comunistas hasta su radical denuncia de la deriva clericalfascista de la democracia cristiana, pero que también supo adelantar temas cruciales como la pérdida de señas de identidad del subproletariado urbano y la aculturación de las clases populares como consecuencia de la entronización de la sociedad de consumo.

Ficha técnica: - Autor: Pier Paolo Pasolini - Título: Escritos corsarios - Traducción del italiano de Juan Vivanco Gefaell - Colección: «encuentros - serie comunicación, 5 » - Nº páginas: 304 - ISBN: 978-84-96327-72-6 - PVP: 18 euros

Incluimos a continuación uno de los textos recogidos en esta recopilación, que muestra el compromiso con la verdad y la libertad de juicio del autor, tan alejados de las medias verdades y la falta de libertad dominantes hoy en día en los medios de comunicación. Para algunos, este artículo selló la condena a muerte del autor, acaecida poco después en un oscuro episodio del que saldría culpable un joven que ejercía la prostitución callejera, pero cuya veracidad no ha dejado de ponerse en duda.

 

14 de noviembre de 1974
La novela de los atentados*

Lo sé.
Sé los nombres de los responsables de lo que llaman golpe (y en realidad es una serie de golpes instaurada como sistema de protección del poder).
Sé los nombres de los responsables del atentado de Milán del 12 de diciembre de 1969.
Sé los nombres de los responsables de los atentados de Brescia y de Bolonia en los primeros meses de 1974.
Sé los nombres del «vértice» que ha manipulado tanto a los viejos fascistas que traman golpes como a los neofascistas autores materiales de los primeros atentados, y a los «desconocidos» autores materiales de los atentados más recientes.
Sé los nombres de quienes han manejado las dos fases distintas, incluso opuestas, de la tensión: una primera fase anticomunista (Milán 1969) y una segunda fase antifascista (Brescia y Bolonia 1974).
Sé los nombres del grupo de poderosos que, con la ayuda de la CIA (y en segundo lugar de los coroneles griegos y la mafia), urdieron primero (aunque fracasaron miserablemente) una cruzada anticomunista para atajar el 68 y después, siempre con la ayuda y la inspiración de la cia, se rehicieron una virginidad antifascista para atajar el desastre del referendo.
Sé los nombres de quienes, entre misa y misa, dieron instrucciones y aseguraron la protección política a viejos generales (para mantener en pie, por si acaso, la organización de un posible golpe de estado), a jóvenes neofascistas, o más bien neonazis (para crear en concreto la tensión anticomunista) y por último a criminales comunes, hasta este momento, y quizá para siempre, sin nombre (para crear la tensión antifascista posterior). Sé los nombres de las personas serias e importantes que están detrás de personajes tan cómicos como ese general de la Guardia Forestal que operaba con ribetes de opereta en Città Ducale (mientras los bosques italianos ardían) o de personajes grises y puramente organizativos, como el general Miceli.
Sé los nombres de las personas serias e importantes que están detrás de los trágicos muchachos que optaron por las suicidas atrocidades fascistas y de los malhechores comunes, sicilianos o no, que se pusieron a su disposición como asesinos y sicarios.
Sé todos estos nombres y sé todos los hechos (atentados contra las instituciones y matanzas) que han cometido.
Lo sé. Pero no tengo pruebas. Ni siquiera tengo indicios.
Lo sé porque soy un intelectual, un escritor, que intenta seguir todo lo que está pasando, conocer todo lo que se escribe al respecto, imaginar todo lo que no se sabe o se calla; que ata cabos a veces lejanos, que junta las piezas desordenadas y fragmentarias de un cuadro político coherente, que restablece la lógica donde aparentemente reinan la arbitrariedad, la locura y el misterio.
Todo eso forma parte de mi oficio y del instinto de mi oficio. Me parece difícil que mi «proyecto de novela» esté equivocado, es decir, que no tenga conexión con la realidad y que sus referencias a hechos y personas reales sean inexactas. Creo, además, que muchos otros intelectuales y novelistas saben lo que yo sé como intelectual y novelista. Porque la reconstrucción de la verdad acerca de lo ocurrido en Italia después de 1968 tampoco es tan difícil.
Esta verdad —se advierte con precisión absoluta— también está detrás de gran cantidad de intervenciones periodísticas y políticas, es decir, no imaginarias ni de ficción, como es por naturaleza la mía. Un último ejemplo: está claro que la verdad apremiaba, con todos sus nombres, tras el editorial del Corriere della Sera del 1 de noviembre de 1974.
Probablemente los periodistas y los políticos también tienen pruebas o, por lo menos, indicios.
El problema es el siguiente: los periodistas y los políticos, aun teniendo pruebas y sin duda indicios, no dan nombres.
¿A quién corresponde, pues, dar esos nombres? Evidentemente, a quien no solo tiene el valor suficiente sino que, además, no está comprometido en la práctica con el poder y tampoco tiene, por definición, nada que perder: un intelectual.
De modo que un intelectual podría ser el más apropiado para dar a conocer esos nombres; pero no tiene pruebas ni indicios.
El poder y el mundo que, sin ser del poder, mantiene relaciones prácticas con el poder, por su propia configuración, han excluido a los intelectuales libres de la posibilidad de tener pruebas e indicios.
Podrían objetarme que yo, por ejemplo, como intelectual e inventor de historias, podría entrar en ese mundo explícitamente político (del poder o sus aledaños), comprometerme con él y, por lo tanto, compartir el derecho a tener, con elevada probabilidad, pruebas e indicios.
Pero a esta objeción contestaría que no es posible, porque es justamente la repugnancia a entrar en ese mundo político lo que se identifica con mi posible atrevimiento intelectual de decir la verdad, es decir, de dar nombres.
En Italia el atrevimiento intelectual de la verdad y la práctica política son dos cosas incompatibles.
Al intelectual —profunda y visceralmente despreciado por toda la burguesía italiana— se le encomienda una función falsamente elevada y noble, la de debatir los asuntos morales e ideológicos.
Si no cumple esta función se le considera un traidor, y de inmediato se alzan voces (como si estuvieran esperando el momento) contra la «traición de los intelectuales». Gritar contra la «traición de los intelectuales» es una coartada y una gratificación para los políticos y los servidores del poder.
Pero no existe sólo el poder; también existe una oposición al poder. En Italia esta oposición es tan extensa y fuerte que constituye un poder en sí misma: me refiero, naturalmente, al Partido Comunista Italiano.
Es evidente que en este momento la presencia de un gran partido como el Partido Comunista Italiano en la oposición es la salvación de Italia y de sus pobres instituciones democráticas.
El Partido Comunista Italiano es un país limpio en un país sucio, un país honrado en un país inmoral, un país inteligente en un país idiota, un país culto en un país ignorante, un país humanista en un país consumista.
En los últimos años, entre el Partido Comunista Italiano, entendido en un sentido auténticamente unitario —como un «conjunto» compacto de dirigentes, base y votantes—, y el resto de Italia se ha abierto un abismo que ha convertido al Partido Comunista Italiano en un «país separado», en una isla. Precisamente por eso hoy puede mantener unas relaciones más estrechas que nunca con el poder efectivo, corrupto, inepto, degradado. Pero se trata de relaciones diplomáticas, casi de nación a nación. En realidad las dos morales, entendidas en su concreción, en su totalidad, son inconmensurables. Precisamente sobre esta base se puede plantear el compromiso realista que podría salvar a Italia del derrumbe total; pero un compromiso que en realidad sería una alianza entre dos estados limítrofes, o entre dos estados encajados uno en otro.
Pero precisamente todo lo positivo que he dicho del Partido Comunista Italiano también constituye su aspecto relativamente negativo.
La división del país en dos países, uno hundido hasta el cuello en la degradación y la degeneración, el otro intacto y limpio, no propicia la paz ni el espíritu constructivo.
Además, entendida tal como la acabo de describir, creo que objetivamente (como un país en el país), la oposición viene a ser otro poder, pero poder al fin y al cabo.
Por consiguiente los políticos de esa oposición no pueden dejar de comportarse, también ellos, como hombres de poder.
En el caso concreto que en este momento nos afecta de un modo tan dramático, ellos también han atribuido al intelectual una función. Y si el intelectual no cumple esa función —puramente moral e ideológica— se convierte, con gran satisfacción de todos, en un traidor.
Ahora bien, ¿por qué tampoco los políticos de la oposición, si tienen —como es probable— pruebas o por lo menos indicios, no dan los nombres de los responsables reales, o sea políticos, de los cómicos golpes y las espantosas matanzas de este año? Muy sencillo: no los dan en la medida en que distinguen —a diferencia de lo que haría un intelectual— entre verdad política y práctica política. Por lo tanto, naturalmente, ellos tampoco dan a conocer las pruebas e indicios al intelectual que no es funcionario. Ni se les pasa por la cabeza, como es normal, dada la situación objetiva de hecho.
El intelectual debe seguir ateniéndose a lo que le imponen como un deber, debe repetir su modo codificado de intervención.
Sé muy bien que no es pertinente —en este momento concreto de la historia italiana— plantear públicamente una cuestión de confianza a toda la clase política. No es diplomático, no es oportuno. Pero estas son categorías de la política, no de la verdad política, a la que el impotente intelectual, cuando y como puede, debe servir.
Pues bien, precisamente porque no puedo dar los nombres de los responsables de los intentos de golpe de Estado y los atentados (y no en vez de darlos), no puedo dejar de pronunciar mi débil e ideal acusación contra toda la clase política italiana.
Lo hago porque creo en la política, creo en los principios «formales» de la democracia, creo en el parlamento y creo en los partidos. Naturalmente desde mi visión particular, que es la de un comunista.
Estoy dispuesto a retirar mi cuestión de confianza (en realidad lo estoy deseando) sólo cuando un político —no por oportunidad, es decir, porque haya llegado el momento, sino más bien para crear la posibilidad de ese momento— decida dar los nombres de los responsables de los golpes de estado y los atentados, que sin duda conoce, como yo, con la diferencia de que él no puede dejar de tener pruebas, o por lo menos indicios.
Es probable —si el poder estadounidense lo permite, tal vez decidiendo «diplomáticamente» conceder a otra democracia lo que su propia democracia se ha concedido a sí misma a propósito de Nixon— que estos nombres acaben pronunciándose. Pero lo harán hombres que han compartido el poder con ellos: como responsables menores contra responsables mayores (y, como en el caso americano, no tienen por qué ser mejores que ellos). Este sería, en definitiva, el verdadero golpe de Estado.

* En Corriere della Sera con el título «Che cos’è questo golpe?» (¿Qué es este golpe?).

ELVIRA LINDO
Telebiquini

ELVIRA LINDO 13/01/2010

Me comentaba la corresponsal de Il Napolitano, la perspicaz Paola del Vecchio, que los italianos que se tenían por progresistas en los ochenta, cuando arreció el fenómeno televisivo de exhibición de chicas en biquini en cualquier programa, se tratara de un concurso o de información deportiva, no consideraron que esa continua vulgaridad dejara huella. Sólo el tiempo ha demostrado que aquella actitud elusiva y condescendiente -envuelta en el incontestable principio de que nadie obliga a los espectadores a estar olfateando mierda- era una manera de negar la corrosiva influencia que tendría ese ejemplo televisivo en las aspiraciones de una parte considerable de las jóvenes italianas.

Conozco esa postmoderna actitud porque la mantuve: la libertad de expresión lo amparaba todo y dejaba la absoluta responsabilidad en manos del consumidor. La han ejercido con irritante frecuencia algunos columnistas, que han entendido la tele como ese espectáculo de masas al que difícilmente se le puede hincar el diente con seriedad, optando por adoptar un distanciamiento irónico del que no gozan el cine o el teatro, juzgados siempre de manera más implacable.

En definitiva, hemos asumido que el medio es un espejo de lo que somos. Neorrealismo televisivo. En estos días, leo una recopilación de artículos de Pasolini, Escritos corsarios. Su furiosa defensa de la verdadera cultura popular le hacía estar en guerra permanente con la cultura de masas: "El fascismo, lo digo una vez más -escribía en 1973-, fue incapaz de arañar siquiera el alma del pueblo italiano; el nuevo fascismo, a través de los medios de comunicación e información (sobre todo, justamente, la televisión), no sólo la ha arañado, sino que la ha lacerado, la ha violado, la ha afeado para siempre...". Murió en el año 1975. Visto lo visto, el afeamiento de la realidad no ha encontrado aún su límite.

El País, 13 de enero de 2010

Páginas web sobre Pasolini en español:
Pasolini net, página creada por Angela Molteni
Textos y fotografías de Pasolini

 


Marruecos, el oriente del Sur

Éstos son dos libros distintos, pero complementarios, con alguna inevitable superposición, pero que se pueden leer continuando o precediendo el uno al otro, sobre nuestro gran vecino del sur, medio ignorado, maltratado a veces, y siempre poco reconocido por lo mucho que tiene de ibérico y peninsular o lo que España tiene de magrebí y norteafricana. Las dos obras, compiladas -véase la referencia de cada una- por Miguel Hernando de Larramendi, Bernabé López García y Aurelia Mañé, componen la mejor puesta al día, particularmente a través de la bibliografía, de lo que Marruecos significa para España y en alguna menor medida, España para Marruecos.
Como, hasta algo dolorosamente, señala uno de los autores incluido en La Política exterior española hacia el Magreb, España es para Marruecos el espejo de lo que hoy podría ser un país moderno, que hace sólo 50 años no se hallaba mucho más desarrollado que la monarquía cherifiana, a la vez que en la compilación de Historia y memoria de las relaciones hispanomarroquíes aparece como la imagen de una gloria pretérita, la de un Al Andalus pensado y colonizado por el elemento árabe-beréber de África del Norte. Así, las relaciones entre los dos países llevan siglos pasando como por una puerta giratoria de mitos recíprocos, que adormecen o desarticulan un presente que debería ser de mucha mayor colaboración.
Larramendi y López García, especialmente, son dos de los estudiosos a quienes más debemos el despertar de tanto ensimismamiento. El segundo es quien rompió decisivamente con la tradición de estudiar únicamente en vía y clave andalusí la historia de nuestro vecino, y Larramendi, el primer doctorado en la materia, lo que tan sólo ocurrió en un muy próximo 1994. Observemos, con todo, en este panorama de general satisfacción por las dos obras que en uno de los articulos incluidos en la última compilación mencionada se hace el peculiar descubrimiento de que a la prensa española lo que le interesa de Marruecos es lo que entendemos por asunto noticioso. Pero durante muchos años habrá que acudir a esta doble, pero independiente, entrega, para aprovisionarse de conocimiento y opinión sobre asunto tan candente, y hoy aún más con el advenimiento del fenómeno de las pateras, tan necesitados como estamos de saber de ese Marruecos tan próximo y alejado al mismo tiempo.

M. Á. BASTENIER El País-Babelia (29/08/2009)

Artículo completo aquí


RILKE, POEMAS A LA NOCHE

 

Poemas a la noche, de Rainer Maria Rilke, es una obra poco conocida y, sin embargo, de capital importancia entre las del poeta, pues en ella se esbozan algunos temas que acabarán de configurarse en las Elegías de Duino. Durante años fue un libro casi secreto. Rilke no llegó a publicarlo, acaso precisamente por no desvelar ese fondo originario común con su obra cumbre. [...]
En los Poemas a la noche apuntan por tanto los temas fundamentales de Rilke, sin haber logrado su exacta delimitación o simbolismo que, por otra parte, generalmente es plural. Así sucede con la figura del ángel, que pasa de ser «terrible» a no estar tan por encima del hombre, pues, como observa Jean-Yves Masson, en el prólogo a las Elegías, «el hombre es creador, y he aquí porque puede asombrar al ángel, que se conforma con ser en su autonomía absoluta, pero no crea nada». En la obra que nos ocupa, el ángel, la amada y la noche figuran en el lugar más destacado y se presentan vagarosos y fluctuantes, muy de acuerdo con el mismo estilo poético que los sustenta. El libro como tal no vio su primera edición en alemán hasta que se incluyó en las obras completas de Rilke editadas en 1956, treinta años después de su muerte».

Del Preliminar de Clara Janés

EL ORIGEN Y LA EVOLUCIÓN de los poemas es algo que ni su propio autor puede presuponer -sólo cuando el desarrollo de éstos es sincrónico y se produce u organiza en series resulta posible intuir cuál vaya a ser su dirección. La filología rilkeana -entendiendo por tal no tanto la que le ha aplicado una difícil y en ocasiones abstrusa hermenéutica, sino la que ha intentado comprender su sentido a la luz del texto y de su ordenación- ha chocado con el escollo que, dentro de su inconfundible estilo, representan los Poemas a la noche, que ni Rilke mismo pudo clarificar. La razón de que los diera a conocer a amigos, pero no a la imprenta, se debe -entre otras cosas- a que, como conjunto, están constituidos por dos y muy distintas series, que adelantan rasgos característicos de la que será la última etapa de su obra, pero que lo hacen por separado y sin llegar a constituir una unidad.
Entre Ronda y París. En los Poemas a la noche hay -en el XI, el XII, el XIII, el XIV, el XVII y el XVIII- una formulación muy próxima a la de las Duineser Elegien, mientras en el resto la dicción oscila entre las convenciones del fragmento en la estela de Novalis y una forma de soneto incompleto, del que se adivina que está sin concluir. Escritos, en su mayoría, en París, entre enero de 1913 y febrero de 1914, salvo los dos primeros, que lo fueron en Ronda, entre el 6 y el 14 de enero de 1913, su cronología coincide con la de los Sonetos a Grete Gullbransson, cuyo tono -como advierte muy bien Antonio Pau- es el mismo. Lo que los une, más que los unifica, es su carácter agónico y visionario: eso que Clara Janés ha definido como «el vértigo de lo sagrado» y que Stephens describió como «la necesidad de transcendencia», que enlaza aquí tres temas recurrentes en la imaginería rilkeana: el ángel, la noche y la amada, vividos como mediación con la divinidad.
Asistimos aquí al taller y a la intimidad creadora de Rilke, que es lo que estos poemas nos acercan y, en cierta manera, incluso nos dan. Estamos, pues, ante esas «celestes imágenes-espejo» que él descubrió en la pintura del Greco y que, como el ángel, son «ascenso y precipitación».
Althen y Masson subrayaron su diferencia con las Elegías: según ellos, los Poemas a la noche son algo así «como la repetición indefinida de un mismo tema y sus armónicos». Y no les falta razón, porque, pese a la fuerza de su arranque, no llegan más allá de su primer impulso y se quedan truncados, como un esbozo de algo cuyo proceso se ve que es poéticamente importante, pero que no tiene continuidad ni conclusión. Eso constituye también su atractivo, porque nos permite ver la obra aún no terminada, y el poema todavía en su borrador.
Rilke está aquí entrando en una nueva etapa que él mismo ignora cuál va a ser. De ahí que titubee y que sea incapaz de decidirse. Y es que no sabe ni la forma que el libro pueda llegar a tener. Por eso ensaya diversos tipos de poema que luego se articularán en dos: las Elegías y los Sonetos, o al revés. Pero tardará aún diez años en llegar a ello. Y eso es lo que estas dos series que ahora comentamos, cada cual a su modo y como intento y germen, pretenden fijar: lo que nos hacen ver es lo que Rilke llamó la obligación de lo imposible, que, en su caso, se tradujo en un nuevo lenguaje, primero, y en otro modo de poetizar, después. Rilke alude a ello en su estar a la espera y apresar con símbolos «de círculos en círculos»: es decir, bajo formas poéticas diferentes, que es como entendía él «la esencia y el cambio de los nombres».

Titánico rigor. Los cinco Sonetos a Grete Gullbransson -independientemente de la concreta circunstancia que los motivó- participan del clima de Poemas a la noche, en cuya cronología se inscriben y al que por su naturaleza pertenecen. En el primero aparecen citados los sentidos a los que en 1919 alude en su texto «Rumor originario». La leccion poética de Rilke es doble: es de búsqueda y es, sobre todo y también, de exactitud: el poema era para él «lo exacto que se opone a la vida imprecisa». Y eso le exigía tan gran esfuerzo perceptivo como titánico rigor. Lo que no siempre tenía recompensa: como sucede en este ciclo suyo en que ciñe el objeto, lo rodea, lo enmarca, pero la realidad de lo aprehendido queda en parte fuera de la realidad de la composición y, por lo tanto, fuera de la realidad del arte en la que Rilke deseaba engarzarse «como las piedras en la pura figura», que, como la divinidad en lo alto, «sostiene / la leve bóveda de su impasibilidad». Y este no lograrlo ni conseguirlo es lo que hace que estos poemas tengan una relativa y precaria existencia, faltos no de arte ni de vida pero sí de lo que el poema XIII -el que mejor expone su sensación de crisis- llama su «señal» y su «olor». Una y otro tardarían una década aún en producirse, pero su protohistoria está transcrita aquí.

Jaime Siles, "El vértigo de lo sagrado", ABCD las Artes y las letras, 25 de julio de 2009, número: 913

 


Poemas a la noche

I

¡Oh, cómo, con qué gemidos,
nos acariciamos hombros y párpados!
La noche se ocultaba en las estancias,
cual animal herido, por nuestra causa transido de dolor.

Entre todas fuiste por mí elegida,
¿no bastaba la hermana?
Como un valle idílico para mí era tu ser,
y ahora también de la proa del cielo se inclina

en una aparición inagotable
que soberana impera. ¿Adónde iré?
Ah, con el gesto del que se lamenta,
a mí te acercas, tú, que no consuelas.

II

Cuando por tu rostro me consumo
como consumen al que llora las lágrimas,
acreciento mi frente y mi boca
con los rasgos que de ti conozco.


Pienso desarrollar una ecuación pura
más allá de esas semejanzas
que por ser dobles nos separan.

III

Tomé una vez entre mis manos
tu rostro. Lo iluminó la luna.
De los objetos, el más incomprensible
bajo un desbordado llanto.

Como algo que, dócil, permanece quieto,
era posible retenerlo casi como una cosa,
y, con todo, en la noche fría no había ser
que me huyera tan infinitamente.

Oh, corremos entonces hacia esos lugares;
empujamos a la exigua superficie
todas las olas de nuestro corazón,
deseo y desfallecimiento,
y, en suma, ¿a quién se lo entregamos?

Ah, al extraño que no nos comprende,
al otro, ay, al que nunca hallamos,
a los siervos que nos encadenan,
a los vientos de primavera que así se alejaron
y al perdedor, el silencio.

(selección de poemas del libro Poemas a la noche, de Rainer Maria Rilke, en traducción de Alfonsina Janés y Clara Janés)