Handala, un niño palestino

La expulsión de los palestinos y la usurpación de sus tierras, fue realizada en una brutal política de tierra quemada, que no dejaba ni resto de la presencia palestina.

 

 

Iñaki Urdanibia / kaosenlared.net / 14 de diciembre de 2020

«Handala nació con diez años y siempre tendrá diez años. Esta es la edad que yo tenía cuando dejé mi país. Handala solo crecerá cuando retorne a Palestina».

El libro al que dedico este artículo puede considerarse como tres en uno y me explico. En «Palestina. Arte y resistencia en Nayi Al-Ali», editado por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo en su colección Azulejos, se da a conocer al personaje con el que titulo este comentario, se presenta a su creador y de paso se dan unas certeras pinceladas acerca de la situación de Palestina y de la génesis y desarrollo del conflicto.
El niño nació de la pluma de Nayi Al-Ali en 1969 en el periódico As-Siyasa de Kuwait, adoptando el nombre de una planta amarga del desierto con profundas raíces; allá hubo de refugiarse Al-Ali, tras haber sido expulsado de Palestina a Líbano a la edad de once años. El niño, con el pelo de un erizo, que usa las púas como defensa, es un niño refugiado, pobre, vestido con petachos y descalzo, típico retrato de los niños de los campos de refugiados, y con los brazos cruzados atrás observa lo que sucede frente a él; los hechos le harán cambiar de postura lo que no quita para que el muchacho no nos mire, pero nos interpele sin remedio. A pesar de su falta de guapura -que dice su creador– su presencia ha sido adoptada como símbolo de denuncia y resistencia no solamente en Palestina, sino también en otros países árabes y de fuera de ellos, ya que Handalas hay allá en donde existe la opresión, y sabido es que ésta provoca resistencia; su figura adorna las paredes de Gaza y Cisjordania, luce en llaveros , camisetas y otros objetos. Tal es la potencia simbólica del personaje que el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) lo ha hecho suyo. La mano de Nayi Al-Ali (as-Saraya, Galilea, 1936-Londres, 1987)ha dado presencia a otras figuras simbólicas que pueblan sus dibujos: Fátima como símbolo de la memoria colectiva, Zalama, un refugiado de mediana edad, además de otros personajes (Jesús, los fedayin, oligarcas locales y de fuera, soldados luciendo la cruz de David, etc.) y otros objetos con poder simbólico, como las margaritas, figura de la lucha y de resiliencia, el trigo, como signo de la privación y el hambre a que son sometidos los palestinos, los árboles, y más en concreto los olivos, como signos de apego de la población con la tierra, a los que han de sumar los barrotes, las alambradas y los muros que dan cuenta de la bota ocupante israelí, de la leopardización a que somete a la tierra palestina, ninguneada, y convertida en una gran cárcel a cielo abierto, en la que malviven quienes han sido sometidos al apartheid del Estado de Israel.
Fue en 1948 cuando la familia de Nayi Al-Ali, junto a otras muchas familias, fueron expulsadas, sus casas destruidas, los enclaves y sus toponimias borradas de los mapas que se elaboraban al gusto del colonizador; fueron a parar a un campo de refugiados en el Líbano que fue en donde a su temprana edad, Nayi Al-Ali, comenzó a plasmar su vena artística con sus dibujos en los muros del campo. Más tarde lo haría en Kuwait en diferentes revistas que fue en donde nacieron sus personajes; expulsado del país, volvió a Líbano y más tarde acabó en su refugio londinense, en donde fue tiroteado a bocajarro, en 1987, falleciendo tras permanecer casi un mes en coma. No cabe duda de que su producción le llevó a ser considerado como el dibujante palestino más destacado, ampliando su fama y sus obras más allá de las fronteras, en especial al resto de países árabes; el éxito vino refrendado por varios premios como el Golden Pen of Freedom de la Federación Internacional de Editores, otorgado a título póstumo.

La expulsión de los palestinos y la usurpación de sus tierras, fue realizada en una brutal política de tierra quemada, que no dejaba ni resto de la presencia palestina. La ampliación del territorio desde 1948, ya antes habían ejercido su violencia los nuevos inquilinos del lugar convertidos en dominadores despiadados, y las posteriores conquistas, como la de la guerra de los Seis Días en 1967 (más de 300.000 personas desplazadas), e incursiones posteriores, supusieron la expulsión de numerosos palestinos (el 85% de la población cifrada en casi un millón de personas), la destrucción de sus viviendas (más de 400 pueblos y ciudades fueron arrasados por el ejército sionista, y el destructor trabajo de los bulldozer arrancando los olivos y otros árboles, para dar la impresión de que allá antes que ellos nada había habido. La brutal expulsión, vendida como si de una compra a los antiguos habitantes se hubiese tratado, convirtió la llave como símbolo de la vuelta y la recuperación de sus destruidas viviendas… Las repetidas decisiones de la ONU (resolución 242), reclamando la vuelta de los refugiados se han chocado, y siguen chocando, con el muro de la sordera (como una tapia). Tal negativa a aceptar las decisiones nombradas, tienen descarados apoyos tanto por parte de los USA, como la mirada para otro lado de los países europeos, y la colaboración de los poderosos árabes, gobernantes y propietarios del petróleo, cuya única patria es el parné.

No me atendré de manera rotunda a la validez de que una imagen vale más que mil palabras, ya que éstas últimas también cobran necesaria importancia (tanto las del propio dibujante que explica la trayectoria de su quehacer, como las de Antonio Altarriba y Teresa Aranguren que completan el acercamiento, y contextualización de las imágenes parlantes). Los dibujos, unos doscientos, van presentando de manera realmente explícita, hasta el grito y la lágrima, y por medio de ellos vamos viendo , compartiendo los ojos de Handala / Nayi, el transcurso en movimiento de la infamia y los cambios que ello va suponiendo en el propio Handala que no se ciñe al simple observador, en especial a partir de la guerra árabe-israelí de 1973, sino que se implica posicionándose con claridad a favor de los diferentes modos de lucha como la Intifada, como respuesta a las tropelías sufridas, y Handala se suma a quienes arrojan piedras.

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Adonis: “¿No es hacer pasar hambre a todo un pueblo más peligroso que el virus?”

Juan Cruz, El País, 26 de octubre de 2020

Adonis (Al Qassabin, Siria, 90 años), poeta, ensayista, exiliado casi toda su vida, catedrático en Beirut. Autor de Epitafio para Nueva York (editado por Hiperión, Alianza y Nórdica) o El libro (Ediciones del oriente y del mediterráneo) acaba de publicar Principio del cuerpo, final del mar (Vaso Roto). Ante el estremecimiento que el virus hace padecer a la tierra muestra su perplejidad laica, su susto civil. Desde hace tiempo su último exilio es en París. Lo entrevistamos a través del correo electrónico. Su nieto Jaafar al Aluni, promotor de Banipal, “revista de literatura árabe moderna” recién nacida en España, tradujo del árabe sus respuestas.

Pregunta. ¿Cómo ha vivido este tiempo?

Respuesta. Meditando, leyendo y escribiendo. Aquel que siente la necesidad de decir algo esencialmente requiere soledad. Me sorprendió que haya que replantearse preguntas como: ¿porta el mal elementos del bien? El virus, instalado en un rincón y el mundo entero en el opuesto, ha planteado esta cuestión: ¿por qué no infecta a los niños, a la vez que hay seres humanos que disfrutan asesinándolos? El virus ha abierto un horizonte para pensar en las relaciones entre las personas. ¿No es hacer pasar hambre a todo un pueblo, con plena conciencia, más peligroso que un virus ignorante y ciego? ¿Por qué el mundo, que dice ser libre, guarda silencio ante el país que más practica la política del hambre, el gobierno de los Estados Unidos? ¿No es moral y humanamente más peligroso que cualquier virus? Este virus requiere considerar al ser humano como un virus latente siempre dispuesto a actuar.

P. ¿Sirve la poesía para afrontar un drama de esta naturaleza?

R. Sirve en el sentido de reconsiderar el mundo para llegar a uno mejor, pero no en el sentido literal de la palabra. La poesía amplía los límites e incluso los elimina. Abre el horizonte a cuestiones que nadie más plantea: es el conocimiento superior, la suprema intuición cognitiva del hombre entendido como la savia en la que convergen la experiencia, la mente y el espíritu, y como el extremo que abre la puerta del infinito.
Dios y el silencio

P. Ha sobrevivido tragedias como el exilio escribiendo poesía. ¿Es tan potente la palabra?

R. Sobreviví al exilio creado por la tiranía en todos los ámbitos, significados y niveles, especialmente políticos e intelectuales. Pero todavía vivo en el exilio creado por el significado del hombre y del mundo. En este exilio, la palabra no te ayuda a estar a salvo: te ayuda a hundirte más y más en el exilio para descubrir la hondura y la profundidad, descubrir la altura y la trascendencia. La grandeza del hombre radica en su naturaleza de nacer exiliado, en ser el que hace la Historia. El ser humano es el único que escribe su propia historia y la de las cosas, y cuando siente que no está exiliado a cualquier nivel pierde su particularidad humana. La palabra es, entonces, el ser humano, entendida como una relación con su yo, con el otro y con el mundo. En este sentido, el ser humano necesita al otro: es esencialmente dos en uno. En el origen eran dos y no uno. El poeta lee al “otro”, lo escribe, mientras lee y se escribe a sí mismo. El otro es un elemento fundamental en la formación del yo.

P. Usted no cree en Dios, pero, ¿a veces estos horrores no parecen mandados por una voluntad divina o diabólica?

R. ¡Qué sentido tiene Dios si eliminamos al diablo del mundo! Tanto Dios como el diablo son la dualidad universal, cósmica y religiosa creada por el ser humano. La diferencia entre Dios y el diablo es funcional. La visión monoteísta proporcionó al diablo una presencia viva, doctrinal y confesional en este mundo que las visiones anteriores de Sumeria, Babilonia y Grecia no le dieron. Su presencia antes del monoteísmo era meramente simbólica y poética. Los horrores a los que usted se refiere no son divinos ni diabólicos, sino puramente humanos: el ser humano es un dios-diablo envuelto en el mismo traje. La mirada hacia la existencia antes del monoteísmo era la de la revelación cognitiva, sin embargo, con el monoteísmo se convirtió en una visión de posesión e imperio. ¿Cómo se llevó a cabo este cambio y por qué? Ese es el dilema.

P. Usted considera que la verdad no está en el pasado. Pero, ¿a usted qué le dice su propio pasado?

R. La desgracia del pasado consiste en decir que la verdad es “una característica de la religión islámica” que Dios reveló afirmándola como la última verdad sin que haya otra que pueda negarla. Dios mismo, en este sentido, selló su mensaje y no tiene nada más que revelar. La religión de Dios es el islam y la tierra es el reino de esta última religión verdadera. Dicho esto, ¡acaso tengo derecho yo, el ser que no tiene más poder que el del idioma, a usar algunos de sus vocablos y declarar: no quiero este reino! El pasado es estrictamente religioso. Mi pasado, sin embargo, es el de aquellos que rechazaron el pasado religioso, es decir, la poesía, la filosofía, el sufismo —que negó la religión en su forma jurídica y jurisprudencial— y los marginados libres a lo largo de 14 siglos en los diversos campos. Estos fueron los que crearon lo que se llama hoy la civilización árabe-islámica.

P. Dice en Principio del cuerpo, final del mar: “El sueño es el hermano de la muerte; los moradores del Paraíso no duermen”. ¿Tal vez dormir sea una manera de escritura?

R. La cita viene en boca de con quienes el poeta quería dialogar. No hay que olvidar la dualidad del ser humano: Dios y diablo; mente e imaginación; cuerpo y alma; realidad y ficción; absurdo y razón; existencia y nada; sueño y muerte, este largo dormir después del cual no hay despertar. Pienso que la escritura emana de todo esto mientras lo abraza.
El silencio como enfermedad

P. ¿Es el silencio un remedio?

R. El silencio es una enfermedad. No puede ser un remedio. Es, en su estado más agradable y sereno, otra muerte. El remedio, no obstante, se busca en la pregunta, en todo lo que escapa de las respuestas. La respuesta es un tipo de muerte cultural. ¿La muerte con muerte se cura?

P. En su obra hay mucha energía, dominada por una serenidad que no tiene ni su pueblo ni su historia. ¿Es la infancia la que le otorga ese poder de sosiego?

R. Es el poder que no se satisface con las respuestas, sino que las supera; es la búsqueda constante de la parte ausente-presente en el ser, es esta intuición que nunca me abandona: el hombre crea su propia identidad y no la hereda. Tengo la absoluta certeza de que el “otro” diferente es el que integra el yo. A todo esto debe esa energía, sosiego y serenidad. La infancia es la brisa que corre entre todo esto, es su sol.

P. Dijo en 2005: “Occidente debe aprender a poner el corazón al lado de la razón”. ¿Considera que Occidente escucha el corazón? ¿Y qué está diciendo el corazón?

R. El ser humano ve y escucha en la medida en que su corazón ve y escucha. Piensa y entiende en la medida en que su corazón lo hace. El corazón es la fuente de “la libertad libre”, según Rimbaud, no la mente o el intelecto. La mente o el pensamiento solo tienen significado si se cargan con la luz del corazón, y el corazón aquí es la poesía. En esto consiste el sentido del hombre. Siempre recuerdo un verso de un gran poeta árabe evocando su tierra natal, dice: “Desde que se desvaneció la morada/ aparté la mirada y atraje el corazón”.

Adonis en ediciones del oriente y del mediterráneo:


Beirut, mil y una ciudades

Beirut, mil y una ciudades

Babelia / El País 14 de agosto de 2020

La capital de Líbano, arrasada la semana pasada por una colosal explosión en el puerto, “es digna de forjarse su propio futuro, grano a grano, momento a momento”, asegura el poeta y ensayista sirio Adonis, que dedica este texto inédito en castellano a la ciudad en que vivió durante muchos años

1

Cómo recuerdo aquel momento sublime de mi primer encuentro contigo, Beirut, y cómo la Plaza de al-Burj, comenzó a descubrirme la historia del Mediterráneo, partiendo de ella. A veces, sueño con ese momento como si estuviera pensando, otras veces pienso en él como si estuviera soñando. Quizá sea el sueño el gran espacio que une las orillas y los horizontes.

En ese momento en el que Beirut se desgarra, le pregunto a su ciudadano ¿crees verdaderamente que Beirut gira en torno al sol? ¿Qué hacemos entonces con todas esas lunas que dicen ser mujeres esperando a sus amantes muertos? ¿Cómo y cuándo se extinguirá esa esfera de fuego entre Beirut y el mundo?

2

¿Beirut? No, no es un aljibe donde se acumulan respuestas. Si no un vientre en el que nacen preguntas. Esa es su incógnita inquietante, única, fascinante y atormentadora entre sus hermanas árabes. Quia. La violencia, en todas sus formas, no puede protegerla ni defenderla. El sectarismo, especialmente en su forma dogmática, fanática e hermética, es incapaz ante ella.

Beirut es un horizonte.

Nada puede cerrar el horizonte.

3

Ayer nació un niño lejos de Beirut, pero se mecía en sus brazos. Le pusieron un nombre que comienza con la letra “A”. Me lo imagino, años después, caminando por una calle, sentado en un café, entrando en una biblioteca, visitando un museo o hilvanando las playas de Beirut con sus ojos.

Me lo imagino tanteando con el corazón la misteriosa distancia entre estrellas. Me lo imagino persiguiendo una paloma que huye de él saltando. Ella se queda cerca de él, pero él la persigue como si jugara.

De repente estalla en llanto, y con sus lágrimas

esboza un ala.

4

¿Alguien quiere ser ola, rama de cedro o cuello de gacela?

¿Alguien quiere ser hermano de la cueva de Afqa?, ¿ser otro río dentro del río de Adonis?

¡Oh, como si ya nadie buscase el néctar en la boca del amor!

Como si nadie ya preguntase ¿cuándo romperá la memoria sus cadenas?

Y ¿de dónde aparecen aquellas arterias por las que fluye sangre en el cielo de Beirut?

El corazón ya no es el mismo, y la cabeza ha dejado de ser cabeza.

¿Por qué se ha convertido el corazón en cuchillo y, la cabeza, en muñeca?

¿Puede ser amor lo que se apoya en el bastón del ocaso? ¿Quién será el que llora entre las columnas y bajo los arcos?

5

Las ciudades rumian sus ruinas, y Beirut contempla, espera y dialoga.

Beirut sabe que solo surgirá un diálogo verdadero entre los que comprenden todo lo esencial, temporal e históricamente, humana y culturalmente. Partes cuya identidad no es un reflejo, sino por lo contrario, un destello e iluminación. Así Beirut sabe que todo diálogo verdadero se construye a base de futuro compartido y las formas de propiciarlo. Dicho futuro común implica dejar atrás pasados y presentes.

Beirut es digna de forjarse su propio futuro, grano a grano, momento a momento.

6

Te conozco, Beirut,

en tu cabeza habita el asombro del mar que imprime en su cuerpo las huellas del sol, imprime sus pasos de ida y vuelta, al amanecer y al atardecer. Habita en ti la desgracia de la luz que emanó por primera vez del planeta de tu alfabeto. Reside en ti la oscura historia, las trampas del espacio y del tiempo.

Aun así, tu cabeza se eleva en las alturas mientras el oleaje de la historia sacude tus pechos.

Beirut, sé que tus pechos son noche y día del mar.

Te conozco, Beirut, y en tu alba confío.

7

A menudo amanece mujer en Beirut.

En Beirut conozco una vida vestida con harapos que ninguna aguja podrá remendar.

En Beirut me muevo entre las curvas de la desesperación y me recojo en el fondo de la imaginación.

En Beirut, mientras el alba esboza sus luces en lugares y caminos desconocidos, la luz me extiende los brazos, y el viento me suplica escribirle su primera ráfaga.

A menudo amanece mujer en Beirut.

8

A escondidas, en Beirut conocí la queja de los dioses de los árboles y las flores insaciables. Mientras yo bebía, el agua corría de mis labios a los de los árboles y las flores.

Le aseguré al niño cuyo nombre comienza con la letra “A” que él vería en Beirut otro sol que no hará más que inventar nuevos juegos con él en las playas y en el regazo de las olas.

9

Beirut, desde que por ti le dediqué a Nueva York aquel epitafio que el mundo escribiría, me pregunto: ¿por qué aumenta mi amor por ti, si tus confines luchan dentro de la geografía de mis entrañas?

Oh, Beirut, ¡tan hondo es tu susurro que cada día desciende sobre mí su estrella a punto de extinguirse!

10

Beirut, la poesía solo puede bailarte amando. Incluso cuando estás enojada con ella, o ella contigo.

Juntas, sois un solo frente en una guerra perpetua contra horizontes que vomitan trapos de plástico, contra musgos que están a punto de convertirse en manzanas, contra el pan que sabe a alquitrán, contra cocodrilos que vagabundean por los callejones vendiendo tartas festivas.

Beirut, la poesía solo puede bailarte amando.

11

Beirut, acógeme,

recógeme bajo tu techo.

Estoy cansado de todas las ciudades.

Beirut es mi cuerpo:

un cuerpo sangriento con heridas abiertas aún por recibir.

12

La Plaza de al-Burj llama a las puertas de la memoria.

Sí, la alegría aún tiene raíces y fuentes.

“La voz del futuro resuena en mi garganta”, dice la Plaza de al-Burj.

Añade: Ahora espero en el lecho de la llama para que no se oxide el sueño.

Traducción de Jaafar al-Aluni

artículocompleto en Babelia / El País


"Con la excusa de los islamistas, la izquierda europea ha apoyado a la dictadura siria"

LLUÍS MIQUEL HURTADO - EL MUNDO - Jueves, 16 julio 2020

El escritor kurdosirio Jan Dost ha convertido los horrores de la guerra en literatura. Publica 'Un autobús verde sale de Alepo', en el que pone el foco en los civiles, los grandes olvidados de una contienda que dura ya más de nueve años.

Dice Jan Dost (Kobani, 1965) que sus seguidores le envían fotos de las páginas de sus libros ungidas con lágrimas. No es para menos. Este vecino de la ciudad kurdosiria de Kobane, centro de la batalla que supuso el principio del fin del Estado Islámico, ha convertido los horrores de la guerra de Siria en literatura. La rendición de los grupos armados opositores en la ciudad de Alepo, en diciembre de 2016, es el punto de partida de Un autobús verde sale de Alepo (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo).

El autor recurre al poderoso simbolismo que representaron los buses urbanos verdes, empleados por el Gobierno sirio para trasladar, afuera de la ciudad, a los milicianos derrotados, familiares y vecinos temerosos de represalias. Los poderes internacionales, fuertemente criticados por Dost junto con las fuerzas asadistas, el Estado Islámico o los mismos alzados, definieron aquel movimiento como "evacuación". El escritor ofrece la cara más terrible de aquel momento poniendo el foco en los civiles.

En la introducción del libro usted afirma que la guerra, como tema, ha sido impuesto a los escritores sirios. ¿Qué elementos caracterizan los libros de su generación de escritores?

Las novelas de escritores sirios que se han publicado durante la guerra han sido rehenes de ese tema. Todas han tratado de un modo u otro las devastadoras consecuencias y efectos de la guerra sobre la sociedad, la fragmentación de las familias, la muerte gratuita, la destrucción de las ciudades, la odisea de la búsqueda de refugio cruzando el mar, el naufragio colectivo en aguas del Mediterráneo. Creo que tratar el tema de la guerra ha ido en detrimento de la parte innovadora y el desarrollo de nuevos tipos de novela como género literario. El escritor sirio está poseído por la obsesión de mostrar este gran terremoto que ha sacudido Siria desde marzo de 2011. Naturalmente, no todas las novelas que tratan el tema de la guerra tienen éxito, pero no debemos olvidar que las novelas de algunos sirios han logrado de forma absolutamente satisfactoria transmitir su sufrimiento a otros.

El libro cuenta una historia terrible, que es la suma de muchas historias terribles. El nivel de horror y violencia presenciado en Siria, ¿qué le ha enseñado sobre el ser humano?

Hay una maravillosa frase que aprendí de memoria de Las mil y una noches: "La injusticia permanece oculta en las almas: la fuerza hace que aparezca y la impotencia que desaparezca". Hemos visto el despertar de los monstruos que se escondían tras una máscara con aspecto humano durante la guerra. El ser humano es una bestia difícil de domar, incluso si la filosofía, las religiones, los regímenes y las leyes lo intentan, pues a la mínima oportunidad, se se despoja de su máscara humana y reaparece su salvajismo. Los instintos salvajes se despiertan en las guerras. Lo digo no solo porque haya seguido los acontecimientos de la guerra en mi país, sino porque fui un soldado que vivió los horrores de la etapa final de la guerra civil libanesa a principios de los noventa. Entré en la guerra como soldado y presencié atrocidades. Ahora escribo sobre la guerra para condenarla y desmontar su estructura salvaje.

Usted pertenece a una generación que creció bajo el gobierno Asad padre ¿Eras de los que esperaban un cambio para mejor después de la muerte de Hafez? ¿Por qué, en su opinión, las promesas de reforma nunca fueron cumplidas?

Cuando falleció Hafez Asad en junio de 2000, mi mujer y yo estábamos preparándonos para emigrar y huir a Europa. El país nos oprimía y ya no había horizonte alguno que vaticinara una cierta distensión política tras treinta años de gobierno dictatorial absoluto. El día de su muerte, muchos sirios, entre los que me incluyo, pensaron que se trataba de un buen presagio. Pensamos que la muerte del dictador cambiaría la situación en Siria. Desgraciadamente, la cuestión no estaba relacionada tanto con la persona, sino con el régimen opresor sólidamente cimentado. Los medios intentaron presentar al dictador hijo como el salvador. La realidad es que no era más que una bonita máscara que ocultaba al monstruo. Los medios hablaban de que Basha Asad pertenecía a la generación joven y eliminaría a la vieja guardia, desarrollaría la economía, acabaría con la corrupción y relajaría el control. Personalmente, no me creí ninguna de esas promesas porque sabía que los regímenes dictatoriales tienen en su naturaleza el engaño. Salí de Siria antes de que Bashar Asad recibiera el poder como heredero de su padre por medio de la farsa del parlamento, que cambió la constitución siria en unos minutos para hacerla a la medida del dictador de treinta y cuatro años. Unos pocos años después, el dictador mostró sus colmillos y los aparatos de seguridad detuvieron y forzaron al exilio a los activistas y cerraron los círculos políticos que exigían reformas. El régimen dictatorial no podía iniciar una senda reformista, pues la reforma significa el fin del dictador.

En su libro retrata a una familia brutalizada por las bombas asadistas, el gobierno hostil de las facciones opositoras, la locura del Daesh, las bombas de la coalición internacional liderada por los EEUU. E incluso los obstáculos establecidos por Europa para evitar que la gente llegue a las islas griegas. ¿Cómo ha podido terminar ocurriendo todo esto?

No sé cómo pudo suceder, pero sucedió. El pueblo sirio conocía a su régimen opresor que ya había cometido matanzas y reprimido varios levantamientos anteriormente. Pero nadie imaginaba el precio tan alto que pagarían los sirios por sus demandas de libertad y dignidad. Pensábamos que el mundo había cambiado y que no permitiría que se cometieran atroces matanzas como las que sucedieron, especialmente porque quienes se llamaban a sí mismos Amigos de Siria habían prometido a la gente que se pondrían de su lado. Cabe recordar aquí a Obama, que impuso unas líneas rojas que al régimen no le importaron. Del mismo modo, el presidente turco Erdogan prometió a los sirios que protegería Alepo, pero no cumplió su promesa. La gente estaba muy emocionada por la revolución y se creyeron todo lo que repetían algunos líderes solo para consumo de los medios. Lo mejor que hicieron las potencias fue realizar la función de espectador de un partido que se limita a proclamar su indignación cuando el equipo contrario marca un gol.

Usted ha estado viviendo durante mucho tiempo en Europa. ¿Cree, como muchos sirios argumentan, que ha habido una falta de empatía primero con sus demandas y, luego, con respecto a su tragedia?

Debemos ser justos y diferenciar entre los gobiernos, que se han limitado a condenar tímidamente las matanzas y los asesinatos de forma general, y sectores de la población europea que han mostrado una solidaridad en la medida de sus posibilidades con la revolución siria y las demandas del pueblo sirio de vivir en libertad. Desgraciadamente, la movilización popular europea no ha influido en los gobiernos, al contrario de lo que ha sucedido con algunas causas por las que las masas europeas han logrado obligar a sus gobiernos a emitir resoluciones o adoptar medidas eficaces. Los medios europeos no han logrado crear una opinión pública contraria a la dictadura siria. Creo que la Europa oficial apoya las dictaduras del Levante por muchos medios. Yo, por ejemplo, he seguido los medios alemanes y su interés en la revolución siria no estaba a la altura, quizá por la cantidad de revoluciones de la primavera árabe, pero en mi opinión, los medios en Europa no han hecho de la causa siria una causa central. La izquierda internacional ha jugado también un papel negativo. Con la excusa de la presencia de islamistas, ha apoyado al régimen dictatorial y ha negado los principios revolucionarios.

¿Por qué en la mayoría de la izquierda europea la idea de Bashar Asad, y de partido Baaz en general, como una especie de poder secular, socialista y antiimperialista ha prevalecido, y se le ha apoyado y aplaudido, a pesar de los múltiples crímenes de guerra de los que ha sido acusado?

La Europa democrática se ha transformado, desgraciadamente, en un refugio seguro para todos los criminales del régimen que han podido llegar a su territorio. Rifaat Asad, por ejemplo, que perpetró la matanza de Hama a principios de los ochenta, ha vivido muchos años con libertad y una importante fortuna en España y Francia. ¿Cómo se puede entender que Europa juzgue a Slobodan Miloevi y, en cambio, ofrezca una cómoda residencia a Rifaat Asad y su familia, cuando este ha matado a más de treinta mil sirios? ¿Es porque Miloevi no tiene miles de millones como Rifaat al-Asad? Por otra parte, la mentira del laicismo y el antiimperialismo ha terminado por desgastarse y no se necesita ser muy listo para refutarla. Este régimen no es laico, sino que está inmerso en el sectarismo y se ha aliado con el islam político chií y las organizaciones terroristas que apoya Irán, un odioso Estado religioso. Si los gobiernos europeos ignoran los crímenes del régimen porque lo consideran un baluarte del laicismo frente a la ola islamista, están equivocados. EEUU apoyó a los talibanes, retrógrados y radicales religiosos, en Afganistán cuando sus intereses lo exigieron. En este caso, lo que hay son intereses europeos y, sobre todo, israelíes en que este podrido régimen se mantenga y no tiene nada que ver con su naturaleza. En general, Europa ha apoyado a las dictaduras orientales, como Gadafi, Sadam, Asad y Bourguiba, y ha permanecido en silencio ante sus crímenes...

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Xavier Montanyà escribe sobre "Esta vez el fuego. Una nueva generación habla de la raza"

Discriminació, violència i assassinats policíacs als EUA

Acaba de sortir el llibre 'Esta vez el fuego' (BAAM) que recull les reflexions lúcides i potents actuals dels millors escriptors joves afroamericans

Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, en la col·lecció Biblioteca Afroamericana Madrid, acaba de publicar Esta vez el fuego, amb el subtítol Una nueva generación habla de la raza. És un recull ideat i editat per la primera dona que ha rebut dues vegades el National Book Award, l’escriptora Jesmyn Ward (DeLisle, Mississipí, 1977), que ha convidat onze autores i set autors joves a reflexionar sobre la constant i continuada tragèdia de racisme, assassinats i impunitat de què és víctima la comunitat afroamericana avui, ahir i sempre. La traducció, molt acurada, és de Maria Enguix Tercero.

Si James Baldwin va escriure The Fire Next Time (1963) en temps del ‘poder negre’, Jesmyn Ward ha impulsat The Fire This Time (2016) en temps del Black Lives Matter. Mig segle després, la reivindicació i la resposta continuen essent iguals. Res no sembla haver canviat. Els assassinats policíacs en són l’exemple visible. Aquest llibre vol explicar-ho. En paraules de Jesmyn Ward: ‘Quan vaig demanar [als meus col·legues] el seu treball creatiu, no els demanava res fàcil; ben al contrari, els demanava que escrivissin sobre la ferida, que lluitessin amb les veritats lletges que ens assolen en aquest país.’

Els autors dels assaigs són algunes de les millors veus joves, poetes, pensadors, crítics, periodistes, professors i investigadors de la creació i la docència, molts d’ells àmpliament premiats i reconeguts. El resultat és un compendi magnífic del sentiment i el pensament d’una generació que rep i carrega tota la violència de què han estat víctimes els negres als EUA d’ençà de segles enrere. Una lectura que il·lustra, informa i et fa sentir el crit sord de ràbia, dolor i denúncia profunda d’una altra generació negra que és víctima de l’odi, la discriminació i la fúria violenta, assassina, dels blancs.

Són uns texts que sovint parteixen de la reflexió íntima, de l’experiència personal i familiar, dels ensenyaments de casa, de l’escola i del carrer. D’allò que s’ha vist, llegit, sentit, viscut i imaginat. Del mal que fa la ferida i de la manera com se sobreviu amb el dolor. Texts escrits per joves intel·lectuals entre la poesia, la crònica viscuda, subjectiva, l’humor, la vivència i la supervivència, impulsats pel geni creatiu i la sensibilitat vital dels autors. Narracions que t’arriben al cor per la sinceritat i la força. Que et sorprenen amb detalls que, com a blanc europeu, no podies ni tan sols imaginar.

Revisen el passat, rememoren els morts, recorden les alegries infantils, l’esperit i el llegat dels avantpassats, i ho contrasten amb un present que, en essència, per a ells continua essent inhòspit i cruel. Un present des del qual costa d’imaginar un futur millor. És una obra de denúncia reflexiva, que et fa partícip del dolor i t’obre les portes a la quotidianitat de persones negres que qualsevol dia poden ser maltractades i mortes. ‘Un fòrum de dissidència –diu Jesmyn Ward– on poder exigir responsabilitats, donar testimoni, contar.’

Per a situar-nos, dues dades esfereïdores. ‘Enguany (2015) la policia ja s’ha endut més de tres-centes vides negres mentre els manifestants tancaven ponts i autovies a tot el país per recordar al món que aquestes vides importen’, escriu Daniel José Older. L’assassinat de negres ha estat una constant d’ençà dels temps de l’esclavatge. Igualment emparada per la impunitat, malgrat que pugui semblar que s’han aprovat lleis més justes i equitatives. Simplement han canviat els executors. ‘A les primeres dècades del segle XX hi va haver un linxament cada quatre dies. Es calcula que actualment la policia assassina un afroamericà cada dos dies o tres’, diu Isabel Wilkerson.

L’origen del projecte

Explica Jesmyn Ward al seu text introductori que quan George Zimmerman va haver disparat i mort Trayvon Martin el 26 de febrer de 2012, a Sanford, Florida, ella es va refugiar a Twitter. No tenia enlloc més on anar. Hi va trobar la comunitat que cercava. Estava embarassada i treballava en un llibre sobre joves morts prematurament de mort violenta que ella havia conegut. El seu germà n’era un. Cada vegada que llegia sobre Trayvon, el seu fill nonat i els seus morts l’envoltaven, amb cara d’espant, explica.

Un any i mig més tard, George Zimmerman, l’assassí, va ser absolt. Ella ja s’ho esperava. Quan mirava la foto de Trayvon hi veia un nen de disset anys. Zimmerman era un adult. Un adult que havia disparat contra un nen que tornava a casa després de caramels i un refresc. Cap agència de notícies no feia l’afirmació més òbvia. Que Trayvon era un nen. Les agències de premsa i l’opinió pública no hi veien un nen perquè hi veien un negre. La majoria dels nord-americans no veien Trayvon Martin com el veia ella. I deien, com l’assassí, que fumava marihuana i pintava grafits.

artículo completo en VilaWeb


¿La rabia de quién?, por Mireia Sentís

No es posible entender la reivindicación de las vidas negras o la exigencia de frenar la brutalidad policial sin considerar cómo se fundó Estados Unidos

Una mujer posa delante de un coche de policía incendiado, el pasado sábado durante una protesta en Los Ángeles.
Una mujer posa delante de un coche de policía incendiado, el pasado sábado durante una protesta en Los Ángeles.Ringo H.W. Chiu / EL PAÍS

El País - 6 de junio de 2020

No es la primera vez que las ciudades estadounidenses se iluminan con incendios provocados por la población afroamericana. Y, sin embargo, sorprende cada vez como si fuera la primera. Quizá lo que debería sorprender es que se incendien siempre a causa de las mismas reivindicaciones. En 1963, James Baldwin publicó La próxima vez, el fuego. En 2016 apareció Esta vez, el fuego, volumen en el que Jesmyn Ward, siguiendo la estela de Baldwin, analiza los problemas del racismo en su país. Nada había cambiado a pesar de las apariencias: una nutrida clase media negra y hasta una presidencia de ese color. El primer libro está enmarcado en la era del Black Power, el segundo en la de Black Lives Matter. Ambos momentos reclaman lo mismo, ambos tropiezan con la misma respuesta: represión armada.

No es posible entender la reivindicación de las vidas negras o la exigencia de frenar la brutalidad policial sin considerar cómo se fundó Estados Unidos o sin tener en cuenta la estructura disciplinaria de las plantaciones, el sistema de arrendamiento de reos (Convict Lease System), la era Jim Crow (Ku Klux Klan incluido) o el fenómeno de la encarcelación masiva. A lo largo de la historia, el tema de la desproporcionada reclusión y violencia contra la gente de color (término que actualmente abarca a toda “minoría” no blanca) ha ocupado las mentes de los resistentes más indómitos, los intelectuales más ponderados y los manifestantes más tenaces. Y mientras no se modifiquen leyes y se apliquen fórmulas —ya inventadas— para ofrecer igualdad de oportunidad al 14% de la población que lo reclama, los estallidos seguirán repitiéndose.

El actual es de mayores proporciones que los precedentes. Resulta comprensible, si nos remitimos a la aparición de dos nuevos factores: el sinfín de pruebas de ensañamiento proporcionadas por la nueva arma de los dispositivos móviles y su inmediata y amplia difusión, y las cifras de muertos a causa de la covid-19 entre la población afroamericana, que vio saltar por los aires los progresos que suponía el Obamacare (sistema asistencial ya de por sí muy recortado por el partido republicano) con la llegada de la actual Administración.

Aunque las manifestaciones ponen de relieve la justificada rabia negra, su verdadera causa es la prácticamente invisible, pero no menos agresiva, rabia blanca, como la denomina Carol Anderson. Para conseguir atención, la rabia blanca no necesita salir a la calle y enfrentarse a balas de goma, porque tiene acceso a los juzgados, la policía y los órganos legislativos y gubernamentales. La rabia blanca, continúa argumentando Anderson, es recurrente. Todo avance afroamericano suscita una reacción violenta. Ocurrió después de la guerra civil, cuando la sentencia del caso United States vs Cruikshank (1876) socavó una ley contraria al terrorismo del Ku Klux Klan. Ocurrió en 1954, tras el fallo del caso Brown vs el Consejo de Educación, que declaraba ilegal la segregación en las escuelas, pero requirió el envío de las tropas desde Washington para garantizar su aplicación en Arkansas. Ocurrió dos años después, cuando la presión ejercida por un centenar de congresistas sureños se tradujo en leyes que suprimían subvenciones públicas a escuelas no segregadas para destinarlas a escuelas blancas segregadas. Ocurrió tras la llegada de Obama a la Casa Blanca, que dio pie al Tea Party y a la elección del actual presidente.

Sería deseable que los hechos que ocurren en EE UU y seguimos día a día con el máximo interés, no nos convirtieran en meros voyeurs, sino que nos instigaran a conocer la situación de los afrodescendientes en España, cuyas reivindicaciones se hicieron públicas hace dos años tras la visita a nuestro país del Grupo de trabajo de expertos sobre personas de ascendencia africana, integrado en la ONU. Igualmente importante es seguir la evolución de la Plataforma de la comunidad negra, africana y afrodescendiente de España, creada a raíz de los últimos acontecimientos y que reclama políticas públicas frente al racismo institucional y social de nuestra sociedad.

Mireia Sentís es periodista y editora de BAAM (Biblioteca Afro Americana Madrid).

¿La rabia de quién?, por Mireia Sentís


Ser mujer en el Marruecos rural: "No sabemos nada de ellas, son invisibles"

Dos investigadores explican en Palma el drama de las mujeres del país árabe, candidatas perfectas para ser explotadas en los campos de la fresa

jaume bauzà palma 11.03.2020 | 00:23

La lucha de la mujer en el Marruecos rural llegó ayer a Palma de la mano de la socióloga Chadia Arab y del periodista Hicham Houdaifa. Ambos compartieron sus respectivas investigaciones sobre la doble invisibilidad que sufren la mujeres en el Marruecos rural y también la doble invisibilidad que sufren cuando son captadas y traídas a España para trabajar en los campos de la fresa de Huelva. Aquí, la promesa de trabajo e ingresos se traduce en precariedad, explotación laboral y violencia sexual en medio de un silencio cómplice que estos dos marroquíes se han propuesto romper.

No sabemos nada de ellas, son invisibles. Vienen a trabajar aquí pero nunca les hemos dado la palabra para explicar qué están haciendo, para explicar la precariedad y la situación de explotación laboral que sufren", indica Arab, autora de un libro en el que detalla la denuncia de diez mujeres agredidas sexualmente en uno de estos campos de trabajo y que próximamente se publicará en castellano.

Los dos investigadores conversaron con este diario antes de protagonizar 'Las invisibles. Marruecos y Mallorca conectadas por mujeres', un coloquio organizado por la ONG ProSud y que se celebró en la librería La Luna. "España y Marruecos somos dos países vecinos y quiero que la gente aquí entienda la precariedad en la que viven tanto en un país como en otro", subraya Houdaifa, autor de 'A la mujer y a la mula, vara dura', un libro en el que radiografía la situación de la mujer marroquí en el medio rural a través de ocho historias terribles.

"Son mujeres que ofrecen un retrato de la vida de la mujer en Marruecos. Una parte de la población que sufre violencia sexual, un infierno del que nadie habla ni en Marruecos, ni en España. Son casos reales, ejemplos de explotación económica y sexual. Aunque una mujer trabaje, no tiene libertad para hacer lo que quiera con el dinero", enfatiza este periodista.

Arab también ha hecho trabajo de campo para poner negro sobre blanco el drama que viven las marroquíes que terminan embarcándose en un viaje a los campos de la fresa de Huelva. "Los empleadores siempre eligen al mismo perfil de mujer: pobre y con hijos", asegura la socióloga. No interesa integrar a estas mujeres, solo que trabajen durante el tiempo necesario. Y mientras tanto muchas de ellas sufren explotación sexual de personas que se aprovechan de su situación de vulnerabilidad. Claro, en los campos solo quieren mujeres, no les interesa que vengan hombres", añade Arab.

El perfil de la mujer explotada

Esta experta considera que hay un caldo de cultivo perfecto para que todo eso suceda. "Son mujeres analfabetas, que vienen del mundo rural. En este contexto es más fácil ejercer una violencia sexual contra ellas. Existen todos los ingredientes desde el principio para que esas mujeres acaben siendo violadas", detalla Arab.

Laura Bosch, de ProSud, aclara que varias de esas víctimas de explotación sexual viven hoy en Mallorca: "Una de ellas fue captada por un hombre que le dijo que viniera y que se casaría con ella. Una vez estuvo aquí la encerró en casa y la tuvo prácticamente como una esclava hasta que denunció su situación. Otra de ellas llegó huyendo de los campos de Huelva una noche en la que varios hombres fueron a los campamentos en los que duermen a buscar sexo".

Arab y Houdaifa comparten un objetivo común: "Sacar a la luz lo que está escondido para que la información llegue al público y la sociedad actúe".

Artículo completo en Diario de Mallorca

 


DÍA DEL LIBRO 23 ABRIL 2018: Bea Espejo recomienda en Babelia "Cuerpo político negro"

Bea Espejo recomienda en Babelia/El País Cuerpo político negro publicado a la par que la exposición del Centro de Arte 2 de Mayo de Madrid Elements of Vogue, "la primera revisión en España de la historia de la performance afroamericana. En el futuro se estudiará como un referente."

 


Cuando Harlem era una fiesta

 

La explosión cultural vivida en el barrio neoyorquino en los años veinte se convierte en un fenómeno editorial en español

“Creían que iban a cambiar la sociedad con libros”, dice David Levering Lewis, historiador de referencia de aquel “bello fracaso”

 

Iker Seisdedos – El País / Babelia 4 de febrero de 2015

 

 

 

Cuando-Harlem-estaba-de-moda
Van Der Zee, Harlem, 1932

 

Hacia 1926, un chascarrillo circulaba por Nueva York como corría el alcohol de mala calidad por los tugurios ilegales de Harlem.

—Buenos días, señora Astor —dice un mozo de la estación Grand Central.

—¿Cómo sabe usted mi nombre, joven? —replica la dama.

—Nos conocimos la otra noche en casa de Carl Van Vechten.

La señora Astor era Helen Dinsmore Huntington, esposa de Vincent Astor, el no va más de la alta sociedad de Manhattan. Van Vechten (1880-1964), fotógrafo y escritor de origen danés, uno de los promotores externos (blancos) más activos de la creatividad del Nuevo Negro en la década de los veinte, había publicado ese mismo año la controvertida novela Nigger Heaven. Y la anécdota, un buen resumen del clima de contaminación social y racial característico de las juergas que montaba el filántropo, tan integradas como generosamente etílicas, está recogida en Cuando Harlem estaba de moda, de David Levering Lewis (Little Rock, Arkansas, 1936), ensayo de referencia sobre el renacimiento de Harlem publicado en 1981 y, al fin, traducido (por Javier Lucini) en Biblioteca Afroamericana de Madrid (BAAM).

Empeño de la fotógrafa y escritora Mireia Sentís y del poeta José Luis Gallero por ensanchar el conocimiento de los lectores españoles sobre la cultura negra estadounidense, el sello estrena alianza (con Ediciones del Oriente y el Mediterráneo) con la publicación, además, del poema en prosa Caña, obra maestra de Jean Toomer que, según los cálculos de Lewis, de visita recientemente por Madrid para apoyar el lanzamiento de su estudio, inauguró en 1923 “la nómina de las 26 novelas que dejó como legado el Harlem Renaissance”.

La etiqueta, ampliamente difundida en Estados Unidos, también más allá de los círculos editoriales y académicos, ha hecho ciertamente menos fortuna en España, donde aquella explosión creativa suele asimilarse a un leve conocimiento de la obra y la figura del novelista y poeta Langston Hughes (y sus años españoles) y, sobre todo, al Cotton Club de Duke Ellington, genio de la sofisticación sin esfuerzo, o Bill Bojangles Robinson bailando claqué con Shirley Temple. El retrato pintado por Lewis a lo largo de 500 páginas, escritas con una interesante suma de pulso periodístico y rigor académico, va, obviamente, mucho más allá para trazar una completa biografía de un movimiento cultural surgido tras la Primera Guerra Mundial, cuyas motivaciones, curiosamente, definió el estudioso con mayor precisión en la antología The Portable Harlem Rennaissance Reader (Viking, 1994): “Fue en cierto modo un fenómeno forzado, un nacionalismo cultural de salón, institucionalmente instigado y dirigido por los líderes de los movimientos nacionales por los derechos civiles con el propósito de mejorar las relaciones raciales en momentos de extremo enfrentamiento”.

Lewis, sentado recientemente en un hotel de Madrid con chaqueta de pana y jersey de cuello vuelto, aceptó desarrollar esa definición. “El renacimiento de Harlem fue el resultado de los esfuerzos de una segunda generación de personas de color bien educadas, emancipadas, asimiladas, con recursos y estudios en universidades como Harvard, Yale, Howard o Fisk. Gente que creyó que tras la Primera Guerra Mundial, cuando un buen número de afroamericanos sirvieron con valentía en Europa, había llegado el momento de ser reconocidos socialmente, de superar el estigma de una vez por todas. Sin embargo, ¿qué encontraron al volver a casa?: Discriminación, exclusión… No es una coincidencia que los disturbios raciales que asolaron el país en 1919, de Charleston a Omaha, de Washington a Chicago, esa sucesión de linchamientos y revueltas que se conocen como el Verano Rojo, estén relacionados con aquella toma de conciencia. Ahí es cuando se llegó a la conclusión de que una minoría cultural, esa que el escritor W. E. B. Du Bois llamó The Talented Tenth [el diezmo talentoso], debía liderar el progreso de la raza con armas como la novela, la poesía o el arte, por muy utópica que con la perspectiva del tiempo nos suene esa idea. Así nació el movimiento cultural afroamericano más importante de la historia de Estados Unidos hasta ese momento”.

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David Levering Lewis, autor de Cuando Harlem estaba de moda

Lewis, ganador en dos ocasiones del Pulitzer (1994 y 2001) por cada una de las dos partes en las que dividió su monumental biografía sobre Du Bois —activista, cofundador de la Asociación para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, en sus siglas en inglés) y uno de los personajes principales de Cuando Harlem estaba de moda—, considera que otro elemento clave en el éxito del renacimiento estuvo en la comunión de las dos bohemias que ocupaban, respectivamente, la parte alta y baja de Manhattan; los negros de Harlem y los miembros de la generación perdida que vagaban por el Village. “Les unió”, explica el estudioso, profesor de la Universidad de Nueva York, “la sensación de que en esa sociedad de los felices años veinte, volcada en el consumismo, no había lugar para sus sensibilidades. El resto de la explicación hay que buscarla en Broadway, que comenzó a disfrutar con obras de temática negra, en la filantropía WASP y judía y en las grandes firmas editoriales de Nueva York, que apoyaron a nuevos talentos literarios afroamericanos, al tiempo que disfrutaron de los éxitos de ventas de los escritores blancos que [como T. S. Stribling, el propio Van Vechten o Eugene O’Neill] trataron, con mayor o menor fortuna, la experiencia de ser negro en Norteamérica. Todo aquello funcionó como un imán; cada día desembarcaban en Harlem jóvenes talentosos llegados de todas partes de EE UU, chicos que normalmente habrían estado destinados a dedicarse a los negocios, pero en aquel tiempo optaron por escribir novelas”.

Algunos de los que mayor fortuna hicieron desfilan con sus memorables andares por las páginas de Cuando Harlem estaba de moda, que, con unas ventas cercanas a los 100.000 ejemplares, ha permanecido vivo en el catálogo de Penguin desde su publicación hace más de 30 años. Ahí están el patriarca Booker T. Washington y sus experimentos docentes del instituto Tuskegee, de Alabama, el místico armenio G. I. Gurdjieff o el incómodo activista jamaicano Marcus Garvey, que comenzó predicando la vuelta de los negros a África “en la esquina de los oradores de la calle 135”, y acabó, odiado y temido a partes iguales, proclamándose “presidente-general provisional” del continente; Claude McKay, el antillano que coqueteó con la URSS y firmaría una de las más exitosas páginas de la novelística del renacimiento con Home to Harlem (1928), o Alain Locke, “el Proust de la Séptima Avenida”; Wallace Thurman, escritor y editor de revistas de corta fortuna; Jesse Fauset, autora de la esencial There’s Confusion (1924), o el aglutinador de voluntades Charles S. Johnson, primer presidente negro de la Universidad de Fisk, de quien Zora Neale Hurston, destacada escritora del movimiento y madre de los términos niggeratti (resultante de sumar con ironía nigger y literatti) y negrotarians (que definía a los simpatizantes blancos de la causa), dijo que todo aquella explosión creativa “fue obra de Johnson y solo a causa de su carácter silencioso le fue atribuida a otros”.

Uno de los grandes aciertos de Lewis —de quien también se halla disponible en español en Paidós su estudio El crisol de Dios: el islam y la construcción de Europa (570-1215), sobre la influencia árabe en la España medieval—, es la capacidad para hilar las peripecias biográficas de unos y otros miembros de aquellas élites con asombrosa facilidad. Si algo se echa de menos en su trabajo es una mayor atención a la música harlemita. “Supongo que, en un afán por trascender a los tópicos de la era del jazz, del alcohol, de la prohibición [cuyo apogeo, entre 1920 y 1933, coincide tal vez no por casualidad con el del renacimiento], quedaron fuera algunas cosas. Mi intención fue discernir lo que las artes hicieron por la política, y cómo se emplearon para ciertos fines sociales y económicos”, aclara el autor, que si volviera a emprender la tarea de Cuando Harlem estaba de moda prestaría “más atención a la influencia de la cultura homosexual en el renacimiento, ejemplificada en el poeta Countee Cullen o por Langston Hughes”. Aunque Lewis se detiene en el papel decisivo de las revistas y periódicos de la época y sus premios literarios (Crisis, The Opportunity o The Messenger), así como en “la mecánica esencial de las noches del barrio”, con sus vibrantes clubes (Savoy, Cotton Club o La Torre Oscura), sus tugurios para echar un trago y las fiestas en casas de millonarios como la simpar A’Leila Walker, “primera millonaria afroamericana”, no se extiende demasiado en el arte de aquel tiempo y lugar, que también tuvo sus destacadas representaciones en las fotografías, rayanas en el experimento sociológico, de James Van der Zee, o en las pinturas de Aaron Douglas, Jacob Lawrence, Archibald Motley o Fritz Winold Reiss.

Un dibujo a carboncillo de este último adorna la portada de Caña, con traducción y epílogo de Maribel Cruzado Soria, otro rescate reciente de BAAM. Deslumbrante ejercicio narrativo a medio camino entre la novela, la prosa y la poesía, Caña fue definida por el novelista español Ray Loriga en la presentación del libro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid con un eslogan contundente: “Es la novela que lleva toda la vida inspirándome incluso aunque no supiera que existía”. Cruzado, responsable de la difícil tarea de verter en español por primera vez una de las cumbres de la literatura estadounidense del siglo XX, detalla en el epílogo los retos de su empeño. “El libro representa dificultades de todo tipo”, explicaba la traductora esta semana en conversación telefónica desde Sevilla. “Ni siquiera los estudiosos saben muy bien qué significan ciertas palabras e imágenes en su idioma original, no alcanzan a entender a qué se refería Toomer”, explica la traductora, que recuerda que el autor nunca se sintió cómodo como parte de la tribu harlemita. “No comulgaba con esa idea festiva de los demás”.

Maribel Cruzado —que descubrió al grupo “mientras vivía en Nueva York”—, estuvo al cargo también de la edición de Blues  (Pre-Textos, 2004), una selección de la obra poética de temática cercana a lo musical de Langston Hughes, de quien Alfonso Sastre adaptó su pieza teatral Mulato  (Hiru, 1994). También participó Cruzado en la edición de Escritos sobre España, de Hughes, publicación impulsada por Sentís y Gallero en BAAM y que ha probado sus poderes de contagio cultural. Aquella colección de experiencias del escritor y viajero incansable en la Guerra Civil despertó un interés por el renacimiento de Harlem en la joven editora, entonces estudiante de Periodismo, Araceli Lobo, que acaba de fundar en Madrid Señor Lobo, editorial que nace con un sello dedicado al renacimiento de Harlem y cuya primera referencia es Autobiografía de un ex hombre de color, de James Weldon Johnson. La novela fue publicada anónimamente para hacerla pasar por unas memorias verdaderas en 1912 (y por tanto no exactamente dentro del arco temporal estricto del movimiento). Entre los planes futuros del sello, explica Lobo, está la traducción de Quicksand (Arenas movedizas), de Nella Larsen y la incorporación al catálogo de Wallace Thurman. La figura de Larsen ya llamó en 2010 la atención de la exquisita editorial zaragozana Contraseña, que cuenta en su nómina con Claroscuro (The Passing). “Dimos con ella en un manual sobre los 1001 libros que hay que leer antes de morir”, explica Francisco Muñiz, de Contraseña, “vimos que, sorprendentemente, no estaba traducida y nos lanzamos a ello”. La nómina de recientes publicaciones en torno al renacimiento de Harlem, sin pretender la exhaustividad, podría completarse con Divago mientras vago (La Balsa de la Medusa / Antonio Machado Libros). Segunda parte de las memorias de Hughes, continúa donde el autor lo dejó en The Big Sea y cuenta con un memorable arranque que podría aplicarse al movimiento al que el novelista estuvo adscrito: “Cuando tenía 27 años, se hundió la Bolsa. Cuando tenía 28, me hundí yo. Entonces, supongo, me desperté. De este modo, cuando estaba a punto de cumplir los 30, empecé a ganarme la vida escribiendo. Esta es la historia de un negro que quiso ganarse la vida con sus poemas y sus cuentos”.

En efecto, el crac del 29 dio bruscamente al traste con las utopías y sueños del renacimiento de Harlem. “Hubo que centrarse en la mera supervivencia”, explica Lewis. “¿Fue un bello fracaso? Es un debate interesante. Creyeron que iban a cambiar la sociedad con libros, con poesía, realmente lo creían. Luego, en los años treinta, cuando se dieron de bruces con la Gran Depresión, el desencanto ya es grande”. En algunos casos, como el de Hughes, la cosa fue más allá de la simple decepción. En The Big Sea, escribió en 1940: “Algunos creyeron que el problema racial quedaría resuelto a través del arte (…). Estaban seguros que al Nuevo Negro le aguardaba una nueva vida en los pastos verdes de la tolerancia (…). No sé qué les pudo hacer pensar eso, excepto que la mayoría eran intelectuales dándole demasiado al coco. Los negros corrientes no oyeron ni palabra de ningún renacimiento. Y los que lo oyeron, no vieron aumentar su sueldo precisamente”.

Lewis, al final de su prólogo de 1996 para Cuando Harlem estaba de moda, se inclina por emitir un veredicto menos severo: “El renacimiento erigió los cimientos para una revalidación integral de las energías culturales afroamericanas. Los hombres y mujeres del renacimiento de Harlem pudieron fracasar en su momento, pero no nos han fallado a nosotros en el nuestro”.

Bibliografía

Cuando Harlem estaba de moda. David Levering Lewis. Traducción de Javier Lucini. Biblioteca Afroamericana de Madrid / Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.

Caña. Jean Toomer. Traducción de Maribel Cruzado Soria. Biblioteca Afroamericana de Madrid / Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.

Autobiografía de un ex hombre de color. James Weldon Johnson. Traducción de Pepa Cornejo. Señor Lobo Ediciones.

Claroscuro. Nella Larsen. Traducción de Pepa Linares. Contraseña Editorial.

Escritos sobre España. Langston Hughes. Traducción de Javier Lucini y Maribel Cruzado Soria. Biblioteca Afroamericana de Madrid / La Oficina.

Divago mientras vago. Langston Hughes. Traducción de Mariano Peyrou. Antonio Machado Libros.

Blues. Langston Hughes. Traducción de Maribel Cruzado Soria. Pre-Textos.

Artículo completo en Babelia