Adonis, el poeta candidato al Nobel: "Estados Unidos provocó la invasión de Ucrania"
Adonis, el poeta candidato al Nobel: "Estados Unidos provocó la invasión de Ucrania"
El autor sirio, uno de los más grandes de la literatura árabe contemporánea, recibe hoy la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en Madrid
15 septiembre, 2022
Jaime Cedillo @JaimeCedilloMar
El nacimiento del poeta Adonis (Qasabín, Siria, 1 de enero de 1930) clausuró la tercera década del siglo XX. Casi 93 años después, sigue avanzando con paso firme por la segunda del XXI. Detrás de su rostro afable y la cordialidad en el trato, conserva unos principios imperturbables. Eterno candidato al Nobel de Literatura y represaliado por su posición crítica hacia el régimen sirio, pertenece a la última generación que vivió conscientemente los grandes acontecimientos del pasado siglo. Su trayectoria en la literatura y la dimensión de su perfil humano lo han hecho merecedor de numerosos galardones. Hoy recibe en Madrid la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes. En el avión que lo trajo a España escribió el último verso antes de esta entrevista.
Su verdadero nombre es Ali Ahmad Said y nació en el seno de una familia alauí. Con 17 años recitó un poema ante el expresidente sirio Shukri al-Kuwatli que le abrió las puertas de la literatura. Adonis estudió filosofía en Damasco, pero en 1955 estuvo preso durante seis meses por ser miembro del Partido Social Nacionalista Sirio. Tras su liberación, se instaló en el Líbano y se sumó a la corriente del panarabismo, que propone la congregación en un estado de todos los pueblos árabes, tanto de Asia como de África, con el objeto de lograr una unidad política.
La Libia de Gadafi se inscribió en este ideario, que aún resiste en Siria. En años posteriores, los de la efervescencia de un panislamismo partidario del Califato (Al Qaeda, Estado Islámico, etc.), Adonis se desmarcó de movimientos políticos. De su relación con el islamismo, se desprenden títulos como Violencia e islam (Ariel, 2016), una serie de entrevistas con la psicoanalista y profesora Houria Abdelouahed. Cuestionado por no reprobar la dictadura de Bashar al-Assad y escéptico con la Primavera Árabe de 2010, su voz sigue siendo una de las más influyentes y polémicas de Oriente Medio.
“Siempre escribiré mi poesía en árabe”, dijo en una entrevista con El Cultural en 2016, pero reside en Occidente desde 1985. Tras la guerra civil que asoló el Líbano desde la invasión israelí en 1982, hubo de exiliarse en París, ciudad donde vive actualmente. Parte de su obra ha sido publicada en castellano y en ella habría que destacar títulos como Principio del cuerpo, final del mar (Vaso Roto, 2020), Este es mi nombre (Alianza, 2020) o Árbol de Oriente (Visor), antología publicada en 2010, donde se puede leer una amplia panorámica de su producción poética.
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo se ha hecho cargo de otros volúmenes del autor, siempre aclamado por la vocación trasgresora de su poesía. Aunque profundamente ligado a la poesía tradicional árabe, es muy admirador de los poetas europeos románticos como Baudelaire, Rimbaud o Verlaine entre los franceses, los alemanes Novalis y Goethe (recibió el premio que lleva su nombre en 2011) o el austriaco Rilke. Entre los más contemporáneos, el alemán Gottfried Benn fue quien más influyó en la tentativa rupturista de su obra a partir de los años 50, que intensifica la presencia de la belleza y la figura de la mujer, aunque el marco conceptual está dominado por la idea de la herida.
Pregunta. ¿Se siente contento de volver a España?
Respuesta. Normalmente el poeta tiene más de un país natal: dos, tres o cuatro... Yo considero a España uno de mis países natales.
¿Este reconocimiento le llega en un momento creativo?
Mi oficio es escribir. Lo hago con reconocimiento o sin él, siempre estoy escribiendo. Estos premios me motivan y me hacen pensar que hay solidaridad con la escritura.
¿Recuerda cuándo fue la última vez que escribió un verso?
En el avión, cuando estaba viniendo a España... (risas)
Ahora que su poesía puede analizarse con la perspectiva necesaria, ¿se considera un renovador, como tantas veces se ha dicho de usted?
La renovación consiste en poder cambiar todo. Si no cambias la realidad de tu alrededor, práticamente no haces nada. Si no lo he podido hacer escribiendo, imagino cómo cambiar el mundo. Mi obsesión es el cambio constante y la poesía es un horizonte abierto.
¿Cree que su poesía tiene calado social en el mundo árabe?
Creo que sí hay un interés. Para un poeta es difícil medir esto, pero hay muchos libros y estudios dedicados a mi poesía. Esto es positivo, claro, pero sí reconozco que siempre he sido muy problemático, como el filo de una espada: o me odian o me adoran.
¿Sigue la poesía actual?
Es imposible leer todo lo que se escribe hoy en día, pero puedo asegurar que leo todo lo que se publica en francés y en el mundo árabe. Respecto a lo demás, lo que me llega a través de la traducción. Sobre todo, me interesan los poetas árabes y la posibilidad de debatir con ellos.
¿Le interesa la poesía española? Más allá de su conocida afición, Lorca, ¿le gustan otros poetas?
Gracias a mi nieto, traductor, puedo establecer vínculos con la poesía española. Por supuesto, he leído a la Generación del 27 y tengo contacto con Clara Janés, a la que he llegado gracias a la traducción francesa de su obra. Sin embargo, es difícil poder valorar la poesía si no puedes leerla en su lengua original
¿Conocía a Javier Marías, el escritor español fallecido hace solo unos días?
Por supuesto, ha sido una tristísima noticia.
Cuando a Marías le mencionaban la posibilidad de ganar el Nobel de Literatura, siempre sorteaba la pregunta. Tengo entendido que usted también...
Claro (risas), porque no es una cuestión nuestra, sino del comité (la Academia Sueca) que lo decide.
¿De qué problemáticas debe ocuparse la poesía actual? ¿Cree en el género como una oportunidad para hacer una reivindicación política?
La poesía no acepta descripción. No se puede hablar de poesía política, porque cuando se viste de ideología pierde su sentido. La política puede convertirse en poesía, pero la poesía no puede convertirse en política.
¿A qué se refiere exactamente?
Cuando la política apela por los derechos humanos, por la civilización, por la democracia... Eso es poesía.
En cuanto a Siria, hace unos años mostraba su decepción en El Cultural por no haber visto “ningún manifiesto por parte de los intelectuales europeos” durante la guerra. ¿Ha cambiado su opinión respecto a este asunto?
No. Hasta el día de hoy, desgraciadamente no hay ninguna respuesta desde Occidente. Después de diez años del desastre, ha quedado demostrado que lo que está pasando en Siria es algo preparado. Muchos intelectuales se están dando cuenta ahora. Es algo excepcional en la historia: han querido derrocar al régimen sirio y, sin embargo, han destruido al país y Al-Assad todavía sigue ahí.
La guerra antes ocupaba un espacio de actualidad de primer orden. Hoy, que el conflicto aún no está resuelto, ¿cree que se le da toda la cobertura que merece?
Claro que no. Esto es una prueba más de que hay una conspiración mundial contra este país.
¿A qué cree que se debe?
Es una cuestión geopolítica que casi todos conocen: petróleo, acuerdos, Israel, Palestina, alianzas entre países... La zona de Oriente Medio es el centro del conflicto entre las principales fuerzas del planeta. Todas las guerras se libran allí porque es una dimensión estratégica.
Europa, la cuna de la civilización y de las libertades, se está traicionando a sí misma
A Ucrania, sin embargo, se le presta mucha mayor atención. Si el ataque a Siria se justificó para tumbar la dictadura de Al-Assad, ¿cuáles diría que son las causas de la invasión rusa a Ucrania?
Estados Unidos es la fuerza que mueve el mundo y también es el régimen que provocó la invasión ucraniana.
¿Qué quiere decir? ¿Desea matizarlo?
Estados Unidos se fundó de manera violenta, utilizó la primera guerra nuclear, devastó Vietnam... Está en el origen de toda la violencia. Yo estoy en contra de Estados Unidos esté donde esté.
Usted que siempre ha abogado por la necesidad de una separación entre la religión y el Estado en los países árabes, ¿sigue teniendo esperanzas en el progreso de la sociedad?
Los europeos pudieron superar aquella Edad Media en que la Iglesia imponía su ley a través de la Inquisición. Tenemos que tomar ejemplo. A pesar de los obstáculos, aspiramos a establecer esta separación. Pero lo paradójico y lo triste de esta lucha es que los europeos, políticos e intelectuales, están en contra de nuestra lucha. Europa, la cuna de la civilización y de las libertades, se está traicionando a sí misma. Por tanto, está en contra de ese progreso.
¿Cree que la poesía puede contribuir a alcanzarlo?
Sería un error presionar a la poesía con esa misión. Primero tenemos que llegar a un acuerdo sobre el concepto de cambio. ¿Quién lleva a cabo el cambio? Las instituciones. Un poema no puede cambiar una universidad. La poesía debe establecer relaciones entre la palabra y el objeto para dar una nueva imagen al mundo y un nuevo sentido a la vida.
Artículo completo en El Cultural - Letras
Al-Tanki. Tras las huellas de una mujer iraquí
Coincidiendo con la llegada de la primavera de este 2022, publicamos el último libro de Alia Mamduh, así presentado por su traductor Ignacio Gutiérrez de Terán:
No es una novela fácil de leer ni, menos aún, de traducir este al-Tanki. Tras las huellas de una mujer iraquí de Alia Mamduh. La escritora iraquí afincada en Francia desde hace décadas lleva tiempo experimentando con el idioma árabe, tratando de generar un modo peculiar de expresar su experiencia vital como mujer árabe exiliada que vuelve una y otra vez, paradójicamente, a su país natal. Escribiendo sobre la violencia, las dictaduras y las invasiones que la obligaron a marcharse; sobre la marginación que siguen sufriendo las mujeres en las ciudades y pueblos de Iraq a la sombra del poder omnímodo ejercido por el hombre, el padre, el hermano mayor o el gran líder militar, civil y religioso; o sobre la represión de las libertades básicas, empezando por la de expresión y terminando por la sexual. Todo ello aflora desde la primera página de este pormenorizado relato en torno a una familia iraquí y la calle donde se desenvuelven sus miembros, a despecho de un Bagdad que decae, lánguidamente. Mamduh imprime al texto un destacado marbete ácido y nostálgico a la vez, habitual en novelas anteriores como Naftalina, publicada por ediciones del oriente y del mediterráneo en 2000. En esta ocasión la acidez adquiere un grado de complejidad apreciable porque a un calculado ejercicio de sutileza añade una distorsión lingüística sustentada en un juego capcioso de significados, insinuaciones e imágenes rotas que pueden llevar a confundirnos, en especial si desconocemos la historia reciente de Iraq y la experiencia trágica de millones de iraquíes forzados a dejar su tierra.
Decimos que no resulta sencilla la lectura de esta novela porque su autora se ampara en las frases a medio construir, la intercalación de narradores y voces pretéritas y presentes, la confusión deliberada de las perspectivas de los personajes, la abstracción entreverada de falso realismo o la evocación de una realidad que, en Iraq, desde hace décadas, se ha convertido en rehén de un bucle inextricable. «En nuestro país, en el que el relato casi siempre queda a medias», afirma uno de los narradores colectivos de esta alegoría sobre la locura individual y nacional. Sí, la historia, la trama, de Al-Tanki se interrumpe continuamente a sí misma porque Iraq ha dejado de ser Iraq —si es que alguna vez lo fue— desde hace demasiado tiempo. Por ello, los personajes que pueblan la novela se sienten desubicados y terminan abjurando del «virus de la patria o del lugar que te acoge». Se trata de un extrañamiento que afecta tanto a los que permanecieron allí como los que se desperdigaron por medio mundo gracias a la dictadura del Baath, la invasión criminal de Estados Unidos y, antes, al embargo inmisericorde impuesto en los noventa del siglo pasado. Para mayor desgracia, Iraq debe lidiar hoy con el extremismo religioso, que está diezmando a las minorías y a los sectores laicos de las comunidades mayoritarias. «Un país de petróleos y meados» apunta otro relator más adelante, aquejado de una enuresis provocada por las convenciones sociales impuestas por los cánones patriarcales, el contexto de violencia social y el remate de la ocupación militar. La orina irrefrenable de la que habla el hermano de la supuesta protagonista del libro es la imagen de la impotencia iraquí ante su cruel destino. La frustración, también, de ver cómo la humillación originada por las guerras y las invasiones se ha trocado en abulia.
El argumento de Al-Tanki no es el de una mujer que ansía sustraerse del estrecho cerco marcado por una ciudad, sociedad y familia que se dirigen, sin remisión, a la dispersión; tampoco tiene que ver con la búsqueda de un horizonte nuevo y distinto donde desarrollar sus dotes de artista o experimentar, al fin, el amor, la pasión, el deseo. Bueno, digamos, mejor, que no tiene que ver en primera instancia con todo ello. Desde la primera línea, la novela avanza cavilosa, reconvertida en una alegoría de la historia moderna de Iraq. La familia de Afaf, tras años de silencio y aparente olvido, trata de averiguar qué le pasó allá, en París. Para ello, arman esta sinfonía desconcertante en la que cada recuento termina condenado al fracaso. ¿Qué le ocurrió a Afaf en Occidente, qué nos ha ocurrido a los iraquíes en Oriente? Suponen que murió, la mataron o se suicidó, aventuran un episodio de locura, una enajenación o una desaparición inexplicable. Como si se hubiera abducido a sí misma, tal vez. «¿Quién es el culpable de lo que le pasó a Afaf?»; un modo peculiar de inquirirse acerca de la autoría del crimen que los iraquíes vienen sufriendo desde hace mucho tiempo. «¿Somos nosotros, ustedes?». Lo terrible es que cada aportación corrobora la impresión de que nadie tiene una explicación para lo que le ha pasado a esta nación milenaria. De hecho, ni siquiera saben si se ha cometido un crimen que exija iniciar una investigación. Como con los asesinatos, los secuestros, los éxodos, la corrupción generalizada o la limpieza religiosa en barrios y aldeas, tan habituales, tan consuetudinarios.
Oh, no, eso sí que no: el crimen ha tenido lugar, pero nos cuesta mucho llegar a conclusiones porque, en esencia, ignoramos cuáles son los fundamentos de un crimen en toda regla. Y cuando atisbamos una pista, un indicio, lo enfocamos con una luz errónea. «La guerra, una cotidianidad, algo que la divinidad nos ha asignado a los iraquíes como rasgo distintivo». Por todas estas razones, Afaf ansía salir de su país para andar a rienda suelta, caminando, trotando incluso. Los zapatos, la cubierta ya lo avanza, desempeñan una función primordial en este libro, un símbolo más de que el calzado oprime y restringe el ardor de unos pies que se afanan desesperadamente por entablar contacto con el asfalto y los adoquines de las calles. Tampoco tiene visos de llegar muy lejos porque, como la protagonista termina comprobando, el exilio, como la patria, también te desgasta los zapatos. Muchísimo.
Podríamos señalar, a modo de colofón, que Afaf representa la fe del Iraq inmemorial en sí mismo. Las ganas de superar las adversidades y anunciar algo nuevo sin renegar de los valores edificantes de su acervo oriental. Por eso, Afaf canta las tonadas árabes tradicionales, los ecos de las orquestas clásicas, y añora la belleza de las construcciones armoniosas y enigmáticas del Bagdad antiguo. En cierto modo, Al-Tanki sirve de homenaje a la pléyade de arquitectos, escultores, pintores, urbanistas u orfebres iraquíes contemporáneos que fueron absorbidos por la vorágine de la destrucción o el destierro. El fin de ese edén arquitectónico al que se refiere la obra, «El Cubo», sintetiza el cruel destino de una de las generaciones más brillantes y fructíferas de todo Oriente Medio. Podríamos señalar más cosas y seguir alargando este remedo de conclusión, pero ¿para qué? Preferimos sentarnos en un café —cuánto les gusta a los árabes en general y a los iraquíes en particular hablarnos desde un café cuando recalan en París— y recordar los versos del gran poeta Issa Hassan al Yasiri, compatriota de Mamduh exiliado en Canadá, asiduo al tasakku´ o deambular insomne por la ciudad:
Treinta y seis palomas zurean bajo el techado del café
de Oliver Larry y dan saltitos
sobre una acera blanca de Montreal.
Se posan en los hombros de los clientes
que beben vino, comen crepes
y ríen con la frescura
de quien no ha conocido grandes tribulaciones.
Yo sigo sentado, abandonado a la soledad del aire
y la sombra del árbol provecto que gime, cada noche,
junto a mi ventana.
LA COCINA ABIERTA EN EL MACBA
La Cocina del MACBA es una cocina situada en el contexto de la crisis ecosocial. En su tercer año de funcionamiento, las participantes se reafirman en la importancia de “sentipensar” una cocina ecofeminista y están especialmente interesadas en los saberes de personas, proyectos y experiencias que trabajan sobre el conocimiento desplazado en relación con la soberanía alimentaria. Las tensiones ecofeministas en los debates de la carne, la sanación de la herida colonial a través de la memoria histórica, ritualista y de las celebraciones culinarias, y el arte y los procesos de justicia alimentaria son temas que atraviesan el día a día de La Cocina. Este año abrimos La Cocina e invitamos a artistas, pensadoras y colectivos especializados a reflexionar con nosotros y con todo aquel que comparta las mismas inquietudes.
A cargo de Laila El-Haddad, Maggie Schmitt, Marina Monsonís y Yayo Herrero.
Laila El-Haddad es una escritora y periodista palestinoamericana. Su trabajo se centra en la situación de Gaza y la intersección de la alimentación, la cultura y la política. Es la autora de Gaza Mom: Palestine, Politics, Parenting, and Everything In Between y coautora, junto con Maggie Schmitt, de Las cocinas de Gaza, muy aclamado por la crítica. Es una ávida jardinera y una entusiasta del aire libre. Tiene su hogar en Clarksville, Maryland, con su marido, sus cuatro hijos y siete gallinas.
Maggie Schmitt es traductora. También trabaja en varios medios —escritura, fotografía, vídeo, comida— para explorar cómo la vida cotidiana se cruza con las narrativas históricas, los imaginarios políticos y las realidades ecológicas. Ha participado en iniciativas que van desde colectivos de investigación militante hasta proyectos piloto municipales, siempre con mirada feminista y habitando la fricción entre diferentes mundos sociales. Es coautora, junto con Laila El-Haddad, del libro Las cocinas de Gaza. Vive y cría (abejas, plantas, niños) en un pueblo de Segovia.
Marina Monsonís es una artista visual que trabaja con procesos híbridos y heterogéneos de transformación social arraigados a los territorios, en proyectos colectivos, comunitarios y pedagógicos que relacionan las ciencias del mar, el diseño basado en el lugar, la gastronomía, el grafiti, la geografía radical, la etnografía y la memoria crítica, oral y gestual. Trabaja en proyectos que conectan la cocina con aspectos políticos, críticos, sociales y transgeneracionales para crear debates y transmitir conocimientos sobre las complejidades y los conflictos que habitan en el km 0. Está interesada en la convivencia de espacios radicales donde las personas se constelan en las investigaciones, las técnicas, los saberes locales y globales, antiguos y emergentes, manteniéndose en un ecosistema generoso y enriquecedor, donde en la mesa dominen el disfrute, el intercambio y la armonía. Dirige La Cocina del MACBA desde sus inicios, en noviembre de 2018.
Yayo Herrero es consultora, investigadora y profesora en los ámbitos de la ecología política, los ecofeminismos y la educación para la sostenibilidad. Es licenciada en Antropología Social y Cultural, diplomada en Educación Social e Ingeniería Técnica Agrícola, y cuenta con un diploma de estudios avanzados en Teoría de la Educación y Pedagogía Social. En la actualidad es socia de Garúa Sociedad Cooperativa y docente en diversas universidades españolas. Es autora o coautora de más de una treintena de libros y colabora habitualmente con diversos medios de comunicación. Fue coordinadora del Centro Complutense de Estudios e Información Medioambiental de la Fundación General Universidad Complutense de Madrid y directora general de FUHEM. Compagina, desde hace décadas, su actividad profesional con la participación activa en movimientos sociales, especialmente el movimiento ecologista. Forma parte de Ecologistas en Acción, organización de la que fue co-coordinadora confederal entre 2005 y 2014.
El acto tuvo lugar con el aforo completo y un sostenido interés por parte de los asistentes.
Además de la coordinadora de La Cocina abierta, Marina Monsonís, que abrió el acto, estuvieron presentes las autoras de Las cocinas de Gaza. Un viaje culinario por Palestina, Maggie Schmitt y Laila El-Haddad, esta última por videoconferencia.
Viajar por Gaza sin moverse de la cocina (Rosa Meneses, El Mundo, 29/12/2021)
Um Zuhair prepara un pastel de alholva y aceite de oliva mientras cuenta la historia de ‘Yamil y Buzaina’. El relato, que se remonta a los tiempos del califato omeya, narra el destino de dos amantes desgraciados. El poeta Yamil Ibn Maàmar, de la ciudad de Medina, se enamora de Buzaina, que pertenece a otra tribu. La familia de la joven se opone al matrimonio: no quiere que Buzaina se case con un poeta, para ellos sinónimo de libertino. Yamil, loco de amor, vaga por el desierto recitando sus versos. Sus tristes estrofas hacen llorar a las aves y las piedras. La leyenda de ‘Yamil y Buzaina’, junto con la de ‘Layla y Maynun’ -otro gran mito de la literatura árabe-, llegaron a Europa a través de la España andalusí y se cree que fueron fuente de inspiración de epopeyas como ‘Tristán e Isolda’ o ‘Romeo y Julieta’.
Pero estamos en una cocina. En una cocina de Gaza, concretamente. Y Um Zuhair está elaborando su postre. Tras preparar la masa, engrasa un molde con tahina y la extiende, coloca por encima almendras y piñones y pone el recipiente en el horno 45 minutos. Luego, sobre el pastel horneado, vierte almíbar frío y lo deja enfriar para cortarlo y servirlo. En ese trajinar en los fogones durante horas y horas, familiares y vecinos comparten un espacio de transmisión de cultura y conocimiento, de diálogo, de libertad, donde se recitan poemas, se cuentan historias, anécdotas…
Por eso, el arte de la cocina típica de Gaza es mucho más que gastronomía: es una travesía por la cultura y la sociedad de este rincón olvidado del mundo. Ese viaje puede hacerse a través del libro ‘Las cocinas de Gaza’, que acaba de publicar en España Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Es un periplo culinario por Palestina, con recetas que invitan a probar sus guisos especiados, el pescado relleno de hierbas, el falafel, los pasteles de nueces y sémola o su refrescante limonada con hierbabuena. Y es un mosaico de voces e historias, a la vez que un estudio de campo sobre la vida cotidiana de sus gentes bajo el férreo bloqueo impuesto por Israel desde 2007.
En la Antigüedad, por Gaza pasaban las caravanas de la Ruta de las Especias, con su trasiego de clavo, canela, nuez moscada o pimienta de Asia hacia el Mediterráneo. Hoy, Gaza -donde el 80% de la población es refugiada- se asocia a violencia y conflicto. «El libro pretende humanizar a la población de Gaza. Pretende compensar la representación sesgada que describe a los palestinos o como víctimas o como héroes o como agresores, una caricatura que no es lo que vive la gente, que no es la vida cotidiana, con sus momentos de alegría y pena. Queríamos un retrato a ras del suelo, con las vivencias cotidianas de las personas de Gaza, con sus situaciones terribles y su esfuerzo para llevar sus vidas con dignidad, para aportar alegría, belleza y significado», explica Maggie Schmitt, que junto con Laila El-Haddad es autora del libro.
«Los palestinos han sufrido la pérdida y el trauma durante el siglo pasado: la pérdida de tierra, de vidas y del hogar. Las aldeas de aquellos refugiados que se pusieron a salvo en Gaza fueron totalmente destruidas y su existencia, figurativa y literal, borrada de la faz de la tierra, de los mapas y los libros de historia», profundiza El-Haddad para este diario. «La comida es una de las maneras más importantes en las que han anclado su pérdida y han preservado y transmitido su memoria y herencia», continúa.
«Tomamos la comida como punto de partida para hablar de todo. Nos sitúa en realidades concretas, fuera de los grandes discursos ideológicos», prosigue Schmitt, en conversación con EL MUNDO. La comida como espacio de expresión y diálogo. «La cocina se sitúa en un papel seminal», precisa El-Haddad. «La cocina también es una forma de contar y, para quienes se toman el tiempo de escuchar, cuenta una historia curiosa que no se alinea con los Estados-Nación y transmite oralmente conocimientos fuera de lo oficial», reflexiona. Y es que, como dicen las autoras en el libro, «cuando se vive en Gaza, es un alivio que te pregunten sobre lentejas y no solo sobre política».
La cocina es un lugar privilegiado de transmisión familiar y vecinal de la historia, de intercambio y relación», considera Schmitt. «Hablamos de Palestina, cuya historia está en peligro inminente de extinción por el borrado de aldeas del mapa. Su memoria se perpetúa a través de la cocina: vemos que terceras y cuartas generaciones del exilio mantienen las recetas de sus aldeas, transmitidas por la familia, y que cuentan de dónde vienen. Y así saborean un pueblo que no existe desde hace 70 años», añade.
El recetario pone el foco en las mujeres, muchas veces mantenidas al margen del relato histórico y político. Aquí, las mujeres son el centro. No porque el libro transcurra entre ollas, sartenes y ‘zibdías’, los tradicionales cuencos de barro, sino porque retrata a las mujeres como principales transmisoras de la memoria y la historia. «Quisimos dar voz a las mujeres, que quedan fuera de la representación. Recopilar un riquísimo patrimonio culinario y hacer un acto de memoria histórica para intentar cambiar el discurso en torno a Gaza a través de la cotidianidad», destaca Schmitt.
«La cocina es un lugar especial donde los palestinos -y especialmente las mujeres- ejercen el control sobre algunos aspectos de sus vidas y elaboran y retienen su dignidad cuando Israel ha trabajado rutinariamente para despojarles de ella», considera El-Haddad.
Maestras de improvisar un plato adaptándose a lo que hay, en un contexto político y económico difícil, las autoras muestran en su trabajo cómo las mujeres hacen de las recetas transmitidas de generación en generación «un lugar de expresión y creatividad en femenino que se escapa a cualquier control».
Artículo completo en El Mundo, 29/12/2021
James Baldwin y el movimiento por los derechos civiles vigilados por el FBI
Durante los cuarenta y ocho años en que fue director del FBI, entre 1924 y 1972, fecha de su muerte, John Edgar Hoover acumuló un inmenso poder que utilizó para crear un verdadero Estado profundo al que todos, hasta los propios presidentes de Estados Unidos, temían. Utilizó ese poder para combatir todo lo que cuestionaba el orden racial blanco capitalista.
Su paranoia supremacista llegaba tan lejos que sometió a una estrecha vigilancia no solo a los líderes de los movimientos civiles sino también a escritores negros como James Baldwin. El director de cine Raoul Peck destacó alguno de los documentos del FBI que hacían referencia al escritor en su documental I Am Not Your Negro:
INFORME DEL FBI
MARZO DE 1966
MEMORANDO DEL FBI
Información relativa a James Arthur Baldwin
A la atención del subdirector del FBI Alan Rosen:
Los archivos revelan que Baldwin, un escritor negro, nació en la ciudad de Nueva York y ha vivido y viajado por Europa. Se ha hecho relativamente famoso gracias a sus escritos sobre las relaciones entre blancos y negros. Corren rumores de que Baldwin es homosexual y, al parecer, podría serlo.
La información recabada describe claramente al sujeto como un individuo peligroso del que cabe esperar actos hostiles a la defensa nacional y la seguridad pública de los Estados Unidos en situaciones de emergencia.
En consecuencia, se incorporará su nombre en el Índice de Seguridad.
[J. EDGAR HOOVER: A todos debería importarnos un único objetivo: la erradicación del crimen. La Oficina Federal de Investigaciones está tan cerca de usted como el teléfono que tenga más a mano. No busca sino protegerlo en todos los asuntos de su competencia. Está a su servicio.]
(Textos recogidos en No soy vuestro negro, la edición en castellano de I Am Not Your Negro)
Una de las páginas del voluminoso expediente del FBI sobre el escritor James Baldwin
Los poetas e intelectuales Sayd Bahodín Majruh y Abdullah Atefi asesinados por los talibanes
Al abrir la puerta a unos desconocidos, Sayd Bahodín Majrub fue asesinado, en Peshawar, Paquistán. Era un atardecer, casi de noche, a la hora del lubricán. Al día siguiente habría cumplido sesenta años.
Estaba solo y se sabía amenazado. Nunca había dejado a nadie en el umbral. Recordaba que en su país, en Kabul, en Yalalabad o en Dar-î-Nûr, ante el deber de la hospitalidad no se admiten vacilaciones. Murió con el pecho hecho trizas, en un gesto de acogida.
Murió por haber hablado libremente. Murió, sobre todo, por haber escuchado y haber prestado su voz a los sin voz. Majruh no tenía nada de intelectual del Antiguo Régimen. Más presto a escuchar los relatos y los cantos de un nómada, de un pastor, de una campesina o de un loco de Dios, que las peroratas de un ministro o de un teólogo, aplicaba su erudición sin orejeras al cuestionamiento lúcido de su propia tradición.
Este libro, consagrado a la poesía popular de las mujeres pastún, da precisamente la medida de su independencia de espíritu y su audacia. Desmontar, como lo hacía, los mecanismos pueriles del código del honor masculino era lanzar un desafío a la arrogancia hipócrita, a la opresión oculta y a la necedad habitual, era celebrar los derechos de la pasión amorosa, el escándalo y el placer.
Heredero de Omar Jayyam, Sana’i y Rumi, pero también de Montaigne y Diderot, Majruh afirmaba con vehemencia su perfil de humanista irreductible. Tras haber elegido el campo de la Resistencia afgana, no tenía ninguna intención de incorporarse al clan de los beatos fanáticos, ni de abandonar su misión de esclarecedor crítico.
De hecho, su personalidad singular, su cultura, su abnegación y su ardor fraternal pronto harían de él la conciencia moral de la Resistencia, y, en efecto, lo era y, explícitamente, su mala conciencia. Sin duda veía muy lejos y muy hondo. Sin duda tenía la tan gozosa insolencia de los que saben a la vez pensar, actuar y transmudar las tinieblas.
El poeta Sayd Bahodín Majruh llevó a cabo un combate ejemplar. Sostuvo un compromiso cotidiano, humilde y sin debilidad. Haciendo frente al horror y la barbarie, no se convirtió a su vez, y como consecuencia, en un bárbaro. No transigió.
Bahodín, te gustaban las estaciones en las que se levanta el viento, en las que el cielo se puebla de sortilegios y arena. Fomentabas la migración del espacio, para que las gravideces se borraran, y renacieran los corazones libres. Bahodín, eras de esos a los que hiere el espanto de los niños pero nunca lo alarma la nada, el absoluto, Dios o la última luz. Te deseo, al otro lado del enigma, un alba acogedora.
André Velter
POLÍTICA EXTERIOR Y DERECHOS HUMANOS
Este blog lo dedicamos, fundamentalmente, a hablar sobre nuestro libros, autores y traductores, y muy raramente haremos uso de él para tratar otros temas, pero tampoco lo excluimos. Viene esta reflexión a cuento de un reciente tweet del nuevo ministro de Asuntos Exteriores español (@jmalbares "Trabajo por l@s español@s en Europa y el mundo") en el que se vanagloria: "Llamo a consultas a nuestra embajadora ante los ataques a España y por la violación sistemática de derechos fundamentales del pueblo de Nicaragua". Nos hemos preguntado si esa contundencia y esa preocupación por los derechos humanos se ejerce solo en el caso de las antiguas colonias españolas y si no debería ejercerse también en el caso de la cooperante española Juana Ruiz, detenida desde hace ya cuatro meses por tropas israelíes en los territorios ocupados de Palestina, en el distrito de Belén, en condiciones que constituyen una afrenta a los derechos humanos y a los principios jurídicos más elementales.

Reproducimos a continuación el artículo de Teresa Aranguren publicado en InfoLibre en el que denuncia el secuestro de la cooperante española.
La detención de Juana
Teresa Aranguren @TereAranguren Publicada el 09/08/2021 a las 14:07
Si no hay un nuevo aplazamiento, que ya van tres, Juana Ruiz irá a juicio este 10 de agosto. Ante un tribunal militar israelí. Al igual que a toda la población palestina de los territorios ocupados, a Juana se le aplica la legislación militar, no así a los colonos para los que rige la justicia ordinaria. Es una de las manifestaciones del régimen de apartheid que Israel ha impuesto en territorio palestino. Y conviene recordar que las colonias, todas, son una violación flagrante de la legislación internacional y, según los términos de la Convención de Ginebra, al ser acciones que buscan “trasformar la demografía” del territorio ocupado en beneficio de la potencia ocupante, pueden ser consideradas “crímenes de guerra”. Pero esa es otra historia o quizá no.
A Juana la detuvieron bajo una figura supuestamente legal: “Detención con propósito de interrogatorio” por la que se puede arrestar a una persona sin comunicarle los cargos de los que se le acusa durante un periodo máximo de 75 días, lo cual es ya una aberración jurídica aunque no tan escandalosa como la fórmula de la detención administrativa que Israel aplica a la población palestina bajo ocupación militar y que supone una detención sin cargos prorrogable de seis en seis meses, indefinidamente. Hay casos en que esta prórroga ha durado años.
De cualquier modo, de lo que se trata es de dar envoltura legal a lo que es un atropello de los derechos humanos y una presunta justificación jurídica a las prácticas atroces de la ocupación. Hay todo un entramado legislativo diseñado para justificar lo injustificable, desde la tortura hasta el robo de la tierra. Por poner un ejemplo recordaré la llamada “ley de la propiedad de los dueños ausentes” dictada al poco de la creación de Israel que permitió al nuevo Estado quedarse con las propiedades de todo palestino que estuviera fuera de su vivienda en la fecha en la que se proclamó el Estado, 15 de mayo de 1948. Esto afectó a los bienes de todos aquellos que habían sido expulsados de sus hogares en las operaciones de “vaciado de población palestina” llevadas a cabo por milicias sionistas, luego ejército israelí, en los meses previos y posteriores a la creación del Estado de Israel y a quienes, sin salir de Palestina, huyeron de las zonas de combate hacia lugares más seguros en casas de parientes o en una segunda residencia en el campo. Desde humildes labranzas a grandes mansiones, todo pasó a manos del recién creado Israel. Sus dueños nunca han podido recuperarlas. La ley de la propiedad de los dueños ausentes nunca ha sido derogada. Una ley para cubrir la limpieza étnica y el robo de la tierra.
De entonces hasta ahora los métodos quizás se han refinado, pero el objetivo sustancialmente sigue siendo el mismo: eliminar o cuando menos reducir al mínimo la presencia palestina, la del pasado y la del presente, la que existió y la que existe y resiste en tierra palestina.
La detención de Juana tuvo lugar en la madrugada del 13 de abril. 20 soldados israelíes armados hasta los dientes irrumpieron en su casa en Beit Sahur en el distrito de Belén y se la llevaron. Ni siquiera tuvo tiempo de recoger sus gafas. Durante tres semanas estuvo detenida sin cargos y sin que nadie de su familia pudiera visitarla. Su marido, Elías Rismawi, médico palestino de Belén, se presentó cada día a las puertas de todas las prisiones en las que estuvo detenida sin saber aún de qué se le acusaba.
Finalmente, ya en mayo, se formalizaron los cargos: tener vínculos con una organización ilegal y desvío de fondos para financiar dicha organización. Se trata del Frente Popular para la liberación de Palestina (FPLP), un partido político de raíz marxista fundado por el médico cristiano George Habash en los años 60, cuando la lucha armada para recuperar la tierra de la que habían sido expulsados formaba parte sustancial de la estrategia de las organizaciones palestinas. El Frente, así se le conoce popularmente, es, junto a FATAH, la formación política más antigua de la resistencia palestina y tuvo entre sus filas figuras tan relevantes como el gran escritor Gassan Kanafani asesinado por el Mossad en Beirut en 1972. En la actualidad, el FPLP que, al igual que el resto de partidos políticos palestinos, ha ido evolucionando con el tiempo, es una formación de izquierdas con representación parlamentaria más bien escasa pero con un notable prestigio social. El hecho de que, a instancias de Israel, Estados Unidos y la Unión Europea hayan incluido al FPLP en su listado de organizaciones terroristas, lo ha convertido en excusa perfecta para criminalizar toda actividad social, humanitaria, asistencial o política de carácter progresista.
Israel siempre ha preferido a las organizaciones islamistas frente a las formaciones tradicionales del movimiento nacional palestino de carácter laico y modernizador; esgrimir la amenaza islámica es un método muy eficaz para acallar críticas, queda mejor decir que se está en guerra contra Hamás que contra una población indefensa y atrapada, mientras una lluvia de bombas cae sobre Gaza. Además los términos político-religiosos están en sintonía con la ideología que sustenta el Estado que se proclama “Estado judío” y cuyas leyes establecen una clara diferencia entre ciudadanos judíos y no judíos porque solo los primeros pueden ser considerados miembros de “la nación judía”.
No son las mezquitas lo que inquieta a las autoridades israelíes, sino las asociaciones de mujeres, los centros culturales, las fundaciones que fomentan la investigación, las bibliotecas, los grupos de teatro, los círculos de escritores, los sindicatos de campesinos y pescadores, las agrupaciones de abogados y juristas, las asociaciones de periodistas, las ONG que trabajan en proyectos educativos o sanitarios…En los últimos meses varias organizaciones de carácter humanitario y social han sido intervenidas por el ejército israelí en Cisjordania, entre ellas la Asociación de mujeres de Ramala, la ONG ADAMER que atiende a los presos palestinos en cárceles israelíes, la Unión de Comités de Trabajo Agrícola, el Centro para la Investigación y el Desarrollo de Bisan, la DCI una ONG en Defensa de la Infancia y los Comités de Trabajadores de la Salud (HWC ) donde desde hace décadas trabaja Juana Ruiz. En plena pandemia y en pleno proceso de vacunación, las 14 clínicas que HWC regentaba y que estaban llevando a cabo ese trabajo en Cisjordania han sido cerradas por el ejército israelí. Todo aquello que promueve el desarrollo y la cohesión de la sociedad palestina termina resultando sospechoso para las autoridades israelíes. La estrategia es acabar con todo aquello que permite a la población palestina resistir la atrocidad cotidiana de la ocupación, quebrar las redes de solidaridad interna que, pese a todo y frente a todo, hacen que la sociedad palestina no se hunda en la desesperanza. Y también, minar los vínculos de cooperación entre la sociedad palestina y Europa, ya que los fondos supuestamente desviados por la organización HWC y los de la mayoría de ONG palestinas provienen básicamente de la UE.
A este respecto y en respuesta a una pregunta de la europarlamentaria Soraya Rodríguez, el representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, ha afirmado que “no ha encontrado pruebas fundamentadas de uso indebido o desviación de fondos en Palestina”. La respuesta de Borrell, pronunciada apenas tres días antes de la fecha fijada para el juicio, parece echar por tierra las acusaciones israelíes o cuando menos indica que la UE no se las traga. Lo cual es reconfortante en tanto que europeos pero escasamente eficaz a la hora de cambiar la estrategia de la ocupación israelí.
Juana Ruiz es ciudadana española y por tanto europea y es de suponer que tanto el Gobierno de España como las instituciones de la UE están realizando gestiones que el lenguaje diplomático suele calificar de discretas, por no decir secretas, ante el Gobierno israelí. No dudo de la buena fe de quienes llevan a cabo esas hipotéticas y discretas gestiones, pero eso no basta. Esta no es una cuestión de soberanía y respeto a las leyes de otro país porque las leyes que Israel aplica en los territorios palestinos ocupados, las que está aplicando en el caso de Juana Ruiz, no son respetables, son leyes coloniales, leyes que avalan el apartheid, el castigo colectivo y en muchos casos el crimen de guerra. Esta es una cuestión de derechos humanos y frente a eso no cabe la discreción ni el silencio.
Juana Ruiz está a punto de cumplir 63 años y, desde hace más de 30, vive con su familia en Beit Sahur, en el distrito de Belén, en la Cisjordania ocupada; esta española de Palestina o palestina de España es una persona muy querida por sus vecinos y por todos aquellos, sean cooperantes, periodistas o simples viajeros, que han pasado por Belén y por su casa. Porque su casa, hospitalidad árabe o hispana o ambas a la vez, siempre está abierta al visitante y al amigo.
Esta mujer afable y solidaria lleva encarcelada cuatro meses y va a ser juzgada por un tribunal militar israelí en virtud de una legislación colonial diseñada no para impartir justicia, sino para aplastar todo indicio de resistencia a la ocupación militar de Palestina.
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A LA LUZ DEL RELÁMPAGO, próxima novedad Feria del Libro de Madrid 2021
Coincidiendo con la Feria del Libro de Madrid 2021 publicamos, en edición bilingüe de Kayoko Takagi y Jenaro Talens, A la luz del relámpago, una selección de haikus del gran Matsuo Bashō, con un preliminar de Clara Janés, caligrafías de Eiko Kishi y fotografías de Adriana Veyrat.
Los 99 haikus reunidos en este libro han sido seleccionados por Jenaro Talens y traducidos por él mismo en colaboración con Kayoko Takagi y cuentan con un documentado Preliminar de la académica Clara Janés, además de las caligrafías de Eiko Kishi y la serie fotográfica titulada «Bambúes», de Adriana Veyrat. Una escenografía idónea para visualizar la atmósfera natural de los haikus.
Matsuo Bashō nació en Ueno, provincia de Igo, en 1644, cuarto hijo, tras dos hermanos y una hermana, y le siguieron tres hermanas más. Su padre. Yozeamon, samurai al servicio de los Todo, se ganaba la vida enseñando a escribir a los niños del vecindario. Con nueve años, en 1653, entró a su vez de paje al servicio de los Todo, teniendo como compañero de estudios al joven heredero Yoshitada, dos años mayor. Su primer poema lo publicó a los veinte años y su primera antología se presentó en 1671 en el templo de su ciudad natal. Se trataba de una colección de haikus reunidos de dos en dos, relacionados entre sí y comentados por él mismo. Ya en Edo (Tokio), en 1675 llegó desde Osaka el maestro Sōin y Bashō fue de los poetas invitados a escribir versos encadenados en su honor. En 1680 un admirador le construyó una casa en Fukagawa y un joven le regaló un bananero (bashō). El poeta se familiarizó tanto con el árbol que acabó adoptando ese nombre como propio. Viajero impenitente, su obra va asociada a sus continuos cambios de lugar. No regresó a Edo hasta 1691 y tres años más tarde partiría de nuevo. Cerca de Osaka se vio afectado por un ataque de disentería que acabó con su vida el 12 de octubre de 1694, a los cincuenta años de edad.
PREMIOS REALES / 2
Una mirada disonante: Zajar Prilepin comenta el Limónov de Carrère
Emmanuel Carrère ha escrito un libro muy incisivo y, en su conjunto, atractivo.
La parte más interesante : la propia voz de Carrère, sus observaciones personales al margen de Limónov.
De ahí que la Introducción, es decir, las primeras 30 páginas, sean las más interesantes.
A partir de ahí, pasa a exponer, casi al pie de la letra, los libros del propio Limónov (al principio con todo detalle, y luego de forma cada vez más precipitada), lo que a los lectores de Limónov resultará, evidentemente, un tanto pesado.
Carrère insiste en llamar a su libro “novela”, pese a que, por su forma, se trata de una biografía en toda regla: en él no hay nada quwe recuerde a una novela.
No es difícil comprender por qué lo hace Carrère, pues, al componer su libro no hace ninguna distinción entre el protagonista lírico de los libros de ficción del escritor Limónov y el hombre concreto llamado Eduard Savenko.
Sin cuestionarse nada, Carrère rellena su relato con episodios de las novelas de Limónov, haciéndolos pasar, de una u otra manera, por acontecimientos reales.
Para no cargar con la responsabilidad, es preciso llamar al libro “novela” y asunto resuelto. […]
Carrère habría podido entrevistar a los amigos franceses de Limónov y describir, al menos, su época parisina comparando la prosa de ficción con la realidad.
¡En París, decenas, por no decir cientos, de personas recuerdan perfectamente a Limónov y a Natalia Medvedeva, su compañera de entonces!
¿Por qué haber dejado pasar tal oportunidad de trabajar mínimamente con las fuentes originales?
No obstante, la principal objeción no es esa.
Carrère ha optado por la facilidad, exponiendo a su manera los temas más llamativos de los libros verdaderamente sugerentes de Limónov.
Hay que admitir que el ensordecedor éxito de su libro está relacionado, precisamente, con el hecho de haber escrito un libro ligero e, incluso, no me asusta la expresión, sin rigor.
Hay algo más que me desconsuela: la superficialidad de muchas de las representaciones de Carrère sobre Rusia.
El pobre Carrère especifica trescientas veces en su libro, especialmente para su lector europeo, que Limónov es un “vil fascista”, y después de eso, otras trescientas veces, con la más absoluta sinceridad, trata de explicar que a pesar de su “vil fascismo”, Limónov es un buen hombre: compasivo, honesto y valiente.
Otro ejemplo extraído del libro:
Carrère cuenta que enseñó una fotografía (de un grupo de Natsbols con Limónov en Asia Central) a uno de sus amigos. Precisemos que se trataba de ese período heroico, a mediados de la década de 1990, en que Limónov con un grupo de sus camaradas se había instalado en las aldeas cosacas, un poco como Razine y Pougatchev [jefes cosacos que durante los siglos XVII y XVIII se habían puesto al frente de las insurrecciones campesinas]. Una aventura apasionante que les supuso serios problemas con los servicios especiales. Al contemplar la fotografía de los Natsbol desnudos hasta la cintura, en pleno verano, el amigo de Carrère exclama: “¡Una banda de maricones, que se han largado lejos de Moscú para darse por culo y que nadie les vea!”
Al relatar este episodio en su libro, Carrère no se muestra demasiado de acuerdo con su amigo, pero añade: “Y, sin embargo, ¿quién sabe?”.
Emmanuel, ¡puah !
Usted ha pasado bastantes días con los representantes de un partido del que trescientos miembros han pasado por la cárcel, seis al menos han muerto en circunstancias trágicas, un millar ha sido arrestado alguna vez y cientos han sufrido tortura o palizas y usted escribe semejante bajeza.
Su amigo es o un bromista sin gracia o un imbécil, entonces, ¿por qué citarlo?
La sorpresa más dolorosa me esperaba al final de la obra, cuando Carrère explica con aplomo que Putin y Limónov son prácticamente lo mismo.
La base para tal conclusión es sorprendentemente simple: Putin había afirmado que solo un cabrón podía no lamentar el hundimiento de la URSS. ¡Y Limónov lamenta la muerte de la URSS! ¿Lo ve usted? ¡Todo encaja!
¡Ah, sí! Putin, como Limónov, posó una vez en una fotografía en porreta y con un cuchillo. Para un europeo sensato, que condena toda clase de violencia (eso es al menos lo que a él le gusta pensar de sí mismo), se trata de un espectáculo detestable.
¡Eso es todo!
¿Comprenden ustedes?
Para el más inteligente, más sutil y más informado de los europeos preocupados por Rusia, cualquier opinión nuestra sobre el tema del hundimiento del país es un diagnóstico unívoco. Es más, un diagnóstico aterrador, definitivo.
El hecho de que Putin, que tanto se parece a Limónov, posea, según diversas fuentes, un patrimonio de cuarenta mil millones de dólares, y Limónov nada de nada, no es más que un detalle sin importancia
Que Putin, a comienzos de la década de 1990 haya abandonado los servicios secretos, traicionando su juramento, para conchabarse con el alcalde de San Petersburgo, Sobtchak, mientras Limónov, por el contrario, tratara porfiadamente de impedir el hundimiento del país durante el sangriento “Golpe de Estado” de Yeltsin de octubre de 1993, participando en cientos de mítines o en Transnitria, no es más que un simple detalle.
Que, en definitiva, Limónov sea un hombre de cultura humanista y un gran escritor, mientras que Putin, en muchos sentidos, sea su polo opuesto, tampoco importa.
Lo esencial es que ambos añoran la URSS
…Sin embargo, pensándolo bien, ¿qué es lo que podía esperar de Carrère?
¿Acaso ha sido él quien ha decretado que el hundimiento de la URSS era una gran bendición, que la historia soviética fue una marea de crueldades y de porquerías sin fin, que el intento de plantearse los acontecimientos de Yugoslavia de forma diferente a la comunidad occidental era un primer paso hacia el fascismo y que Putin era un teniente diplomado en la KGB, el restaurador del Imperio y un peligroso militarista entronado?
Me pregunto si ha sido él.
Pero entre nosotros, todos nuestros maravillosos tribunos liberales (los nuestros, los hermanos, los que enseñan al pueblo desde hace lustros la actitud correcta con respecto a nosotros mismos y al país) piensan lo mismo.
ZAJAR PRILEPIN
[traducido a partir de la versión francesa publicada en http://www.tout-sur-limonov.fr/222318798]
PREMIOS REALES
Tal vez, como afirmó en su momento el poeta griego Dinos Cristianópulos, "es hora de que el Estado deje ya de utilizar a los artistas". Llama la atención cómo desde aquel ya lejano 1980 en que el periodista asturiano Graciano García, con ayuda del general Sabino Fernández Campos, también asturiano y a la sazón secretario general de Juan Carlos de Borbón, consiguió culminar su carrera de periodista y emprendedor con la creación de los premios Príncipe de Asturias, estos han perseguido darse a conocer siguiendo tres principios: una importante dotación económica, la obligatoriedad de viajar hasta Oviedo para recibir el premio y, por último, premiando a figuras mediáticas que dieran visibilidad a esta pequeña ciudad de provincias. No se trataba tanto de estimular las artes y las ciencias descubriendo a valores jóvenes o poco conocidos, como de convocar a famosos que prestigiaran el premio. Así hemos visto desfilar por Vetusta a Leonard Cohen, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Woody Allen, Norman Foster, Pau y Marc Gasol, la selección española de fútbol, Carlos Sainz, Rafael Nadal, Google...
Este año queremos detenernos en la concesión del premio de las letras a Emmanuel Carrère, un personaje de la jet society francesa, famoso por sus aventuras sentimentales expuestas a plena luz del día, un escritor a nuestro juicio sobrevalorado, como escribimos ya hace unos años a raíz de la publicación de su éxito de ventas, Limónov:
El Limónov de Carrère se ha convertido en un best-seller de alcance mundial, y también en nuestro país. Los elogios han sido casi unánimes y escasísimas las reservas.
De igual modo, la aceptación de las insinuaciones de Carrère ("Limónov es un fascista raro", "si lo miramos despacio, El Asad y Gadafi son lo mismo") se aceptan acríticamente aun sin conocer la obra de Limónov ni tampoco su auténtica biografía —no en vano Carrère se guarda las espaldas calificando su engendro de novela— e incluso se acentúa desde el desconocimiento la maldad del protagonista, como hace Sabino Méndez, parafraseando a Carrère, en La Razón: "Es un pobre artista, un totalitario que, como rareza inducida por sus circunstancias, está con los débiles; lo cual no evita para nada su totalitarismo. [...] Lo cierto es que Limonov es un pobre totalitario, un aficionado a la mística violenta de las armas, que se acerca a ellas como si fueran «gadgets» políticos, algo bastante indeseable".
Cabría preguntarse, sin embargo, ¿cuál es la razón de que la copia, la imitación, consigan imponerse al original? Pues el libro de Carrère, salvo algunos párrafos de su cosecha, no es sino una vulgar y anodina copia resumida de los muchos libros publicados por Limónov. Carrère se ha aprovechado de la prosa brillante, incisiva, cortante, provocadora y agresiva de Limónov —considerado hoy en Rusia, incluso por sus enemigos, como el mejor escritor ruso actual— y la ha pulverizado, la ha tamizado para eliminar todo lo que contradecía sus tesis de partida, la ha aguado a voluntad y nos ha servido una papilla sin la gracia y el colorido de los ingredientes originales, pero, eso sí, adaptada a las demandas cada vez menos exigentes de los lectores occidentales.
Los primeros capítulos de la ¿novela?, ¿biografía?, ¿novela biográfica? de Carrère son una auténtica impostura. En ellos no hay la más mínima investigación sobre su personaje, sino que se limita a entresacar los aspectos que más le convienen para su imagen preconcebida del protagonista de sus novelas Edichka, La gran época, Diario de un fracasado, El adolescente Savenko, Historia de un servidor e Historia de un granuja. A nadie se le ocurriría hacer una biografía de Henri Miller a partir, solamente, de sus novelas, pues cualquier crítico literario sabe que las novelas, por muy autobiográficas que sean, solo pueden ser consideradas como fuentes secundarias y que el autor recrea en ellas su propia experiencia vital. Si Limónov se presenta a sí mismo, provocativamente, como "un granuja", para Carrère es, efectivamente, un granuja y así se lo hace saber a sus lectores, quienes, si se conforman con esta adulterada píldora, se perderán todo el fascinante retrato de la sociedad soviética brezneviana y de esa juventud desnortada que rechazaba lo que el régimen les presentaba como "sociedad comunista", de la que ellos preferían situarse al margen, que son Edichka, La gran época, El adolescente Savenko e Historia de un granuja.
El método de Carrère se desvela ya en las primeras páginas, cuando se refiere al padre de Limónov, militar de baja graduación, como un "chequista subalterno" [págs. 98-99 de la edición francesa (Paris: P.O.L., 2011), que tomaré en adelante como referencia]. En Historia de un granuja Limónov narra sus primeros pasos bohemios de poeta underground en Moscú, la emprende con no poco humor, con el stablishment, el oficial y el disidente, actitud que mantendrá, tras su exilio en Nueva York, con los Andy Warhol, Allen Ginsberg, Ferlinghetti... lo que dará pie a Carrère, sin entender al personaje creado por Limónov —un escritor joven que pugna por abrirse paso derribando a los ídolos que ocupan la escena—, a afirmar, con el conveniente distanciamiento y tomándose al pie de la letra toda la ironía que Limónov vierte sobre sí mismo: "Esta mezcla de desprecio y envidia no hace muy simpático a mi personaje" [ibíd., p. 119]. En fin los ejemplos no faltan: "Escribir nunca fue para él un fin en sí mismo, sino el único medio de que disponía para alcanzar su verdadero objetivo, hacerse rico y célebre, sobre todo célebre [íbid., p. 237]... Pero cuando las artimañas de Carrère se muestran más al desnudo es en su Epílogo, en el que compara a Limónov con Putin: "si estuviera en su lugar, no me cabe duda de que diría y haría todo lo que dice y hace Putin [íbid. págs. 479-480]. Decir tal cosa de alguien que, bajo el régimen de Putin, ha sufrido graves palizas de advertencia en la via pública, 15 meses en régimen de aislamiento en la cárcel de Lefortovo, bajo la acusación de terrorismo, sin derecho a abogado ni a recibir visitas, antes de ser condenado a 14 años y transferido a un campo de trabajo y rehabilitación, que es detenido sistemáticamente los días 31 de cada mes por encabezar las manifestaciones en favor del derecho de manifestación recogido en el artículo 31 de la Constitución rusa... no parece, precisamente, un ejercicio de objetividad.
Sobre lo que entiende Carrère por objetividad resulta sumamente instructivo el atroz y autocomplaciente diálogo que sobre el final que convendría a su Limónov mantiene con su hijo:
"No me gusta este final y creo que a él tampoco le gustaría. Creo también que quienes se arriesgan a juzgar el karma de otro, o incluso el suyo propio, pueden estar seguros de equivocarse. Una tarde confié mis dudas a mi hijo mayor, Gabriel. Es montador, acabamos de escribir juntos dos guiones para la televisión y me gusta mantener con él conversaciones de guionistas: esta escena, vale; esa otra, no.
—En el fondo —me dice— lo que te molesta es presentarlo como un loser.
Lo acepto.
—¿Y por qué te molesta? ¿Porque temes herirlo?
—En realidad, no. Bueno, en parte, pero sobre todo me parece que no es un final satisfactorio. Que es decepcionante para el lector.
—Eso es distinto —observa Gabriel y me cita unos cuantos libros y películas fundamentales cuyos protagonistas acaban mal—. Raging Bull, por ejemplo, y su última escena en la que aparece el boxeador interpretado por De Niro en una situación límite, completamente abatido. Ya no le queda nada, ni mujer, ni amigos, ni casa, se ha abandonado y se gana la vida actuando en un número cómico en un local miserable. Está esperando que lo llamen para entrar en escena sentado frente el espejo de su camerino. Lo llaman. Se levanta pesadamente de la butaca y, justo antes de salir del encuadre, se mira en el espejo, se balancea, hace como que boxea y se le escucha farfullar, en voz baja, solo para él: "I'm the boss. I'm the boss. I'm the boss".
Es patético y magnífico.
—Mil veces mejor —añade Gabriel— que si hubiera aparecido victorioso sobre un podio. Acabar con Limónov, después de todas sus aventuras, comprobando en Facebook si tiene más amigos que Kasparov, eso puede funcionar.
Tiene razón; sin embargo, hay algo que sigue incomodándome.
—Bien, abordemos el problema de otra manera —prosigue—. ¿Cuál sería para ti el final preferible? O sea, si fueras tú el que decidieras. ¿Que tomara el poder?
Niego con la cabeza: demasiado inverosímil. Sin embargo, en su programa de vida hay algo que aún no ha hecho: fundar una religión. Lo que haría falta es que abandonara la política, donde, la verdad, no tiene futuro, que volviera a los montes Altái y que se convirtiera en un gurú de una comunidad de iluminados, como el barón Ungern von Sternberg, o, aún mejor, en un auténtico sabio. Directamente una especie de santo.
Ahora es Gabriel el que tuerce el gesto:
—Creo que ya sé el final que te gustaría: que lo asesinaran. Para él, estaría en consonancia con el resto de su vida, sería heroico y le evitaría morir como uno cualquiera de un cáncer de próstata. Tu libro se vendería diez veces más. Y si lo envenenan con polonio, como a Litvinenko, ya no es que se venda diez veces más, sino cien veces más en todo el mundo. Deberías decirle a tu madre* que se lo comente a Putin".
* La madre de Emmanuel Carrère, de soltera Hélène Zourabichvili, descendiente de una familia de aristócratas rusos que abandonaron el país tras la revolución de 1917, mantiene buenas relaciones con el poder actual ruso, se ha entrevistado con Putin y suele aparecer en las cadenas de televisión afines al presidente. En una de estas apariciones se expresó con menos comedimiento del que suele emplear en Francia e hizo los siguientes comentarios, calificados por algunos de racistas, sobre la presencia de africanos en Francia:
"Durante años el gobierno ni siquiera se atrevía a calificarlos de hooligans. [...] Estas gentes vienen directamente desde sus poblados africanos. Ahora bien, París y las demás ciudades europeas no son poblados africanos. Todo el mundo se sorprende, por ejemplo, de ver niños africanos en la calle en vez de en la escuela. Uno se pregunta por qué sus padres no son capaces de retenerlos en su casa. Sin embargo, es evidente, existe una verdadera tragedia, la poligamia. Muchos de estos africanos son polígamos. Pueden tener tres o cuatro mujeres y veinticinco niños en el mismo piso. Esos pisos están tan atestados que han dejado de ser un verdadero domicilio, ¡no se sabe ni lo que es! Esa es la razón de que los niños estén en la calle". [entrevistada por la cadena rusa NTV el 13 de noviembre de 2005]. En otra ocasión, entrevistada por el semanario ruso Moskovskie Novosti, declaró que en Francia "tenemos leyes [...] que habrían podido ser ideadas por Stalin, [que pueden enviar a uno a la cárcel] si sostiene que hay cinco judíos o diez negros en la televisión". [consulta en línea 5/5/2013: http://www.lutte-ouvriere-journal.org/?act=artl&num=1948&id=16]