Salónica bajo la bota nacionalsocialista
Salónica bajo la bota nacionalsocialista
Publicado en kaosenlared.net el 30 de noviembre de 2023 / Por Iñaki Urdanibia
La verdad es que con la que está cayendo sobre Gaza, me resulta francamente incómodo escribir sobre este tema, o afines en cierto sentido. Me ronda la cabeza aquello que dijese Edgar Morin en un artículo de opinión en el vespertino Le Monde, por lo que fue denunciado por antisemitismo y llevado ante los tribunales, que lo condenaron en primera instancia para ser absuelto en la segunda vista; la tesis que mantenía es que no comprendía cómo un pueblo que ha sufrido tanto pueda hacer sufrir tanto a sus vecinos (dejo de lado lo adecuado o inadecuado de la utilización, para el caso, del término “pueblo”, que enfrenta a diferentes tendencias, representadas, a modo de ejemplo y en lo que alcanzo, por Shlomo Sand y por Rashid Khalidi). Con Morin, de antepasados sefardíes, se solidarizaron, entre otros, Daniel Bensaïd y Pierre Vidal-Naquet.; los tres nombrados judíos, universales… Añadiré en estas notas iniciales que no se ha de confundir a los judíos con los sionistas, ni se ha de pensar que el Estado de Israel reúna a todos los judíos que en el mundo son, ya que en él solamente vive un tercio de la totalidad, además de que no todos los judíos defienden la política colonialista del estado de Israel, que con su comportamiento se convierte en verdadero enemigo de los judíos. Pero bueno, el tono justificativo, no quita para poner por delante la necesidad de denunciar y condenar todos los crímenes contra la humanidad, evitando, eso sí, establecer un hit-parade o posibles comparaciones de la ignominia.
Rossina Asser Pardo (Salónica, 1933) tardó unos cuantos años en pasar a limpio lo que había escrito en su juventud, estuvo escondida, entre abril de 1943 y octubre de 1944, para evitar los zarpazos de la bestia parda. A la sazón, teniendo diez años, comenzó a escribir sus experiencias bajo el nombre de Rula Caracotsu, para evitar que si se hallaban sus notas fuera descubierta su autora. Tardó, como digo, unos cuantos años, para en 1999 dar a luz su 548 días bajo un nombre falso. Un diario sefardí del Holocausto, traducido y publicado ahora en Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. No supone lo dicho que tras su salida del escondite guardase silencio sobre los sucedido, sino que sus charlas y conferencias en diferentes foros le sirvieron para dar cuenta de las tropelías cometidas en tierras helenas por los señores de la raza pura y sus epígonos locales. Ha de tenerse en cuenta que el 96% de la población judía de Salónica fue deportada al campo de Auschwitz-Birkeneau. Sus padres con sus tres hijas se escondieron en casa de unos conocidos cristianos; ha de tenerse en cuenta que en el lugar no se daba un antisemitismo que marginase a los judíos, pudiendo estos ejercer sus oficios sin cortapisas, lo que iba acompañado —según señala la autora— de muestras de apoyo y simpatía por parte de los ciudadanos de Salónica, de la que el 25% de la población estaba compuesta por judíos sefardíes. Al final de la guerra solamente se contabilizaron setenta supervivientes judíos. Entre los motivos que le impulsaron a publicar sus diarios no juega un papel menor el escuchar palabras como las que venían a decir que «debían haber hecho más jabón con vosotros», frases como esta o similares que todavía hoy se escuchan al decir que los nazis se quedaron cortos. ¡Abominables afirmaciones que lo mezclan y confunden todo!
El diario va entregando las piezas que en su unión suponen el cuadro total de lo que sucedía a la joven, a su familia y, por extensión, a todos los judíos. Se da cuenta de la entrada de los nazis en la ciudad, las exigencias de llevar la estrella amarilla, la obligación de acudir a las citas a los israelitas de 18 a 45 años, a lo que se sumaba la prohibición de que los judíos realizasen ciertos trabajos u ocupasen ciertos puestos. El maltrato era moneda corriente. Su padre, que tenía asignado el número 5917, no se presentó, lo que suponía que debido a desobedecer las órdenes en vigor pudiese pesar la pena de muerte sobre él. La fatídica fecha fue el 11 de julio de 1942. Las leyes que asignaban a los judíos la reclusión en el gueto se pusieron en marcha.
Se imponían los registros, y los ocupantes requisaban los bienes de los judíos que por su parte organizaban fondos de ayuda a los componentes de la comunidad. La familia se quedó sin la tienda que tenían, mientras las deportaciones eran descritas por sus autores como la promesa de una utopía ofrecida a los transportados para empezar una nueva vida. La familia, viendo el cerco que cada vez era más estrecho y amenazante, optó por esconderse…
Las informaciones entregadas por Rosina Asser Pardo son completadas por tres entrevistas, realizadas en 1981 en las que las mujeres relatan sus respectivas experiencias padecidas. El calvario presentado se acompaña con diferentes ilustraciones que van desde fotos de la joven y su familia a la reproducción facsímil del cuaderno, su portada y algunas de las páginas manuscritas. No sería justo, en esta cuidada edición en todos los aspectos (formato, reproducciones fotográficas y otras, etc.), ignorar el Postfacio de Álvaro García Marín, "El cuaderno rojo de Rosina Pardo frente al Holocausto", en el que se ofrece un detallado análisis, setenta páginas repletas de rigor e información, sobre la presencia de los sefardíes, judíos españoles, en tierras de Salónica y los Balcanes, ofreciéndose la historia de dicha presencia e instalación. Se presta atención a los tiempos de la segunda guerra mundial, y la práctica de la pretendida solución final efectuada por los nazis, Se detiene igualmente Álvaro García Martín en los años posteriores a la guerra, y en el despertar de la memoria judía en Grecia, prestando una honda atención al diario publicado y a otros ejemplos del género, subrayando la singularidad de los diarios debidos a sefardíes, considerándolos formas de memoria y resistencia, performatividad imperando (decir y al tiempo hacer; hacer cosas con palabras que decía el otro) al denunciar la infamia. No falta la mención del diario de Anna Frank, en sus coincidencias y diferencias con respecto al texto presentado: ambas jóvenes, viviendo en un país que en principio no era el suyo, abarcando, no obstante, el retrato ahora publicado una ampliación que de la experiencia personal se desliza al de una comunidad en su totalidad; por otra parte, los años siguientes a la escritura fueron realmente distintos: Frank asesinada en Auschwitz, Pardo habiendo sobrevivido y siendo dueña, en todo momento y sin posibles tergiversaciones, de sus páginas escritas.
Artículo completo en kaosenlared.net
#LibrosContraLaGuerra
Los 548 días que una niña sefardí vivió oculta de los nazis en una habitación, por Manuel P. Villatoro
ABC, lunes 16 de octubre de 2023
Rosina Asser Pardo, la Ana Frank griega, describió en un pequeño cuaderno las jornadas de privaciones y pavor que pasó con su familia
548 días bajo un nombre falso. Un diario sefardí del Holocausto - Presentación
El jueves 19 de octubre Pedro Bádenas de la Peña, Marta López Vilar y Álvaro García Marín presentarán en la Biblioteca Iván de Vargas de Madrid "548 días bajo un nombre falso. Un diario sefardí del Holocausto", el emotivo cuaderno en que la niña de origen sefardí Rosina Pardo relata su encierro durante la ocupación nazi de Salónica.
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Biblioteca Pública Municipal Iván de Vargas CALLE SAN JUSTO, 5 28005 MADRID; Metro: Sol, Latina y Ópera; Bus: 3, 17, 18, 23, 31, 50, 65
LA TRAGEDIA DE LOS SEFARDÍES DE SALÓNICA
Cuando llegamos a Atenas, nos repartimos por las casas de varios amigos cristianos, porque se esperaba que los alemanes entraran en la capital, y el peligro no había pasado del todo. En junio de 1944, nuestra hija estaba con una familia en Heraclio, y mi marido y yo vivíamos con nuestro hijo pequeño en casa de una familia en el centro de Atenas. No parábamos de decir que convendría mandar al niño con unos amigos de Kifisiá, pero no acabábamos de decidirnos porque estaba enfermo y necesitaba nuestros cuidados. El 6 de junio de 1944, el Desembarco de Normandía dio alas a nuestras esperanzas. Tal vez los aliados llegaran también aquí, pero por otro lado Kifisiá estaba al lado de Tatoi. ¿No sería más prudente quedarnos al niño? No obstante, la semana siguiente los alemanes detuvieron a muchos judíos en Atenas (que llevaba ya un tiempo en su poder) y la familia que nos ocultaba dejó de inspirarnos confianza. Empezamos a obsesionarnos con la idea de que nos podían delatar. El 11 de junio le dije a mi marido que lo mejor era que me marchara yo con el niño. «Espérate a que pase la noche», me contestó. Pero aquella noche no pasó. El 11 de junio de 1944 vinieron los alemanes y nos detuvieron a mi marido Beni, a mi hijo Nicos y a mí. Nos metieron en un furgón de policía al descubierto. Al pasar por Omonia, mi hijo Nicos se moría de vergüenza. «Qué vergüenza, mamá, que nos lleven así». «No, no es ninguna vergüenza», le contesté yo, «no hemos hecho nada malo». Nos llevaron a los calabozos de la calle Merlin, y desde allí a Jaidari. Recuerdo que mientras estábamos en Jaidari trajeron a los judíos de Corfú. Venían en unas condiciones lamentables: viejos, jóvenes, mujeres, niños y bebés. Nos metieron a todos en los mismos vagones. Nuestro transporte salió de Atenas el 21 de junio de 1944. La ironía trágica es que quedaban menos de cuatro meses para la liberación de Atenas. Montamos en el último vagón. Por eso el hermano de Nina Uziel pudo saltar en marcha y escapar. Viajamos de pie en aquel vagón durante nueve días. Éramos siete mujeres con niños: Ida Ángel con un niño de nueve años; Victoria Cohen con un bebé de ocho meses; Nina Uziel con un bebé de ocho meses; Rachel Strugu con un niño de trece años; Vilna Schiffer con un niño de ocho años; Lena Salmona con un niño de dos años y yo, Claire Altsech, una de las cuatro hijas del doctor Matalón de Salónica. Mi hijo Nicos tenía entonces nueve años. Llegamos a Birkenau el 29 de junio de 1944. Estaba anocheciendo cuando el tren se detuvo en lo que nos pareció un lugar siniestro. Al bajarnos, un hombre que hablaba griego se nos acercó y se presentó: Benveniste, de Salónica. No lo conocíamos. Nos dijo que debíamos entregarles los niños a las mujeres mayores, que la Cruz Roja se haría cargo de ellos. Le hicimos caso porque nos pareció razonable. Aunque nos costara separarnos de ellos, los niños debían salvarse. A nosotras nos sometieron al procedimiento habitual: ducha, corte de pelo, tatuaje del número en el brazo. Dormimos en los famosos barracones de hormigón. A la mañana siguiente, al salir del barracón, lo primero en lo que pensé fue en mi hijo Nicos. Vi a un preso cavando. Era francés. Le pregunté: ¿sabes dónde están los niños? ¿Dónde podemos verlos?, y él, impasible, se volvió y me dijo con sarcasmo: «¿Ve usted esas llamas que salen de la chimenea? Pues ya ha salido por ahí». No he visto hombre más cruel ni más cínico en toda mi vida. En aquel instante morí por primera vez. Puede que el hombre que nos dijo que entregáramos a los niños nos salvara la vida a aquellas siete madres. Porque las que no se separaban de sus hijos iban directamente a la cámara de gas. ¿Pero acaso no es preferible morir a vivir con la pena de haber perdido un hijo? A partir de aquel momento, lo único que me mantenía con vida era la idea de que en Atenas me estaba esperando mi otra hija. Por eso, cada vez que llegaba un transporte corríamos a comprobar si venía de Grecia por si habían capturado a mi hija y viajaba a bordo. De ahí que pueda afirmar con toda certeza que el último transporte procedente de Grecia llegó a Auschwitz-Birkenau (los dos campos estaban pegados) en agosto de 1944. No, en aquel infierno de hormigón no se veían niños. Más tarde nos enteramos de la cruda realidad: los mandaban directamente a la cámara de gas con los viejos, los inválidos y las embarazadas. Y hablando de embarazadas, algunas a las que no se les notaba mucho conseguían que los SS no se dieran cuenta y parían dentro del campo. Aquellos bebés —sí, bebés humanos— los ahogaban en un cubo de agua. No, espera: sí que vimos niños de lejos una vez. A los gemelos no los mataban, los tenían en un barracón especial al lado del bloque 10, el de los experimentos. Los utilizaban como conejillos de indias. De todos modos, durante mi estancia en aquellos campos del horror perdí la capacidad de compadecerme de nadie. Volví a Grecia el 25 de agosto de 1945. Fui a comprarme unos zapatos y me acerqué con mi madre a la sinagoga a encender una vela en memoria de mi hijo Nicos, que al día siguiente habría cumplido diez años. Era un niño dulce y cariñoso. Cuando estábamos escondidos aquí en Atenas, veía a los demás niños jugar en la calle y me decía: «Mamá, no me da envidia verlos jugar; yo tengo a mis amigos, que son los libros». Y cuando lo veía triste o agobiado por no poder salir, le cantaba:
Tras la negra tormenta
llegará el sol radiante,
después del cautiverio
vendrá la libertad.
Para Nicos la libertad no llegó nunca. En 1965 regresé a Auschwitz-Birkenau. Un grupo de exprisioneros acudimos a la ceremonia de colocación de la primera piedra del monumento dedicado a las víctimas. Cogí un puñado de cenizas del crematorio donde incineraron a mi hijo y, cuando me muera, quiero que me las echen en la sepultura.
["Entrevista a doña Claire Beza" (1981), recogida en 548 días bajo un nombre falso. Un diario sefardí del holocausto]
EL CUADERNO ROJO DE ROSINA PARDO FRENTE AL HOLOCAUSTO
Añadimos a continuación las primeras páginas del documentado postfacio de Álvaro García Marín:
EL CUADERNO ROJO DE ROSINA PARDO FRENTE AL HOLOCAUSTO
Álvaro García Marín
I. Una odisea sefardí: los judíos españoles de Salónica y los Balcanes
La temprana publicación en España del emblemático Diario de Ana Frank en 1955 —tan solo tres años después de su primera edición inglesa y a los ocho años de la aparición del original—, así como su éxito duradero, hacía presagiar que en nuestro país el género de los denominados «diarios del Holocausto» suscitaría a lo largo de las décadas el mismo interés que en otras naciones europeas. Casi setenta años después, sin embargo, podemos afirmar que no ha sido así. Gran parte de estos textos, cuando se han
publicado en español, lo han hecho con un retraso considerable y, por lo general, con escasa repercusión. Tampoco contamos con una tradición de estudios al respecto.
Es probable que esto se deba a una serie de factores entrelazados. Por una parte, España no participó —al menos no de manera convencional— en la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto nunca sufrió la ocupación alemana ni presenció de cerca las políticas nazis de exterminio sistemático*, lo que ha contribuido a generar la conciencia de que el Holocausto** constituye un fenómeno ajeno a las vicisitudes de su propia historia, marcada en cambio en el siglo xx por la omnipresente Guerra Civil. Por otro lado, en la inmediata posguerra, y por razones obvias, nuestro país no se convirtió —a diferencia de Estados Unidos y algunas naciones de Europa occidental e Hispanoamérica— en refugio de un número significativo de supervivientes que al cabo del tiempo pudieran difundir sus padecimientos en nuestra lengua o desde el interior de nuestra sociedad. Todo ello, sumado al hecho indudable de que durante la primera mitad del siglo xx España carecía de una comunidad judía visible y cuantiosa, y a que las lenguas habladas y escritas por las víctimas europeas del exterminio (sobre todo yidis, alemán, polaco y hebreo) resultaban ajenas e inaccesibles para los hispanohablantes, ha bloqueado el surgimiento de lo que podríamos denominar una «empatía identitaria». En otras palabras, nunca nos hemos sentido unidos a las víctimas judías del exterminio nazi por los lazos, más íntimos que los de la mera humanidad compartida, de una lengua y una nacionalidad común; nunca hemos percibido a las víctimas como nuestras.
* Conviene aclarar, sin embargo, que durante la Guerra Civil España sí sufrió bombardeos indiscriminados contra civiles a cargo de la Legión Cóndor en Guernica, Durango o Almería, entre otros lugares.
**. Existe una amplia controversia acerca de este término, cuya etimología presenta connotaciones indeseables. Véase Odette Varon-Vassard, «Η γενοκτονία των Ελλήνων Εβραίων (1943-1944) και η αποτύπωσή της: μαρτυρίες, λογοτεχνία και ιστοριογραφία», en Η εποχή της σύγχυσης: η δεκαετία του ᾽40 και η ιστοριογραφία, ed. Yorgos Andoníu y Nicos Marandsidis (Atenas: Estía, 2008, pp. 288-313). Asimismo, no deja de ser una etiqueta tardía para unos hechos reconstruidos desde fuera del ámbito de las víctimas y, por tanto, remodelados y reinterpretados en virtud de esta nueva denominación. Se ha propuesto como alternativa el hebreo Shoah, que, sin embargo, no ha calado lo suficiente entre el público no especializado. Personalmente, prefiero referirme al fenómeno como «exterminio» o «genocidio judío», aunque en algunas ocasiones, por mera concesión a la convención, emplearé también «Holocausto».
PRÓXIMAS NOVEDADES: "548 días bajo un nombre falso. Un diario sefardí del holocausto", de Rosina Asser Pardo
Rosina Aser Pardo, de soltera Rosina Pardo, nació en 1933 en una familia sefardí de Salónica. Tras sobrevivir al Holocausto según cuenta en este libro, estudió Derecho y se dedicó a la abogacía durante varias décadas. A finales de los años 70 comenzó una actividad de difusión de la memoria del genocidio judío en Grecia que le concedió cierta notoriedad, si bien aún limitada. Fue con la publicación de 548 días en 1999 y, sobre todo, con su aparición en la exposición «Los niños escondidos en la Grecia ocupada» (2005) y en la película documental Besos a los niños (Φιλιά στα παιδιά, Vasilis Lulés, 2013), como saltó definitivamente a la fama. Apareció repetidamente en televisión, dio charlas en instituciones de enseñanza, y un fragmento de su diario fue incluido en los manuales de lectura de educación primaria.
Este libro es su única obra conocida. Rosina falleció en mayo de 2020 a los 86 años.
Álvaro García Marín (Madrid, 1978), autor de la edición, traducción del griego y del estudio que cierra el libro, es profesor del Departamento de Traducción e Interpretación (Griego) de la Universidad de Málaga. Ha trabajado de investigador y docente en la Universidad de Columbia (EE. UU.), el Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Madrid) y la Universidad de Sevilla. Traductor y experto en el estudio de la cultura griega moderna, sus publicaciones incluyen libros y colaboraciones en el ámbito europeo y norteamericano.
PRÓXIMAS NOVEDADES: Fuego profético negro, de Cornel West
¿Por qué necesitamos hablar sobre el fuego profético negro?
Desde el asesinato de Martin Luther King Jr., no cabe duda de que algo ha muerto en la Norteamérica negra. Las últimas grandes tentativas por alcanzar el triunfo colectivo negro se inspiraron en las revueltas masivas en respuesta al asesinato de Dr. King. Sin embargo, estas heroicas acciones han tropezado con una creciente represión y astutas estrategias de cooptación por parte de los poderes fácticos. La fundamental transformación de la conciencia colectiva en una individualista no solo aumenta la sensación de derrota colectiva negra, sino que también deja traslucir la adhesión negra al sugestivo mito del individualismo norteamericano. Hubo un tiempo en que la gente negra le concedía gran importancia a servir a la comunidad, ayudar a los demás y deleitarse en su empoderamiento; hoy la mayoría se entrega a empresas individualistas en busca de riqueza, salud y posición social. Hubo un tiempo en que la gente negra practicaba la potente tradición profética de alzar todas y cada una de las voces; hoy la mayoría solo quiere llenarse los bolsillos. Las grandes fortunas rigen la sociedad norteamericana, y la cultura norteamericana es un estilo de vida obsesionado con el dinero. Esto es cierto para todas las sociedades y culturas capitalistas del mundo. La tradición profética negra, así como la de otros grupos, constituye un fuerte contrapoder frente a esta tendencia de nuestro tiempo. La integridad no debe decaer en avaricia, ni la decencia en argucia, o la justicia en el precio de mercado. El principal objetivo de este libro es resucitar el fuego profético negro, especialmente entre los jóvenes. Mi propósito es revitalizar la tradición profética negra y mantener viva la memoria de las figuras y movimientos proféticos negros. Considero que la tradición profética negra es uno de los mayores tesoros de la modernidad. Ha sido la levadura en la hogaza democrática norteamericana. Sin la tradición profética negra, se perdería gran parte de lo mejor de Norteamérica, y caería en el olvido uno de los frutos más importantes del mundo moderno.
Este libro cobra todavía mayor importancia en la era Obama, precisamente porque la presencia de un presidente negro en la Casa Blanca enturbia nuestra comprensión de la tradición profética negra. Si ostentar una elevada posición en la sociedad norteamericana, o estar a la altura de los referentes blancos, constituyen la medida del éxito del movimiento de liberación negro, entonces nos hallamos en el ápice de la historia negra. Pero si la medida definitiva es el mayor o menor sufrimiento de la gente negra (especialmente de los pobres y trabajadores negros), entonces el momento presente es una triste y trágica continuación del pasado. En vista de que la clase media negra ha perdido casi el 60 por ciento de su patrimonio; que la congelación de los salarios y la inflación han arruinado a la clase trabajadora negra; y que el desempleo masivo, las escuelas decrépitas, la infravivienda y la encarcelación masiva del nuevo Jim Crow asolan a los negros pobres; la era Obama, desde el prisma de la tradición profética negra, resulta desoladora. Esta perspectiva profética no entraña un ataque personal a un presidente negro; más bien se trata de un rechazo sin paliativos del sistema que este dirige en calidad de cómplice.
Cornel West
PRÓXIMAS NOVEDADES: Paisajes humanos de mi país, de Nâzim Hikmet
Con esta obra, Nâzim Hikmet se propuso romper las fronteras entre los diversos géneros literarios. De hecho, en este largo poema encontramos frecuentes escenas dialogadas, incursiones en la historia y, sobre todo, una composición cinematográfica, una arquitectura que debe mucho a la técnica del guion cinematográfico con la que Nâzim estaba sobradamente familiarizado1. Desde el comienzo del poema, en la estación de Haydarpaşa, en la orilla asiática del Bósforo, el tren cumple una doble función. Por un lado, es el escenario donde intervienen —además de los presos, entre ellos Halil, trasunto del poeta— una multitud de personajes que, a través de sus conversaciones y ensoñaciones, permiten al poeta proyectar frente al lector —como el espejo stendhaliano, pero también como lo haría una pantalla de cine— su visión de la sociedad. Mientras los diálogos ahondan la formidable caracterización física que hace de los protagonistas, sus ensoñaciones —a manera de secuencias retrospectivas o flashback— permiten al poeta retrotraer también en el tiempo su particular visión de los paisajes de su país. Pero, por otro lado, el tren es también un trávelin que, en un prolongado recorrido circular, pautado por los traslados de los presos, recorre las tierras de Anatolia.
1 De hecho, el poeta ya había escrito un guion, basado en un relato de Selma Lagerlöf, durante su estancia de dieciséis meses en la cárcel de Bursa entre los años 1933-34. Al salir en libertad, en agosto de 1934, gracias a la amnistía decretada para conmemorar el décimo aniversario de la república, trabajó para los estudios Ipek Film escribiendo guiones, doblando películas y ejerciendo de ayudante de dirección de Muhsin Ertuğrul, por aquel entonces el director de cine turco más prestigioso. El propio Nâzim dirigió y escribió dos documentales (Sinfonía de Estambul y Sinfonía de Bursa, ambos en 1934) y un largometraje (Hacia el sol, estrenado en 1937).
Las escenas se suceden en el libro, desde la vida en prisión del poeta Halil, trasunto del autor, hasta
las escenas de la guerra de Independencia turca, la resistencia del pueblo ruso frente a la invasión nazi o el fusilamiento del escritor francés Gabriel Peri.
Como muestra del estilo de Hikmet, sirva esta recreación de una de las cartas recibidas de su mujer:
Cariño,
tengo tanta confianza en ti
que quiero ser como tú.
Hemos vivido cinco años con normalidad,
el resto lo has pasado en la cárcel.
No es que me queje,
nuestra vida ha sido hermosa también así.
Estés donde estés,
lejos o cerca,
uno se deja llevar por tu pasión.
Tú eres una pasión humana,
(qué palabras tan extrañas,
el fez de mi abuelo en la cabeza
y una barba canosa, sin bigote y bien recortada,
pero son mis palabras).
Ya lo ves, oh alma de mi cuerpo
(¿se puede decir así?,
pues así me ha salido de adentro),
la verdad es que no sé expresarme por carta.
En mi boca se amontonan palabras para decirte.
Dejemos la pluma y el papel,
estar cara a cara
y hablar contigo:
al lado de tu voz
oír mi propia voz.