Isabelle Eberhardt
Segunda edición, revisada y aumentada.
Introducción, selección y traducción del francés de Inmaculada Jiménez Morell.
Isabelle Eberhardt, tránsfuga de la Europa civilizada que recorre travestida de caballero árabe las arenas del desierto en busca de su otra identidad: una identidad que no fuera fruto ni de la imposición ni de la herencia ni del sacrificio.
Isabelle no tomaba decisiones sino que, más bien, se dejaba propulsar a la acción. Su naturaleza y una singular tenacidad en la realización de sus proyectos la conducían a una insuperable nostalgia de lo inaccesible. Con el transcurso de los años pasó de la simple búsqueda de la evasión a una idea fija de libertad total.
Paul Bowles, «Une rebelle», Libération, 5/1/1989
La pugna trágica entre lo que Isabelle Eberhardt era y lo que otros –con su aquiescencia amorosa– habían querido que fuera puede leerse en filigrana en los cuentos reunidos aquí bajo el título de País de arena: por un lado, la irresistible atracción hacia lo masculino y la correspondiente valoración extrema de una cultura tan machista como la musulmana, y por otro, la lúcida exaltación de lo femenino, la reivindicación de los más altos valores de lo humano a través de la figura de la mujer y el rechazo feroz de todo aquello que coarta el desarrollo de ésta. Y también puede leerse en filigrana… el horror ante la muerte y el gusto por la muerte, el vértigo de esa soledad que el desierto encarna como nada; y, de manera explícita, la abominación tanto del colonialismo como del entreguismo al mismo, y la nostalgia de un amor absoluto en cuyo seno lo masculino y lo femenino se revelarían como complementarios.
Leopoldo Azancot, «Una leyenda de la negación», El País, 9/4/1989
Capaz de transmitir un profundo dolor contra el que ya no se lucha y en el que Eberhardt se mece junto a los perdedores, pero con la dignidad del que no ha fracasado.
Michel Santiago, «El objeto de fascinación», El Urogallo, 1989
Maldita entre las malditas, personaje hiperreal, irrepetible excepción, el interés por su persona (más que por su obra) se ha ido renovando cíclicamente desde su muerte. Sus exégetas (mea culpa) se han multiplicado, conmovidos acaso por un acceso de solidaria afinidad, conforme la descubrían fortuitamente. Isabelle Eberhardt ha perdido finalmente su historicidad, ni siquiera actúa como mito, se ha convertido en un género literario.
Alberto Hernando, «Isabelle Eberhardt, maldita entre las malditas», Quimera, 1989
Una selección de relatos breves de una mujer europea, enamorada del Magreb, que vivió una apasionante aventura personal a finales del siglo XIX … Apasionada por la realidad norteafricana, viajó por los territorios colonizados, recogiendo testimonios vivísimos del sufrimiento y la miseria ambiente, que traducía en su lenguaje poético y romántico, cargado de travestismo y simulación.
Diálogo Mediterráneo, abril 2000
Convertida al islam, los colonizadores franceses la trataron con desdén y rechazo. No les gustaba la imagen de esta mujer que ataviada como un hombre se mezclaba con los argelinos para vivir con ellos y poder transmitir de primera mano sus modos de vida, pero tampoco a algunos pobladores locales. Esa figura errante, solitaria, decidida e híbrida trastocaba demasiados cimientos y creencias. Era incómoda, como solo un ser auténticamente libre lo puede ser.
SFQU, Literafricas, 19/06/2016
Para unos era Isabelle Eberhardt (1877-1904); para otros, Mahmoud Saadi, el nombre que la escritora suiza usaba cuando se disfrazaba de caballero árabe en sus vagabundeos por el norte de África. Con chilaba blanca, turbante y chechia, pasaba desapercibida en los tugurios de Argelia y Túnez. Le daba al alcohol, al kif y al juego, desprendiéndose de su identidad masculina en las noches de sexo. Con la misma pasión espiritual abrazó el Islam; debatía con los mulá y recitaba el Corán en versión original.
[véase
Información adicional
Colección | Letras, 1 |
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ISBN | 8487198635 |
Año de publicación | 1989 (2000, segunda edición) |
Páginas | 256 |
Tamaño | 19 x 10,5 cm |
Peso | 240 g |
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