libros-contra-la-guerraSaid Ferdi nació en Argelia. Detenido por una patrulla francesa cuando solo tenía trece años, fue torturado y obligado a colaborar con el ejército francés, pasando a ser considerado un traidor por sus compatriotas.

En estas páginas se escucha una voz pocas oída en la literatura, e, incluso, en la historia; una voz inolvidable, de una penetrante dulzura, de un doloroso candor y de una resignación que viene de muy lejos. Es la voz de un pobre que se sorprende de todo, pero al que nada, ni siquiera los acontecimientos más terribles, sorprende de veras.

Un-niño-en´la´guerraSaid Ferdi pertenece a una familia pobre y numerosa del macizo del Aurès; su padre era obrero agrícola en la finca de un colono rico. Producto típico de la explotación colonial y del desprecio que los pied noirs sienten hacia los nativos, su destino parece estar trazado de antemano. Así habría sucedido de no ser por un pequeño detalle que Said Ferdi no olvida consignar y que altera la mecánica de los hechos: se trata del deseo, la obstinación del padre para que sus hijos, y también sus hijas, acudieran a la escuela árabe. La cadena de la explotación se rompe por culpa de este sueño de emancipación. El autor relata cómo sus aspiraciones a la dignidad y, por consiguiente, a la independencia, se manifiestan en la escuela a través de las palabras del maestro. Siendo así, ¿debemos sorprendernos si es, precisamente, camino de la escuela donde la desgracia se abate sobre Said? Detenido por una patrulla francesa, el niño —todavía no ha cumplido catorce años—, dos de cuyos hermanos se han sumado a la rebelión y lleva en la cartera un libro con cantos patrióticos, será salvajemente torturado y mantenido como prisionero en el cuartel…

No recuerdo haber leído requisitoria más implacable en su simplicidad contra la lógica de la guerra que el libro de Said Ferdi. Al hilo de sus páginas asistimos al hundimiento y de la disgregación de la más mínima esperanza de reconciliación franco-argelina. Ahora bien, este terrible embrollo no es en absoluto culpa de los hombres, sino que es el resultado de la lógica de la violencia y del salvajismo inherentes a la máquina militar. Así, cuando un brigada borracho se ensaña con Said y le somete a descargas eléctricas, lo que escribe sobre su carne no es sino el fracaso de Francia.

Del Prefacio de Michel del Castillo a Un niño en la guerra.