Bassidiki Coulibaly y su libro "El delito de ser “negro”. Mil millones de “negros” en una cárcel identitaria

Bassidiki Coulibaly quiso estar presente en el acto de presentación y debate sobre su incitante texto El delito de ser "negro". Mil millones de "negros" en una cárcel identitaria y nos envió el siguiente video:

Añadimos a continuación las tres preguntas que Mireia Sentís, directora de la colección BAAM Biblioteca Afro Americana Madrid, dirigió al autor y que este respondió especialmente para este acto. Al final de sus respuestas hemos incluido algunos extractos de las intervenciones de la propia Mireia Sentís, de Carla Fibla, periodista con una amplia trayectoria (corresponsal de diversos medios en El Cairo, Rabat y Amán, redactora de la revista Mundo Negro y autora de Mi nombre es nadie en el que recoge testimonios de los inmigrantes que tratan de llegar a España) y de Ramadhani Ngoy, coordinador de AfroDiccionario

ENTREVISTA A BASSIDIKI COULIBALY

 

Por Mireia Sentís

 

—¿Cuál es la razón por la que siempre, sin excepción, ha decidido escribir “negro” entre comillas?

 

La razón es triple.

  • Primera: porque escribirlo sin comillas es sospechoso, suena falso y constituye un desafío para la razón. El negro en cuanto color, detenta un estatus único y singular con respecto a cualquier otro color. Así, es el no-color para unos y el rey de los colores para otros puesto que todos los otros colores nacen de él. El negro es también el color del misterio, el de los místicos cristianos (del maestro Eckhart, teólogo y filósofo del siglo XIII/XIV, por ejemplo), el color del edificio más sagrado del Islam (la Kaaba de la Meca) y Freud, cuando habla de psicoanálisis, se refiere a la mujer utilizando el término “continente negro”.
  • Segunda: escribir negro sin comillas no es razonar en estéreo sino en mono, como en los monoteísmos. Sin embargo, todo razonamiento mono no puede sino ser binario (negro/no-negro) y hundirse en el maniqueísmo. Porque ¿de qué “negro” hablamos cuando hablamos de color? Yo he decidido razonar en estéreo. El negro, en cuanto color tiene más de cincuenta matices, como magistralmente ha demostrado el pintor Pierre Soulages, por ejemplo.
  • Tercera: aquí se plantea la pregunta ¿a qué tono de negro nos referimos cuando hablamos de o escribimos sobre el “negro” o los “negros”, al referirnos a los seres humanos?  Cuando se razona en estéreo como el comentador político sudafricano Peter Abrahams y se ha comprendido que rojo es el color de la sangre de los negros, ya no es posible escribir negro o negros sin comillas; porque sería ir en contra de la lógica y de la razón. Y más: desde la antigüedad griega hasta nuestros días, tanto el color negro, como los seres humanos denominados “negros”, han sido desacreditados a través de múltiples y diversas cargas negativas. Poner, pues, comillas es atraer la atención sobre algo que no viene dado; es una invitación a hacerse preguntas, a comprometerse con el laborioso y largo trabajo que requiere la deconstrucción de nuestras representaciones sociales.

 

—¿Cree usted que sin las religiones el racismo estaría menos extendido?

 

  • Las relaciones entre racismo y religión son históricas y complejas. Sin embargo, pienso que sí, que sin las religiones -las monoteístas, claro está- el racismo se hubiese extendido menos. Lo que siempre ha caracterizado las religiones monoteístas es el proselitismo, a la vez consensual y violento, cercano y lejano, amparado bajo el manto de la ficción de la pureza. Pureza de los creyentes, pureza de la raza, pureza de la sangre. Por ejemplo, en la España a caballo de los siglos XV y XVI, o sea al final de la reconquista, tanto los judíos como los musulmanes son sometidos a un dilema en nombre de la religión cristiana: convertirse al cristianismo o abandonar el reino. Y mientras Cristóbal Colón “descubría” América en 1492, preparando así el terreno a Hernán Cortés, el reino de España expulsaba a los judíos ese mismo año y luego a los musulmanes en 1502. Menos mal que, en 1550 y 1551, Bartolomé de las Casas, hombre de la iglesia, estaba en Valladolid, en nombre de la humanidad y en defensa de los “indios”, solo ante Sepúlveda y la iglesia. Por otra parte, el racismo perdurará mucho tiempo entre los “viejos cristianos” de “sangre pura” y los “nuevos cristianos” (judíos y musulmanes conversos) de “sangre impura”.
  • En cuanto a los “negros”, Lluís Sala-Molins a mostrado abundantemente cómo las religiones, la cristiana sobre todo, han tomado como fundamente religioso e ideológico el libro del Génesis para esclavizar la población africana (el Código negro o el calvario de Canaán)

 

—¿Prevé un futuro en el cual los “negros” no sean ya los condenados de la tierra? ¿Y ese futuro depende, como apunta usted, de un cambio de actitud de los negros hacia sí mismos, o bien sin la toma de consciencia de los “no negros” no habrá nada que hacer? 

 

  • ¿Un futuro en el que los “negros” no sean los condenados de la tierra? Estoy tentado de contestar afirmativamente. Mirando hacia el pasado, la paleontología nos enseña que Lucía tanto como Toumai que la destronó, proceden del África “negra”, como todos los hombres de hace dos millones y medio de años. ¡Así hasta que se demuestre lo contrario somos todos, tengamos el color de epidermis que tengamos, africanos! Y hasta de la misma familia puesto que no hay más que una raza (Unicef, 1964). Cuando miramos al presente, los “negros” están en todas partes en el planeta Tierra y han marcado positivamente la historia en todos los dominios del saber; del saber hacer y del saber estar (Nelson Mandela, por ejemplo). Están presentes entre las élites, las clases medias y las populares. En este presente de mundialización y mestizaje, los “negros” que rompen los barrotes de sus prisiones identitarias son cada vez más numerosos. Los “negros” ya no son los únicos condenados de la tierra. Los Palestinos, esos apátridas, ¿acaso no son condenados de la tierra? Los kurdos, esos apátridas, ¿no son condenados de la tierra? Y cuando vemos en las manifestaciones abigarradas de Black Lives Matter personas de todas las edades y de todos los colores, es el futuro que ya está presente. El cambio de actitud de los “negros” hacia sí mismos, tanto como la toma de conciencia de los “no negros”, son condiciones imperativas para acelerar el paso de la marcha hacia un futuro sin condenados de la tierra (ya sean palestinos, kurdos, “negros”, etc…). A lo largo de la historia siempre ha habido “no negros” al lado de los “negros”, porque el humano es fundamentalmente estéreo, a pesar de su auto domesticación al pensamiento mono. Vean lo que estamos llegando a hacer todos juntos: usted, el equipo al cual pertenece, Dalikou, Sala-Molins, etc…).
  • Termino con una cita de Martin Luther King: “Tenemos que aprender a vivir juntos como hermanos, si no moriremos juntos como idiotas”. (Discurso del 31 de marzo de 1968).

El delito de ser "negro". Mil millones de negros en una cárcel identitaria Presentación y debate en el Ateneo la Maliciosa

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Presentación y debate sobre "El delito de ser “negro”. Mil millones de “negros” en una cárcel identitaria", con Mireia Sentís, Carla Fibla y Ramadhani Ngoy en el Ateneo La Maliciosa el 15 de febrero de 2023 a las siete de la tarde.

¿Pero qué es un negro? Y, para empezar, ¿de qué color es?

Jean Genet, Los negros, 1958.

El «negro» es negro: el «no negro» que lo afirma tiene la certeza, y el «negro», el convencimiento. Más aún, el «negro» no puede negar que es negro: tiene la certeza inequívoca, como el «blanco» que siempre ha sabido que es blanco. Ahora bien, el empirista más elemental, sea cual sea su color, sabe que quien es tachado de «negro» no es monocromo y que la blanquitud del «blanco» es más que discutible: lo que percibimos no siempre es conforme a lo que retenemos de una vez por todas. El «negro» de Somalia no tiene la misma negrura que el «negro» de Sudáfrica, el «blanco» de España no tiene la misma blancura que el «blanco» de Suecia: a los dos primeros los llaman «negros» y ellos se reconocen como tales, lo mismo que llaman «blancos» al español y al sueco y ellos se reconocen como tales. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de «color»? ¿Por qué hemos hablado y seguimos hablando de «mujer de color», de «hombre de color», de «pueblos de color» como si los otros fueran incoloros? ¿Cuáles fueron y siguen siendo las implicaciones para estas «personas de color», y en particular para «los negros», las únicas «personas de color» del siglo XXI?


Encuentro en torno a Tarek Eltayeb y su libro "Estaciones. Una autobiografía" en Enclave de Libros

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Encuentro en torno al libro de Tarek Eltayeb "Estaciones. Una autobiografía" de Tarek Eltayeb en Enclave de Libros

Y la mujer «distinta»

Me he dado cuenta de que, en algunos libros nuestros escritos en árabe, cuando tratan de la mujer «libre» o «liberada» se están refiriendo a sociedades distintas a aquellas en la que viven. Como contraste, se muestra esa visión sagrada de la madre, la hermana, la esposa, las mujeres de la familia, las demás parientes, las de la comunidad, del país o del mundo… La mujer «de moral dudosa», que hace el papel de amante, amiga o sirvienta, o bien no tiene un origen explícito, o es europea, o árabe de otras sociedades más libres. Me sorprenden los colegas escritores que siguen considerando a la mujer europea la eterna presa de caza. Por muchos años que hayan vivido en Occidente, siguen siendo incapaces de comprender cómo es, su mentalidad, y que su manera de pensar tiene que ver con sus costumbres y tradiciones, y no con los preceptos religiosos de lo que está o no permitido hacer.

La imagen de yo-otro

Occidente ha pasado a ser ya un componente más de mí mismo, algo a lo que yo aporto algo y me aporta algo a mí. Viena y Europa están claramente presentes en lo que escribo. Vivir aquí tanto tiempo, el contacto permanente con gente de letras, amistades, vecindario, estudiantes, colegas de trabajo, famosos y anónimos, ricos y pobres, habitantes de la ciudad y del campo (donde paso bastante tiempo al año), todos ellos han hecho que ese «otro» occidental sea ahora una parte de mí mismo. Una parte intrínseca del «yo» que entiendo y me entiende. También ese «otro» occidental —que se relaciona conmigo con naturalidad— se ha convertido en parte de mí mismo. Para él yo he dejado de ser esencialmente «otro», al igual que él ha dejado de serlo para mí. No está mal cambiar el estereotipo del «yo» y el «otro», al menos para mí y aquellos para los que —como yo— la imagen del «yo-otro» se ha convertido casi en la del «otro yo».

De Estaciones. Una autobiografía, de Tarek Eltayeb (traducción del árabe de M. Luz Comendador)


"Paisajes humanos de mi país", de Nâzim Hikmet, próxima novedad

SOBRE LOS PATRIOTAS Y EL AMOR A LA PATRIA

 

Nâzim-Hikmet-juicio-1931
Nâzim Hikmet declara ante el Tribunal de Primera Instancia de Estambul en el juicio que se le sigue por actividades subversivas.

Fuat dobló el periódico con rabia:

—Nuri Cemil habla del amor a la patria —dijo—,

       ¡sin ninguna vergüenza

                   habla del amor a la patria!

Süleyman replicó divertido:

—Por fin te he visto enfadado.

¿Qué te creías?

Por supuesto que habla.

Por un lado venden la patria,

                   y por otro hablan así

¿Tienen amor a la patria estos cabrones?

¿Qué clase de amor a la patria?

Es amor por un escaño, un almacén, una fábrica, una granja, un edificio.

Quítales sus edificios, su capital,

quítales su escaño,

y para esos tipos la patria será entonces tierra enemiga.

Así ha sido siempre la historia.

En la revolución francesa,

sus nobles guiaron a los ejércitos enemigos

                   para aplastar a Francia

                               y salvar la monarquía…

Y los que movieron los hilos de las tropas de los rusos blancos,

de Vrangel, Kolchak y Denikin,

                   fueron los capitalistas alemanes, ingleses y japoneses.

Y entre nosotros,

la sublime dinastía otomana

y su entorno,

junto con los bancos londinenses y Venizelos

       marcharon codo con codo para arrebatarle Anatolia al pueblo turco.

Y hasta

el líder nacionalista chino Chiang Kai-shek,

con dinero norteamericano y armas japonesas…

Fuat interrumpió a Süleyman:

—En la novela La condición humana de Malraux

a los obreros chinos los queman en las calderas de las locomotoras…

Süleyman siguió:

—Franco, «el patriota más grande» de la Península ibérica,

lanzó a los moros marroquíes y los aviones alemanes

contra la patria del frente popular español.

Y el mariscal Petain, el héroe de Verdún,

que, por miedo a los obreros franceses,

entregó Francia al enemigo…

¿Tienen amor a la patria estos cabrones?

                   ¿Pero qué amor patrio?


En medio de una ciudad rica que tenía un corazón cálido y una cabeza fría...

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Tarek Eltayeb, autor de "Estaciones. Una autobiografía", a los veinte años, en el momento de su viaje a Europa.

Tras la pesadilla de aquel primer viaje a un país árabe viene la decisión final de salir, de marcharse. El impulso, como ya le había ocurrido al padre, es ir hacia el norte, hacia un mundo desconocido. Cualquier lugar, por cruel y despiadado que fuera, sería mejor, más amable. En el norte, cualquier situación se haría más llevadera…

La entrada a aquel jardín del edén parece sumida en oscuros presagios. La vista desde el avión sugiere una especie de paraíso, pero el frío tan intenso hace pensar en lo contrario. El paraíso, tal y como a mí me lo habían enseñado, era lo contrario del fuego, de las brasas, de las llamas del infierno. Este frío pues, debe de ser sinónimo del paraíso. Y, sin embargo, con el tiempo, se convierte en una especie de frío infernal, en un infierno helado, lo cual quiere decir —en otras palabras— que en él la muerte va a ser lenta. Eso fue lo que sentí al principio. Y lo que más me dolió fue no poder hablar con los ángeles de aquel país, ni siquiera con sus demonios. Yo, que pensaba que el árabe era la lengua de los pobladores del Edén, tal y como nos habían contado, me encontraba ahora con que en realidad lo era el alemán.

No contar con la lengua del sitio donde se estaba avivó un nuevo sentido. Hizo que el ojo desarrollara su capacidad de observación. Al estar el oído privado de la función de comprender lo que se decía, la vista debía desarrollarse para suplir la misión del oído. Al ojo le correspondía a partir de ahora leer los movimientos de los cuerpos, los gestos, para intentar generar un diccionario improvisado que reemplazara —por difícil que eso fuera— al diccionario anterior…

Los trabajillos que me salían iban todos en la misma línea. De gran demanda física y rutinarios, permitían aprender y adquirir experiencia, pero dejaban en el cuerpo la impronta de la vida y presentaban a la mente un espacio que abría un sinfín de puertas que reclamaban un nuevo manojo de llaves. A no más de tres paradas del tranvía desde mi casa estaba uno de los museos más bellos del mundo; a solo dos, la ópera de Viena; a uno, el canal del Danubio, un paraíso cercano, en realidad. Y mientras, yo vivía un infierno, sumergido en un oscuro mar de inquietud, perdida la energía para combatir el frío y la energía para afrontar la pobreza en medio de una ciudad rica que tenía un corazón cálido y una cabeza fría.

De Estaciones. Una autobiografía, de Tarek Eltayeb (traducción del árabe de M. Luz Comendador).


"Estaciones. Una autobiografía" de Tarek Eltayeb

Lo que escribió quedó ahí, negro sobre blanco,
lo que quisiera haber dicho, en blanco sigue

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Padres y hermanos de Tarek Eltayeb fotografiados en Egipto en 1965

Sé que naciste el último año de la década de los cincuenta de este siglo en un viejo barrio popular del corazón de El Cairo y que no recuerdas cuándo empezaste a caminar ni a hablar. Pero lo que sí recuerdas es el instante en que tus ojos se toparon con las primeras letras. Contemplaban algo asombroso, nuevo y descomunal en lo alto de la cúpula y el minarete de la mezquita: aquellas líneas sinuosas y esbeltas, dentadas y estiradas, que se enredaban y retorcían, separaban y juntaban, arqueándose y encontrándose. Y luego, todos aquellos puntos que parecían estrellas, delante, detrás, encima y debajo de las letras. Un mundo mágico que los reverentes rezos de tu abuela te hicieron considerar sagrado. Aquella abuela que apenas sabía leer, pero que aseguraba que eso eran aleyas del Corán. Esos signos fueron para ti la primera pizarra, que no sabías por dónde empezar a «mirar», si por la derecha, por la izquierda o por el medio.
En la escuelita del maestro Ali, en el barrio de Ayn Shams te aprendiste de memoria la primera azora del Corán, la fátiha, y alguna otras más, de las cortas. En casa, cuando cogías un Corán, te quedabas embelesado delante de las dos primeras páginas —la de la fátiha y el principio de la azora de la Vaca— porque estaban decoradas con colores llamativos y tú, de momento, lo único que podías hacer era quedarte embobado mirándolas. En la breve distancia que separaba la superficie del papel y tu cara cabía un ancho mundo: el de entrenar el ojo y modular la boca. Una cosa era memorizar y recitar, y otra, conseguir descifrar aquellos signos.
Aprendidas las letras del alfabeto, el mundo tuvo más brillo; y las formas de la escritura resultaron más hermosas y cercanas para ti. Al aprender a escribir, cobró sentido el coger un lápiz para intentar trazar letras en lugar de garabatos. Ahí fue cuando empezaste a copiar muestras de caligrafía de manera que, antes de ingresar en la Escuela Primaria Imán Muhammad Abduh, ya eras capaz de escribir bien.
Durante el trayecto de autobús que iba desde vuestra casa a la de tu abuela en el barrio de Husainiyya, te gustaba quedarte de pie mirando por la ventana. Mirabas, ibas deletreando e intentabas leer los nombres de los negocios, los letreros de los establecimientos, los carteles pegados en las paredes…, cualquier cosa que cayera ante tus ojos. Si tu padre iba contigo, él te corregía cuando deletreabas o intentabas leer. Si era tu madre, era ella quien te corregía lo que lograba entender de lo que tú pronunciabas. Pero iba más rápido el autobús que tú pronunciando, así que la cosa se complicaba cada vez más.
Siendo tan pequeño, ya sentías cariño por algunas letras, que preferías por su forma. Te extrañabas de que sonaran bien algunas que no eran tus favoritas y de que no lo hicieran palabras que, al escribirse, te parecían preciosas. Con el tiempo esa sensación descabalada se fue ajustando hasta desaparecer. Aun así, sigues sintiendo predilección por la letra ﻫ porque su trazo es muy bonito cuando se escribe al principio de una palabra, y porque tiene algo de misterioso.

(traducción del árabe de M. Luz Comendador)


EL DELITO DE SER "NEGRO". MIL MILLONES DE "NEGROS" EN UNA CÁRCEL IDENTITARIA DE BASSIDIKI COULIBALY EN LE MONDE DIPLOMATIQUE

 

Coulibaly reflexiona sobre El delito de ser "negro"
El delito de ser "negro". Mil millones de "negros" en una cárcel identitaria

Coulibaly reflexiona sobre la fabricación de la identidad, tanto negra como blanca. La «cuestión negra» es una cuestión de la humanidad misma. «¿Se puede decir “los negros” como si fuera un conglomerado de individuos todos idénticos? Después de haber pagado con millones de vidas el delito de ser negras, siguen encerradas en una prisión identitaria. ¿Qué identidad puede reclamar uno cuando es “negro” y se llama Toussaint Louverture, Ahmad Baba, Behanzin, Malcolm X, Elijah Muhammad, Aimé Césaire, Cheikh Anta Diop, Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé? Para “los negros” y sus civilizaciones, sus “descivilizadores” solo tienen un discurso, una única práctica: “Os respetaremos cuando seáis como nosotros”». Para el autor, vale tanto como decir nunca, «cuando conocemos el etnocentrismo de unos y otros, vale tanto como decir por siempre jamás cuando conocemos la incapacidad radical de la civilización occidental, impregnada y rezumante de narcisismo, para abrirse, para perder la cabeza en el buen sentido noble de la palabra, para amar al otro. Reinar sobre los otros, oprimirlos con deleite, ser los amos de por vida, tal es la ambición suprema de los occidentales, una ambición que también compartieron los orientales: se llama dominación, se denomina opresión».

El autor examina los episodios de represión y genocidios sufridos a lo largo de la historia por «los negros» —expresión que entrecomilla durante todo el texto—. Coulibaly concluye su provocativo ensayo subrayando que «cada “negro” es libre de verlo todo rojo a lo largo de su existencia o de ponerse manos a la obra para hacer valer su derecho a ver la vida de color de rosa».

Manuel S. Jardí “En los libros”, Le Monde diplomatique, noviembre 2022, p. 30.


El delito de ser “negro”. Racismo y esclavitud en el mundo islámico

Coulibaly reflexiona sobre El delito de ser "negro"
El delito de ser "negro". Mil millones de "negros" en una cárcel identitaria

Fronterad REVISTA DIGITAL

Bassidiki Coulibaly - 03/11/2022

El hombre es hombre solo porque puede hacer mentir a su definición, porque
puede ser otro, actuar de otra forma, hacer otra cosa, lo contrario, y así hasta el
infinito; el hombre no se sostiene, como una cosa, en su noción abstracta. No
tenemos más «naturaleza» que este poder estar fuera de toda naturaleza y, en
primer lugar, fuera de la nuestra propia. Ahora bien, es esta posibilidad del
desmentido infligido al concepto lo que es la libre libertad.

  1. Jankélévitch, ‘Le je-ne-sais-quoi et le presque-rien, t. 3’. La volonté de vouloir

 

Sería irresponsable, criminal incluso, querer concluir mis rápidas incursiones en la densa y enmarañada espesura de lo que han dado en llamar desatinadamente “el problema negro”. Hablemos más bien de suspensión. Suspensión del discurso, se entiende. ¿Por qué habría que concluir, cuando la historia no ha suspendido su curso caótico, cuando “el problema negro” persiste sólidamente? Digamos de entrada que, si el “problema negro” tiene n dimensiones en la actualidad, históricamente “los negros” no tenían ningún problema con “los otros”, con quienes los “descubrieron”. “Los negros” se volvieron un problema para sus “descubridores” porque, de entrada, estos últimos los vieron como la solución a todos sus problemas materiales. “El problema negro” es ciertamente un problema de “los negros”, pero también y, sobre todo, un problema de los “no negros”; es un problema de los “árabes-bereberes”, un problema de los “blancos” y, por extensión, un problema de toda la humanidad. Esto es de cajón para todos aquellos que tienen la íntima convicción de que africanos, americanos, asiáticos, europeos, australianos, etcétera, son miembros de pleno derecho de la gran familia humana. El “problema negro” no existiría si la unanimidad y la universalidad se hicieran en torno a la mencionada obviedad. “Los negros” no son todos hermanos y hermanas a pesar de la matriz animista, no todos los humanos son hermanos y hermanas a pesar de los dogmas de las religiones universalistas. Mis investigaciones sobre “el problema negro” se desarrollaron precisamente a partir de esta invariante de la historia.

“Los negros” no inventaron ni el judaísmo, ni el cristianismo, ni el islam, ni ninguna religión “universalista”. El África antigua es la tierra de las religiones llamadas “animistas”, abiertas y acogedoras sin ser proselitistas, que predican verdades sin pretender la verdad universal. De ahí la tendencia de los “animistas africanos” a practicar la “hospitalidad africana” (por su cuenta y riesgo), a establecer vínculos de parentesco “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”, como estipula el artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948. Este “humanismo negro”, practicado unidireccionalmente desde los primeros tiempos de los encuentros, chocó inmediatamente con la insaciable sed de lucro y la ferocidad sin precedentes de los primeros llegados, a saber, los misioneros del islam conquistador y triunfal. Nos encontramos en los albores del genocidio más largo de la historia de la humanidad, en el comienzo de su primera fase, la fase exclusivamente oriental-africana.

A lo largo de la primera parte de este libro, he intentado mostrar hasta qué punto Bilad-as-Sudan (la tierra de “los negros”) fue El Dorado de los musulmanes árabes y bereberes procedentes principalmente del norte, pero también de las costas orientales de África. La historia fea comienza hacia el siglo vii, con la oleada cada vez más masiva de soldadescas verdes armadas hasta los dientes y cargadas de mercancías, mujeres y niños a veces, pero siempre de las palabras orales y escritas del Profeta. Luego vino la colonización: la de los espíritus, la de los cuerpos, la de las tierras. Los colonizadores musulmanes tienen una sola ideología: el enriquecimiento inmediato e ilimitado. Tienen una sola estrategia: convencer y vencer. Tienen una sola misión: que el islam triunfe por todos los medios. ¿Y de qué medio se privaría un soldado del Profeta, un enviado de Alá? De ninguno.

En nombre de Alá, los musulmanes árabes, bereberes y moros se entregaron en cuerpo y armas al saqueo sistemático del oro de Ghana y de toda África Occidental, el oro africano del que dependía la economía mundial durante buena parte de la Edad Media. Oro y otras mercancías, pero sobre todo hombres, mujeres y niños. Perseguidos, rastreados, asesinados o capturados, encadenados, torturados y arrastrados por la sabana, la selva y el desierto para terminar su vida en esclavitud, lejísimos de los suyos, “los infieles negros” eran destinados a las plantaciones, los ejércitos, los harenes (como eunucos o amantes) y las tareas domésticas de los reinos, los imperios, los califatos y los sultanatos orientales (el Bagdad abasí de los siglos ix y x, El Cairo fatimí en el siglo ix y El Cairo mameluco de los siglos xiii y xiv, etcétera). Y como ningún ser vivo, animal o humano, se deja capturar sin oponer resistencia, cuesta imaginar el número de “negros” masacrados durante las interminables cacerías de hombres, los pueblos incendiados, las “comunidades negras” desintegradas, las familias destruidas, las sociedades desbaratadas… Igualmente, es imposible medir la magnitud de los crímenes cometidos contra “los negros” en el África negra, en el Magreb y en todo Oriente, de los crímenes cometidos por la humanidad musulmana contra la humanidad no musulmana, “negra y pagana”, en nombre de Alá (la humanidad “blanca y cristiana” tampoco se salva de los siervos de Alá). “Los negros” resisten con todas sus fuerzas, pero no logran evitar ni el recrudecimiento de las capturas, ni la intensificación de las tratas negreras. ¿Fue ineficacia de los sistemas de defensa de las sociedades africanas o superioridad incontestable de los “genocidas” musulmanes? Ambas cosas, sin duda, pero, sobre todo, porque el gusano está en la fruta, y las sociedades negras de Bilad-as-Sudan terminaron implosionando, sin que los europeos tuvieran vela en ese entierro. Por razones confesables e inconfesables, quienes muestran interés en el etnocidio fundacional suelen ignorar el “problema negro”, incluidos los propios “negros”, prestos a culpar a “los blancos” y a Occidente de todos los pecados de Israel.

Del siglo vii al xiv, los misioneros del islam reinaron como amos indiscutibles sobre parte de África, parte de Europa y parte de Asia. Si bien esta hegemonía del mundo islámico empieza a ser impugnada con vigor por Europa, que termina cambiando las tornas en beneficio propio, una parte nada desdeñable de África queda bajo el dominio indiviso de los musulmanes árabes, bereberes, moros y negros. Sí, a partir del siglo xi, los propios “negros” erigirán reinos e imperios musulmanes que perdurarán, desaparecerán y resurgirán de sus cenizas gracias a la economía de la trata negrera. Hasta el siglo xvi, cuando los rivales cristianos de las naciones europeas llegaron al mercado de la “madera de ébano”, los musulmanes de toda índole practicaban la esclavitud y la trata negrera a gran escala, en el marco de la legalidad islámica y con una legitimidad afianzada por las élites guerreras, comerciantes, religiosas, políticas e intelectuales, incluido el famoso “sabio negro” Ahmad Baba de Tombuctú. Los musulmanes fueron los iniciadores del genocidio de “los negros” y los últimos en poner fin tanto a la trata negrera como a la esclavitud, y lo hicieron debido a las presiones de los occidentales.

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CLARA JANÉS RECIBE EL DOCTORADO HONORIS CAUSA DE LA UNIVERSIDAD DE TOULOUSE JEAN JAURÈS EN LA CASA DE VELÁZQUEZ DE MADRID

El pasado 28 de octubre tuvo lugar la emotiva entrega del diploma de concesión del Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Toulouse - Jean Jaurès a Clara Janés Nadal.

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CJanés recibe el diploma de su Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Toulouse Jean Jaurés

En el acto participó Nancy Berthier, directora de la Casa de Velázquez, que presentó a los participantes:

Emmanuelle Garnier, la rectora de la Universidad de Toulouse - Jean Jaurès, quien realizó el discurso de apertura.

Solange Hibbs y Modesta Suárez, profesoras de dicha Universidad, quienes hicieron el elogio de la galardonada y presentaron su obra.

Hubo dos intermedios musicales de Carlos Baños Gutiérrez al piano, que interpretó obras de algunos de los compositores preferidos de Clara Janés: Federico Mompou, Alexandr Skriabin y Claude Debussy.

Finalmente, Clara Janés hizo el discurso de clausura en el que interpretó una canción por ella compuesta en su juventud.

https://youtube.com/shorts/4Qjk8QMxM6M


Soloúp presentará Aivalí en Barcelona y Madrid en el centenario de la primera gran deportación del siglo XX

Soloúp-Aivalí-Grecia-Turquía-transfer-Guerra de independencia turca
Soloúp es el autor de la novela gráfica Aivalí, un emocionado recuerdo del primer transfer masivo de población producido en Europa entre Grecia y Turquía.

En los próximos días, coincidiendo con el centenario de la deportación de cientos de miles de personas, griegos y turcos, tras la derrota griega durante la Guerra de Independencia de Turquía, Soloúp, el autor de la novela gráfica Aivalí, presentará esta conmovedora historia en Barcelona, en la Llibreria Finestres el 18 de octubre, acompañado por el director de la revista 5W, Agus Morales, y en Madrid, en la Librería Traficantes de Sueños el 20 de octubre, acompañado por María López Villalba, helenista y cotraductora del libro.

Añadimos a continuación las invitaciones a ambos actos, un vídeo de presentación de Aivalí preparado por Kedros, su editorial griega (subtitulado en francés),

y otro sobre Soloúp (subtitulado en inglés).

Soloúp-Aivalí-Agus Morales-Llibreria Finestres
El próximo 18 de octubre presentarán el libro Soloúp, autor de la novela gráfica Aivalí, acompañado por Agus Morales, director de 5W

 

Soloúp-Aivalí-Librería Traficantes de sueños-María López Villalba
Aivalí, presentado por su autor Soloúp y María López Villalba el 20 de octubre 2022 en la Librería Traficantes de Sueños de Madrid