EL CUADERNO ROJO DE ROSINA PARDO FRENTE AL HOLOCAUSTO

Añadimos a continuación las primeras páginas del documentado postfacio de Álvaro García Marín:

EL CUADERNO ROJO DE ROSINA PARDO FRENTE AL HOLOCAUSTO

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Portada del Cuaderno rojo en que Rosina Pardo escribió las anotaciones que le sirvieron para escribir 548 días bajo un nombre falso.

Álvaro García Marín
I. Una odisea sefardí: los judíos españoles de Salónica y los Balcanes

La temprana publicación en España del emblemático Diario de Ana Frank en 1955 —tan solo tres años después de su primera edición inglesa y a los ocho años de la aparición del original—, así como su éxito duradero, hacía presagiar que en nuestro país el género de los denominados «diarios del Holocausto» suscitaría a lo largo de las décadas el mismo interés que en otras naciones europeas. Casi setenta años después, sin embargo, podemos afirmar que no ha sido así. Gran parte de estos textos, cuando se han

publicado en español, lo han hecho con un retraso considerable y, por lo general, con escasa repercusión. Tampoco contamos con una tradición de estudios al respecto.

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1937. Rosina posa junto a su abuela Lea (1868-1943), su hermana Lilí y su madre. La abuela Lea sería deportada a Auschwitz en 1943 y asesinada en la cámara de gas nada más llegar. Archivo Víctor Asser.

Es probable que esto se deba a una serie de factores entrelazados. Por una parte, España no participó —al menos no de manera convencional— en la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto nunca sufrió la ocupación alemana ni presenció de cerca las políticas nazis de exterminio sistemático*, lo que ha contribuido a generar la conciencia de que el Holocausto** constituye un fenómeno ajeno a las vicisitudes de su propia historia, marcada en cambio en el siglo xx por la omnipresente Guerra Civil. Por otro lado, en la inmediata posguerra, y por razones obvias, nuestro país no se convirtió —a diferencia de Estados Unidos y algunas naciones de Europa occidental e Hispanoamérica— en refugio de un número significativo de supervivientes que al cabo del tiempo pudieran difundir sus padecimientos en nuestra lengua o desde el interior de nuestra sociedad. Todo ello, sumado al hecho indudable de que durante la primera mitad del siglo xx España carecía de una comunidad judía visible y cuantiosa, y a que las lenguas habladas y escritas por las víctimas europeas del exterminio (sobre todo yidis, alemán, polaco y hebreo) resultaban ajenas e inaccesibles para los hispanohablantes, ha bloqueado el surgimiento de lo que podríamos denominar una «empatía identitaria». En otras palabras, nunca nos hemos sentido unidos a las víctimas judías del exterminio nazi por los lazos, más íntimos que los de la mera humanidad compartida, de una lengua y una nacionalidad común; nunca hemos percibido a las víctimas como nuestras.

* Conviene aclarar, sin embargo, que durante la Guerra Civil España sí sufrió bombardeos indiscriminados contra civiles a cargo de la Legión Cóndor en Guernica, Durango o Almería, entre otros lugares.

**. Existe una amplia controversia acerca de este término, cuya etimología presenta connotaciones indeseables. Véase Odette Varon-Vassard, «Η γενοκτονία των Ελλήνων Εβραίων (1943-1944) και η αποτύπωσή της: μαρτυρίες, λογοτεχνία και ιστοριογραφία», en Η εποχή της σύγχυσης: η δεκαετία του ᾽40 και η ιστοριογραφία, ed. Yorgos Andoníu y Nicos Marandsidis (Atenas: Estía, 2008, pp. 288-313). Asimismo, no deja de ser una etiqueta tardía para unos hechos reconstruidos desde fuera del ámbito de las víctimas y, por tanto, remodelados y reinterpretados en virtud de esta nueva denominación. Se ha propuesto como alternativa el hebreo Shoah, que, sin embargo, no ha calado lo suficiente entre el público no especializado. Personalmente, prefiero referirme al fenómeno como «exterminio» o «genocidio judío», aunque en algunas ocasiones, por mera concesión a la convención, emplearé también «Holocausto».


PRÓXIMAS NOVEDADES: "548 días bajo un nombre falso. Un diario sefardí del holocausto", de Rosina Asser Pardo

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"548 días bajo un nombre falso. Un diario sefardí del holocausto", de Rosina Asser Pardo

 

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Fragmento del diario que Rosina Asser Pardo mantuvo mientras permaneció escondida para escapar de la deportación a los campos nazis de la muerte.

Rosina Aser Pardo, de soltera Rosina Pardo, nació en 1933 en una familia sefardí de Salónica. Tras sobrevivir al Holocausto según cuenta en este libro, estudió Derecho y se dedicó a la abogacía durante varias décadas. A finales de los años 70 comenzó una actividad de difusión de la memoria del genocidio judío en Grecia que le concedió cierta notoriedad, si bien aún limitada. Fue con la publicación de 548 días en 1999 y, sobre todo, con su aparición en la exposición «Los niños escondidos en la Grecia ocupada» (2005) y en la película documental Besos a los niños (Φιλιά στα παιδιά, Vasilis Lulés, 2013), como saltó definitivamente a la fama. Apareció repetidamente en televisión, dio charlas en instituciones de enseñanza, y un fragmento de su diario fue incluido en los manuales de lectura de educación primaria.
Este libro es su única obra conocida. Rosina falleció en mayo de 2020 a los 86 años.

Álvaro García Marín (Madrid, 1978), autor de la edición, traducción del griego y del estudio que cierra el libro, es profesor del Departamento de Traducción e Interpretación (Griego) de la Universidad de Málaga. Ha trabajado de investigador y docente en la Universidad de Columbia (EE. UU.), el Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Madrid) y la Universidad de Sevilla. Traductor y experto en el estudio de la cultura griega moderna, sus publicaciones incluyen libros y colaboraciones en el ámbito europeo y norteamericano.


PRÓXIMAS NOVEDADES: Fuego profético negro, de Cornel West

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¿Por qué necesitamos hablar sobre el fuego profético negro?

Desde el asesinato de Martin Luther King Jr., no cabe duda de que algo ha muerto en la Norteamérica negra. Las últimas grandes tentativas por alcanzar el triunfo colectivo negro se inspiraron en las revueltas masivas en respuesta al asesinato de Dr. King. Sin embargo, estas heroicas acciones han tropezado con una creciente represión y astutas estrategias de cooptación por parte de los poderes fácticos. La fundamental transformación de la conciencia colectiva en una individualista no solo aumenta la sensación de derrota colectiva negra, sino que también deja traslucir la adhesión negra al sugestivo mito del individualismo norteamericano. Hubo un tiempo en que la gente negra le concedía gran importancia a servir a la comunidad, ayudar a los demás y deleitarse en su empoderamiento; hoy la mayoría se entrega a empresas individualistas en busca de riqueza, salud y posición social. Hubo un tiempo en que la gente negra practicaba la potente tradición profética de alzar todas y cada una de las voces; hoy la mayoría solo quiere llenarse los bolsillos. Las grandes fortunas rigen la sociedad norteamericana, y la cultura norteamericana es un estilo de vida obsesionado con el dinero. Esto es cierto para todas las sociedades y culturas capitalistas del mundo. La tradición profética negra, así como la de otros grupos, constituye un fuerte contrapoder frente a esta tendencia de nuestro tiempo. La integridad no debe decaer en avaricia, ni la decencia en argucia, o la justicia en el precio de mercado. El principal objetivo de este libro es resucitar el fuego profético negro, especialmente entre los jóvenes. Mi propósito es revitalizar la tradición profética negra y mantener viva la memoria de las figuras y movimientos proféticos negros. Considero que la tradición profética negra es uno de los mayores tesoros de la modernidad. Ha sido la levadura en la hogaza democrática norteamericana. Sin la tradición profética negra, se perdería gran parte de lo mejor de Norteamérica, y caería en el olvido uno de los frutos más importantes del mundo moderno.

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Cornel West, autor de Fuego profético negro

Este libro cobra todavía mayor importancia en la era Obama, precisamente porque la presencia de un presidente negro en la Casa Blanca enturbia nuestra comprensión de la tradición profética negra. Si ostentar una elevada posición en la sociedad norteamericana, o estar a la altura de los referentes blancos, constituyen la medida del éxito del movimiento de liberación negro, entonces nos hallamos en el ápice de la historia negra. Pero si la medida definitiva es el mayor o menor sufrimiento de la gente negra (especialmente de los pobres y trabajadores negros), entonces el momento presente es una triste y trágica continuación del pasado. En vista de que la clase media negra ha perdido casi el 60 por ciento de su patrimonio; que la congelación de los salarios y la inflación han arruinado a la clase trabajadora negra; y que el desempleo masivo, las escuelas decrépitas, la infravivienda y la encarcelación masiva del nuevo Jim Crow asolan a los negros pobres; la era Obama, desde el prisma de la tradición profética negra, resulta desoladora. Esta perspectiva profética no entraña un ataque personal a un presidente negro; más bien se trata de un rechazo sin paliativos del sistema que este dirige en calidad de cómplice.

Cornel West

 


PRÓXIMAS NOVEDADES: Paisajes humanos de mi país, de Nâzim Hikmet

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Paisajes humanos de mi país, la obra más importante del poeta turco Nazim Hikmet, escrita durante los trece años que permaneció en las cárceles de su país.

Con esta obra, Nâzim Hikmet se propuso romper las fronteras entre los diversos géneros literarios. De hecho, en este largo poema encontramos frecuentes escenas dialogadas, incursiones en la historia y, sobre todo, una composición cinematográfica, una arquitectura que debe mucho a la técnica del guion cinematográfico con la que Nâzim estaba sobradamente familiarizado1. Desde el comienzo del poema, en la estación de Haydarpaşa, en la orilla asiática del Bósforo, el tren cumple una doble función. Por un lado, es el escenario donde intervienen —además de los presos, entre ellos Halil, trasunto del poeta— una multitud de personajes que, a través de sus conversaciones y ensoñaciones, permiten al poeta proyectar frente al lector —como el espejo stendhaliano, pero también como lo haría una pantalla de cine— su visión de la sociedad. Mientras los diálogos ahondan la formidable caracterización física que hace de los protagonistas, sus ensoñaciones —a manera de secuencias retrospectivas o flashback— permiten al poeta retrotraer también en el tiempo su particular visión de los paisajes de su país. Pero, por otro lado, el tren es también un trávelin que, en un prolongado recorrido circular, pautado por los traslados de los presos, recorre las tierras de Anatolia.

1 De hecho, el poeta ya había escrito un guion, basado en un relato de Selma Lagerlöf, durante su estancia de dieciséis meses en la cárcel de Bursa entre los años 1933-34. Al salir en libertad, en agosto de 1934, gracias a la amnistía decretada para conmemorar el décimo aniversario de la república, trabajó para los estudios Ipek Film escribiendo guiones, doblando películas y ejerciendo de ayudante de dirección de Muhsin Ertuğrul, por aquel entonces el director de cine turco más prestigioso. El propio Nâzim dirigió y escribió dos documentales (Sinfonía de Estambul y Sinfonía de Bursa, ambos en 1934) y un largometraje (Hacia el sol, estrenado en 1937).

 

 

 

Las escenas se suceden en el libro, desde la vida en prisión del poeta Halil, trasunto del autor, hasta

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Nâzim Hikmet y otros presos en la cárcel de Bursa.

las escenas de la guerra de Independencia turca, la resistencia del pueblo ruso frente a la invasión nazi o el fusilamiento del escritor francés Gabriel Peri.

Como muestra del estilo de Hikmet, sirva esta recreación de una de las cartas recibidas de su mujer:

 

 

Cariño,
tengo tanta confianza en ti
que quiero ser como tú.
Hemos vivido cinco años con normalidad,
el resto lo has pasado en la cárcel.
No es que me queje,
nuestra vida ha sido hermosa también así.
Estés donde estés,
lejos o cerca,
uno se deja llevar por tu pasión.
Tú eres una pasión humana,
(qué palabras tan extrañas,
el fez de mi abuelo en la cabeza
y una barba canosa, sin bigote y bien recortada,
pero son mis palabras).
Ya lo ves, oh alma de mi cuerpo
(¿se puede decir así?,
pues así me ha salido de adentro),
la verdad es que no sé expresarme por carta.
En mi boca se amontonan palabras para decirte.
Dejemos la pluma y el papel,
estar cara a cara
y hablar contigo:
al lado de tu voz
oír mi propia voz.


Ser negro es como estar en una cárcel

Bassidiki-Coulibaly-El-delito-de-ser-negro
Carla Fibla entrevista en Mundo Negro a Bassidiki Coulibaly, autor de El delito de ser "negro".

Bassidiki Coulibaly, autor de El delito de ser «negro»

Utiliza el humor en su libro para exponer con dureza la injusta situación a la que ha sido sometida parte de la humanidad porque el color de su piel es negro. Exige que musulmanes y cristianos asuman la responsabilidad compartida durante el período de la esclavitud, que fue posible también por la colaboración de los «hermanos» africanos.

en Mundo negro el 21 de

¿Por qué ser negro es un delito?

A partir de la historia, ser negro se ha convertido en un crimen. Como en el continente africano solo hay negros, esto no era un problema, pero cuando otros pueblos fueron hacia África con sus concepciones ideológicas sobre el color negro, todo se complicó. Desde la antigüedad griega, el color negro se asocia a cosas malas por lo que, al descubrir a personas con esa piel, proyectaron sobre ellas lo negativo del color. Está en los textos de Heródoto, cuando fue al antiguo Egipto y explicó que la gente era negra y que su esperma era negro. Más tarde, Aristóteles le desmintió. Esa forma de pensar, sustentada en la creencia ideológica respecto al color de piel de los seres humanos, condujo a que el color negro se convirtiera en un crimen. Ser negro es como estar en una cárcel encerrado por los demás, que creen que no tenemos un lugar en la gran familia humana.

No es lo mismo hablar de cosas negativas que de un crimen. ¿Cómo se da ese salto?

La civilización occidental, en su relación con otras civilizaciones, ejecuta una forma de negación por la que todo lo que no era griego era bárbaro. Por esa tendencia a dominar de la civilización occidental, el hecho de ser negro pasa a ser un crimen. Esto se justifica de forma arbitraria: la occidental es la civilización que se considera más fuerte y que, por esa posición, justifica que hace lo que quiere. Si se declara que ser negro es contrario a la humanidad, el tema se lleva a un nivel jurídico y se criminaliza porque se han puesto sobre la mesa fundamentos jurídicos al hecho de que el negro tiene que rendir cuentas. El Código Negro francés calificará al negro como «bien mueble», igual que una silla. De repente, el negro está sometido a un texto jurídico que le excluye de la gran familia humana. El negro ha sido excluido y sometido a un código especial. Los franceses tenían el Código de Napoleón que regía la vida de los seres humanos que no eran negros.

¿Por qué deben los negros rendir cuentas?

Es un asunto que ha sido teorizado en varios momentos de la historia. En la literatura hay autores que han escrito cosas impensables sobre los negros desde el siglo XVII o en la época del Renacimiento, cuando Europa empezaba a abrirse con los grandes descubrimientos (1492, con la llegada de Cristóbal Colon a América). Los indígenas eran calificados como seres humanos sin alma, porque en la Europa cristiana la diferencia del ser humano radicaba en el hecho de que tuviera o no alma. Bartolomé de las Casas fue el único que defendió que los indígenas la ­tenían y que eran seres humanos completos. En cambio, los negros siempre fueron clasificados como seres sin alma. En los escritos de François Rabelais encontramos argumentos sobre los negros que no tienen sentido… De forma lenta y progresiva fueron echando a los negros de la humanidad. En el siglo XVIII, la ciencia clasifica a las especias animales, vegetales y humanas. Se publica el Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas –de Joseph Arthur de Gobinear–, donde se defiende que existen varias razas humanas, lo que da lugar a una jerarquía. En la parte de abajo de la clasificación, un poco por encima de los chimpancés, estaban los negros, mientras que la raza blanca estaba arriba. Y como respuesta aparece De la igualdad de las razas humanas. Una antropología positiva –de Anténor Firmin–, a favor de los negros.

En los avances tecnológicos y científicos del siglo XIX los negros volverán a ser relegados.

La Revolución Francesa trae la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, pero la definición de hombre se refiere al blanco. En la literatura, filósofos como Jean-Jacques Rousseau apuntan que no hay otra especie humana a la que se puede llamar hombre excepto la de los blancos. Dice que los otros no son seres humanos. Y no es el único. El filósofo y jurista Montesquieu respalda esas afirmaciones. En la literatura, la filosofía, el derecho, la ciencia o la biología hay un afán por demostrar que el negro no es un ser humano. Con la empresa colonial y el traslado de negros a Europa, se los presenta en ferias y se los exhibe como curiosidades, como la famosa Sarah Baartman, llamada la Venus Negra, que será explotada y a la que, en el nombre de la ciencia, se le hizo la autopsia para ver cómo era su interior. Todos los campos fueron cómplices e hicieron que ser negro se convirtiera en un crimen. Y hoy somos los herederos de esa historia.

¿Quién es responsable?

Tanto en lo que concierne a la criminalización de los negros o a la trata, la colonización o la situación de los negros hoy, la responsabilidad podemos contemplarla a lo largo de la historia. Los europeos no habrían podido llenar los barcos y sacar a miles de africanos de su tierra solos, sin la ayuda de los africanos que estaban en el continente. No podemos decir que los africanos son las víctimas y los europeos los culpables, porque en la Revolución Francesa había abolicionistas, europeos que no estaban de acuerdo con la trata, con lo que ocurría en las plantaciones y con que se los tratara como esclavos. Y también había africanos en el continente que vendían a otros africanos. Debemos dejar de pensar que los negros son siempre las víctimas y los blancos los culpables. Los Estados europeos han ido asumiendo su responsabilidad, pero los africanos tienen muchos problemas para hacerlo.

¿Por qué?

Porque hay mucho silencio. La trata negrera ha pasado y los Estados y pueblos africanos quedaron traumatizados por la historia. No han tenido ocasión de curarse y sanar.

¿Pasará en el futuro?

Hago un llamamiento a todos los negros sin importar donde se encuentren para que tomemos la decisión de curarnos del traumatismo del trato negrero. Al no haberlo hecho en su momento, llegaron la colonización y luego las independencias, que no lo son en realidad. El pueblo ha recibido varios golpes; es como si coges a alguien por el pelo y a la fuerza le metes la cabeza en el agua, le sueltas y se la vuelves a meter… Los negros han sido tratados así, no han tenido tiempo para respirar y superar lo que había pasado.

Pero entonces, por lo que dice, es normal que la gente negra no haya podido reaccionar.

No. Si fuera normal no habría podido escribir este libro.

Lo ha escrito por eso, para movilizar a los intelectuales, que se cuestione…

Me cabrea mucho que se diga que los africanos no están preparados para la democracia. Doy las explicaciones históricas al mirar los acontecimientos acaecidos en el continente africano que no han experimentado en otros continentes, y ahí es donde planteo la responsabilidad de cada negro, de cada persona, sin importar el lugar donde se encuentre; de hacer algo y no contentarse con encontrar razones para no hacer nada y justificarse. He escrito este libro pensando que mis padres no fueron a la escuela, no sabían leer y escribir, pero yo sí. En mi casa hubo esa toma de conciencia gracias a mis lecturas, a mi curiosidad por comprender por qué los negros son considerados menos buenos que los blancos. En Francia me enfrenté a una situación impensable en África, porque la mayoría de las personas que me rodeaban eran blancas. Eso me hizo adquirir más conciencia.

¿Por qué es tan crítico con el panafricanismo en su libro?

Es cierto que no se quedaron de brazos cruzados, pero al estar muy condicionados por un período de la historia, encontraron las excusas para no avanzar. Hay muchas razones para criticarlos.

¿Se esperaba demasiado de ellos?

En esa época, el pueblo negro estaba en el camino de la toma de conciencia de su situación, pero no era la conciencia actual. Por ejemplo, en Burkina Faso lo que llamamos independencia fue en 1960, pero hasta 2023 no se pidió al Ejercito colonial que se fuera. Ha hecho falta todo ese tiempo para decirles: «Iros de nuestra casa, no queremos la presencia de fuerzas coloniales». Y si fuera realmente porque hemos tomado conciencia y nos vamos a apañar solos… Pero si es para llamar a los mercenarios de Wagner, esto no funciona, no tiene sentido. En mi país, la lengua oficial es la de la antigua potencia colonial, la moneda, que además se fabricaba en Francia, es la impuesta por ellos, las armas del Ejército son las de los militares franceses.

¿Por qué no reaccionan los países africanos ante la colonización del siglo XXI?

El pueblo africano tiene el ejemplo de Ruanda, que no llamó a ningún grupo como Wagner tras el genocidio. Incluso siendo un poder que impone la vida colectiva, que les obliga a vivir juntos [como ocurre entre hutus y tutsis], no han ­necesitado a un ejercito extranjero para defender su soberanía. En muchos países africanos [la soberanía] está garantizada por otro estado. Si hay gente que viene a someternos, dominarnos y explotarnos, y ni Dios ni los ancestros pueden protegernos, ¿cómo defendernos si no podemos contar con nosotros mismos?

El racismo persiste en la sociedad europea. ¿El silencio forma parte del racismo?

Sí, está unido a la historia. Los que se manifiestan contra el asesinato de George Floyd son jóvenes de todos los colores. Esa cuestión sobrepasa a las comunidades negras o africanas. Nuestra época, por la mundialización, genera una situación propicia para la comprensión de ese pasado difícil, frente a una generación antigua que no entiende lo que pasa hoy, que fue educada en el racismo, en los libros escolares hasta 1977, en los que se contaba que los blancos hicieron que los negros entraran en la humanidad. Los estados han reconocido que la trata negrera y la esclavitud fueron crímenes contra la humanidad. A nivel legislativo se avanza, pero hacerlo en lugares de la memoria como el racismo lleva más tiempo, hacen falta generaciones.

Sobre la hospitalidad, Felwine Sarr dice que África se ha occidentalizado, pero los negros siguen llamándose «hermanos». ¿Es una mentalidad realista?

Hay una hospitalidad africana, la tradición de considerarse como hermanos, pero esto deja de funcionar con la llegada de las religiones al continente. En el islam se considera a los otros como hermanos siempre que sean musulmanes. Y con los cristianos pasa lo mismo. Por el traumatismo de la historia, la esclavitud y la colonización, en el momento en el que tú vendes a tu hermano, dejas de tener ese vínculo con él. Y en la colonización pasa lo mismo, con muchos negros que ayudaron a la minoría blanca para que la colonización triunfase. Francia siempre utilizó a negros para asesinar a otros negros. En las presentaciones, los que más me atacan son lo negros, me dicen que he sido corrompido por los blancos.

¿Qué significa ser negro?

Ser negro es algo heredado de una historia que ha colocado a una parte de la humanidad en una prisión. Es como cuando vas al notario y dices: «No quiero que mi hijo herede mis bienes», pero ¿pueden dejar de heredarse los genes? No. Lo genético no lo podemos cambiar. Cuando hablo de herencia hay un aspecto que nosotros, seres humanos negros, tenemos: el color de nuestra piel. Y podemos asumirlo o no. Si no lo asumimos, tenemos la opción de hacer como que todo fuera bien. Podemos convertirnos al islam y podemos llegar a ser imames en una mezquita. También podemos ser sacerdotes y celebrar misa en una iglesia, y ahora hay muchos sacerdotes africanos que llevan adelante sus comunidades. Podemos hacer eso y no asumir lo anterior. Comprendo que la gente puede decidir no asumir esa herencia, y para mí eso no es un problema en la medida en que esas personas están en paz y ayudan a otras a estarlo, y eso es positivo. Tampoco pido que todos los seres humanos negros se ocupen de esa parte de la historia. Por el contrario, es complicado para mí entender a esas personas que hacen como si todo eso [ser negro] estuviera bien.

[artículo completo en Mundo Negro]

 


EL POETA TROYANO EN GRANADA

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Presentación por Luz Gómez en la librería Sostiene Pereira de Granada de "El poeta troyano".

A continuación, un extracto de una de las conversaciones recogidas por la profesora Luz Gómez en esta edición clave para conocer la poética y el mundo del gran poeta palestino y un vídeo, El poeta troyano:

dk: Entre sus primeros poemas a los que hoy le cuesta volver ¿incluye «A mi madre»?

md: Escribí ese poema en la cárcel de Maasiyahu en 1963-1964. Me habían invitado a leer mi poesía en la Universidad Hebrea de Jerusalén —entonces yo vivía en Haifa— y solicité un permiso de desplazamiento, porque los árabes que vivían en Israel estaban bajo la ley militar. Pero no obtuve respuesta y me cogí el tren. ¿Todavía existe ese tren? Al día siguiente, me citaron en la comisaría de Nazaret y me condenaron a una sentencia de cuatro meses más otros dos en la prisión de Maasiyahu. Allí fue donde, en un paquete amarillo de cigarrillos Ascot con el dibujo de un camello, escribí el poema que el compositor libanés Marcel Khalife convirtió en un himno nacional. Se considera mi poema más bello, y lo leeré en Haifa.

dk: ¿Va a visitar el pueblo en el que nació, Birwa?

md: No. Ahora es un kibutz llamado Yasur. Prefiero conservar el recuerdo de espacios abiertos, campos de sandías, olivos y almendros. Recuerdo el caballo que estaba atado a la morera, en el patio. Una vez lo monté, me tiró al suelo, y mi madre me pegó. Ella siempre me pegaba, estaba convencida de que era un pillastre, pero no recuerdo haber sido tan malo.Recuerdo las mariposas y la sensación de que todo era abierto. El pueblo estaba situado en una colina y todo se extendía abajo. Un día me despertaron diciendo que teníamos que marcharnos. Nadie habló de guerra o peligro. Fuimos andando —íbamos los cuatro hermanos— al Líbano. Uno de ellos era muy pequeño y no dejó de llorar durante todo el camino.

[Mahmud Darwish. El poeta troyano. Edición y traducción de Luz Gómez. Madrid: ediciones del oriente y del mediterráneo, 2023, p. 204-205.]


Un niño en la guerra

libros-contra-la-guerraSaid Ferdi nació en Argelia. Detenido por una patrulla francesa cuando solo tenía trece años, fue torturado y obligado a colaborar con el ejército francés, pasando a ser considerado un traidor por sus compatriotas.

En estas páginas se escucha una voz pocas oída en la literatura, e, incluso, en la historia; una voz inolvidable, de una penetrante dulzura, de un doloroso candor y de una resignación que viene de muy lejos. Es la voz de un pobre que se sorprende de todo, pero al que nada, ni siquiera los acontecimientos más terribles, sorprende de veras.

Un-niño-en´la´guerraSaid Ferdi pertenece a una familia pobre y numerosa del macizo del Aurès; su padre era obrero agrícola en la finca de un colono rico. Producto típico de la explotación colonial y del desprecio que los pied noirs sienten hacia los nativos, su destino parece estar trazado de antemano. Así habría sucedido de no ser por un pequeño detalle que Said Ferdi no olvida consignar y que altera la mecánica de los hechos: se trata del deseo, la obstinación del padre para que sus hijos, y también sus hijas, acudieran a la escuela árabe. La cadena de la explotación se rompe por culpa de este sueño de emancipación. El autor relata cómo sus aspiraciones a la dignidad y, por consiguiente, a la independencia, se manifiestan en la escuela a través de las palabras del maestro. Siendo así, ¿debemos sorprendernos si es, precisamente, camino de la escuela donde la desgracia se abate sobre Said? Detenido por una patrulla francesa, el niño —todavía no ha cumplido catorce años—, dos de cuyos hermanos se han sumado a la rebelión y lleva en la cartera un libro con cantos patrióticos, será salvajemente torturado y mantenido como prisionero en el cuartel...

No recuerdo haber leído requisitoria más implacable en su simplicidad contra la lógica de la guerra que el libro de Said Ferdi. Al hilo de sus páginas asistimos al hundimiento y de la disgregación de la más mínima esperanza de reconciliación franco-argelina. Ahora bien, este terrible embrollo no es en absoluto culpa de los hombres, sino que es el resultado de la lógica de la violencia y del salvajismo inherentes a la máquina militar. Así, cuando un brigada borracho se ensaña con Said y le somete a descargas eléctricas, lo que escribe sobre su carne no es sino el fracaso de Francia.

Del Prefacio de Michel del Castillo a Un niño en la guerra.


bell hooks: "Lo que me empujó a la vida intelectual..."

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bell hooks y Cornel West, autores de Partiendo pan. Vida intelectual negra insurgente

Lo que me empujó a la vida intelectual fue una auténtica pasión por el saber. Y es ese anhelo el que de verdad me llevó a sintetizar y yuxtaponer de forma compleja ideas y experiencias que a primera vista podrían parecer inconexas. Cuando hago balance, me asombra el hecho de mantener la misma actitud y compromiso hacia el trabajo intelectual que mostraba en mi infancia. En el ensayo The Significance of Theory, Terry Eagleton postula que los niños son los mejores teóricos, porque no temen transgredir los límites de las ideas aceptadas, y explorar y descubrir nuevas maneras de pensar y de ser. De pequeña, mi interés por el mundo de las ideas estaba íntimamente ligado a mis esfuerzos por curarme. En vista de que me crie en una familia marcadamente disfuncional, en la que sufrí heridas psicológicas —y, en alguna ocasión, incluso físicas—, lo que levantó mi ánimo y me dio fuerzas para seguir adelante fue mi inclinación hacia el mundo de las ideas. Gracias a esta actitud y el consiguiente desarrollo de una conciencia crítica, logré tomar distancia de la situación familiar y mirarme a mí misma, a mis padres y a mis hermanos desde una perspectiva analítica. Ello me ayudó a comprender la historia y las experiencias personales que se hallaban en la raíz del comportamiento de mis padres. Así pues, la originalidad de mi relación con la teoría estriba en que mi propia vida da fe del poder del pensamiento crítico. Al sumar a mi pasión por las ideas una vívida imaginación, encontré en el mundo de la escritura creativa un espacio para la trascendencia, una manera de sanar. A diferencia de muchos niños de familias desestructuradas que crean amigos imaginarios para no desfallecer, descubrí muy pronto que la intensa práctica creativa de la lectura y la escritura me embarcaban en un alentador e inspirador viaje a través de la imaginación. Empecé a escribir poesía a los diez años y publiqué mis primeros poemas en la revista de la escuela dominical. Gracias a ese temprano punto de apoyo adquirí un fuerte sentimiento de autoestima y comprendí que mi voz era importante, pues me permitía articular mi visión y compartirla

bell hooks responde a Cornel West en su libro de conversaciones Partiendo pan. Vida intelectual negra insurgente.

Mireia Sentís entrevista a bell hooks

Su clarísima forma de expresarse ha hecho de bell hooks una de las intelectuales más presentes —y más polémicas— en los medios de comunicación norteamericanos. Su concurso resulta imprescindible al tocar el tema racial, el de la clase y el de los géneros, que ella agrupa en uno solo: el de la identidad. Escritora prolífica —lleva trece libros publicados y colabora incesantemente en la prensa diaria y cultural—, no existe terreno que escape a su ojo crítico: música popular, publicidad, televisión, cine, consumo o moda, pero, también, espiritualidad, religión, arte y literatura. “Una interrogación ferozmente crítica —dice— es, a menudo, la única forma de atravesar muros”. Quizá por eso, su libro Yearning: Race, Gender, and Cultural Politics (Anhelo: raza, género y política cultural), publicado en 1990, incluye una entrevista consigo misma. Esta "crítica cultural" y "teórica del feminismo" —se define también como "pensadora crítica negra insurgente"—, ahonda en las consecuencias, tanto personales como políticas, de la representación de los negros en una cultura de supremacía blanca: "La lucha contra los clichés utilizados por los medios necesita contar con aliados no negros". Con una retórica muy realista, hooks ha logrado hacerse con un público joven, no sólo académico. "Nada en la vida de un intelectual —escribe— tendría que separarlo de la gente que no lo es". A raíz de sus intervenciones en debates televisivos, recibe correspondencia de presidiarios, tanto como de amas de casa. Ávida lectora desde su infancia, está interesada por todo tipo de publicaciones: libros de autoayuda, automovilismo, cómics, novelas rosas, revistas económicas e infantiles.

Hija de padres obreros, nació en 1955, en Hopkinsville, una pequeña ciudad de Kentucky. Acudió a escuelas segregadas hasta el penúltimo año de bachillerato, acabó su carrera de Literatura Inglesa en la Universidad de Stamford (Connecticut) y obtuvo el doctorado en la universidad californiana de Santa Cruz, con una disertación sobre Toni Morrison. "Mucha gente no piensa en Morrison como en una ensayista. Sin embargo, fue una de las primeras grandes voces femeninas negras en el campo de la crítica social, haciendo, además, comentarios específicos sobre el tema de los géneros a finales de los años sesenta. Leí sus ensayos antes que su ficción. La consideraba mi mentora: una mujer negra escribiendo el tipo de crítica que aspiraba a escribir yo misma". Después de formar parte del departamento de Lengua Inglesa de la Universidad de Yale (New Haven, Connecticut), es actualmente catedrática del City College de Nueva York.

"Dice un sociólogo que los niños son los mejores teóricos, porque a menudo poseen una voluntad decidida de transgredir las barreras de las ideas aceptadas, de explorar y descubrir nuevas maneras de pensar y de ser". La frase anterior podría resumir su propia metodología y explicar por qué sus ensayos alcanzan ventas de hasta cuarenta mil ejemplares. "A veces —añade— siento que poseo un positivo poder personal, que permite vivir más plenamente a ciertas personas". Aunque tardó ocho años en publicarse, escribió su primer libro a los 19 años: Ain't I a Woman: Black Women and Feminism (¿No soy una mujer?: Mujeres negras y feminismo), título tomado del discurso pronunciado en 1851 por la heroína abolicionista Sojourner Truth. A partir de entonces, todos sus libros incluyen en el título la explicación del contenido. Teoría femenina: del margen al centro (1984); Rebatiendo: pensando feminista, pensando negro (1989); Aspecto negro: raza y representación (1992; prohibido en Canadá) Hermanas del ñame: mujeres negras y autorrecuperación (1993); Enseñando a transgredir: educación como práctica de la libertad (1994), Cultura fuera de la ley: resistiendo representaciones (1994); Arte en mi mente: política visual ( 1995); Matando la rabia: acabando el racismo (1995); Negro hueso: memorias de una niña (1996). Es autora también de un libro de poesía: Canción de luto de una mujer (1993), y uno de conversaciones con Cornel West: Partiendo pan: vida intelectual negra insurgente (1991).

bell-hooksGloria Watkins escribe a menudo a partir de experiencias personales y en un tono lo bastante confidencial como para permitir que el lector conozca numerosos aspectos de su biografía personal. Por eso no me sorprendió demasiado encontrarme en su contestador telefónico con una frase que invitaba a la meditación. Después de una comida "para entrar en contacto", nos dirigimos a su piso del Village de Nueva York, un plácido espacio —suelos y muebles de madera— entre cuyas paredes su voz de niña resuena limpiamente.

-¿Porqué se mueve usted por el mundo con un nombre que no es el suyo?

-Para combatir el énfasis que suele ponerse en quién habla, y no en qué se dice. En una sociedad que no desea tener pensadores críticos, lo que llaman "personalidad" acaba por sobreponerse a la fuerza de las ideas.

-Pero bell hooks es también en homenaje a su bisabuela, ¿verdad?

-Dada mi tradición africana, mi tradición religiosa afroamericana, soy muy consciente del reconocimiento que se les debe a los ancestros. Bell Hooks era el nombre de mi bisabuela. Apenas me acuerdo de ella, pero cuando yo era niña, un tendero al que respondí un poco airadamente, dijo: "Se nota de quién es nieta; la misma lengua afilada de Bell".

-Usted se define a sí misma cómo crítica cultural. ¿Cuál sería la diferencia con una socióloga?

-Es una cuestión de identificarse o no con una disciplina determinada, con una metodología convencional. Uno de los problemas del profesionalismo académico es la limitación que puede representar para los que queremos hablar a audiencias más amplias. Soy licenciada en Literatura y especialista en Literatura Norteamericana, pero al ampliar mis intereses hacia el pensamiento feminista y apoyarme en diferentes formas de pensamiento para reflexionar sobre la cultura, considero que "crítica cultural" es un término adecuado a lo que practico: la interdisciplinariedad.

-Su trabajo intelectual, ha dicho usted, responde a una verdadera vocación. ¿Qué diferencias resaltaría entre el comportamiento vocacional y el que no lo es?

-El trabajo que desarrollo es una respuesta a las preguntas: ¿quién soy en mi corazón?, ¿qué papel están llamados a desempeñar mi cuerpo, mi mente y mi espíritu? Los que piensan en términos no vocacionales suelen preguntarse: ¿en este momento, qué sería mejor para mi carrera? Ciertamente, no era lo mejor para la mía empezar a pensar en términos feministas y políticos. Mis profesores, en todo caso, no estaban interesados en verme tomar ese camino. Pero yo sentía esa llamada. Más que una carrera, quería justicia y libertad para todos. A menudo digo a la gente que si no hubiese estado comprometida con algún tipo de lucha por la justicia, nunca habría salido del sector pobre del que provengo, con el agravante de ser mujer y negra. Si hubiese aceptado el lugar que me atribuye la cultura en la que vivo, estaría ahora en el servicio doméstico o cobrando el paro. Rechazar estas identidades impuestas suponía luchar. Una vez en la lucha, te das cuenta de cuánta gente se queda atrás, cuánta gente se hunde. Así que tu compromiso con la transformación del mundo se va haciendo más profundo, seguramente para no convertirte en una superviviente aislada.

-Además de ensayista, es usted poeta, fotógrafa, artista plástica. Su compromiso con la lucha social, ¿no le impide dedicarse a sus actividades personales?

-Suele pensarse en la lucha política como algo estático, donde no queda espacio para la contemplación; una contemplación que puede perfectamente ser estética. Una de las razones por las cuales los radicales se sienten frustrados y desvinculados de la lucha, es porque no cultivan ese equilibrio. No es suficiente trabajar para el cambio político; también hay que dejar espacio a la espiritualidad. En la política siempre se impone la racionalidad, y no tendría que ser así. Uno de los libros que más me influyó en mis años universitarios fue The Autobiography of Malcolm X (1). La gente olvida que mientras Malcolm se concienciaba sobre el capitalismo y la supremacía blanca, también se esforzaba en una búsqueda espiritual. Durante su estancia en prisión, no desaprovechó la oportunidad de repensar su relación con lo religioso. Nunca se alude a los pasajes del libro donde comenta su experiencia de la oración y de la humildad. La evolución de mi propia identidad como escritora, está íntimamente ligada a mi evolución espiritual.

-Que a su vez no está desligada del espíritu de juego, como usted señala en sus escritos.

-El humor es muy importante en la vida y en la lucha. Cuando se consideran temas como el de la dominación, puede perderse una cierta ligereza de espíritu. Los grandes luchadores, aun en medio de grandes adversidades, tratan de conservar el sentido del humor. Existe en nosotros un deseo de mantener un lugar que no sea duro, que no sea amargo, que permanezca abierto. El humor, la alegría y el juego son las vías para lograrlo. Los esclavos, en su deseo de trascender el sufrimiento físico, cantaban mientras trabajaban para así lograr estar en otro lugar que no fuera el dolor. Es un juego constructivo.

-El mensaje que va cambiando en su contestador. ¿forma parte de este espíritu de juego?

-Aunque parezca raro, hace apenas un año que tengo contestador. Lo del poema. se me ocurrió al llamar a una de mis alumnas y descubrir que había grabado en él una cita mía. Como siempre pienso en la pedagogía, en cómo educar para la práctica de la libertad, caí en la cuenta de que el contestador podía ser un instrumento útil para hacer reflexionar, para proponer una pequeña pausa. El mensaje actual es un precioso poema de Rumi que evoca el perdón y la reconciliación, dos fórmulas que abren las puertas a la alegría, a la aceptación incondicional. Una vez grabé unos versos de "Blue", un poema de Derek Djarmon, en memoria de los muertos, pero acabé eliminándolo porque a la gente le parecía demasiado triste. Yo lo encontraba consolador.

-Para usted, escribir en revistas comerciales representa, sobre todo, una actividad lúdica.

-Sí. En ellas reflexiono sobre cosas, digamos, frívolas.

-¿Para llegar al público que no lee sus libros?

-Eso espero, claro. Pero también lo hago por mí misma. Para no perder el contacto con lo cotidiano.

-Ha comentado usted que la excesiva presencia de Frida Kahlo en los medios de comunicación ha hecho disminuir el interés por su obra. Usted misma está obteniendo una enorme visibilidad pública. ¿Cómo puede alcanzarse una amplia audiencia y seguir ejerciendo cierta fascinación?

-Me tomo períodos de total silencio. La cantante y poeta Patty Smith dice que cuando era joven quería ser famosa y hacer un buen trabajo. Luego se dio cuenta de que es posible ser mediocre y famoso. Ahora solamente le preocupa hacer un buen trabajo. Por un lado, uno piensa: ¿no es estupendo que la gente se entere de quién es Frida Kahlo? Sin embargo, su imagen acaba siendo reproducida en insignias y camisetas, cuando su mensaje era exactamente el opuesto: encontrad vuestra propia personalidad, no imitéis ningún icono. Para escapar a la saturación, me concedo fases de retiro. Ayer vino una amiga a casa y se extrañó de no ver ningún indicio de mi profesión. Le expliqué que oculto todo lo que está relacionado con ella, incluido el ordenador, durante los meses de alejamiento. Estos períodos me parecen esenciales para el proceso intelectual, para la contemplación, para no convertirse en una mercancía. Sufre, en todo caso, mi economía, pero dejo claro que quiero estar en contacto conmigo misma. El estrellato se convierte en una forma de desviar la atención del trabajo, que a fin de cuentas es mi razón de ser.

-La portada de su libro Art on my Mind es obra suya. ¿En qué condiciones se desarrolla su trabajo plástico?

-Me dedico a él siempre que me lo permiten mis compromisos docentes o como conferenciante. El año pasado participé con unos grabados en una exposición. La portada a la que se refiere es justamente un grabado. La historia es curiosa. Me habían concedido una beca para llevar a cabo un proyecto en la casa donde vivió mi abuela. Pocos días después, se quemó la casa. De manera que la pieza acabó siendo una foto de la fachada carbonizada, transformada después en un grabado de color rojo. El rojo simboliza el corazón, el amor, pero también las llamas, el fuego, el dolor por la pérdida de un lugar cargado de memoria.

-¿Se podría decir que, en general, su trabajo se ocupa de reenfocar la imagen que los medios de comunicación ofrecen de los negros?

-Más bien se ocupa de combatir y analizar críticamente tres sistemas específicos de dominación: raza, clase y sexo. Y me preocupa la forma en que los medios audiovisuales y de comunicación se han convertido en el principal vehículo para inculcarlos. Por ejemplo, para intentar explicar la construcción de las diferencias raciales, envié a todos mis estudiantes al cine. Los blancos relataron la historia de una familia de clase media alta. En cambio, los negros precisaron que era la historia de una familia de clase alta blanca. Si la película hubiese tratado de una familia negra, los estudiantes blancos habrían identificado inmediatamente el color. Enseñar estas cosas a través de los medios visuales es tan eficaz, rápido y directo como encender y apagar una bombilla. Hacerlo a través de teorías, exige más tiempo y resulta menos convincente. Al principio, sin embargo, mi trabajo no se centraba tanto en las cuestiones raciales como en el pensamiento feminista y en el análisis del patriarcado. Este país no desea ver la cultura desde una perspectiva política. Y dado que en las escuelas no se enseña nada sobre colonialismo ni imperialismo, no se alcanza a comprender lo institucionalizadas que están ambas cosas. Otro ejemplo es el sistema patriarcal: se halla tan arraigado en nuestra sociedad que hasta un hogar encabezado por una madre soltera sigue funcionando de forma patriarcal. Generalmente, estas mujeres inculcan a sus hijos la idea conserva­dora de que algo falla por carecer de presencia masculina.

-Utiliza usted el término "feminist". Cornel West, en Breaking Bread, el libro que hicieron conjuntamente, emplea la palabra "womanist". ¿Qué diferencia de matiz existe entre ambas formulaciones?

-"Feminist" tiene un claro significado político. "Womanist", en cambio, es una definición basada en la identidad. Alice Walker acuñó el término, y en In Search of our Mother's Garden, afirma que la mujer es al feminismo como el púrpura a la lavanda, es decir, inseparables. Me preocupa que al utilizar un término que se refiere más a la identidad que a unas creencias políticas, las mujeres se alejen del trabajo de base de la política feminista. No es que me importe que se utilice el término "womanist", pero no puedo dejar de pensar que es una manera de aprovecharse de los beneficios de la rebelión feminista sin tener que cargar con la bandera política.

-Quizá se puede pensar que el término "womanist" descarta el rechazo a los hombres que a menudo se achaca al feminismo.

-El feminismo es para todo el mundo, hombres y mujeres. Por eso creo que "womanist" incurre en los viejos estereotipos que hacían del feminismo algo exclusivo para las mujeres y en contra de los hombres. Cuando empezó el feminismo. creíamos realmente que debíamos cambiar nuestra forma de pensar. Ahora, en cambio. hay muchas mujeres que se consideran automáticamente feministas cada vez que se enfurecen con un hombre. En este país, la gente está tan obsesionada consigo misma que le es difícil comprender que el pensamiento, a partir de ahora, no puede ser más que global. Hemos de darnos cuenta de lo que representa el patriarcado para las mujeres del tercer mundo, aunque nosotras seamos privilegiadas. Pero nuestro privilegio no se debe a un cambio de pensamiento de la sociedad, sino al hecho de disponer del poder adquisitivo suficiente para adquirir esa supuesta libertad. En los parques solo se ven mujeres ocupándose de los niños. Hace diez años, cuando el feminismo estaba realmente vigente, existía la idea de que el hombre tenía que participar igual que la mujer en el ejercicio de ser padres. Eso sí era un cambio con respecto al papel de la mujer. Ahora, de nuevo bajo un sistema patriarcal, la mujer compra su libertad pagando a otras mujeres para que desempeñen una tarea que vuelve a atribuírsele. En los parques, todas la mujeres son niñeras afroamericanas o inmigrantes.

-Ha experimentado usted el racismo en su propia piel con ocasión de unas oposiciones a cátedra. ¿Incluye el sexismo en el racismo?

-Padecí ambas cosas. Los negros y las feministas son grupos marginales, y cuando se juzga a los grupos marginales, los baremos se hacen de repente más rígidos. A las oposiciones se presentaron académicos blancos que apenas habían publicado. Sin embargo, la duda que tenían conmigo —que ya había publicado un buen número de libros— era si continuaría escribiendo...

-Algunos de los rasgos más relevantes de su personalidad son la paciencia, la claridad y las buenas maneras con las que explica los mecanismos racistas en sus escritos y conferencias. Parece que ha sabido "matar la rabia" —título de uno de sus libros— y conservar la dulzura.

-Me di cuenta muy pronto de que cierto tipo de rabia o de amargura no ayuda a terminar con el problema. En cambio, analizar el funcionamiento del racismo sí ayuda en nuestra lucha política. Y esta se basa en comunicar globalmente que toda forma de racismo o de xenofobia va en perjuicio del planeta. Eso no se comunica con amargura, sino con razones. En todas partes surgen guerras provocadas por la xenofobia, llamada a veces nacionalismo. La idea de la pureza étnica, que el mundo occidental ha condenado en tantas ocasiones —como en el caso del nazismo—, se ha convertido casi en la norma. Pero la mayoría de los análisis sobre estas cuestiones parten de premisas desesperanzadas, lo cual debilita nuestra capacidad de enfrentamos a ellas. En vez de decir que no hay manera de que la gente cambie su forma de pensar, tenemos que encontrar la manera de que lo hagan. E igual en lo que se refiere al feminismo. Si se considera que los hombres no pueden cambiar, no hay razón para la existencia del movimiento feminista.

-¿Así pues, ha sido testigo de cambios?

-Desde luego. No tan rápidos como muchos quisiéramos, pero la victoria de Sudáfrica, por ejemplo, aunque no haya sido completa, sirve para recordar que los regímenes cambian. Como bien advirtió Foucault, ningún poder es absoluto. Y las cosas cambian si existe una lucha activa. Cuando tenía 18 años y era universitaria, estuve enamorada de un catalán. Mi primer viaje a España, a Barcelona, durante el régimen franquista, fue también mi primera experiencia sobre lo que significa vivir bajo la atmósfera opresiva de un poder militar. Siempre había soldados por las calles. Creo que mi propio sentido de la resistencia está informado por la que entonces llevaban a cabo los catalanes en favor de su lengua. La conciencia de liberación ya no es territorio exclusivo de ningún grupo que esté marcado por el color, sino de todo grupo al que se intente apartar de la libertad. Esta amplia comprensión de la lucha política ha fortalecido la afroamericana.

-Gordon Parks afirma que su forma de enfrentarse al racismo es hacer como si no existiese. La suya, en cambio, pasa por la reflexión y el análisis.

-La fórmula de Parks es una estrategia de resistencia diferente. Deben existir múltiples estrategias basadas en las exigencias y necesidades particulares. La idea de una única estrategia tiene que desaparecer. Esto es aplicable al racismo igual que al feminismo. Ambas luchas se han visto debilitadas justamente por creencias monolíticas y limitadoras, hasta el punto de considerarse que si las mujeres llevan maquillaje ya no son luchadoras. Una estrategia que funciona en un momento histórico, puede no ser la más eficaz en otro.

-Ha escrito usted que cuando los negroamericanos estén enteramente recuperados de su dolor e informados de su propia historia, cambiará su situación. ¿Qué cambiará exactamente: la opinión que los demás tienen de ellos, o la que ellos tienen de sí mismos?

-Creo que cuando cambiemos nuestra forma de vernos, cambiará la del resto. Por eso, las estructuras están concebidas para prevenir cualquier tipo de modificación política. Si a uno le convencen de ser inferior, de no valer nada, genera cierto odio y falta de estima hacia sí mismo, lo cual constituye un efectivo método de colonialismo cultural.

-En Breaking Bread, se muestra usted preocupada por el incremento del número de intelectuales blancos que convierten la cultura negra en el tema central de sus prácticas discursivas, y pregunta a Cornel West lo siguiente: "¿Son esta gente aliados, estamos desarrollando coaliciones o se están adueñando de nosotros una vez más?" Sería interesante saber qué hubiese contestado usted.

-Encuentro que muchos blancos sitúan la cuestión de las razas y el racismo dentro del marco de una nueva disciplina, un nuevo producto, otro punto de partida para su trabajo, pero que no alcanzan a ver la relación directa entre teoría y práctica. Una íntima amiga mía, blanca, que vino a visitarme desde Missouri, se quedó consternada del diferente trato que ella y yo recibíamos en las tiendas y de otros signos de racismo que constantemente se repetían. No paraba de decir: "Esto da miedo, porque no estamos tratando con rednecks [blancos incultos de las áreas rurales de los Estados del Sur, generalmente enemigos de los negros], sino con gentes que se definen liberales, cultas, progresivas y que leen The New York Times. Sin embargo, reaccionan ante una persona negra a partir de los mismos estereotipos y con el mismo miedo que cualquier redneck ". Y eso es lo que yo intentaba decir en Killing Rage: hasta que esas buenas intenciones sobre el racismo no se pongan en práctica en la vida cotidiana, no resultarán muy útiles. Existe un tipo de apartheid social que aún practican muchos académicos e intelectuales, cualquiera que sea su especialidad.

-¿No cree que a menudo estas reacciones obedecen más bien a motivos clasistas que racistas?

-Pero la raza, en Estados Unidos, va ligada a la clase. Aquí no se puede hablar de clase sin hablar de raza. Una define a la otra. Señale una persona negra en América, y probablemente será alguien que pertenece a la clase pobre. De manera que los blancos asumen que si tienes la piel negra eres automáticamente pobre.

-Dijo James Baldwin que los pobres de Europa son los negros de América. No me parece muy exacto, puesto que los blancos pueden cambiar de clase si hacen dinero. En cambio, los negros, aunque tengan dinero, seguirán enfrentándose al rechazo.

-Cuando estuve en Barcelona con mi novio catalán, vi claramente que si nos casábamos, nunca podría ser "invisible'' en su vida. Por el contrario, si hubiese sido una americana blanca que aprende a hablar perfectamente catalán y castellano, habría podido asimilarme a su cultura de una forma en la que a una mujer de piel oscura le sería imposible. Con esto quiero decir que no se debate el hecho étnico o la nacionalidad, ni siquiera la identidad, sino solamente el color de la piel. Estuve enseñando un tiempo en Holanda, y a pesar de que es un país con un alto porcentaje de indígenas de piel oscura, no pude encontrar ninguna postal que reflejara esa realidad. La imagen que el país ofrece de lo que es ser holandés continúa siendo blanca y casi siempre rubia. Sin embargo, el hecho de ser holandés, como el de ser británico, ha sido radicalmente alterado por las prácticas de la inmigración, el imperialismo y el colonialismo.

-Y los europeos, a su vez, están intentando combatir la hegemonía americana, al menos la económica, a través de la Unión Europea.

-Para mí, en la Unión Europea está implícito, de nuevo, el concepto de pureza racial. Ser europeo es pertenecer a una especie de categoría racial. Cuando la gente piensa en lo que es un europeo, piensa en un blanco. James Baldwin dijo que el mundo ya no es blanco y nunca volverá a serlo. Quizá por eso tantos europeos sienten la necesidad de vincularse entre sí y de creer que, en medio de tanta gente de color, seguirá existiendo una jerarquía donde la cultura y las ideas blancas continuarán ocupando la cúspide. En cuanto a la lucha contra la supremacía económica norteamericana, me parece una máscara. La verdad es que la economía mundial y la estadounidense están en armonía; existen más convergencias que divergencias. Lo que verdaderamente ocurre es que las cooperaciones transnacionales están borrando las identidades nacionales. Todas estas identidades se suman al enfoque imperialista del dinero y del poder, y se cruzan, en nombre de la supervivencia económica, cada vez que hace falta. En Holanda viví muy de cerca el tema de la Comunidad Europea, y creo sinceramente que es una estructura mítica que está ahí para conservar la misma construcción conservadora que tenemos en Estados Unidos: un sistema económico imperialista que hace de todo el mundo una gran tienda. Se continuará sin prestar atención a lo que reclaman los grupos indígenas no blancos, ya sean nacidos en Holanda, Inglaterra, España o Francia. En fin, que lo positivo de la Unión Europea sería la conservación de la cultura, la especificidad y la particularidad, pero el peligro es que reafirme la supremacía blanca. En idéntico error incurre aquí el nacionalismo negro, que pregona que los negros estén con los negros. Todo esto son miras estrechas. Lo visionario sería lograr un mundo donde se admita la especificidad de nuestras culturas y de nuestras identidades sin necesidad de recurrir al concepto de pureza o de exclusión.

-A menudo ha expresado usted su preocupación por la progresiva pérdida de las formas de vida comunitarias entre los afroamericanos. Pero ¿no es esa precisamente una bell-hookscaracterística de todas las sociedades supuestamente evolucionadas?

-Sin duda. Y tiene un impacto devastador sobre las capas pobres, a las que pertenecen la mayoría de los afroamericanos. Una cosa es ser pobre participando del alivio que supone el reparto comunitario de los recursos, y otra serlo en medio de la ética del liberalismo individualista. Compare la vida de una madre soltera antes de los avances económicos de los años sesenta, antes de que existiesen los projects [viviendas subvencionadas, construidas en recintos cerrados], con la de una madre actual, confinada en una de esas viviendas. Antes, las amistades formaban una extensa familia que se repartía las tareas. Ahora, en cambio, viven aisladas en una arquitectura que no ha previsto guarderías o bibliotecas. Al aceptar la idea de la vida individual privatizada, se pierde en gran medida la alegría de la comunidad. Pero al capitalismo le gusta el individualismo. Dennis Altman, en su libro La homosexualización de América; la americanización del homosexual, explica que una de las principales razones del desarrollo de los derechos gays fue la de ver en ellos un grupo consumista: gente con capital excedente y pautas de consumo individual. Todo lo contrario a los grupos que viven en comunidad.

-También ha reflexionado usted sobre la necesidad de romper con la tradición burguesa del amor romántico.

-Esto nos remite igualmente a la idea del individualismo liberal. El amor, en la tradición burguesa, se expresa en términos como: "no te merece", "no es lo bastante para ti", "estás dando más de lo que recibes"... Todo ese lenguaje de intercambio económico parece arraigado en un sentido infantil del placer y del deseo: ¿están mis necesidades satisfechas? Otro aspecto que repudio de esa concepción burguesa de las relaciones afectivas es su inmovilidad. Tiene que haber lugar para el cambio, para el crecimiento de cada individuo en diferentes direcciones. La vida es un proceso constante de cambio y de transformación.

(1) Malcom X: biografía (con la colaboración de Alex Halcy). Barcelona: Ediciones B, 1992.

Entrevista incluida en el libro de Mireia Sentís En el pico del águila: una introducción a la cultura afroamericana. Madrid: Ardora, 1998, p. 190-207.


Cornel West entrevista a Bell Hooks

Mi compromiso con la vida intelectual reside en una pasión por las ideas y el pensamiento crítico.

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Cornel West entrevista a bell hooks sobre el proceso que hizo de ella una intelectual.

Esta pasión se originó en mi infancia. De joven era una lectora insaciable y quería saberlo todo. Hoy sigo considerándome una lectora para quien nada está excluido: leo desde literatura infantil, novela rosa, revistas de automóviles y moda, libros de autoayuda y toda clase de ficción barata, hasta teoría económica, sociológica, psicológica, literaria y feminista. Me encanta leer sin ceñirme a ninguna disciplina. Por eso siempre me han sorprendido los profesores universitarios que no muestran interés por la literatura al margen de su propia disciplina. En mi caso, leer de forma transversal ha supuesto un ejercicio decisivo para desarrollar el tipo de pensamiento crítico-especulativo que sirve de fundamento a mi trabajo. En algunos textos ya señalé que la falta de información impide a muchos pensadores hablar y escribir desde un punto de vista inclusivo, es decir, aquel que examina las ideas desde una perspectiva multidimensional y parte de un análisis basado en conceptos como la raza, el género y la clase social. En la medida en que han sido formados para pensar y estudiar conforme a estrechos criterios disciplinarios, muchos profesores y pensadores generan un conocimiento que rara vez aborda la complejidad de nuestra experiencia o nuestra capacidad de conocimiento. Lo que me empujó a la vida intelectual fue una auténtica pasión por el saber. Y es ese anhelo el que de verdad me llevó a sintetizar y yuxtaponer de forma compleja ideas y experiencias que a primera vista podrían parecer inconexas. Cuando hago balance, me asombra el hecho de mantener la misma actitud y compromiso hacia el trabajo intelectual que mostraba en mi infancia. En el ensayo The Significance of Theory, Terry Eagleton postula que los niños son los mejores teóricos, porque no temen transgredir los límites de las ideas aceptadas, y explorar y descubrir nuevas maneras de pensar y de ser. De pequeña, mi interés por el mundo de las ideas estaba íntimamente ligado a mis esfuerzos por curarme. En vista de que me crie en una familia marcadamente disfuncional, en la que sufrí heridas psicológicas —y, en alguna ocasión, incluso físicas—, lo que levantó mi ánimo y me dio fuerzas para seguir adelante fue mi inclinación hacia el mundo de las ideas. Gracias a esta actitud y el consiguiente desarrollo de una conciencia crítica, logré tomar distancia de la situación familiar y mirarme a mí misma, a mis padres y a mis hermanos desde una perspectiva analítica. Ello me ayudó a comprender la historia y las experiencias personales que se hallaban en la raíz del comportamiento de mis padres. Así pues, la originalidad de mi relación con la teoría estriba en que mi propia vida da fe del poder del pensamiento crítico. Al sumar a mi pasión por las ideas una vívida imaginación, encontré en el mundo de la escritura creativa un espacio para la trascendencia, una manera de sanar. A diferencia de muchos niños de familias desestructuradas que crean amigos imaginarios para no desfallecer, descubrí muy pronto que la intensa práctica creativa de la lectura y la escritura me embarcaban en un alentador e inspirador viaje a través de la imaginación. Empecé a escribir poesía a los diez años y publiqué mis primeros poemas en la revista de la escuela dominical. Gracias a ese temprano punto de apoyo adquirí un fuerte sentimiento de autoestima y comprendí que mi voz era importante, pues me permitía articular mi visión y compartirla.

De "Cornel West entrevista a Bell Hooks", en Partiendo pan. Vida intelectual negra insurgente, p. 149-151.