Mireia Sentís entrevista a bell hooks

Su clarísima forma de expresarse ha hecho de bell hooks una de las intelectuales más presentes —y más polémicas— en los medios de comunicación norteamericanos. Su concurso resulta imprescindible al tocar el tema racial, el de la clase y el de los géneros, que ella agrupa en uno solo: el de la identidad. Escritora prolífica —lleva trece libros publicados y colabora incesantemente en la prensa diaria y cultural—, no existe terreno que escape a su ojo crítico: música popular, publicidad, televisión, cine, consumo o moda, pero, también, espiritualidad, religión, arte y literatura. “Una interrogación ferozmente crítica —dice— es, a menudo, la única forma de atravesar muros”. Quizá por eso, su libro Yearning: Race, Gender, and Cultural Politics (Anhelo: raza, género y política cultural), publicado en 1990, incluye una entrevista consigo misma. Esta "crítica cultural" y "teórica del feminismo" —se define también como "pensadora crítica negra insurgente"—, ahonda en las consecuencias, tanto personales como políticas, de la representación de los negros en una cultura de supremacía blanca: "La lucha contra los clichés utilizados por los medios necesita contar con aliados no negros". Con una retórica muy realista, hooks ha logrado hacerse con un público joven, no sólo académico. "Nada en la vida de un intelectual —escribe— tendría que separarlo de la gente que no lo es". A raíz de sus intervenciones en debates televisivos, recibe correspondencia de presidiarios, tanto como de amas de casa. Ávida lectora desde su infancia, está interesada por todo tipo de publicaciones: libros de autoayuda, automovilismo, cómics, novelas rosas, revistas económicas e infantiles.

Hija de padres obreros, nació en 1955, en Hopkinsville, una pequeña ciudad de Kentucky. Acudió a escuelas segregadas hasta el penúltimo año de bachillerato, acabó su carrera de Literatura Inglesa en la Universidad de Stamford (Connecticut) y obtuvo el doctorado en la universidad californiana de Santa Cruz, con una disertación sobre Toni Morrison. "Mucha gente no piensa en Morrison como en una ensayista. Sin embargo, fue una de las primeras grandes voces femeninas negras en el campo de la crítica social, haciendo, además, comentarios específicos sobre el tema de los géneros a finales de los años sesenta. Leí sus ensayos antes que su ficción. La consideraba mi mentora: una mujer negra escribiendo el tipo de crítica que aspiraba a escribir yo misma". Después de formar parte del departamento de Lengua Inglesa de la Universidad de Yale (New Haven, Connecticut), es actualmente catedrática del City College de Nueva York.

"Dice un sociólogo que los niños son los mejores teóricos, porque a menudo poseen una voluntad decidida de transgredir las barreras de las ideas aceptadas, de explorar y descubrir nuevas maneras de pensar y de ser". La frase anterior podría resumir su propia metodología y explicar por qué sus ensayos alcanzan ventas de hasta cuarenta mil ejemplares. "A veces —añade— siento que poseo un positivo poder personal, que permite vivir más plenamente a ciertas personas". Aunque tardó ocho años en publicarse, escribió su primer libro a los 19 años: Ain't I a Woman: Black Women and Feminism (¿No soy una mujer?: Mujeres negras y feminismo), título tomado del discurso pronunciado en 1851 por la heroína abolicionista Sojourner Truth. A partir de entonces, todos sus libros incluyen en el título la explicación del contenido. Teoría femenina: del margen al centro (1984); Rebatiendo: pensando feminista, pensando negro (1989); Aspecto negro: raza y representación (1992; prohibido en Canadá) Hermanas del ñame: mujeres negras y autorrecuperación (1993); Enseñando a transgredir: educación como práctica de la libertad (1994), Cultura fuera de la ley: resistiendo representaciones (1994); Arte en mi mente: política visual ( 1995); Matando la rabia: acabando el racismo (1995); Negro hueso: memorias de una niña (1996). Es autora también de un libro de poesía: Canción de luto de una mujer (1993), y uno de conversaciones con Cornel West: Partiendo pan: vida intelectual negra insurgente (1991).

bell-hooksGloria Watkins escribe a menudo a partir de experiencias personales y en un tono lo bastante confidencial como para permitir que el lector conozca numerosos aspectos de su biografía personal. Por eso no me sorprendió demasiado encontrarme en su contestador telefónico con una frase que invitaba a la meditación. Después de una comida "para entrar en contacto", nos dirigimos a su piso del Village de Nueva York, un plácido espacio —suelos y muebles de madera— entre cuyas paredes su voz de niña resuena limpiamente.

-¿Porqué se mueve usted por el mundo con un nombre que no es el suyo?

-Para combatir el énfasis que suele ponerse en quién habla, y no en qué se dice. En una sociedad que no desea tener pensadores críticos, lo que llaman "personalidad" acaba por sobreponerse a la fuerza de las ideas.

-Pero bell hooks es también en homenaje a su bisabuela, ¿verdad?

-Dada mi tradición africana, mi tradición religiosa afroamericana, soy muy consciente del reconocimiento que se les debe a los ancestros. Bell Hooks era el nombre de mi bisabuela. Apenas me acuerdo de ella, pero cuando yo era niña, un tendero al que respondí un poco airadamente, dijo: "Se nota de quién es nieta; la misma lengua afilada de Bell".

-Usted se define a sí misma cómo crítica cultural. ¿Cuál sería la diferencia con una socióloga?

-Es una cuestión de identificarse o no con una disciplina determinada, con una metodología convencional. Uno de los problemas del profesionalismo académico es la limitación que puede representar para los que queremos hablar a audiencias más amplias. Soy licenciada en Literatura y especialista en Literatura Norteamericana, pero al ampliar mis intereses hacia el pensamiento feminista y apoyarme en diferentes formas de pensamiento para reflexionar sobre la cultura, considero que "crítica cultural" es un término adecuado a lo que practico: la interdisciplinariedad.

-Su trabajo intelectual, ha dicho usted, responde a una verdadera vocación. ¿Qué diferencias resaltaría entre el comportamiento vocacional y el que no lo es?

-El trabajo que desarrollo es una respuesta a las preguntas: ¿quién soy en mi corazón?, ¿qué papel están llamados a desempeñar mi cuerpo, mi mente y mi espíritu? Los que piensan en términos no vocacionales suelen preguntarse: ¿en este momento, qué sería mejor para mi carrera? Ciertamente, no era lo mejor para la mía empezar a pensar en términos feministas y políticos. Mis profesores, en todo caso, no estaban interesados en verme tomar ese camino. Pero yo sentía esa llamada. Más que una carrera, quería justicia y libertad para todos. A menudo digo a la gente que si no hubiese estado comprometida con algún tipo de lucha por la justicia, nunca habría salido del sector pobre del que provengo, con el agravante de ser mujer y negra. Si hubiese aceptado el lugar que me atribuye la cultura en la que vivo, estaría ahora en el servicio doméstico o cobrando el paro. Rechazar estas identidades impuestas suponía luchar. Una vez en la lucha, te das cuenta de cuánta gente se queda atrás, cuánta gente se hunde. Así que tu compromiso con la transformación del mundo se va haciendo más profundo, seguramente para no convertirte en una superviviente aislada.

-Además de ensayista, es usted poeta, fotógrafa, artista plástica. Su compromiso con la lucha social, ¿no le impide dedicarse a sus actividades personales?

-Suele pensarse en la lucha política como algo estático, donde no queda espacio para la contemplación; una contemplación que puede perfectamente ser estética. Una de las razones por las cuales los radicales se sienten frustrados y desvinculados de la lucha, es porque no cultivan ese equilibrio. No es suficiente trabajar para el cambio político; también hay que dejar espacio a la espiritualidad. En la política siempre se impone la racionalidad, y no tendría que ser así. Uno de los libros que más me influyó en mis años universitarios fue The Autobiography of Malcolm X (1). La gente olvida que mientras Malcolm se concienciaba sobre el capitalismo y la supremacía blanca, también se esforzaba en una búsqueda espiritual. Durante su estancia en prisión, no desaprovechó la oportunidad de repensar su relación con lo religioso. Nunca se alude a los pasajes del libro donde comenta su experiencia de la oración y de la humildad. La evolución de mi propia identidad como escritora, está íntimamente ligada a mi evolución espiritual.

-Que a su vez no está desligada del espíritu de juego, como usted señala en sus escritos.

-El humor es muy importante en la vida y en la lucha. Cuando se consideran temas como el de la dominación, puede perderse una cierta ligereza de espíritu. Los grandes luchadores, aun en medio de grandes adversidades, tratan de conservar el sentido del humor. Existe en nosotros un deseo de mantener un lugar que no sea duro, que no sea amargo, que permanezca abierto. El humor, la alegría y el juego son las vías para lograrlo. Los esclavos, en su deseo de trascender el sufrimiento físico, cantaban mientras trabajaban para así lograr estar en otro lugar que no fuera el dolor. Es un juego constructivo.

-El mensaje que va cambiando en su contestador. ¿forma parte de este espíritu de juego?

-Aunque parezca raro, hace apenas un año que tengo contestador. Lo del poema. se me ocurrió al llamar a una de mis alumnas y descubrir que había grabado en él una cita mía. Como siempre pienso en la pedagogía, en cómo educar para la práctica de la libertad, caí en la cuenta de que el contestador podía ser un instrumento útil para hacer reflexionar, para proponer una pequeña pausa. El mensaje actual es un precioso poema de Rumi que evoca el perdón y la reconciliación, dos fórmulas que abren las puertas a la alegría, a la aceptación incondicional. Una vez grabé unos versos de "Blue", un poema de Derek Djarmon, en memoria de los muertos, pero acabé eliminándolo porque a la gente le parecía demasiado triste. Yo lo encontraba consolador.

-Para usted, escribir en revistas comerciales representa, sobre todo, una actividad lúdica.

-Sí. En ellas reflexiono sobre cosas, digamos, frívolas.

-¿Para llegar al público que no lee sus libros?

-Eso espero, claro. Pero también lo hago por mí misma. Para no perder el contacto con lo cotidiano.

-Ha comentado usted que la excesiva presencia de Frida Kahlo en los medios de comunicación ha hecho disminuir el interés por su obra. Usted misma está obteniendo una enorme visibilidad pública. ¿Cómo puede alcanzarse una amplia audiencia y seguir ejerciendo cierta fascinación?

-Me tomo períodos de total silencio. La cantante y poeta Patty Smith dice que cuando era joven quería ser famosa y hacer un buen trabajo. Luego se dio cuenta de que es posible ser mediocre y famoso. Ahora solamente le preocupa hacer un buen trabajo. Por un lado, uno piensa: ¿no es estupendo que la gente se entere de quién es Frida Kahlo? Sin embargo, su imagen acaba siendo reproducida en insignias y camisetas, cuando su mensaje era exactamente el opuesto: encontrad vuestra propia personalidad, no imitéis ningún icono. Para escapar a la saturación, me concedo fases de retiro. Ayer vino una amiga a casa y se extrañó de no ver ningún indicio de mi profesión. Le expliqué que oculto todo lo que está relacionado con ella, incluido el ordenador, durante los meses de alejamiento. Estos períodos me parecen esenciales para el proceso intelectual, para la contemplación, para no convertirse en una mercancía. Sufre, en todo caso, mi economía, pero dejo claro que quiero estar en contacto conmigo misma. El estrellato se convierte en una forma de desviar la atención del trabajo, que a fin de cuentas es mi razón de ser.

-La portada de su libro Art on my Mind es obra suya. ¿En qué condiciones se desarrolla su trabajo plástico?

-Me dedico a él siempre que me lo permiten mis compromisos docentes o como conferenciante. El año pasado participé con unos grabados en una exposición. La portada a la que se refiere es justamente un grabado. La historia es curiosa. Me habían concedido una beca para llevar a cabo un proyecto en la casa donde vivió mi abuela. Pocos días después, se quemó la casa. De manera que la pieza acabó siendo una foto de la fachada carbonizada, transformada después en un grabado de color rojo. El rojo simboliza el corazón, el amor, pero también las llamas, el fuego, el dolor por la pérdida de un lugar cargado de memoria.

-¿Se podría decir que, en general, su trabajo se ocupa de reenfocar la imagen que los medios de comunicación ofrecen de los negros?

-Más bien se ocupa de combatir y analizar críticamente tres sistemas específicos de dominación: raza, clase y sexo. Y me preocupa la forma en que los medios audiovisuales y de comunicación se han convertido en el principal vehículo para inculcarlos. Por ejemplo, para intentar explicar la construcción de las diferencias raciales, envié a todos mis estudiantes al cine. Los blancos relataron la historia de una familia de clase media alta. En cambio, los negros precisaron que era la historia de una familia de clase alta blanca. Si la película hubiese tratado de una familia negra, los estudiantes blancos habrían identificado inmediatamente el color. Enseñar estas cosas a través de los medios visuales es tan eficaz, rápido y directo como encender y apagar una bombilla. Hacerlo a través de teorías, exige más tiempo y resulta menos convincente. Al principio, sin embargo, mi trabajo no se centraba tanto en las cuestiones raciales como en el pensamiento feminista y en el análisis del patriarcado. Este país no desea ver la cultura desde una perspectiva política. Y dado que en las escuelas no se enseña nada sobre colonialismo ni imperialismo, no se alcanza a comprender lo institucionalizadas que están ambas cosas. Otro ejemplo es el sistema patriarcal: se halla tan arraigado en nuestra sociedad que hasta un hogar encabezado por una madre soltera sigue funcionando de forma patriarcal. Generalmente, estas mujeres inculcan a sus hijos la idea conserva­dora de que algo falla por carecer de presencia masculina.

-Utiliza usted el término "feminist". Cornel West, en Breaking Bread, el libro que hicieron conjuntamente, emplea la palabra "womanist". ¿Qué diferencia de matiz existe entre ambas formulaciones?

-"Feminist" tiene un claro significado político. "Womanist", en cambio, es una definición basada en la identidad. Alice Walker acuñó el término, y en In Search of our Mother's Garden, afirma que la mujer es al feminismo como el púrpura a la lavanda, es decir, inseparables. Me preocupa que al utilizar un término que se refiere más a la identidad que a unas creencias políticas, las mujeres se alejen del trabajo de base de la política feminista. No es que me importe que se utilice el término "womanist", pero no puedo dejar de pensar que es una manera de aprovecharse de los beneficios de la rebelión feminista sin tener que cargar con la bandera política.

-Quizá se puede pensar que el término "womanist" descarta el rechazo a los hombres que a menudo se achaca al feminismo.

-El feminismo es para todo el mundo, hombres y mujeres. Por eso creo que "womanist" incurre en los viejos estereotipos que hacían del feminismo algo exclusivo para las mujeres y en contra de los hombres. Cuando empezó el feminismo. creíamos realmente que debíamos cambiar nuestra forma de pensar. Ahora, en cambio. hay muchas mujeres que se consideran automáticamente feministas cada vez que se enfurecen con un hombre. En este país, la gente está tan obsesionada consigo misma que le es difícil comprender que el pensamiento, a partir de ahora, no puede ser más que global. Hemos de darnos cuenta de lo que representa el patriarcado para las mujeres del tercer mundo, aunque nosotras seamos privilegiadas. Pero nuestro privilegio no se debe a un cambio de pensamiento de la sociedad, sino al hecho de disponer del poder adquisitivo suficiente para adquirir esa supuesta libertad. En los parques solo se ven mujeres ocupándose de los niños. Hace diez años, cuando el feminismo estaba realmente vigente, existía la idea de que el hombre tenía que participar igual que la mujer en el ejercicio de ser padres. Eso sí era un cambio con respecto al papel de la mujer. Ahora, de nuevo bajo un sistema patriarcal, la mujer compra su libertad pagando a otras mujeres para que desempeñen una tarea que vuelve a atribuírsele. En los parques, todas la mujeres son niñeras afroamericanas o inmigrantes.

-Ha experimentado usted el racismo en su propia piel con ocasión de unas oposiciones a cátedra. ¿Incluye el sexismo en el racismo?

-Padecí ambas cosas. Los negros y las feministas son grupos marginales, y cuando se juzga a los grupos marginales, los baremos se hacen de repente más rígidos. A las oposiciones se presentaron académicos blancos que apenas habían publicado. Sin embargo, la duda que tenían conmigo —que ya había publicado un buen número de libros— era si continuaría escribiendo...

-Algunos de los rasgos más relevantes de su personalidad son la paciencia, la claridad y las buenas maneras con las que explica los mecanismos racistas en sus escritos y conferencias. Parece que ha sabido "matar la rabia" —título de uno de sus libros— y conservar la dulzura.

-Me di cuenta muy pronto de que cierto tipo de rabia o de amargura no ayuda a terminar con el problema. En cambio, analizar el funcionamiento del racismo sí ayuda en nuestra lucha política. Y esta se basa en comunicar globalmente que toda forma de racismo o de xenofobia va en perjuicio del planeta. Eso no se comunica con amargura, sino con razones. En todas partes surgen guerras provocadas por la xenofobia, llamada a veces nacionalismo. La idea de la pureza étnica, que el mundo occidental ha condenado en tantas ocasiones —como en el caso del nazismo—, se ha convertido casi en la norma. Pero la mayoría de los análisis sobre estas cuestiones parten de premisas desesperanzadas, lo cual debilita nuestra capacidad de enfrentamos a ellas. En vez de decir que no hay manera de que la gente cambie su forma de pensar, tenemos que encontrar la manera de que lo hagan. E igual en lo que se refiere al feminismo. Si se considera que los hombres no pueden cambiar, no hay razón para la existencia del movimiento feminista.

-¿Así pues, ha sido testigo de cambios?

-Desde luego. No tan rápidos como muchos quisiéramos, pero la victoria de Sudáfrica, por ejemplo, aunque no haya sido completa, sirve para recordar que los regímenes cambian. Como bien advirtió Foucault, ningún poder es absoluto. Y las cosas cambian si existe una lucha activa. Cuando tenía 18 años y era universitaria, estuve enamorada de un catalán. Mi primer viaje a España, a Barcelona, durante el régimen franquista, fue también mi primera experiencia sobre lo que significa vivir bajo la atmósfera opresiva de un poder militar. Siempre había soldados por las calles. Creo que mi propio sentido de la resistencia está informado por la que entonces llevaban a cabo los catalanes en favor de su lengua. La conciencia de liberación ya no es territorio exclusivo de ningún grupo que esté marcado por el color, sino de todo grupo al que se intente apartar de la libertad. Esta amplia comprensión de la lucha política ha fortalecido la afroamericana.

-Gordon Parks afirma que su forma de enfrentarse al racismo es hacer como si no existiese. La suya, en cambio, pasa por la reflexión y el análisis.

-La fórmula de Parks es una estrategia de resistencia diferente. Deben existir múltiples estrategias basadas en las exigencias y necesidades particulares. La idea de una única estrategia tiene que desaparecer. Esto es aplicable al racismo igual que al feminismo. Ambas luchas se han visto debilitadas justamente por creencias monolíticas y limitadoras, hasta el punto de considerarse que si las mujeres llevan maquillaje ya no son luchadoras. Una estrategia que funciona en un momento histórico, puede no ser la más eficaz en otro.

-Ha escrito usted que cuando los negroamericanos estén enteramente recuperados de su dolor e informados de su propia historia, cambiará su situación. ¿Qué cambiará exactamente: la opinión que los demás tienen de ellos, o la que ellos tienen de sí mismos?

-Creo que cuando cambiemos nuestra forma de vernos, cambiará la del resto. Por eso, las estructuras están concebidas para prevenir cualquier tipo de modificación política. Si a uno le convencen de ser inferior, de no valer nada, genera cierto odio y falta de estima hacia sí mismo, lo cual constituye un efectivo método de colonialismo cultural.

-En Breaking Bread, se muestra usted preocupada por el incremento del número de intelectuales blancos que convierten la cultura negra en el tema central de sus prácticas discursivas, y pregunta a Cornel West lo siguiente: "¿Son esta gente aliados, estamos desarrollando coaliciones o se están adueñando de nosotros una vez más?" Sería interesante saber qué hubiese contestado usted.

-Encuentro que muchos blancos sitúan la cuestión de las razas y el racismo dentro del marco de una nueva disciplina, un nuevo producto, otro punto de partida para su trabajo, pero que no alcanzan a ver la relación directa entre teoría y práctica. Una íntima amiga mía, blanca, que vino a visitarme desde Missouri, se quedó consternada del diferente trato que ella y yo recibíamos en las tiendas y de otros signos de racismo que constantemente se repetían. No paraba de decir: "Esto da miedo, porque no estamos tratando con rednecks [blancos incultos de las áreas rurales de los Estados del Sur, generalmente enemigos de los negros], sino con gentes que se definen liberales, cultas, progresivas y que leen The New York Times. Sin embargo, reaccionan ante una persona negra a partir de los mismos estereotipos y con el mismo miedo que cualquier redneck ". Y eso es lo que yo intentaba decir en Killing Rage: hasta que esas buenas intenciones sobre el racismo no se pongan en práctica en la vida cotidiana, no resultarán muy útiles. Existe un tipo de apartheid social que aún practican muchos académicos e intelectuales, cualquiera que sea su especialidad.

-¿No cree que a menudo estas reacciones obedecen más bien a motivos clasistas que racistas?

-Pero la raza, en Estados Unidos, va ligada a la clase. Aquí no se puede hablar de clase sin hablar de raza. Una define a la otra. Señale una persona negra en América, y probablemente será alguien que pertenece a la clase pobre. De manera que los blancos asumen que si tienes la piel negra eres automáticamente pobre.

-Dijo James Baldwin que los pobres de Europa son los negros de América. No me parece muy exacto, puesto que los blancos pueden cambiar de clase si hacen dinero. En cambio, los negros, aunque tengan dinero, seguirán enfrentándose al rechazo.

-Cuando estuve en Barcelona con mi novio catalán, vi claramente que si nos casábamos, nunca podría ser "invisible'' en su vida. Por el contrario, si hubiese sido una americana blanca que aprende a hablar perfectamente catalán y castellano, habría podido asimilarme a su cultura de una forma en la que a una mujer de piel oscura le sería imposible. Con esto quiero decir que no se debate el hecho étnico o la nacionalidad, ni siquiera la identidad, sino solamente el color de la piel. Estuve enseñando un tiempo en Holanda, y a pesar de que es un país con un alto porcentaje de indígenas de piel oscura, no pude encontrar ninguna postal que reflejara esa realidad. La imagen que el país ofrece de lo que es ser holandés continúa siendo blanca y casi siempre rubia. Sin embargo, el hecho de ser holandés, como el de ser británico, ha sido radicalmente alterado por las prácticas de la inmigración, el imperialismo y el colonialismo.

-Y los europeos, a su vez, están intentando combatir la hegemonía americana, al menos la económica, a través de la Unión Europea.

-Para mí, en la Unión Europea está implícito, de nuevo, el concepto de pureza racial. Ser europeo es pertenecer a una especie de categoría racial. Cuando la gente piensa en lo que es un europeo, piensa en un blanco. James Baldwin dijo que el mundo ya no es blanco y nunca volverá a serlo. Quizá por eso tantos europeos sienten la necesidad de vincularse entre sí y de creer que, en medio de tanta gente de color, seguirá existiendo una jerarquía donde la cultura y las ideas blancas continuarán ocupando la cúspide. En cuanto a la lucha contra la supremacía económica norteamericana, me parece una máscara. La verdad es que la economía mundial y la estadounidense están en armonía; existen más convergencias que divergencias. Lo que verdaderamente ocurre es que las cooperaciones transnacionales están borrando las identidades nacionales. Todas estas identidades se suman al enfoque imperialista del dinero y del poder, y se cruzan, en nombre de la supervivencia económica, cada vez que hace falta. En Holanda viví muy de cerca el tema de la Comunidad Europea, y creo sinceramente que es una estructura mítica que está ahí para conservar la misma construcción conservadora que tenemos en Estados Unidos: un sistema económico imperialista que hace de todo el mundo una gran tienda. Se continuará sin prestar atención a lo que reclaman los grupos indígenas no blancos, ya sean nacidos en Holanda, Inglaterra, España o Francia. En fin, que lo positivo de la Unión Europea sería la conservación de la cultura, la especificidad y la particularidad, pero el peligro es que reafirme la supremacía blanca. En idéntico error incurre aquí el nacionalismo negro, que pregona que los negros estén con los negros. Todo esto son miras estrechas. Lo visionario sería lograr un mundo donde se admita la especificidad de nuestras culturas y de nuestras identidades sin necesidad de recurrir al concepto de pureza o de exclusión.

-A menudo ha expresado usted su preocupación por la progresiva pérdida de las formas de vida comunitarias entre los afroamericanos. Pero ¿no es esa precisamente una bell-hookscaracterística de todas las sociedades supuestamente evolucionadas?

-Sin duda. Y tiene un impacto devastador sobre las capas pobres, a las que pertenecen la mayoría de los afroamericanos. Una cosa es ser pobre participando del alivio que supone el reparto comunitario de los recursos, y otra serlo en medio de la ética del liberalismo individualista. Compare la vida de una madre soltera antes de los avances económicos de los años sesenta, antes de que existiesen los projects [viviendas subvencionadas, construidas en recintos cerrados], con la de una madre actual, confinada en una de esas viviendas. Antes, las amistades formaban una extensa familia que se repartía las tareas. Ahora, en cambio, viven aisladas en una arquitectura que no ha previsto guarderías o bibliotecas. Al aceptar la idea de la vida individual privatizada, se pierde en gran medida la alegría de la comunidad. Pero al capitalismo le gusta el individualismo. Dennis Altman, en su libro La homosexualización de América; la americanización del homosexual, explica que una de las principales razones del desarrollo de los derechos gays fue la de ver en ellos un grupo consumista: gente con capital excedente y pautas de consumo individual. Todo lo contrario a los grupos que viven en comunidad.

-También ha reflexionado usted sobre la necesidad de romper con la tradición burguesa del amor romántico.

-Esto nos remite igualmente a la idea del individualismo liberal. El amor, en la tradición burguesa, se expresa en términos como: "no te merece", "no es lo bastante para ti", "estás dando más de lo que recibes"... Todo ese lenguaje de intercambio económico parece arraigado en un sentido infantil del placer y del deseo: ¿están mis necesidades satisfechas? Otro aspecto que repudio de esa concepción burguesa de las relaciones afectivas es su inmovilidad. Tiene que haber lugar para el cambio, para el crecimiento de cada individuo en diferentes direcciones. La vida es un proceso constante de cambio y de transformación.

(1) Malcom X: biografía (con la colaboración de Alex Halcy). Barcelona: Ediciones B, 1992.

Entrevista incluida en el libro de Mireia Sentís En el pico del águila: una introducción a la cultura afroamericana. Madrid: Ardora, 1998, p. 190-207.


Cornel West entrevista a Bell Hooks

Mi compromiso con la vida intelectual reside en una pasión por las ideas y el pensamiento crítico.

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Cornel West entrevista a bell hooks sobre el proceso que hizo de ella una intelectual.

Esta pasión se originó en mi infancia. De joven era una lectora insaciable y quería saberlo todo. Hoy sigo considerándome una lectora para quien nada está excluido: leo desde literatura infantil, novela rosa, revistas de automóviles y moda, libros de autoayuda y toda clase de ficción barata, hasta teoría económica, sociológica, psicológica, literaria y feminista. Me encanta leer sin ceñirme a ninguna disciplina. Por eso siempre me han sorprendido los profesores universitarios que no muestran interés por la literatura al margen de su propia disciplina. En mi caso, leer de forma transversal ha supuesto un ejercicio decisivo para desarrollar el tipo de pensamiento crítico-especulativo que sirve de fundamento a mi trabajo. En algunos textos ya señalé que la falta de información impide a muchos pensadores hablar y escribir desde un punto de vista inclusivo, es decir, aquel que examina las ideas desde una perspectiva multidimensional y parte de un análisis basado en conceptos como la raza, el género y la clase social. En la medida en que han sido formados para pensar y estudiar conforme a estrechos criterios disciplinarios, muchos profesores y pensadores generan un conocimiento que rara vez aborda la complejidad de nuestra experiencia o nuestra capacidad de conocimiento. Lo que me empujó a la vida intelectual fue una auténtica pasión por el saber. Y es ese anhelo el que de verdad me llevó a sintetizar y yuxtaponer de forma compleja ideas y experiencias que a primera vista podrían parecer inconexas. Cuando hago balance, me asombra el hecho de mantener la misma actitud y compromiso hacia el trabajo intelectual que mostraba en mi infancia. En el ensayo The Significance of Theory, Terry Eagleton postula que los niños son los mejores teóricos, porque no temen transgredir los límites de las ideas aceptadas, y explorar y descubrir nuevas maneras de pensar y de ser. De pequeña, mi interés por el mundo de las ideas estaba íntimamente ligado a mis esfuerzos por curarme. En vista de que me crie en una familia marcadamente disfuncional, en la que sufrí heridas psicológicas —y, en alguna ocasión, incluso físicas—, lo que levantó mi ánimo y me dio fuerzas para seguir adelante fue mi inclinación hacia el mundo de las ideas. Gracias a esta actitud y el consiguiente desarrollo de una conciencia crítica, logré tomar distancia de la situación familiar y mirarme a mí misma, a mis padres y a mis hermanos desde una perspectiva analítica. Ello me ayudó a comprender la historia y las experiencias personales que se hallaban en la raíz del comportamiento de mis padres. Así pues, la originalidad de mi relación con la teoría estriba en que mi propia vida da fe del poder del pensamiento crítico. Al sumar a mi pasión por las ideas una vívida imaginación, encontré en el mundo de la escritura creativa un espacio para la trascendencia, una manera de sanar. A diferencia de muchos niños de familias desestructuradas que crean amigos imaginarios para no desfallecer, descubrí muy pronto que la intensa práctica creativa de la lectura y la escritura me embarcaban en un alentador e inspirador viaje a través de la imaginación. Empecé a escribir poesía a los diez años y publiqué mis primeros poemas en la revista de la escuela dominical. Gracias a ese temprano punto de apoyo adquirí un fuerte sentimiento de autoestima y comprendí que mi voz era importante, pues me permitía articular mi visión y compartirla.

De "Cornel West entrevista a Bell Hooks", en Partiendo pan. Vida intelectual negra insurgente, p. 149-151.


 Mahmud Darwish, la estética de la resistencia

Kepa Arbizu - naiz - 14 de mayo de 2023

 

 

Ediciones del Oriente y del Mediterráneo recoge en ‘El poeta troyano’ una selección de profusas y profundas conversaciones que el escritor palestino mantuvo con diferentes agentes culturales en las que desgrana su evolución personal, militante y artística.

 

No es el ámbito político un contexto especialmente propicio para encontrar manifestaciones de calado literario. Las soflamas y parlamentos vertidos en ese entorno suelen adolecer de dicho carácter artístico, por eso tan llamativo resulta, más allá por supuesto de su imponente contenido simbólico, aquel discurso ofrecido por Yasser Arafat en 1974 en la Asamblea General de las Naciones Unidas y que terminaba con la ya histórica frase en la que se presentaba con un fusil en una mano y la rama de olivo en la otra, instando a no dejar caer esta segunda.

 

Un alegato tras el que se encontraba la pluma de, entre otros, el poeta Mahmud Darwish (Al-Birwa, 1941 – Houston, 2008), responsable también de unos cuantos textos más expresados por el aquel entonces líder de la OLP, organización para la que el poeta no solo hizo de escribano sino que participó activamente en ella durante un tiempo, siendo incluso integrante de su Comité Ejecutivo. Demostración palpable de que su inspiración creativa no solo funcionaba como una pulsión intimista sino que estaba alimentada de un compromiso social evidente por su tierra.

 

Rasgos que han elevado su figura desde un doble plano: por un lado alzándole como uno de los más notables representantes de las letras árabes contemporáneos y por otro señalándole bajo la inscripción del poeta nacional palestino, con toda la carga de representatividad insurgente que eso conlleva. Un perfil lo suficientemente reseñable que le hace seguir siendo, primero por su indudable talento pero también por la todavía trágica realidad que soporta su país, protagonista de publicaciones actuales, como certifica el nuevo libro de Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, ‘El poeta troyano’, que se centrará en la segunda época de su trayectoria, aquella que le desliga de su cariz explícitamente militante para emprender la búsqueda de una lírica más metafísica.

Una evolución que se convierte en el auténtico nudo gordiano de un texto que recaba entrevistas y charlas con colegas y periodistas en el que desentraña con un verbo tan locuaz como refinado el siempre tempestuoso camino al que está supeditado aquel creador determinado a buscar su propio desarrollo, en este caso manifestado en un intento por zafarse de ese cargo histórico que se le adjudicó como vanguardia lírica contra la opresión y la ocupación.

 

Exilio personal, desarrollo artístico

Por desgracia, el ejemplo biográfico de Darwish, repleto de exilios –obligados o inducidos– y detenciones no es una excepción para los habitantes de esa parte del planeta. Pero sí que existe en él una particularidad que resulta definitiva en la construcción de su leyenda, cuando con tan solo 12 años, tras escribir en la escuela un texto para celebrar el día de la independencia de Israel donde recreaba las vicisitudes cotidianas de los árabes, es llamado al despacho del gobernador militar para sufrir una fuerte reprimenda. El joven acababa de descubrir, sin pretenderlo, que la letra también podía ser un arma peligrosa para los invasores, por lo que no es de extrañar que con escasos 20 años ya publicara su primer libro, ‘Pájaros sin alas’, que junto a otros de esa época iniciática, como ‘Hojas de olivo’, le situaban a la cabeza de una ‘poética de la resistencia’ donde la tradición propia se fundía con las enseñanzas de airados contemporáneos como Mayakovski o Hikmet.

 

Un aposento, que dado el constante ánimo por transformar su voz, pronto iría abandonando, haciendo que sus siguientes publicaciones, como ‘Los pájaros mueren en Galilea’ o ‘En mi amada se despierta», más allá de abrir la puerta a las inspiraciones más preciosistas de Lorca, Neruda o T.S. Eliot, dibujaran un paisaje donde la mitología, los símbolos o los pasajes históricos tomaban relevancia frente al tronar de los versos.

 

Si cualquier persona dotada del instinto creativo está sujeta, en mayor o menor medida, al contexto social en el que se desarrolla, para un palestino esa percepción resulta totalmente determinante, encontrándose, por desgracia, su naturaleza vital condenada a un constante estado de excepción.

 

De ahí que las diferentes paradas de Darwish a lo largo del planeta, de Moscú a Egipto, pasando por Líbano o París, significaron a su vez una alteración a la hora de enfrentarse a la realidad, y por extensión a su escritura. Es precisamente en la capital francesa, y bajo la lejanía geográfica que le proporciona dicha estancia, donde reformula, en paralelo a la manera de observar, entender y sufrir Palestina, unas aptitudes poéticas que, sin olvidar nunca el latido autobiográfico, eligen una confrontación menos militante -en el sentido más encorsetado de la palabra- para ir en busca de la universalidad, desprendiéndose así de su realidad nacional para apuntar hacia una expresividad sin limitaciones temporales o situacionales.

 

Perdurar en la historia

 

Es precisamente esta época, en la que se enmarcan algunas de sus obras de mayor magnitud artística, como ‘Menos rosas’, ‘¿Por qué has dejado el caballo solo?’ u ‘Once astros’, en la que se centran las conversaciones recogidas en el ‘El poeta troyano’, un título que hace mención al propio apelativo que usó el autor en busca de su más óptima definición, un concepto de fuerte impronta simbólica respecto a ese enfrentamiento declarado contra la historia objetiva de quien no tiene patria definida legalmente pero que su canto está llamado a balancearse en la eternidad.

 

Diversas consideraciones que a través de las charlas con sus interlocutores irá desgranado a fin de intentar desvelar todo ese proceso de evolución, o mejor sería decir aprendizaje, donde los elementos técnicos, en lo que él llama la arquitectura del poema, recuperan preponderancia. Su acercamiento al modernismo, sin repudiar en absoluto el clasicismo, el uso del verso libre o la indagación en un esqueleto más narrativo no son sino la lógica modificación en busca de un lenguaje más exacto que no aspira a retratar el momento concreto sino a destapar su esencia, aquella quizás invisible a los ojos pero que respira bajo la hondura de la perdurabilidad.

 

Darwish, a través de su trayectoria, y eso es algo que describe a la perfección este excelente libro, siempre renunció a establecerse inmutable en ese espacio que conquistó tras sus primeras aproximaciones a la escritura y al que constantemente parecía estar requerido a volver. Un altar que siempre rehusó a ocupar dado que eso supondría una cárcel artística y un descrédito tanto para sus propias aspiraciones como para todo aquello que quería ensalzar.

 

Un proceso acompañado de la sublimación del poder de la poesía, al que le acabaría otorgando no tanto el papel simbólico de enfrentarse a las balas bajo su mismo idioma sino la de comprender que la guerra se perdería de verdad cuando Palestina fuera visto como solo un pueblo en lucha y no repleto de un crisol de sentimientos. No concebía el futuro de su patria condicionado únicamente a sobrevivir logrando los mínimos derechos básicos, sino llamado a visibilizar que se trata de una comunidad de seres humanos que también necesita cantarle al amor, acercarse a contemplar una flor o por qué no, temblar como consecuencia de la fragilidad existencial, sentimientos que ni el ejército más sanguinario está capacitado para arrebatar.

 

Artículo completo en naiz.eus

 


Instantáneas a oscuras - Samira de Siria

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Ilya U. Topper

Queremos armas químicas, las queremos ahora: matan con más humanidad que los aviones, los morteros y los francotiradores. Al menos te dejan morirte entero.

Esta quizás sea una de las frases más demoledoras de este Diario del asedio, una especie de collage de breves textos que dejó escritos Samira Khalil, una editora y activista política de unos 50 años, durante los últimos meses de 2013 en Duma, un municipio en la periferia nororiental de Damasco dominada por la rebelión armada contra el régimen de Asad y sufría bombardeos continuos.

Fueron, hasta ahora, también los últimos meses de su vida en libertad, y no sabemos si de su vida: fue secuestrada el 9 de diciembre de 2013, muy probablemente por uno de los grupos armados islamistas que se habían hecho con el control de la zona. Junto a la escritora Razan Zaituneh, su marido Wael Hammada y el poeta y abogado Nazem Hamadi.

Un caleidoscopio del horror, en el que las piezas forman imágenes distintas, siempre igual en su espanto

Estas notas son un testimonio directo, un álbum de instantáneas sin flash desde la guerra siria, movidas, desenfocadas a veces, sinceras siempre. Un caleidoscopio del horror, en el que las piezas no paran de caer en nuevas posiciones para volver a formar una imagen distinta a la anterior y sin embargo igual, siempre igual en su espanto, en el sufrimiento de quienes están viviendo bajo las bombas que lanza la aviación del régimen, asediados, con muy poca comida, y casi sin medicinas.

El libro es una obra compartida. Las notas de Samira Khalil, escritas en folios sueltos, llegaron fotocopiadas a su marido, el escritor y activista Yassin Al-Haj Saleh, que poco antes había conseguido llegar sano y salvo a Turquía y que es el responsable de la labor de transcripción y selección e, imaginamos, de las frases que sirven de título a los fragmentos, quizás el único punto criticable del formato: demasiado a menudo reproducen en su integridad la frase más importante de la pieza y adelantan así su contenido entero. Al titular, la brevedad es virtud. Y más cuando muchos de estos apuntes repiten, a menudo de forma casi literal, las mismas escenas, como versiones de un borrador.

A estas notas se añaden textos que Samira compartió en Facebook y que fueron copiados y compartidos por otros. El conjunto está acompañado por varios textos del propio Yassin, dos columnas finales del escritor y periodista libanés Elias Khoury y una larga introducción del columnista español Santiago Alba Rico. A todo le da coherencia la excelente traducción y las notas explicativas de la arabista Naomí Ramírez, que lleva años siguiendo muy de cerca la guerra siria.

Es un libro muy necesario para quien aún cree que el régimen de Asad se encuadra dentro de Los Buenos

El resultado es un libro muy necesario, extremamente necesario, para esa parte de la izquierda española que aún cree que el régimen de Asad se encuadra dentro de Los Buenos, porque en algún momento de la historia parecía estar en la órbita de los que cierto Gobierno estadounidense calificó como Los Malos (que además es mentira: Siria colaboró con la CIA en los secuestros y torturas de las personas que luego fueron transformados en yihadistas en Guantánamo). Y es a ese sector – que no sé si es realmente mayoritario en la izquierda española o simplemente hace más ruido en Twitter – al que se dirige el extenso prólogo (10 páginas) de Alba Rico, en la línea de su actividad como columnista en los últimos años: convencer al respetable de que Asad no es el bueno de la película.

Para los que no faltamos a clase en los últimos años, las notas de Samira Khalil evidencian algo más: la dificultad de analizar una guerra mientras se está bajo las bombas. Lo que escribe la activista, a oscuras a menudo – se corta la luz, no hay carburante para los generadores, hasta las bombonas de gas están inasequibles – es un grito de desesperación, un alarido de horror ante un escenario de muerte que cae del cielo. No puede hacer más que documentar las consecuencias.

Porque en las causas no llega a indagar. Hay que entender metafóricamente la aseveración, repetida decenas de veces, que “el mundo mira sin hacer nada”. Es más: “El mundo ve y oye lo que sucede, pero mantiene su apoyo tácito al criminal (…). Lo que sucede es que disfrutan viendo la sangre y restos de los cuerpos de nuestros hijos en las pantallas de sus televisiones”. Lo cual, obviamente, es falso. Porque el mundo somos tú y yo, somos Naomí Ramírez, somos Ediciones de Oriente y Mediterráneo, somos una enorme cantidad de personas que si no ponemos freno a las masacres del régimen de Asad no es porque disfrutemos con ellas sino porque no tenemos el poder de hacerlo.

Los que en 2003 salíamos a la calle bajo el No a la guerra, ¿estuvimos en el bando equivocado?

Es cierto que no hemos salido a la calle masivamente para pedir a Barack Obama que bombardee ya Damasco, como Bush bombardeó Bagdad pero ¿realmente habría sido esta la solución? Samira Khalil no nos lo dice. Solo una vez pide que se “imponga una zona de exclusión aérea” (algo que han repetido muchos refugiados y hasta analistas, esquivando la conclusión de que para imponerla hay que derribar los cazas que la vulneren, es decir, hay que ir a la guerra) o que al menos se proporcionen armas antiaéreas a los rebeldes. Los que en 2003 salíamos a la calle bajo la pancarta del No a la guerra, no podemos dejar de preguntarnos si al final estuvimos en el bando equivocado si protestábamos contra la industria del armamento. Una duda que Samira Khalil, bajo la lluvia de bombas, no nos responde.

También es llamativo con qué eficacia Khalil evita mencionar que tras el eufemismo “el mundo” se esconde una potencia geopolítica muy concreta, llamada Rusia. ¿Un reflejo involuntario de quien antaño militaba en un partido sirio comunista? También nos preguntamos si en ese “mundo” que no hace nada están incluidos los Estados árabes que no paran de fomentar la rebelión armada con ingentes sumas de dinero, pero nunca con las armas necesarias como para ganar de verdad.

En este aspecto, la segunda de las dos columnas de Elias Khoury que cierran el volumen aporta un análisis geopolítico más preciso, certero y rotundo que el resto de la obra: es imprescindible para entender el contexto en el que se desarrolla la guerra cuyo horror describe y sufre Samira Khalil.

Las instantáneas de Khalil son las últimas imágenes de una revolución que empezó esperanzadora

En un aspecto más están subexpuestas las instantáneas de Khalil, y es un aspecto común a gran parte de quienes en España apoyan lo que aún llamamos, con ilusión atrasada, la “revolución”: hablan únicamente de la población civil, expuesta a una brutal represión militar desde el aire. Consiguen dejar fuera de nuestra conciencia el hecho de que el régimen bombardea, destruye, mata de forma masiva porque no tiene el poder de enviar a la policía a detener a los disidentes, a la propia Samira Khalil, que se refugió en Duma para estar fuera del alcance de los esbirros de Asad: ya pasó 4 años en sus mazmorras por izquierdista. En la propia Duma, por cierto.

El régimen no tiene el poder de hacerlo, porque hay milicias armadas que lo impiden. El régimen ha perdido el monopolio de la violencia, y por eso bombardea. Estamos en una guerra. Una guerra con dos (o más) bandos. Algo que tanto Khalil como muchos de los defensores de lo que fue la revolución intentan dejar fuera de nuestra conciencia.

Y la triste, la desgarradora paradoja final es que es el bando cuyas atrocidades callan las notas de Samira Khalil – apenas hay una frase de crítica referida a un sermón – el que acabará llevándosela. Secuestrada. Hasta hoy. Junto a otra mujer, igualmente revolucionaria, y dos hombres.

Las instantáneas de Samira Khalil son las últimas imágenes de una revolución que empezó esperanzadora, con activistas como ella, llenas de una tenaz voluntad demócrata. Después de Samira, después de este libro hecho con los fragmentos de su vida, ya no es posible creer en la revolución.

Artículo completo en m'sur

 

Samira de Siria

 

 

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Grafiti en recuerdo de Samira Khalil, activista siria por los derechos humanos desaparecida en Duma tras su secuestro por el Ejército del Islam.

 

Cuando cumplieron los cincuenta, ella y él albergaban la esperanza de tener una casa propia.

No pudo ser.

Comenzó la revolución.

Dejaron la casa, primero él y luego ella, y a principios de 2013 se llevaron sus cosas y las almacenaron en el sótano de una casa cercana: los libros, en cajas de cartón, y los muebles que merecían la pena fueron repartidos entre los amigos.

En mi opinión, Samira, y con ella Razan Zaituneh, la activista de derechos y escritora que revolucionó el principio de los Derechos Humanos, Wael Hammada, el marido de Razan, y Nazem Hamadi, poeta y abogado, todos ellos secuestrados, ocupan una posición destacada en la lista en que también está Lorca. No me importa lo que piense ninguno de sus herederos oficiales.

Que nuestra lucha sea compleja, como la lucha española hace ocho décadas, o quizá más, y que Samira, Razan, Wael y Nazem hayan sido secuestrados a manos de una formación salafista extremista, no cambia la posición republicana que los cuatro ocupan, junto con otros innumerables sirios.

Lo que convierte a Siria en una tragedia mundial es que los sirios no se enfrentan a un único enemigo.

Además de la mafia del autoritarismo asadiano, que se comporta como dueña del país desde que el déspota Hafez dejase como heredero a su hijo Bashar en el año 2000 (el hecho de que la república se convirtiera en una monarquía hereditaria es algo que ninguna organización de izquierdas del mundo ha comentado, hasta donde yo sé), los sirios se enfrentan a otro enemigo, que son las organizaciones nihilistas islamistas que han nacido de la falta de horizonte de desarrollo que han padecido nuestras sociedades en los países árabes durante las últimas tres o cuatro décadas. Una situación reforzada por el papel jugado por el tercer enemigo, el extremadamente radical sistema de dominio estadounidense en la zona y apoyo clave de Israel. Las tres fuerzas del salvajismo están intrínsecamente ligadas, y no se entiende ninguna de ellas al margen de las otras.

*  *  *

 

La causa de Samira, Razan, Wael y Nazem es conocida en el contexto sirio, pero sigue siendo desconocida en muchos lugares fuera de Siria. Los cuatro fueron secuestrados [en diciembre de 2013] en Duma, en la zona oriental de Al-Ghuta (Damasco), sometida a asedio [del régimen], por parte de la formación salafista denominada Ejército del Islam, que ejerce la autoridad de facto en Duma. Esta formación religioso-militar niega toda responsabilidad a pesar de que hay pruebas de peso en su contra.

*  *  *

 

Los folios de Samira son comentarios e ideas que escribió en hojas sin numerar ni fechar. Algunos de sus contenidos los publicó en Facebook en su momento. No obstante, la mayoría son inéditos.

[Excerptas del prólogo de Yassin Al-Haj, marido de Samira Khalil]

Folio 1

 

¿Te has planteado salir?

¿Te has planteado salir?, me preguntas.

Salí de mi patria en el momento en que salí de mi casa… cuando los servicios de seguridad comenzaron a buscarme, cuando mis amigos se marcharon y no pude encontrar a nadie que me pudiera alojar un par de días, por ejemplo.

Salí cuando vine aquí y vi cómo está esta patria, con gente muriendo bajo los escombros de sus propias casas, esas con las que soñaban y en las que se habían dejado la piel… De veras se habían dejado la piel.

Muchos se han negado a salir de su hogar de toda la vida…

Salí de mi patria cuando perdí mi casa, cuando Yassin y mis amigos dejaron de estar cerca, y cuando ya no pude ver a nadie de mi familia ni amigos, a pesar de estar en Al-Ghouta…

La gente abandona el país cuando el régimen te dispara y tú te aferras a la última astilla de esperanza, una astilla nada más.

Y yo, cuando extraño a Yassin, mis amigos y mi familia siento un amor que no llegué a sentir cuando estaba encerrada en la más terrible prisión.

 

Folio 3

 

Muchos han muerto

La situación social ha empeorado en Al-Ghuta oriental debido a la decisión tomada por las autoridades militares de cerrar los puntos de control de entrada. Han impedido la introducción de productos de primera necesidad a la zona: ultramarinos, medicamentos, leche, etc.

Un pan cuesta ahora 100 libras sirias, y no tiene ni un cuarto del tamaño del pan de las zonas no asediadas. Los pobres apenas pueden comprarlo, y solo las personas en una situación más acomodada pueden permitírselo.

La gente ha empezado a padecer hambre de veras…

Para intentar calmar el hambre de sus hijos, están gastando lo que les quedaba en la despensa…

Cuando abrieron los hornos, mucha gente salió corriendo para conseguir algo de harina para sus hijos.

Algunos tuvieron suerte; muchos murieron, y su sangre impregnó las bolsas de harina.

Artículo completo de presentación de Diario del asedio a Duma 2013, de Samira Khalil, edición de Yassin Al-Haj Saleh, Presentación de Santiago Alba y traducción del árabe de Naomí Ramírez Díaz en m'sur

Escribir para conjugar la nostalgia de Egipto

En ‘Estaciones’, el escritor egipcio Tarek Eltayeb abre las entrañas del país norteafricano a través de sus memorias

Tarek-Eltayeb-entrevistado-por-Chema-Caballero
Tarek Eltayeb, autor de Estaciones. Una autobiografía, traducido del árabe al español por Luz Comendador, en Madrid durante la entrevista con Chema Caballero para El País.

Chema Caballero

Madrid - 07 may 2023 – El País – Planeta Futuro

La infancia de Tarek Eltayeb (El Cairo, 1959) son recuerdos del barrio de Ayn Shams, en la capital egipcia. A él se redujo su mundo durante muchos años. A sus calles llenas de arena y polvo, al olor a estiércol de los palmerales y sembrados y al calor ardiente. Allí estaban los patios donde crecían los árboles cuajados de mangos o guayabas, o los huertos claros donde maduraban los tomates que él y sus amigos robaban. Luego vino la escuela coránica en la que aprendió a leer las letras del alfabeto árabe. Y eso le llenó de orgullo. Leyó sin parar los carteles que encontraba o las inscripciones de los cucuruchos de pipas o cacahuetes y luego los libros que descubrió en la biblioteca de su padre. Él no entendía aquel idioma tan distinto al dialecto cairota que todos a su alrededor utilizaban. Su madre, que nunca había ido a la escuela, le traducía aquellas palabras para que él se las apropiase.

Muchos años después, ante las críticas que recibió su primera obra de teatro, El Ascensor, por estar escrita en dialecto y no en árabe clásico, había de recordar aquellas tardes de lectura y erigirse en claro defensor de su lengua madre, que es la misma que habla el pueblo. Porque hay expresiones que, si no se dicen en ella, mueren. Además, el idioma es un ancla para una persona que se ve obligada a vivir lejos de casa.

Los recuerdos de Eltayeb también abarcan el barrio de Husainiyya, donde vivían la abuela y la bisabuela. Es el lugar de las romerías a las tumbas de los santos y de las fiestas. Es también el sitio en el que se escuchaban los seriales de la radio y las historias y cuentos de la saga familiar. Luego están los traslados a El Arish, en la península del Sinaí. El espacio de la “felicidad sin límites”, donde la familia pasaba los largos meses de verano junto al mar y las palmeras.

Y así, hasta la universidad, cuando un cambio de leyes le considera extranjero y no puede proseguir sus estudios. La razón es que su padre, aunque trabajaba en la policía de fronteras, era sudanés. Había migrado a El Cairo, donde conoció a su mujer. Por consiguiente, él también fue considerado sudanés, aunque visitó el país por primera vez con 20 años. De ahí era el pasaporte que durante tanto tiempo le acompañó y tantos problemas le causó al cruzar las fronteras. Ahora, con documentación austriaca, no los tiene, pero existen otros debido al color de su piel. Las fronteras, ya sean físicas o mentales, fueron creadas para eso. Para marginar a la mayoría de los ciudadanos del mundo.

De esta forma, Eltayeb desgrana las etapas de su vida, como si se tratasen de las paradas de un tren que nunca llega a su destino, en su autobiografía Estaciones (Ediciones del oriente y del Mediterráneo, 2022. Traducción del árabe de M. Luz Comendador Pérez). Una obra que recoge los primeros 25 años del autor, una época llena de colores, olores, sabores y sensaciones bañadas por la luz de El Cairo. Los 25 siguientes, donde se ve obligado a adaptarse al frío de Viena. Y luego, tras años de ausencia, el regreso a la ciudad que le vio crecer y la comprobación de que todo es más pequeño de cómo lo recordaba.

El deseo de continuar sus estudios le hizo migrar. Como ya había hecho su padre. Y siguiendo el curso del Nilo, que al revés del resto de los ríos del mundo, fluye de sur a norte, partió de su país y llego a Viena, a orillas del Danubio. Allí le recibió el silencio, el frío, la falta de sol, de familia y de amigos. Además, se tuvo que enfrentar a la carencia de un idioma con el que comunicar y a los duros trabajos reservados a los últimos que llegan. En medio de aquella soledad, Eltayeb comenzó a escribir sobre las escenas y personajes familiares que empezaban a transitar, debido a la distancia, del mundo del recuerdo al del sueño. “La escritura me salvó de perderme a mí mismo en Austria”, comenta mientras esboza una gran sonrisa, antes de añadir: “Empecé a escribir para hacer que mi familia estuviera conmigo, viniera a mí. Aquí está mi padre, cuando escribo, y aquí está mi hermana y mis hermanos. Como si estuvieran sentados conmigo”. Y recuerda: “Cada semana tenía a una persona de la familia y así sentía que estaba con ellos. Solo en papel... pero era suficiente”.

Con el paso de los años profundizó en aquellos escritos que finalmente han fraguado en esta autobiografía atípica, en la que no se respeta la cronología, sino que se juega con las sensaciones. Donde el autor dialoga consigo mismo y con el lector. Una obra escrita con un lenguaje sencillo que refleja el estilo de los cuentos que el pequeño Eltayeb escuchaba o los que inventaba para sus amigos. Es un libro que derrama evocación y emociones que se entrecruzan como si fueran los picos de un electrocardiograma.

[ artículo completo en El País - Planeta Futuro ]

 


bell hooks & Cornel West "Partiendo pan: vida intelectual negra insurgente"

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bell hooks y Cornel West, autores de "Partiendo pan: vida intelectual negra insurgente".

 

Nuestra próxima novedad: Partiendo pan: vida intelectual negra insurgente, libro dialogado entre dos de los intelectuales afroamericanos más incisivos, bell hooks y Cornel West.

bell hooks presenta así el libro:

Cornel West y yo empezamos a mantener estos diálogos hace más de veinte años en la Universidad de Yale, donde impartíamos clase. De aquellas conversaciones surgió el libro Partiendo pan: vida intelectual negra insurgente. En la dedicatoria, escribí:

Dedico este libro a todos aquellos que comparten el ideal de un amor redentor y transformador entre mujeres y hombres negros, el tipo de amor que se refleja en el trabajo que llevamos a cabo Cornel y yo… Esperamos que nuestro compromiso colectivo con el amor como acción y práctica inspire e impulse una apasionada obra progresista e intelectual en torno a la experiencia negra.

Ya han pasado más de veinte años desde la publicación de Partiendo pan y desde entonces nuestras vidas han cambiado sustancialmente. Por fortuna, tal y como escribe Cornel en el prefacio de Keeping Faith [«Conservando la fe», 1994], hemos mantenido la solidaridad arraigada en los principios de una ética del amor. Dicha ética fundamenta lo que Cornel denomina «crítica profética»:
Ante todo, una indagación intelectual constitutiva de una democracia existencial, esto es, una empresa autocrítica y rectificadora que pregunta por el sentido de las cosas, preservando y expandiendo la empatía y compasión humana.
En un ensayo posterior, Cultural Politics of Difference [«Política cultural de la diferencia», 1995], Cornel postula que la «crítica profética» entiende la desmitificación como la forma más iluminadora de indagación teórica; y declara que «si bien parte de un análisis socioestructural, también establece sus propios objetivos morales y políticos. Es entusiasta, positiva, comprometida y centrada en episodios críticos». En mi obra, así como en mi vida, siempre me ha interesado —y sigue interesándome— la unidad entre teoría y práctica. Siempre he querido vivir de forma íntegra, es decir, en armonía con lo que pienso, digo y hago. Y para mantener esa integridad no solo me he apoyado en mi ética individual, sino también en la solidaridad y la respuesta crítica de colegas afines, colegas que, a su vez, creen que la integridad es un pilar moral y ético esencial de todas las luchas por el fin de la dominación.
bell hooks


EL PENSAMIENTO ÚNICO ES LA ANTESALA DEL FASCISMO

Hemos sabido que la escritora Chantal Maillard, Premio Nacional de Poesía en 2004 y de la crítica en 2007, autora de más de una treintena de libros de poesía y crítica, ha visto rechazado uno de sus artículos por diversos medios de comunicación con los que habitualmente colabora. Todo indica que la razón ha sido una aproximación a la guerra entre Rusia y Ucrania al margen del marco impuesto en el mundo occidental.
Reproducimos a continuación el artículo censurado:

¿GUERRA JUSTA O CRIMEN ORGANIZADO?

Chantal Maillard

El fantasma de una tercera guerra “mundial” nos habitó cuando Putin lanzó su ofensiva sobre Ucrania. Tuvimos un tiempo de lucidez. Las primeras imágenes de los bombardeos fueron asociadas de inmediato al detonante de la anterior contienda: la invasión de Polonia. Pero esta ha pasado ahora a ser uno más de los seriales de los que se nutren los noticiarios. Cuando un tema deja de ser noticia para transformarse en serial, todo lo relacionado con él se normaliza. Lo he dicho muchas veces: convertidas a bits, las mayores atrocidades entran en el régimen de la ficción y la representación cumple con su oficio: entretener la mente. Y, si el serial se alarga o se repite demasiado, deja incluso de atraer la atención. Podemos seguir comiendo, o apagar el televisor y volver a nuestras rutinas. Ni las cenizas ni la sangre desbordarán de la pantalla, no alterarán el sabor de los alimentos. Normalizada, la destrucción no nos altera, el crimen se legitima y hasta se condecora al asesino. Será por eso, me digo, que no alzamos la voz. Será por su eficacia como actor que vemos a Zelenski, la figura política más calculadamente mediática en estos momentos,como un heroico representante de las virtudes patriarcales y no como alguien que por su incapacidad diplomática –digámoslo sin miedo– lleva miles de muertos a su espalda. ¿Cómo es posible que, a estas alturas, sigamos consintiendo que alguien decida enviarnos a matar o a morir? En el año 2003, George Bush, otro actor de la gran pantalla, decidió atacar Irak. El entonces presidente de España le estrechó la mano. Pero, al menos,los estudiantes respondieron. ¿Dónde está ahora la fuerza estudiantil? ¿O es que estamos todos convencidos de que esta es una guerra justa en la que todos hemos de colaborar? Ninguna guerra es justa. Cuando no se hallan maneras de resolver políticamente los desacuerdos, la guerra no es otra cosa que la demostración de la ineficiencia diplomática o, peor, su inoperancia frente a los grandes intereses.

Porque, no seamos ilusos: esta contienda no empezó con la invasión de Putin, las provocaciones fueron múltiples. Hagamos memoria, recordemos la Historia y tengamos claro a quienes benefician esta y otras guerras. ¿Son realmente los EEUU –donde los estudiantes duermen en sus coches porque la beca no les llega para pagar una habitación, donde la segregación racial sigue de facto y los sin techo se acumulan en las calles– el territorio de las libertades, como reza su propaganda? ¿Hasta donde llegará a rebajarse la UE en su humillante aceptación de los dictados de un territorio cuya democracia es, desde hace mucho, la expresión palmaria de la degradación del ideal que fue en otros tiempos? Se nos llena la boca con la palabra “democracia”, sin pararnos a pensar (mediocracia aparte) que no hay razón alguna que avale la idea de que una mayoría haya de tener más juicio o más sentido común que una minoría, ni tan siquiera que uno solo de sus miembros. Hubo un tiempo en el que pensaba que cuando las mujeres ocupásemos puestos de poder las cosas cambiarían. Me doy cuenta ahora de mi ingenuidad: ¿de qué sirve reemplazar los ingredientes si el caldo está podrido? Lo que falla no son los agentes, sino las estructuras. Seguimos funcionando con el código de valores del patriarcado. La guerra forma parte de él. También el patriotismo y los monoteísmos. Y esto no cambiará mientras no nos pongamos a pensar de otro modo. Religión y patria son dos palabras que arraigan en el suelo privado del verbo poseer. En sus márgenes quedan los muertos. Anónimos, colaterales, ellos son la materia prima –y el abono– de su violencia.

Chantal Maillard


¿«Negro» ha dicho?

¿«Negro» ha dicho?

 

Coulibaly reflexiona sobre El delito de ser "negro"
El delito de ser "negro". Mil millones de "negros" en una cárcel identitaria

«Tanto si se es “negro”, “blanco” o lo que se sea, hace falta (imperativo y necesidad) reconocer a toda costa el crimen contra la humanidad del cual “los negros” han sido víctimas durante doce siglos, y no cuatro como es costumbre creer y enseñar, si queremos responder en serio a las cuestiones que conciernen a “los negros”»

La exploración que realiza Bassidiki Coulibaly en su «El delito de ser “negro”», publicado en Ediciones del Oriente y del Mediterráneo es un dechado de claridad, nada queda en la oscuridad, y todo es enfocado con la luz que deja escrito negro sobre blanco la realidad de las cuestiones abordadas.

Ya desde los tiempos de Heródoto se consideraba a los “negros” como seres aparte, consideración que ha persistido a lo largo de la historia, siendo defendida por los Louis XIV, Colbert, Locke, Hume, Voltaire, Rousseau, Napoleón Bonaparte, Hegel, Kant, Hitler, Hungtinton,…y otras celebridades que han pintado a dichos eres como ajenos a la humanidad plena.

El profesor y ensayista Bassidiky Coulibaly (Bobo-Dioulasso, Burkina Faso, 1965) se empeña en las páginas de su obra en «sacar a ciertos individuos del condicionamiento ideológico (presente por doquier), despertar conciencias individuales de su letargo intelectual, conseguir que todos los actores de la Historia de la humanidad miren dos veces las verdades oficiales, y darle a César lo que del César y a “los negros” lo que es de “los negros”», y con tal fin rastrea diferentes aspectos de la denotación y la connotación del término coloreado , y la concepción, que se ha impuesto a lo largo del tiempo, y con tal fin dirige su mirada, amén de a la historia, a cierta teoría de los colores que hacen que lo blanco y luminoso sea lo ideal frente a la denostada oscuridad y negrura.

Son varias las cuestiones preliminares que el ensayista puntualiza: así la amalgama consideración de “negros” a seres de muy diferentes tonalidades, orígenes, culturas, etc., como si se tratase de un todo unido y único, que va desde Lucy –origen común de todos los humanos- hasta la actualidad. Busca apoyo en Franz Fanon a la hora de subrayar que el bienestar y progreso de Europa, podría decirse del llamado Occidente, se ha alzado sobre el sudor y la sangre de los negros, los árabe, los indios, y los amarillos…deteniéndose en ciertas formas de interiorización por parte de los oprimidos que han dado por buena la versión de los opresores llegando hasta el punto de llamarse entre ellos hermanos, como si así lo fueron dependiendo de su procedencia, cultura, etc.y cercana fraternidad.

El peso de la religión, de las religiones, queda desvelado tanto en el caso del Islam como posteriormente del cristianismo, cuya acción y presencia puso en pie una historia falseada en la que solamente tienen lugar los nombres propios del santoral de los opresores y de algunos cómplices entre los oprimidos. »El silencio se impuso por parte de las élites árabes musulmanas y de las élites negras musulmanas dedicadas a las abluciones, al rezo», y tras tales rituales litúrgicos, el tiempo para la elaboración de una leyenda dorada. Todo se ha dado como si se siguiese aquella tajante afirmación de Hegel, que mantenía que la Historia no había funcionado ni en Siberia, ni en África, lo que de hecho supuso que, como es hábito, la historia, o el vacío de ella, haya sido escrita por los vencedores. Así la versión creada, de todas las piezas, es que no existe verdadera cultura, que la razón, la tolerancia y otros valores son cosa de gentes ajenas al continente “negro”., dándose un dominio de una concepción grecocentrista, frente a quienes han solido defender un cierto afrocentrismo: helenomanía versus egiptomanía, Moisés versus otras figuras religiosas, y las creencias como arma de los poderosos, ya sea bajo el nombre de Alá, Dios o Yavé y como forma primera y principal de esclavitud; operación que se dio tanto en Egipto como en la antigua Grecia. Explora Coulibay la diferencia establecida entre lo sagrado y lo profano que condujo a la imposición de seres del más allá que imponía su ley en el más acá, usurpando el poder de decidir de los habitantes del último, no faltando los ejemplos, mártires, desde Sócrates a Bruno, pasando por la santa Inquisición o las fetuas, como la decretada sobre Salman Rushdie. Las creencias, incluida la animista, y lo sagrado en general piden sangre, siempre la han hecho.

La historia de la presencia de la religión musulmana fue seguida de la cruz del cristianismo, y en el terreno que transitamos el no-negro, blanco, es el que define al “negro” sin recurrir a ningún tipo de diferencia o matiz de tono, siguiéndose un criterio de indistinción que agrupa a seres de Suecia con los del sur hispano, o que une a cameruneses, con senegaleses o sudafricanos. Se dota por el mismo acto, de valores a los diferentes colores, y si Dios es luz (para Platón, el sol y para Plotino el Uno luminoso) abajo está la oscuridad, arriba lo blanco y abajo, del todo, lo oscuro, lo negro, es el reino de Satán, de la confusión y el caos; las tinieblas frente a las Luces, la liberadora Europa conquistando el mundo por el bien de éste y «el “negro”, el nègre, el black, no sólo es el otro, es el otro más extremo»; [constatándose tal diferencia de valor hasta el diferente valor de las notas del solfeo, en donde una blanca vale por dos negras]. África no sólo es otro continente, es el continente radicalmente otro para los antiguos griegos y para los “occidentales” de hoy»…y un continuum de racismo, de bestialización del otro, cuyo color coincide con el del Mal, y “el negro” convertido en víctima sacrificial, Luces y Código negro imperando, y en la recámara el Pentateuco. Sigue la pista, Coulibaly, marcada por Fanon o por los análisis de Pierre Bourdieu, Vladimir Jankélévitch (sin obviar a Louis Sala-Molins que introduce la obra y que es autor de un libro necesario: Le Code Noir ou le calvaire de Canaan, PUF, 1987), señalando el anclaje en las arenas judeocristianas de René Girard, como ilustración del «narcisismo prometeico de Occidente: el otro tiene derecho a existir si es el alter de mi ego».

Capítulo aparte merecen los procesos de descolonización y algunas cantinelas que los acompañan, prometiendo la paz bíblica, blanca ella, en lucha contra los descendientes del maldito Cam (Génesis 9, 21-27)…la exigible fraternidad, la exclusión del odio, la no-violencia que en tales versiones no supone otra cosa que negar la legítima defensa, etc., etc., etc. Sin obviar los cantos, huecos, de sirena del panafricanismo, que refleja de hecho la división establecida por los árabes y “los blancos”, creando una unidad artificial más allá de la sangre, la lengua, o la religión; persistiendo en algunos países el collar como castigo o señalamiento por hablar otro idioma distinto del del colonizador…u otros ejemplos que el ensayista no nos hurta.

Un recorrido en el que abundan las visitas a los textos religiosos, a los filosóficos (Montaigne, Locke, Rousseau…)y a algunos “negros” encandilados por los edulcorados mensajes, perdiendo el culo por asistir a las escuelas de los opresores para recibir sus buenas lecciones, de sumisión y obediencia…y una y otra vez queda reiterado el peso y la nefasta huella de las religiones y sus binaria teoría de los colores…y dos consejos necesarios para concluir: 1) «Mientras no nos resolvamos a emprender la descolonización del panafricanismo y de los panafricanistas, el colonialismo, el neocolonialismo, el poscolonialismo y el resto de ideologías de los oprimidos [juzgo que debería poner: de los opresores…a pesar de que tales sean tomadas en préstamo por algunos oprimidos] seguirán siendo el horizonte infranqueable de los pueblos del mundo entero, con los “pueblos negros” en primera línea, como de costumbre»; y 2) «Mientras “los negros” no dejen de confundir el hacerse respetar con tener que mostrar respeto, mientras “los negros” no se despojen de la Historia escrita por sus verdugos para apropiarse de su pasado de víctimas del crimen contra la humanidad, de supervivientes de un genocidio, mientras “los negros” sigan haciéndose los débiles mentales con el pretexto de que tienen un color indeleble maldito, mientras “los negros” sigan jugando a ser “niños grandes”, apalancados como receptores de educación, lecciones, dinero y civilización, perdurarán las denegaciones de humanidad que siempre se han cebado con ellos».

Por Iñaki Urdanibia para Kaosenlared


¿Sabe cuál es la diferencia entre un general y un poeta?

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Éxodo palestino 1948

¿Sabe cuál es la diferencia entre un general y un poeta? El general cuenta el número de muertos entre el enemigo en el campo de batalla, mientras que el poeta cuenta cuántas personas han muerto en la batalla. No hay enemistad entre los muertos. El enemigo es el mismo: la muerte. La metáfora es clara. Los muertos de ambos lados ya no son enemigos. [página 198]

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Éxodo palestino 1948 hilera mujeres huyendo

Yo soy un hacedor de metáforas, no de símbolos. Creo en el poder de la poesía, que me da razones para mirar hacia adelante y descubrir un destello de luz. La poesía puede ser una auténtica desalmada. Deforma. Tiene el poder de transformar lo irreal en real y lo real en imaginario. Tiene el poder de construir un mundo que está reñido con el mundo en el que vivimos. Para mí la poesía es la medicina del espíritu. Puedo crear con palabras lo que no encuentro en la realidad. Es una fantasmagoría, pero positiva: no tengo otra herramienta con la que buscarle un sentido a mi vida o a la vida de mi nación. Tengo el poder de regalarles belleza a una y a otra por medio de las palabras, de plasmar la belleza del mundo, pero también de expresar la situación de ambas. Una vez dije que yo construyo con palabras una patria para mi nación y para mí. [193]

La situación actual es la peor que quepa imaginar. Los palestinos son la única nación en el mundo que sienten con certeza que el día de hoy es mejor que los días venideros. Mañana siempre trae una situación peor. No es una cuestión existencial. Yo no puedo hablar del lado israelí, no soy experto en eso. Solo puedo hablar del lado palestino. En 1993, durante los Acuerdos de Oslo, yo sabía que el acuerdo no garantizaba que fuéramos a lograr la verdadera paz basada en la independencia y el fin de la Ocupación israelí. A pesar de todo, sentía que la gente albergaba esperanzas. Pensaban que quizá una mala paz era mejor que una guerra victoriosa. Aquellos sueños se esfumaron. La situación ahora es peor. Antes de Oslo no había checkpoints, las colonias no se habían expandido como ahora y los palestinos tenían trabajo en Israel.

Los israelíes se quejan de que los palestinos no los quieren. Tiene gracia. La paz se acuerda entre Estados y no se basa en el amor. Un acuerdo de paz no es un convite de boda. Yo entiendo el odio hacia los israelíes, cualquier persona normal odia vivir bajo la Ocupación. Primero que se firme la paz y luego que se contemplen los sentimientos como amor o no amor. A veces, después de firmarse la paz, no hay amor. El amor es un asunto privado, no se puede forzar. [193-194]

Israel proclama continuamente que no tiene interlocutores, incluso cuando hay alguien dispuesto al diálogo. Ahora dicen que es posible hablar con Mahmud Abbas, pero Abbas estaba ahí antes de que Hamás ganara las elecciones. ¿Qué puede hacer Abbas si no han quitado ni un checkpoint? Es la política israelí lo que impulsa a los palestinos al extremismo y a la violencia. Los israelíes no quieren dar nada a cambio de la paz. No quieren retirarse a las fronteras de 1967, no quieren hablar del derecho al retorno o de la evacuación de las colonias, y, por supuesto, no quieren hablar de Jerusalén. Entonces, ¿hay algo de qué hablar? Estamos en un callejón sin salida. Yo no veo el final de este oscuro túnel mientras Israel sea incapaz de diferenciar la historia de la leyenda.

Los Estados árabes están dispuestos a reconocer a Israel y están pidiendo a Israel que acepte la iniciativa árabe de paz que consiste en la retirada a las fronteras de 1967 y el establecimiento de un Estado palestino a cambio no solo de reconocer plenamente a Israel, sino también de la normalización de las relaciones. Dígame quién está perdiendo la oportunidad. Se suele decir que los palestinos nunca pierden la oportunidad de perder una oportunidad. Pero Israel, ¿por qué está emulando el no a todo que achacan a los árabes? [196-197]

Extractos de El poeta troyano. Conversaciones sobre la poesía, del poeta palestino Mahmud Darwish. Edición y traducción de Luz Gómez. Madrid: ediciones del oriente y del mediterráneo, 2023.

Luz Gómez en el programa Mediterráneo habla de Mahmud Darwish


EL POETA TROYANO

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Mahmud Darwish interviene en uno de los muchos recitales de poesía en los que participó.

Mahmud Darwish estará presente, junto a Adonis y Al-Bayati, a través de sus traductores Luz Gómez y Federico Arbós,  en la celebración en Casa árabe del Día mundial de la poesía.

Incluimos a continuación un fragmento del Prólogo de Luz Gómez a esta edición de una antología de las entrevistas que Darwish fue concediendo a lo largo de su vida:

La siempre peliaguda relación entre modernidad y tradición está vinculada en los poemas de Darwish con asuntos tan complejos como la identidad y sus condicionantes. La justa valoración del pasado y la herencia recibida no pueden convertirse en una autodefensa que coarte la creatividad y la pluralidad del ser, dice Darwish por boca de Edward Said en «Contrapunto», la elegía que le dedicó. Así, cuando avanzada ya la cincuentena Darwish se declaró un poeta troyano, el simbolismo estaba justificado: «Yo he elegido ser un poeta troyano. Pertenezco decididamente a la estirpe de los perdedores: privados del derecho a dejar huella de su derrota, privados hasta del derecho a proclamarla. Ahora bien, acepto la derrota, no la rendición». La mirada del poeta palestino a la Nakba, la desposesión palestina, garantiza la victoria colectiva sobre el futuro, que la Ocupación israelí pretende que no sea otra cosa que el olvido de Palestina.
Ser un poeta troyano no es un mandato, es un destino. Darwish era consciente de ello. Troya desapareció del mapa, no de la historia. Y aunque la estirpe troyana perduró en otras latitudes, su nombre se extinguió. Sin embargo, la epopeya darwishiana se libra en el presente, no en el pasado, ni mucho menos en la leyenda. En estas conversaciones, se desgranan severas observaciones políticas, no exentas de mordacidad o de autocrítica cuando es el caso. Darwish no rehúye hablar de la actualidad política. La suya es una poética de la presencia de Palestina contra el poder de los mitos y los tanques israelíes que, con suerte, concede al poeta ser «palestino» pero no «de Palestina». Lo dejó dicho en un verso memorable: «Se llamaba Palestina. Se sigue llamando Palestina».
Darwish, que nunca negó que en sus inicios cultivara la poesía de resistencia, reclamó su derecho a una evolución hacia posiciones de universalidad poética. Lo cual, por otra parte, y según su pensamiento, le permitía expresar mejor la tragedia palestina. Si el derecho al fin de la Ocupación y el retorno son parte inseparable del derecho universal a la libertad y la justicia, para Darwish escribir sobre el amor o la belleza refuerzan la humanidad del ser palestino y lo preservan de la contingencia histórica, que lo empuja a la extinción.

Luz Gómez